¿SE DESPLOMARÁ LA TORRE DE PISA?
Publicado en
marzo 05, 2022
Así como podría venirse abajo esta misma noche, igualmente podría mantenerse en pie durante otros 50 años; pero si los ingenieros no encuentran el modo de reforzarla, es seguro que acabará por caerse.
Por George Kent (Condensado de "Travel").
LA AMADA viejecita de Pisa (nombre que los pisanos dan a su Torre Inclinada) es una anciana actualmente muy quebrantada de salud y cualquier día puede tambalearse y caer. Esta torre, la más famosa del mundo, se ha mantenido inclinada, sin contratiempo alguno, desde hace 800 años, pero hasta los milagros llegan a su fin. Cada año que pasa la torre se inclina un poco más.
Los hombres de ciencia italianos velan solícitamente por la paciente observando sus achaques. En el remate de la torre hay siete campanas, una de las cuales pesa tres toneladas y media. En otro tiempo doblaban por los muertos y tañían en honor de los triunfadores vivos. Pero los hombres de ciencia prohibieron que se las siguiera tocando, pues a causa de las campanas la torre vibraba demasiado. Por la misma razón no se permite la circulación de camiones ni motonetas en sus inmediaciones.
Desde 1911, a las cinco de la madrugada de cada 19 de junio, un profesor de la Universidad de Pisa hace una medición exacta de la inclinación de la torre. Y, dolorosamente, su informe es siempre el mismo: la torre se ha inclinado unos milímetros más. El año pasado, la torre, de 55 metros de altura, tenía por el lado sur, hacia el cual se inclina, una increíble desviación de 4,54 metros.
Los cimientos de la torre los echó en 1173 el famoso arquitecto y constructor Bonanno Pisano, que trabajó en la obra hasta 1185, año en que el artista desapareció, dejando la construcción con tres pisos y medio solamente. Los anales no registran si huyó horrorizado al ver que su torre estaba inclinada, o si en tal año murió.
La torre permaneció en tal estado, a medio terminar, durante 90 años, hasta que otro arquitecto ensayó en ella su capacidad profesional. Debió haberla derribado, ahondado y ensanchado los cimientos y comenzado de nuevo la construcción. Pero, en lugar de eso, rodeó de galerías circulares los tres pisos y medio ya construidos y, tratando de remediar la situación, niveló los pisos de las nuevas plantas quinta, sexta y séptima, con el fin de contrarrestar así la inclinación de la torre. Unos 80 años mást arde un tercer arquitecto terminó la obra con un octavo piso abovedado, destinado a alojar las campanas. En construir el monumento se habían empleado cerca de dos siglos... y la torre se inclinaba aún.
Algunos han dicho que Bonanno dio premeditamente aquel sesgo a la torre, con el fin de maravillar al mundo, y particularmente a la ciudad de Florencia, rival de Pisa. Sin embargo, la verdadera explicación de esa oblicuidad se encuentra en el inestable subsuelo de Pisa, esponjosa mezcla de arena y greda con un 60 por ciento de agua. De hecho, los cimientos descansan en el lecho de una vieja laguna, en el cual puede distinguirse aún la huella de las mareas. Aunque los pesados muros de la planta baja de la Torre Inclinada tienen más de cuatro metros de espesor, no bastan para contrarrestar la escasa profundidad de los cimientos, la cual llega a 2,75 metros solamente, y el hundimiento de la inestable tierra en que la obra se levanta.
Gente de todos los países del mundo se apresura a proponer remedios para conservar la torre en pie. Toda una pared del Ministerio de Obras Públicas de Roma está ocupada con estanterías llenas de tales planes.
Uno de estos consejeros dice: "Metan tuberías de agua en los cimientos y congélenla". "Tiren de la torre con ayuda de dos locomotoras hasta enderezarla", aconseja otro. Un piloto de la Real Fuerza Aérea británica propone afianzarla por medio de globos de los empleados para las defensas antiaéreas. Varias personas han. recomendado deshacer la edificación, pieza por pieza, y reconstruirla.
Un alemán intentó poner en práctica su plan. Acompañado de algunos amigos juerguistas, echó un cable alrededor de la torre y lo enganchó a su automóvil. Luego pisó el acelerador y emprendió resueltamente la marcha... sin su parachoques trasero y sin la torre.
