LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO
Publicado en
noviembre 01, 2022
Aurelio Peccei
Al refutar el principio de que el desenfrenado desarrollo económico actual puede seguir impulsando la prosperidad del mundo, un venturoso industrial italiano ha provocado una de las más importantes polémicas de nuestro tiempo.
Por Melton Davis.
Pocos libros han tenido una difusión tan grande o han causado un impacto tan espectacular, en estos últimos años, como The Limits to Growth ("Los límites del crecimiento"), informe de 197 páginas basado en datos obtenidos por medio de una computadora, que predice el desastre en que la humanidad se verá envuelta dentro de los próximos cien años si persisten las actuales tendencias. Proyectando en lo futuro los presentes niveles de crecimiento económico y demográfico, las inversiones de capital, la producción de alimentos, el agotamiento de los recursos naturales y la contaminación, el libro estudia la relación y el efecto acumulativo que todos estos factores tienen entre sí, y llega a la conclusión de que, antes que morir de hambre, la humanidad corre peligro de sucumbir por falta de aire respirable y de agua potable. Aunque llegaran a sobrevivir unos cuantos seres humanos, serán incapaces de reconstituir la actual civilización, porque para entonces se habrán agotado ya los minerales básicos, las fuentes de energía y las formas de vida necesarias para el ambiente.
Según el informe, la única solución posible es reducir la natalidad, disminuir o modificar la orientación de la producción industrial, cambiar las normas de conducta y volver a aprovechar de forma distinta los recursos naturales, hasta que todos estos elementos queden equilibrados. La publicación, por tanto, pone en tela de juicio uno de los principios básicos de la sociedad occidental: el dogma del desarrollo, que, paralelamente al progreso tecnológico, ha constituido irónicamente la base de la mayor y más difundida prosperidad que la humanidad ha conocido hasta ahora.
La fuerza desencadenadora de este informe tan estimulante no procede, como pudiera creerse, de un intelectual doctrinario, descontento con la sociedad de consumo, ni de un científico preocupado por la situación, sino de un sincero y próspero hombre de negocios italiano, Aurelio Peccei, industrial de alto nivel que desde el 4 de julio de 1930 ha sido uno de los más conspicuos exponentes del sistema que ahora rebate su estudio. Integrante del consejo de administración de la Fiat, vicepresidente de la Olivetti y director de otras muchas empresas importantes, Peccei, en la cumbre de su carrera, ha aprovechado su fama mundial en los negocios para advertirnos que el sistema actual va derecho al desastre. "Estamos consumiendo nuestros recursos naturales a un ritmo tan acelerado, que puede decirse que ya vivimos en un estado de alarma", dice Peccei. "Miro el mundo como si fuese una empresa comercial. Si no funciona bien, no hay duda de que existe algún error, ya sea en la planificación del mercado, en los objetivos o en nuestra conducta".
El principal medio de difusión de que se sirve Peccei para propagar sus ideas es el Club de Roma, constituido por un grupo de industriales, intelectuales, banqueros, humanistas y especialistas en diversos campos, que comparten su preocupación por el futuro. Como fundador y dirigente del grupo, Peccei fue quien más contribuyó a que el club decidiese publicar The Limits to Growth.
Alto y ancho de espaldas, a los 64 años de edad Peccei conserva todavía su vigor juvenil. Nació el 4 de julio de 1908 y es un autodidacto, en lo económico y en lo espiritual. Su padre era vendedor de una cristalería de Turín, al norte de Italia, y, a pesar de los modestos recursos con que contaba, la familia se las arregló para reunir el dinero suficiente y enviar a Aurelio a la universidad de esa ciudad, donde el joven desempeñó un brillante papel. Después de graduarse, comenzó su carrera como taquimecanógrafo en el departamento de proyectos especiales de la Fiat.
Cuando se produjo una vacante en el departamento de ventas al exterior, Peccei la solicitó y al poco tiempo lograba contratos realmente excepcionales para un hombre tan joven. Vendió aviones y camiones a Suecia y a Bélgica —donde la Fiat no había podido abrirse paso hasta entonces—, y tractores a Holanda. En 1935 sus jefes lo enviaron a China, donde un consorcio de compañías italianas estaba construyendo una fábrica de aviones. Peccei salió de China poco antes de la invasión japonesa, y se hallaba en misión comercial en Finlandia, en noviembre de 1939, cuando los rusos atacaron a ese país. Seis meses después Italia entró en la segunda guerra mundial. En 1943, cuando trabajaba aún con la Fiat, Peccei se unió a uno de los más eficaces grupos de resistencia: Justicia y Libertad. El 8 de febrero acababa de volver a Turín, después de una misión secreta en Roma; Peccei, que generalmente evitaba los lugares públicos, sintió hambre y se fue aquella noche a un restaurante, donde las milicias fascistas, en servicio rutinario de vigilancia, descubrieron que llevaba planes para una insurrección. Peccei fue arrestado y torturado, pero se negó a hablar. Sin embargo, un año en la cárcel hizo en él un profundo efecto. Con una constante zozobra como única compañía, no tuvo otro remedio que dedicarse a pensar en el futuro.
