AMÉRICA LATINA, CONTINENTE DEL FUTURO
Publicado en
marzo 28, 2021
El Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) examina los problemas sociales y económicos a que se enfrenta el hemisferio y ve enormes posibilidades de cambios fructíferos.
Entrevista exclusiva con ALEJANDRO ORFILA, secretario general de la Organización de los Estados Americanos.
Por David Vázquez.
Pregunta. Secretario general Orfila, los 28 Estados miembros de la Organización de los Estados Americanos proceden de herencias culturales muy diferentes. ¿Llegaremos alguna vez a comprendernos recíprocamente, o tolerarnos es lo mejor que podemos esperar?
Respuesta. Creo que nunca podremos convertir a toda América, desde Alaska hasta la Patagonia, en un todo homogéneo que piense y se conduzca de la misma manera. Además, no creo que deseemos tal cosa.
Nuestra región es un crisol gigantesco en el cual se han forjado naciones de diversos orígenes y características. Nos ufanamos de tener lo mejor de muchos mundos: innumerables aportaciones de nobles culturas aborígenes, la gran civilización ibérica, la rica herencia africana y los ideales europeos de libertad y justicia para todos. Y, a pesar de nuestras diferencias, perseguimos ciertos objetivos que compartimos: el crecimiento económico, la estabilidad política, la democracia.
P. Hace treinta años no parecía existir posibilidad alguna de que los europeos se uniesen. Ahora vemos un Mercado Común Europeo y hasta un Parlamento Europeo. ¿Cuáles son las probabilidades de la unificación económica y política en Iberoamérica?
R. No veo posible en el futuro inmediato una verdadera integración política, pero sí oportunidades de mayor cooperación económica y política. Desde que cortaron sus ataduras con el Viejo Mundo, nuestras naciones han buscado mayor interdependencia regional y han luchado por ello. En años recientes hemos visto esos sueños convertidos en realidad.
La OEA se ha vuelto más fuerte. Hemos presenciado la formación de agrupaciones económicas regionales y subregionales, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y otras en América Central, el Caribe y la región andina. Cada vez son más los programas trasnacionales conjuntos para la industria, minería, energía y agricultura.
P. ¿En qué forma considera usted que se desarrollarán durante el decenio actual las relaciones que existen entre Estados Unidos e Ibe-roamérica?
R. Tanto la América del Sur como la del Norte reexaminan ahora la necesidad de tratarse recíprocamente sobre unas bases de interés mutuo. Los miembros de la OEA deben reducir primero los apremios económicos y los cuellos de botella que hacen peligrar mucho el potencial de desarrollo de la región. Esto se estudiará en una próxima asamblea general de la OEA sobre cooperación para el desarrollo, que indicará a dónde irán en el decenio actual las relaciones cooperativas entre Iberoamérica y Estados Unidos. Confío en que seremos capaces de encontrar las respuestas.
P. Actualmente, menos de la mitad de los países latinoamericanos tienen gobiernos civiles elegidos por el voto popular. ¿Cómo considera usted el cometido de un ejército en la construcción nacional como garante de estabilidad?
R. Desgraciadamente, existen circunstancias en la senda histórica de determinadas naciones que demandan que los militares intervengan para evitar graves crisis políticas y económicas. Este es el caso de Argentina, mi propio país, en el cual las fuerzas armadas asumieron la responsabilidad de apartar a la nación de la crisis y ahora sostienen un diálogo político con otros sectores nacionales.
Si pasamos revista a la historia de Iberoamérica, se ve con claridad que la región es esencialmente democrática y pacífica. Consideremos el caso de Perú, que acaba de darnos un claro ejemplo de transición pacífica de un régimen militar a elecciones democráticas.
P. La Iglesia Católica sigue siendo uno de los pilares de la estabilidad en Iberoamérica. ¿Qué aportación puede hacer ella al desarrollo político y social?
R. La Iglesia, lo mismo que las fuerzas armadas, los intelectuales, los profesionistas y los estudiantes, forman parte de la estructura institucional básica de la región. Todo segmento de la vida de una nación debe participar en el mejoramiento del conjunto. En general, la Iglesia ha contribuido extraordinariamente a la civilización, al saber de nuestro hemisferio y a nuestro bienestar político, económico y social.
P. Iberoamérica tiene ahora una deuda exterior acumulativa de más de 100.000 millones de dólares y un déficit de 17.000 millones de dólares en su balanza de pagos. Gran parte de esa suma procede del alza en los precios del petróleo. ¿Cuál es la situación que, según usted, prevalecerá en el campo de la energía entre los Estados miembros de la OEA durante los años próximos?