El único medio de reforzar la torre para que se mantenga en pie durante un milenio más es reconstruir sus cimientos. No es suficiente inyectarles cemento adicional a los actuales; eso ya se intentó una vez sin resultado. Hay que encontrar el medio de mantener intacta la torre (que pesa 14.500 toneladas) mientras se fabrican nuevos cimientos. La operación sería extremadamente delicada, porque el monumento es frágil. Un pequeño error lo dejaría hecho añicos. Para esta obra varios ingenieros italianos tienen ya planes muy detallados, planes que está estudiando una comisión especial creada por el Ministerio de Obras Públicas.
En uno de estos proyectos, obra de Gustavo Colonnetti, profesor honorario de la Universidad de Pisa, se propone que se coloquen alrededor de la torre 15 enormes gatos, cada uno con sus propios cimientos y capaz de levantar mil toneladas de peso. La base de la torre se ceñiría con un gran aro de concreto sujeto a los gatos por fuertes cables, para así levantar la torre y separarla de los cimientos. La operación propiamente dicha comenzaría con el paulatino levantamiento de la torre. Unos pocos milímetros de elevación serían suficientes. Una vez elevada la torre daría principio la tarea de hacer unos cimientos anchos y profundos.
El profesor Silvio Ballarin, de la Universidad de Pisa, observa la inclinación de la famosa torre. Foto: UPI
Con ciertas variantes, este es más o menos el plan de otro distinguido ingeniero, el profesor Letterio Donato. Su idea consiste en erigir en el lado norte de la torre dos altos estribos de acero que sirvan para sujetarla con tirantes destinados a mantener intactos el edificio y todas sus columnas. Después, construir bajo tierra, alrededor de los cimientos, ocho cajones de cimentación de hormigón, y con ayuda de 16 gatos asentar el peso de la torre sobre los cajones.
Cualquiera de los planes propuestos costaría una enorme suma de dinero. Y ninguno tiene el propósito de enderezar la torre; sólo el de reforzarla para que pueda continuar inclinada sin riesgo.
Aparte de los ingenieros, pocos italianos parecen preocupados por la seguridad de la torre, y mucho menos aún los pisanos, que cantan: "La torre se inclina... se inclina... y se inclina... pero nunca se caerá".
Esto acaso sea optimismo ciego, pero lo justifica el simple hecho de que durante la guerra la ciudad se estremeció con las explosiones de un millar de bombas arrojadas por aviones aliados, y fragmentos de metralla mellaron la torre, pero la estabilidad (o inestabilidad) del edificio no sufrió efecto alguno. La torre ha sobrevivido también a más de cien sacudidas sísmicas y a dos serias tentativas (en 1838-1839 y 1935) de reforzar sus cimientos. El único resultado obtenido con estas fue acentuar la oblicuidad. Los pisanos, por su parte, se llenaron de gozo con esta confirmación de su fe en la inmortalidad de la torre.
En cuanto a los turistas, estos se sienten, comprensiblemente, un tanto nerviosos. Estacionan sus automóviles en el lado opuesto al de la inclinación de la torre, y cuando bajan a la calle después de haber subido a aquella se alejan presurosos con un pequeño temblor de emoción, como quien ha llevado a cabo una hazaña temeraria.
Todos los años visitan a Pisa tres millones de personas. La mayoría se detiene solamente para echar una breve mirada de curiosidad a la torre y tomar algunas fotografías. Unos 600.000 pernoctan en la ciudad, y 120.000 pagan la entrada y ascienden los 294 escalones que llevan al campanil. En total, la suma dejada por los turistas en Pisa no baja, al año, de 625 millones de liras (equivalentes a un millón de dólares). Este puede ser el motivo de que las autoridades del turismo en Pisa no sientan gran entusiasmo por enderezar la torre, y los comerciantes de la ciudad, pensando en la caja registradora, están de acuerdo en cuerpo y alma con tales autoridades. Consideran que si se asegurase la estabilidad de la torre, los turistas podrían perder todo interés en visitar la ciudad. La inestabilidad del edificio y la posibilidad de que se derrumbe constituyen su mayor atractivo.
Pero, de no hacerse algo prontamente, la torre se desplomará. Igualmente podría venirse abajo esta misma noche que mantenerse en pie durante otros 50 años, o más, pero es seguro que acabará por caerse. Y cuando eso suceda, el mundo habrá perdido algo tan extraordinario como hermoso.