Publicado en
febrero 26, 2022
Los nombres y número de días que conforman nuestros meses fueron heredados del calendario romano o juliano, elaborado por el emperador Julio César, en el año 46 antes de Cristo (a.C.), con la asesoría del astrónomo y filósofo Sosígenes.
En sus inicios, este calendario constaba de diez meses: marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre.
Marzo. Viene de uno de los dioses más importantes del Olimpo: "Marte", el de la guerra, arma de conquista y amante eterno de Venus.
Abril. Su raíz es la palabra "abrire", que significa "abrir", y esto se debe a que en esta época se "abren" los capullos primaverales y los retoños de las flores y las plantas.
Mayo. ¿Qué mejor nombre para ese mes, pensaron los romanos, que el de "Maya", diosa de la fertilidad? Naturalmente, pues esta es la temporada de la floración en la mayoría del reino vegetal.
Junio. Es otro tributo a los dioses; en este caso se trata de "Juno", la esposa y hermana de Zeus, el rey de los dioses.
Julio. Antes quintilis y más tarde ofrecido a la memoria del emperador Julio César; el gran general romano que recibió este tributo excesivo del Senado romano.
Agosto. Proviene de "Augusto", el primer emperador oficial de Roma, quien antes se había llamado Octavio.
Septiembre, octubre, noviembre y diciembre. Reciben estos nombres, por la posición de "septem" (séptimo), "octo" (octavo), "novem" (noveno) y "decem" (décimo) que ocupaban en el calendario romano original, que comenzaba en el mes de marzo.
Pero, la suma de días del calendario juliano no coincidía con el ciclo astronómico. La solución a este inconveniente fue adaptarlo al modelo egipcio que consistía en años de doce meses que sumaban 365 días, y años bisiestos con 366.
Además fue necesario adicionarle dos meses:
Enero. Proviene de "Janus", dedicado a Jano, nombre del dios de la mitología grecorromana, el Januario o portero, dios de la doble cara que mira al año viejo y al nuevo por venir, y que abre el ciclo solar tras el solsticio de invierno el 21 de diciembre, pues en esta época se celebraba en Roma un gran festival en su honor. En otras lenguas este nombre es más reconocible, como en francés ("Janvier") o en inglés ("January").
Febrero. Fin del invierno y comienzo del deshielo que hacía a la tierra apta para la siembra. En medio de estas tareas, los esclavos se infectaban de hongos en sus pies padeciendo altas fiebres. Por esta razón, febrero debe el nombre a las fiebres, que se atribuían a un dios perverso que las causaba. La solución que implementaron consistió en acortar su duración, dejarlo de 28 días, para alejar al maligno.
En inglés, español, francés, italiano, portugués, los meses conservan los nombres del calendario juliano, que imperó hasta finales del siglo XV en los territorios conquistados por el imperio Romano.
Sin embargo, a pesar de los ajustes, el calendario juliano continuaba impreciso, tanto así que hacia el siglo XVI tenía diez días adicionales con respecto al ciclo astronómico. El papa Gregorio XIII reparó el error en 1582.
Eliminó once días del calendario de los países católicos para que el tiempo del hombre estuviera en armonía con las estaciones climáticas, decretó cuáles años de los siglos serían bisiestos, a través de una fórmula matemática, y estableció el 01 de enero como comienzo del año nuevo.
Este es el calendario que hoy utilizamos, con semanas de siete días y uno sagrado dedicado al descanso; se impuso con el triunfo del cristianismo sobre el imperio romano para luego esparcirse por el mundo.
Fuentes:
Revista Vanidades, Ecuador, diciembre 24 del 2002 /
Universidad EAFIT