R. Sólo un puñado de naciones —Bolivia, Ecuador, México, Trinidad y Tobago y Venezuela— disponen de petróleo en cantidad suficiente. Trece países de la OEA deben importar todo el petróleo que consumen, lo que significa virtualmente toda su energía. Por ese motivo, el aumento en los precios del petróleo ha afectado a Iberoamérica con más severidad que a cualquier otra parte del mundo. Dependemos del petróleo y del gas para la producción del 80 por ciento de nuestra energía.
La fuerza hidroeléctrica ha estado desempeñando un papel creciente en toda la región, pero deben buscarse nuevas opciones para evitar el agotamiento de nuestros recursos hidroeléctricos.
Por ese motivo, las naciones iberoamericanas recurren más y más a la energía nuclear en gran escala. Se ensancha la creencia de que el reactor reproductor —con su suministro potencial de combustible ilimitado— es uno de los fundamentos clave del continuo desarrollo de Iberoamérica.
P. En concreto, ¿qué hace la OEA para resolver la crisis de la energía?
R. Por medio de su Comisión Interamericana de Energía Nuclear, la OEA patrocinó una reunión reciente en Montevideo (Uruguay) sobre reactores nucleares pequeños y medianos. También auspicia programas conjuntos de energía. Co-lombia, Chile, México y Venezuela participan en un programa sobre gasificación y coquización de carbones. Al mismo tiempo trabajamos con diez países en lo concerniente a posibles adelantos en el aprovechamiento de la energía solar, con énfasis en calefacción y células solares.
P. Cerca de 40 millones de personas, o el 30 por ciento de la fuerza laboral de Iberoamérica, no tiene empleo fijo, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo. A medida que más mujeres entran en el mercado del trabajo y la población crece, es probable que este problema empeore. ¿Cómo cree usted que pueda ser resuelto?
R. Necesitamos crear millones de empleos en toda Iberoamérica. Por ejemplo, nada podría contener mejor la marea de mexicanos que emigran ilegalmente a Estados Unidos que un cinturón industrial a lo largo de la frontera. ¿Qué mejor manera de contener a los ilegales dentro de la frontera que procurarles en su propio país la oportunidad de trabajo que buscan? Necesitamos crear esas oportunidades.
P. Iberoamérica tenía en 1978 una población de 330 millones de habitantes. Se espera que en el año 2000 esa población sea superior a los 600 millones. ¿Qué hacen la OEA y sus Estados miembros para controlar esa explosión?
R. El problema de la población es grave en algunos países, pero no en otros. Por ejemplo, Argentina necesita más gente, no menos. Donde existe el problema de la sobrepoblación se hace necesaria la educación acerca de ese hecho. Pero las decisiones que afecten la vida de una sociedad las debe tomar la sociedad misma en el nivel nacional. Esas decisiones no son internacionales.
P. En Nicaragua hemos visto la caída del régimen de Somoza después de cruenta lucha. Todos los días llegan noticias de más violencia en El Salvador, y Guatemala parece hallarse en una situación muy difícil. ¿Cuál es su pronóstico respecto a América Central en la década de los 80?
R. Abrigo la confianza de que los centroamericanos encontrarán soluciones locales para sus problemas. No pueden imponerse las soluciones desde el exterior, porque no serían estables. No creo que tengan éxito aquellos que importan a nuestro hemisferio ideologías extranjeras.
P. Será usted secretario general de la OEA durante los próximos cinco años, como lo ha sido durante los últimos cinco. Después de esa década, ¿qué le agradaría ver como su mayor triunfo?
R. Que cualquier país, grande o pequeño, pueda acudir a la OEA y obtener una solución a sus problemas. Me agradaría ver a este organismo con presencia aún mayor en toda Iberoamérica, con mayor participación de la gente en la solución de los problemas. Especialmente me agradaría ver mayor progreso hacia la interdependencia regional —política, cultural, social y económica— en toda América.
P. ¿Qué espera usted que sea Iberoamérica en el año 2000?
R. Soy muy optimista. Poseemos la mayor porción de material virgen y de recursos de energía y agricultura que existe en el mundo. Tenemos las tecnologías avanzadas que son indispensables para la construcción dé modernas naciones in-dustriales. Tenemos, además, una larga tradición de relaciones pacíficas entre todos nuestros Estados miembros.
En estos momentos veo a Iberoamérica como estaba Europa hace 30 años. Hemos contemplado el adelanto fenomenal que los euro-peos han alcanzado. No hay motivo alguno por el que los pueblos de América no puedan lograr lo mismo.