UN CABALLO DE TROYA EN ÁFRICA
Publicado en
febrero 24, 2021
Suministrando una amplia ayuda militar y económica a los movimientos de liberación y a los gobiernos de izquierda de África, Berlín Oriental ha tomado la delantera al promover la estrategia del poder soviético en el Tercer Mundo.
JOSHUA Nkomo, el antiguo líder guerrillero de Rodesia (hoy Zimbabwe), afirma que el jefe del Partido de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, "se cuenta entre mis amigos más íntimos". El hombre fuerte de Etiopía, teniente coronel Mengistu Haile Mariam, se califica a sí mismo de mero "iniciador de la batalla revolucionaria" en comparación con un "excelente comunista" como es Honecker. Samora Machel, presidente de Mozambique, lo ensalza como "destacado dirigente del movimiento revolucionario internacional", y luego añade: "Para nosotros, Alemania Oriental es como una segunda patria".
Honecker tiene infinidad de admiradores en África. En las dos visitas que efectuó a ese continente encontró recibimientos entusiastas. Y él, a su vez, llevó regalos a sus anfitriones: un tapiz para los obreros del sistema de transporte público de Angola; una banda del Partido Alemán Oriental de la Unidad Socialista para Machel; una grabación en 20 idiomas del Manifiesto Comunista para Kenneth Kaunda de Zambia. En la Etiopía socialista, Honecker colocó la primera piedra del primer monumento a Karl Marx que se ha erigido en África.
No obstante, la República Democrática tiene algo más que bustos y estandartes que ofrecer a sus amigos africanos. Lo que la convierte en un socio tan atractivo fue subrayado por Honecker en noviembre de 1979 en un discurso ante la Milicia Popular Etíope: "La República Democrática Alemana nunca se ha negado a enviarles armas y pan".
Desde finales del decenio de 1960 a 1969, cuando hacían esfuerzos para romper su aislamiento diplomático, los alemanes orientales han intentado hacerse indispensables con su tipo especial de ayuda al desarrollo de los diversos movimientos de liberación del continente africano: organismos guerrilleros como el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) o el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo). En 1972, cuando su tratado con Alemania Occidental convirtió a la República Democrática Alemana (RDA) en un país diplomáticamente aceptable en todo el mundo, el Kremlin la animó a cultivar lo que Honecker llama "las fuerzas progresistas y revolucionarias" de África. La RDA se convirtió entonces en un activo aliado de la estrategia del poder soviético.
Estaba bien preparada para el papel. A diferencia de la Unión Soviética, a duras penas podría acusársela de tener inclinaciones imperialistas. Sin embargo, sus especialistas en ayuda al desarrollo al principio fueron capaces de sacar partido de la reputación alemana de formalidad y eficiencia. Según el Instituto Panalemán de Bonn, los políticos de la RDA comprenden totalmente cómo combinar "su propio interés económico con los intereses de Moscú". Hoy, Alemania Oriental mantiene relaciones diplomáticas con 46 de las 49 naciones que forman la Organización para la Unidad Africana. Además, movimientos de liberación como el de Namibia y el Congreso Nacional Africano (CNA) de Sudáfrica, tienen credenciales en la RDA.
Entre 1969 y 1978, Alemania Oriental concedió varios cientos de millones de dólares para impulsar el desarrollo de África. Su organización juvenil comunista tiene 15 "brigadas de amistad" en nueve países: reparando máquinas de moler café en Angola, entrenando a los albañiles en Guinea-Bissau, estableciendo la primera clínica de obstetricia en la antigua colonia portuguesa de Santo Tomé y Príncipe. Pero el punto principal del presupuesto africano de la RDA es la ayuda militar. En la actualidad, 2.700 consejeros e instructores militares de Alemania Oriental sirven en tres países árabes y cinco del África negra; y tan sólo en Angola hay 1.000 oficiales y soldados.
Es cierto que la República Democrática dejó claro a sus protegidos que no estaba preparada para enviar unidades de combate completas. Aun así, se considera sumamente eficaz su presencia militar... tal vez más que la de los cubanos, quienes a menudo se comportan como mercenarios pendencieros. En Etiopía, los consejeros alemanes orientales ayudaron a los rusos a planear la ofensiva del Gobierno contra los rebeldes de Eritrea; en Angola se sitúan cada vez más oficiales alemanes orientales en posiciones de mando que anteriormente presidían los cubanos.