En aquella época lo más importante parecía ser reconstruir la economía europea, destrozada por la guerra, y volver a poner en pie un continente que pudiera de nuevo albergar, alimentar y vestir decentemente a su población. Por ello, al final de la guerra, Peccei, ya para entonces uno de los directores más importantes de la Fiat, ayudó a su arruinada empresa a ponerse otra vez en marcha. En cuanto la compañía empezó a prosperar en Italia, lo enviaron a la Argentina para establecer allí una sucursal que, con el tiempo, se convertiría en una de de las industrias más importantes de Iberoamérica.
Al viajar por países pobres, Peccei se sintió conmovido ante sus abrumadores problemas sociales. Vio hambre, miseria, analfabetismo y explosión demográfica, "una cosa tras otra en perpetuo círculo vicioso. Entonces decidí hacer lo posible para remediar aquello".
En 1957, de regreso en Italia, se le dio la oportunidad de hacerlo. Guido Carli, actual director general del Banco de Italia, junto con otras destacadas personalidades, le propuso establecer una organización de ingeniería, consultores en administración de empresas e inversiones, a escala mundial, dirigida desde Italia. Así se convirtió Peccei en jefe de Italconsult y, viendo que aquello era un instrumento de colaboración internacional, decidió adaptar los proyectos de la compañía a la medida de sus ideales.
Como objetivos principales Peccei estableció el fomento de los recursos humanos y naturales, y el de proyectos de industrialización y servicios públicos, especialmente en beneficio de los países en vías de desarrollo. Bajo su dirección, los planes que Italconsult ha puesto en práctica hasta la fecha abarcan: el sistema de regadío de Pampas de Olmos, en el Perú, un organismo estatal en el Senegal para cosechar y vender cacahuates, una red de carreteras en Libia y la canalización del río Mu, en Birmania. Hoy la firma es una de las más importantes de Europa en consultoría y administración de empresas.
Pero servirse de las principales compañías italianas para que hiciesen frente a los problemas de los países en desarrollo no parecía suficiente. Peccei empezó a viajar también por los Estados Unidos, Europa y Japón; allegó fondos privados de empresas dispuestas a arriesgarse, y personal administrativo y directivo. En septiembre de 1964 Peccei ayudó a fundar ADELA*, compañía multinacional de finanzas e inversiones privadas en Iberoamérica —países en desarrollo que Peccei conocía mejor— a la que concurren ahora más de 150 empresas internacionales. También creó SCIENTIA —es individuo de su consejo ejecutivo—, que finanza industrias de tipo científico diseminadas por toda Europa.
Patrocinar tales proyectos de cooperación internacional contribuyó a hacer de Peccei un alarmado idealista y lo impulsó a escribir The Chasm Ahead ("El precipicio que se abre a nuestros pies"), donde advierte que "una gran marejada de problemas mundiales" puede ahogar al planeta. Al mismo tiempo dio conferencias sobre la necesidad de una planificación global. Una de las que se publicaron fue a parar a manos de Alexander King, director general de Asuntos Científicos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, integrada por 23 naciones, con sede en París. King no sólo compartía las ideas de Peccei, sino que tenía otra: ¿Por qué no organizar un grupo capaz de demostrar la existencia de peligros inminentes a los que tienen en su mano el poder de remediarlos?
En abril de 1968, por invitación de Peccei, 30 hombres prominentes, originarios de diez países distintos, se reunieron en Roma en la Accademia dei Lincei, la más antigua del mundo. Entre los participantes estaban el francés Pierre Massé, planificador de administración pública, y Bertrand de Jouvenel, dedicado a estudios sobre el futuro, Frits Böttcher, orientador de la política científica holandesa, y el británico Dennis Gabor, premio Nobel de Física. En aquella reunión Peccei habló de la necesidad de una planificación global y propuso que el grupo se dedicase nada menos que a estudiar las dificultades actuales y el futuro de la humanidad. Finalmente se decidió que el club no tuviera actividades políticas ni defendiese ninguna posición ni interés determinado. No se elegirían altos funcionarios, ni habría oficina central, ni presupuesto.
