Publicado en
septiembre 14, 2022
Cuándo Eulogita se casó con un físico nuclear, empezó el calvario para mi tía... Su yerno entraba a la casa y no la saludaba. Jamás le sonreía; era serio como un sepulcro. No le gustaba la carne, ni la música, ni los chistes...
Por Elizabeth Subercaseaux.
En los tiempos de mi abuela, el yerno era un señor muy circunspecto —corbata palomita, monóculo enmarcado en oro, bastón de caoba y mal genio—, a quien lo único de la suegra que le interesaba, era que se muriera cuanto antes para heredarla. ("Lagarto, lagarto, que se muera el martes").
Mi abuela solía contarnos que su hermana se casó con un tipo tan perverso con su mamá, que la pobre señora intentó escaparse de la casa dejando una carta tremenda que decía:
"No soporto más a Jeremías, me mira con unos ojos torvos que me dan pánico, me persigue por la casa con una navaja escondida en el pantalón, sólo para aterrorizarme, me hace sábanas cortas... el martes se disfrazó de fantasma, el miércoles dejó una cáscara de plátano en el primer peldaño de la escalera y ayer dejó una araña muerta en mi velador. No puedo resistirlo. Me va a matar del corazón. Ando con taquicardia. Tengo pesadillas y lo veo convertido en murciélago. Prefiero irme antes de que él me vaya. No me busquen, porque no voy a estar en ninguna parte y si me echan de menos, mándenme recados por la radio".
Menos mal que no alcanzó a llegar muy lejos. Jeremías sufrió un infarto al mes siguiente, así que fue él quien partió primero.
—Que te lleve el diablo —murmuró la vieja en la misa—. Y te deje para siempre al otro lado del infierno.
En esa época, hay que agregar, las suegras vivían con sus hijas, lo cual era bastante espantoso para el yerno... hay que ser justas en esta historia. El pobre tipo tenía que cenar con la suegra al lado; acostarse con la suegra en la otra pieza; ir a misa los domingos con la suegra en el asiento de atrás; hacer las compras con la suegra reclamando; veranear con la suegra furiosa, porque no le gustaba la playa; ir a Europa con la suegra mareándose, porque el barco se movía demasiado; pasear con la suegra por París como ánimas en pena, porque a ella le dolían las piernas; y morirse con la suegra sentada en la cabecera de la cama, porque le gustaban los velorios y era eterna.
—Tu mamá es un cuervo —le decía Jeremías a mi tía Adelaida.
También había suegras encantadoras, cómo no. Y yernos que querían mucho a la mamá de su mujer. Lo cual no era el caso de mi tía Eulogia. Por supuesto que no. Mi tía Eulogia jamás se ha caracterizado por ser una mujer a quien las cosas le resulten fáciles, sino todo lo contrario.
Cuando Eulogita llegó a la casa con los ojos brillantes, la respiración cortada y el pelo desordenado, por el abrazo del pretendiente que acababa de dejarla en la puerta de la calle, mi tía le preguntó cómo se llamaba el afortunado.
—Ricardo Olivares —dijo Eulogita, masticando las palabras como si fueran besos.
—¿Y qué hace?
—Es físico nuclear —respondió Eulogita, suspirando.
¿Físico nuclear? ¡Qué maravilla! Su hija, su querida hija, su hija del alma, la niña de sus ojos, la cosa más linda de la tierra con un seguidor de Einstein, con un genio, con un tipo que redescubriría el átomo. Se harían todos famosos. Saldrían en la portada de las revistas. Olivares ganaría el Premio Nóbel y ella le daría la mano, personalmente, al Rey de Suecia; capaz que hasta más que la mano... soñaba mi tía Eulogia.
La cosa es que un año más tarde se casaron. Y empezó el calvario de mi tía Eulogia. Olivares entraba a la casa y no la saludaba. Ella se le acercaba, amablemente, intentando iniciar una conversación y el físico nuclear le pegaba una mirada como diciendo: "Salga de mi vista, vieja ignorante".
Durante toda una semana en que los recién casados se alojaron en su casa de la playa, jamás sonrió. Era serio como un sepulcro. Y oscuro.
—Los físicos nucleares son muy circunspectos, mamá. No pretendas que enganche con tus bromas. Ellos no hacen bromas ni les gusta que se las hagan. Están pensando en las moléculas, en las neuronas, en las descargas eléctricas, no en los chistes.
No le gustaba la carne.
—Los físicos nucleares son macrobióticos, mamá. ¿No ves que si comen cadáveres se les altera la capacidad de razonar de manera perfecta?
No le gustaba hablar.
—Los físicos nucleares prefieren pensar, mamá. Si hablan, bajan a la altura del resto de los mortales y ellos no son como el resto de los mortales.
No le gustaba la música.
—Los físicos nucleares necesitan tanto del silencio, como tú de Pedro Vargas. La música los distrae. Es en el silencio donde se descubren los átomos, no en el medio de un rock and roll.
Tampoco le gustaba la lectura.
—Los físicos nucleares no leen palabras, mamá; les gustan los números.
A los dos años de casados, el físico nuclear se arrancó con la flaca de la esquina, que era lo único que le gustaba (como al resto de los mortales), y Eulogita cayó a la camilla del siquiatra.
Mi tía Eulogia, agradecida, le envió una nota a la flaca: "Gracias, flaca de mi alma, por librarnos de esta pesadilla".
Obviamente, no todos los yernos son tan calamitosos. Existe lo que yo llamo el yerno 2000, un hombre lleno de encanto, bien educado, que quiere a tu hija, prepara la comida en cuanto llega de su trabajo, cambia al niño (por supuesto, de lo contrario no sería el yerno 2000), encera la casa. desea que su mujer se realice en su carrera, que se entretenga y, por sobre todas las cosas, que nunca se arrepienta de haberse casado con él.
El yerno 2000 quiere gustarle a su mujer más allá del primer año de casados y hace cosas tal vez incómodas, para ayudarla. Uno de mis yernos, por ejemplo, se va al trabajo en bicicleta para dejarle el auto a su mujer... Ah, y lo más importante es que cada vez que llega la suegra, el yerno moderno, lejos de cruzar los ojos y salir arrancando, ¡está feliz!
Cuando le conté a mi tía Eulogia que yo tenía dos yernos 2000, se me quedó mirando con cara de incredulidad.
—¿Y no te da miedo?
—¿Qué?
—Tener yernos marcianos. Porque eso que has descrito es un yerno venido de Marte, aquí no se da nada semejante.
Y no es que sean marcianos. Lo que ocurre es que la suegra de hoy también es otra suegra. Y así como hay yernos 2000 hay nueras 2000 que quieren a su suegra tanto como a su propia madre. Es que ya no se ven con frecuencia esas señoras metiches a quienes les gustaba opinar de todo, que eran incapaces de dejarles espacio a sus hijos y miraban a la nuera con desconfianza. Eso se acabó. Y tanto las nueras como los yernos responden al ambio. "Tu mamá no se mete en mi vida, yo no la miro con rabia, ella me respeta y yo la respeto a ella y todos tan contentos". Así es la cosa, hoy.
ILUSTRACIÓN: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, JUNIO 27 DEL 2000