Además de adiestrar tropas, los alemanes orientales manejan la logística, la ingeniería y las comunicaciones. En Etiopía, instruyen tropas blindadas y mantienen equipo electrónico de la Fuerza Aérea. Están organizando el cuerpo de transmisiones de Angola y enfrenando a los sucesores de los gendarmes que invadieron la provincia zaireña de Shaba en 1978. Los especialistas de Alemania del Este han entrenado a las guerrillas del Frente Patriótico de Zimbabwe y a las de Namibia.
Berlín Oriental también envía a África a sus especialistas en seguridad policiaca. Como hicieron antes en Cuba, organizan los servicios de seguridad nacional de los países anfitriones según el modelo oriental tan largamente ensayado.
En Mozambique, por ejemplo, entrenan a los 200 hombres de la guardia personal del presidente Machel. También vigilan la lealtad de los soldados alemanes orientales; y realizan un buen trabajo: hasta ahora ninguno ha desertado.
La ayuda militar local está respaldada por un escalón de retaguardia en la RDA. Dentro de la coordinación de trabajos del Pacto de Varsovia, la Unión Soviética entrena a oficiales de estado mayor mientras, se supone, los alemanes orientales instruyen a los rangos inferiores... incluyendo adoctrinamiento ideológico. Así pues, hace unos años Berlín Oriental abrió sus escuelas de policía y oficiales a los estudiantes de África. En la escuela de oficiales de Aschersleben, cientos de africanos reciben entrenamiento policial en grupos especiales de hasta 20 hombres. En otros sitios se da entrenamiento aéreo, naval y para pilotos. Los africanos, en su mayor parte de poco más de 20 años de edad, estudian primero alemán durante seis meses, recibiendo de sus anfitriones ropa de invierno y una generosa asignación mensual para gastos.
En comparación con el elaborado programa de entrenamiento, las entregas de armas de la RDA al África negra parecen relativamente miserables; valen cuando mucho unos 400 millones de dólares. Con todo, Heinz Hoffmann, ministro de la Defensa de la RDA, informó entusiasmado tras una gira de inspección por Etiopía: "Vimos entrenarse a miles de hijos de antiguos esclavos y granjeros sin tierra con ametralladoras y cascos de acero de la República Democrática Alemana". El transporte de armas a África corre por cuenta de la oficina de "Comercio Exterior Técnico e Industrial" del Gobierno. Cuando los buques cargados con material bélico atracan de paso en puertos neutrales u occidentales, en las listas de embarque se declaran las armas como "piezas de repuesto" y los vehículos militares como "maquinaria agrícola".
En qué forma la RDA liga su ayuda en armamento a los objetivos estratégicos de la Unión Soviética, puede verse en la concentración de alemanes orientales en posiciones clave de África. Desde Etiopía vigilan el acceso al mar Rojo, mientras que desde Angola y Mozambique el bloque del Este puede influir en los cambios que se produzcan en Namibia, Zimbabwe y África del Sur. En Angola y Mozambique el poder pasó a los movimientos de liberación que la RDA y sus aliados habían apoyado enérgicamente durante años. El movimiento de Namibia y el CNA sudafricano son dos futuros socios que, según esperan los alemanes del Este, podrían tomar pronto el liderazgo de sus países. Los estrategas de la RDA planean así ganar a Occidente las principales posiciones estratégicas.
Para mantener abierta la puerta de las grandes reservas de materias primas del África meridional a los países del Pacto de Varsovia y para, a la larga, asegurarse el control de la ruta estratégicamente vital que rodea el Cabo, la RDA no regatea esfuerzos... incluso si implican verdaderos sacrificios económicos. Porque lo que necesitan con urgencia sus aliados africanos, la misma Alemania Oriental no lo posee en abundancia: productos alimenticios, textiles y maquinaria. No obstante, Angola recibió en tres años unos 5.000 camiones, mientras que en las granjas de Etiopía funcionan más de 1.000 tractores alemanes orientales. Y para el rápido desembarque de los envíos de ayuda, la RDA suministra instalaciones portuarias completas con pilotos para llevar buques al embarcadero, grúas, graneros y montacargas.