Uno de los socios del club es Jay Forrester, profesor de administración de empresas del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts —e inventor del mecanismo de memoria que dio origen a las computadoras digitales—, quien propuso que su técnica de diseño de modelos en computadora se emplease para estudiar cómo han de usarse en lo futuro los recursos de la humanidad. Con una donación de 250.000 dólares de la Fundación Volkswagen de Alemania, Peccei y los demás afiliados al club encargaron a Dennis Meadows, a los 29 años profesor adjunto del Dartmouth College de Hanover (New Hampshire), que llevase a cabo el estudio. Meadows eligió a 17 jóvenes especialistas en las más diversas materias: desde contaminación y población hasta agricultura y sociología. El equipo se basó en la dinámica de sistemas, técnica moderna de computación, y en modelos matemáticos para estudiar los complejos problemas estadísticos que han de irse presentando hasta el año 2100. Los resultados de su análisis dieron origen a The Limits to Growth.
La publicación del libro provocó apasionados comentarios y coincidió con otras manifestaciones de preocupación por el desarrollo. El 29 de marzo de 1972 Russell Train, presidente del Consejo para el Estudio de la Calidad del Ambiente, organismo dependiente de la Presidencia de los Estados Unidos, convocó a un debate nacional sobre el crecimiento, siendo esta la primera vez que un alto funcionario norteamericano planteaba el tema públicamente. La comisión presidencial para el estudio de la explosión demográfica y el futuro de Norteamérica recomendó en abril que los Estados Unidos comenzaran a hacer algo para equilibrar su población.
Uno de los más entusiastas adictos a las ideas de Peccei resultó ser el presidente de la Comisión Ejecutiva del Mercado Común, Sicco Mansholt, el cual exigió públicamente que el crecimiento económico llevase un ritmo más lento e incitó a Europa a mostrar al mundo cómo reducir el exceso de población, la contaminación y el desperdicio de las materias primas. Esto desencadenó otra oleada de discusiones entre los dirigentes del Mercado Común, los sindicatos y los directores de empresa, reunidos en una gran conferencia en Venecia. En Francia, la mundialmente anunciada reunión llamada Rencontres Internationales, organizada por el ministro de Hacienda, Valéry Giscard d'Estaing, y dirigida por personalidades internacionales, tuvo como tema principal "¿A dónde nos lleva el crecimiento económico?" La cuestión del crecimiento del mundo se convirtió en materia de cientos de seminarios y debates públicos. En muchos de ellos la principal atracción fue Peccei, que con acento acusador solía decir, como si la humanidad fuese una persona que va al médico para un reconocimiento: "Si el médico recomienda ir más despacio, sería una locura no hacerlo así".
A pesar de todo, Peccei no es un revolucionario. Cree que dentro del actual sistema se puede inducir el cambio, al que se llegará gradualmente y a escala mundial, y no brusca ni individualmente. "Estaría dispuesto a abandonar todo lo que tengo, si ello sirviera para mejorar la situación mundial", asegura.
Peccei considera que valdría de muy poco detener el crecimiento de un país si en otros se avanzara desmesuradamente. Por ello supone que habrá que reducir la producción industrial, aumentar la duración de los productos, hacer inversiones nuevas y reajustar las viejas.
Con las intervenciones de Peccei, The Limits to Growth ha llegado a tener una enorme difusión: se ha impreso en 20 idiomas. Se han organizado reuniones mensuales para discutir el tema en lugares tan remotos como Japón, y el libro ha sido motivo de gran interés incluso en los países comunistas, con lo que se está logrando el objetivo de Peccei: despertar preocupación por el asunto. Para alcanzar cuanto antes la meta propuesta, su Club de Roma sigue llevando a la práctica nuevos proyectos. Dos de sus socios han emprendido un estudio de las relaciones entre diferentes partes del mundo para determinar las estrategias de la supervivencia. Jan Tinbergen, premio Nobel holandés, supervisa un proyecto del club para investigar de qué modo podrá el mundo sostener a una población que dentro de 30 o 40 años será doblemente numerosa que la actual. Un grupo de científicos iberoamericanos trabaja en un "posible modelo del mundo", estudio parecido a The Limits to Growth, pero desde el punto de vista de los países en vías de desarrollo. Se hacen, además, otros análisis complementarios en Alemania, Suiza y Jápón.
Aunque The Limits to Growth presenta sin lugar a dudas un sombrío pronóstico, Peccei, por su parte, se muestra optimista. "En la adversidad, el hombre sabe generalmente descubrir sus mejores momentos", dice. "Las tendencias pueden modificarse y, cuanto antes se enfrente el mundo a estos problemas y se cambien las tendencias peligrosas, mayores serán nuestras posibilidades de sobrevivir".
* Véase ADELA: idea capital para Iberoamérica, en SELECCIONES de mayo de 1969.