¿CUÁNTO DEBEMOS TRABAJAR?
Publicado en
junio 28, 2023
Lo importante no es el número de horas que trabajamos, sino la forma en que utilicemos nuestro tiempo.
Por Caroline Donnelly.
¿EN QUÉ medida debemos trabajar? La respuesta ineludi ble es otra pregunta: ¿Qué queremos de la vida? Pero tampoco nos lleva a una respuesta total. Algunas personas trabajan tesonera y diligentemente sin avanzar nunca, mientras que otras parecen navegar plácidamente en sus empleos y hacen su agosto con frecuentes ascensos y aumentos de sueldo. Un tercer grupo logra el éxito sólo a costa de una entrega tan completa a su labor que le sacrifica el descanso, la vida familiar y, a veces, hasta la salud. ¿Vale la pena esforzarse a tal grado?
Hoy, como siempre, quienes desean progresar saben que deben trabajar más horas de las normales. Salir corriendo hacia la puerta de la oficina al terminar la jornada reglamentaria puede mantenernos en un empleo mal remunerado. Un jefe de personal afirma que, cuando alcanza un sueldo de alto funcionario, el empleado ya no tiene derecho a refunfuñar por verse obligado a trabajar en la oficina más horas que las reglamentarias o a llevarse trabajo a casa. Según una encuesta estadounidense, el 17 por ciento de los hombres de negocios dueños de empresas, así como todos los directores y gerentes, trabajan 60 horas o más a la semana. (Únicamente los granjeros cumplen jornadas más largas.)
La intensidad del trabajo depende también, por supuesto, de la capacidad para organizarlo. Ciertos estudios demuestran que con frecuencia es muy distinta la jornada de trabajo de los directivos que logran alcanzar el mismo nivel dentro de la misma compañía. Los administradores y funcionarios de contabilidad, por ejemplo, tienden a trabajar menos horas que los dirigentes cuyas funciones no están bien definidas y cuyas aportaciones a la empresa son más difíciles de medir. En general, los especialistas en personal están de acuerdo en que, para alcanzar el éxito, las mujeres tienen que trabajar más que los varones.
Pero, por otra parte, trabajar con ahínco nunca ha matado a nadie. Lo que sí puede resultar mortal es no saber sobreponerse a la tensión. La tensión moderada evita que las tareas se tornen tediosas, y la mayoría de los dirigentes de empresa son personas enérgicas dadas a competir, que se desenvuelven mejor cuando están sometidas a cierto grado de presión. Sin embargo, cuando ésta es excesiva puede producir muchos estragos. Los médicos relacionan con la excesiva tensión ciertos padecimientos como las úlceras pépticas, la colitis, las cefaleas, los dolores de espalda y los ataques cardiacos, además, quizá, de otras afecciones como el cáncer, la diabetes y la artritis. Quienes en su afán de progresar desempeñan un cargo que está por encima de sus capacidades, se ven sometidos a demasiada tensión, la cual se desarrolla en el individuo, y no fuera de él. Ningún trabajo es tenso en sí; las personas son las que se ponen tensas.
El trabajo excesivo puede redundar en ineficiencia. Ciertos individuos trabajan demasiado porque no saben delegar funciones. Su inseguridad les induce a hacerlo todo personalmente, aunque lo hagan mal; algunos no conocen la diferencia entre estar atareados y ser productivos. Tales individuos son molinos humanos que trajinan sin cesar, pero que logran muy poco. Los patronos experimentados dudan mucho antes de contratar a esos "toxi-cómanos del trabajo", que obran compulsivamente y suelen ser inflexibles y de alcances limitados.
Aunque es inevitable cierto grado de presión, el estereotipo del dirigente de empresa plagado de úlceras dista mucho de la realidad. Quienes se sienten felices en su trabajo, cualquiera que sea la tensión a que estén sometidos, en general gozan de buena salud. Los directivos tienden a sentirse mejor conforme avanzan en sus carreras; los funcionarios del nivel medio, con escasa autoridad y grandes responsabilidades, sufren tensiones dañinas. Las personas que se hallan en el más alto escalón de las empresas tras abrirse paso a fuerza de ardua labor, presentan relativamente bajos índices de ataques cardiacos y rara vez se suicidan.
¿Justifica el éxito trabajar como desaforados? Depende de cada persona. Hay quienes abandonan la pugna para conseguir mejores empleos y más dinero, convencidos de que no vale la pena esforzarse tanto; otros procuran emplearse en industrias que tienen fama de ser más acogedoras para los no ambiciosos. Según un jefe de personal, ciertas actividades en las que casi todas las decisiones importantes se toman en los niveles superiores, como la banca, constituyen el paraíso para los que no gustan de competir y se conforman con cargos administrativos y directivos de nivel medio.
En las empresas importantes, de ambiente grato u hostil, las personas sin grandes ambiciones se instalan en lo que un consultor de administración califica de "los puestos tradicionalmente estacionarios" o cargos administrativos medios. Tienden a dedicarse al papeleo, en vez de tomar decisiones, y sus jefes suelen estar satisfechos con ellos mientras cumplan bien sus labores, aunque son más.vulnerables en períodos de depresión económica o de fusión de empresas.
A fin de cuentas, el problema de cuánto debemos trabajar se reduce a nuestra elección fundamental de estilo de vida. ¿Qué magnitud tiene la familia, la hipoteca pendiente o el yo de la persona? Cualquiera que sea la respuesta, lo determinante no es la duración de nuestra jornada de trabajo, sino la manera en que utilizamos el tiempo para cumplir la diaria tarea. He aquí algunos consejos para aprovechar en forma óptima ese tiempo:
- Concentre sus energías en aquello por lo que habrán de juzgarle. Si trabaja en actividades que han de concluirse en fecha fija, pondere si lo más importante para su jefe es que el trabajo sea excelente o que se termine en la fecha establecida. Si no es posible satisfacer ambos requisitos, determine qué pesa más en cada caso.
- Dedique cierto tiempo a meditar en las prioridades y en los objetivos a largo plazo. Haga todos los días una lista de las tareas que debe ejecutar, anotándolas por orden de importancia.
- Evite las dilatorias, como puede ser arreglar continuamente el escritorio. Tome nota de todo lo que hace en cada jornada para saber en qué pierde el tiempo.
- Trabaje de manera visible. Si hace usted más de lo que esperan que haga, cerciórese de que su jefe se percate de ello.
- Huya de las juntas innecesarias. Los hombres de negocios experimentados estiman que en ellas se suele perder muchísimo tiempo. Los asuntos realmente importantes se desahogan mejor comunicándolos por escrito.
- Averigüe en qué momento del día despliega usted mayor energía y establezca su horario en función de este factor. Acuda temprano al trabajo y adelante lo más que pueda en las horas ordinarias, en vez de quedarse hasta tarde. Si se lleva a casa trabajo pendiente, interrúmpalo al menos una hora antes de irse a la cama para despejar la mente y conciliar mejor el sueño.
Todos estos consejos se resumen en uno: en vez de trabajar mucho, es preferible hacerlo inteligentemente. Se progresa más cumpliendo las tareas con eficacia, en forma ostensible y sabiendo qué le agrada más al jefe, que trabajando más horas que los compañeros. No triunfan las bestias de tiro, sino los caballos de carreras.
CONDENSADO DE "MONEY", (ABRIL DE 1975), © 1975 POR TIME INC., TIME & LIFE BLDG., ROCKEFELLER CENTER. NUEVA YORK. N.Y. 10020.