La ayuda no es totalmente gratuita: Berlín Oriental espera beneficios económicos bajo la forma de materias primas. En 1979, Mozambique envió un millón de toneladas de carbón; de Angola llega cobre, petróleo y café.
Pero, desde un punto de vista económico, la intervención de Alemania Oriental en África sigue siendo una operación de subsidios. Y, puesto que no puede ofrecer una ayuda económica sólida, prefiere concentrarse en el envío de asesores que ayuden a estos países a organizarse internamente. En Grünheide, cerca de Berlín, se prepara a contingentes de 60 a 70 técnicos, científicos, profesores y periodistas para sus giras por África. En cuanto a los "embajadores de camisa azul", como se conoce a las brigadas de la Juventud Comunista, se dedican a entrenar en casa a trabajadores africanos en todo, desde mecánica automotriz hasta reparación de tuberías de agua.
En ningún otro sector la ayuda para el desarrollo produce tanto provecho político como en los medios de comunicación y, siempre que puede, la RDA se dedica a este campo con todo su peso. En las afueras de Berlín, la Asociación de Periodistas de Alemania Oriental dirige una "escuela de solidaridad" para estudiantes negros del Tercer Mundo. Después de seis meses se les envía a casa a dar testimonio de lo que el director del plantel llama "poder de convicción del verdadero socialismo".
La RDA, sin embargo, no encuentra camino expedito en todas partes. Por ejemplo, en Guinea-Bissau, a pesar de los largos años de amistad entre los partidos en el poder de ambos países, los alemane del Este no están bien vistos. "Solo saben decir: A luta continua (la Incha continúa)", se queja un natural. "Este es todo el portugués que han aprendido. Pero nosotros no queremos tan sólo luchar, también desearnos vivir". No obstante, el pueblo de Bissau, no se sacudirá con tanta facilidad a sus camaradas alemanes orientales. Los "asesores" de la RDA ejercen un amplio control sobre la policía, los tribunales, la administración del Estado, la prensa y la radio.
Todo este desembolso de personal, bienes y servicios resulta inmenso para la pequeña Alemania del Este, pero ofrece compensaciones políticas. En 1979, en Etiopía, Angola y Mozambique, Honecker pudo, por primera vez, concluir tratados de "amistad y cooperación" con países que nominalmente se encuentran fuera del bloque socialista. Los preámbulos de los tratados establecen con claridad que las relaciones entre los Estados descansan "en el fundamento del marxismo-leninismo ... del internacionalismo proletario y de la alianza anti-imperialista"; fórmulas que pueden, en caso de necesidad, suministrar un pretexto a la intervención en los asuntos internos.
Etiopía, Angola y Mozambique estaban ya, tras la invasión soviética de Afganistán, entre los que votaron en las Naciones Unidas contra la inmediata retirada de todas las fuerzas extranjeras. Con semejantes éxitos en política exterior, los alemanes orientales consolidan su peso en el Pacto de Varsovia y amplían su propio margen de maniobra política con Moscú.
No obstante, su política africana puede topar pronto con un obstáculo. La bienvenida en concepto de solidaridad anti-imperialista puede dar resultado en guerras civiles y guerras de guerrillas, pero cuando las condiciones vuelven a la normalidad, los que ostentan el poder en los nuevos Estados prefieren la ayuda económica a la asistencia militar. Resulta significativo que en Zimbabwe los dos veteranos jefes guerrilleros, Robert Mugabe y Joshua Nkomo, marquen una cuidadosa distancia a sus amigos del Este. De hecho, Nkomo, el gran amigo de Honecker, ha dejado claro que no cree tener una deuda de gratitud con sus anteriores camaradas de armas ahora que acabó la batalla y que ha sonado la hora de reorganizar la economía. Además, contestó serenamente a un visitante alemán occidental que hace poco le preguntó qué esperaba ahora de Alemania Oriental: "Sólo una palmadita en la espalda".
CONDENSA DE "DER SPIEGEL" (3-III-1980). © 1980 POR DER SPIEGEL, DE HAMBURGO (ALEMANIA OCCIDENTAL)