STOMPE PILT (Peter Christen Asbjornsen)
Publicado en
septiembre 11, 2020
Cuento Sueco seleccionado y presentado por Ulf Diederichs. Tomado de la recopilación hecha por Peter Christen Asbjornsen.
No muy lejos del monte Baals, en la parroquia de Filkestad, en la provincia de Villand, hay una colina, y en ella vivía antiguamente un gigante que se llamaba Stompe Pilt. Cierto día, llegó un cabrero con sus cabras a la colina donde vivía Stompe Pilt.
—¿Quién hay ahí? —gritó el gigante saliendo de la colina como una fu¬ria con un pedernal en la mano.
—Soy yo ése por el que preguntas —contestó el pastor conduciendo las cabras hacia la colina.
—Como vengas aquí, te trituraré igual que a esta piedra —rugió el gi¬gante convirtiendo la piedra en fina arena entre sus dedos.
—Entonces yo te exprimiré todo el agua que tienes dentro igual que a esta piedra —replicó el pastor sacando un trozo de queso fresco del bol¬sillo y estrujándolo de tal forma que el agua se le escurrió por entre los dedos.
—¿No tienes miedo? —preguntó el gigante.
—De ti no —repuso el pastor.
—Entonces tendremos que pelear —dijo el gigante.
—Por mí de acuerdo —contestó el pastor—, pero primero deberíamos insultarnos como es debido hasta ponernos realmente furiosos, pues con los insultos viene la furia, y con la furia se llega a la pelea.
—Yo insultaré primero —dijo el gigante.
—Por mí de acuerdo —dijo el pastor—, pero después podré insultar yo.
—¡Ojalá te conviertas en un trol de nariz aguileña! —dijo el gigante.
—¡Y tú ojalá te conviertas en un demonio volador! —dijo el pastor dis¬parando con su arco una flecha muy puntiagu¬da que se clavó en la barriga del gigante.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó el gigante.
—Eso ha sido un insulto —contestó el pastor.
—¿Por qué tiene plumas? —preguntó a conti¬nuación el gigante.
—Para que pueda volar —dio por respuesta el pastor.
—¿Y por qué está tan firmemente sujeto?
—Porque ha echado raíces dentro de tu cuerpo.
—¿Tienes más insultos de éstos? —preguntó el gigante.
—Ahí tienes otro —contestó el pastor disparando sobre el gigante una nueva flecha.
—¡Ay, qué daño! —gritó entonces Stompe Pilt—. ¿No estás ya lo sufi¬cientemente furioso para que podamos pegarnos de una vez?
—No, todavía no he insultado lo suficiente —replicó el pastor colocan¬do otra flecha en la cuerda de su arco.
—¡Pues lleva tus cabras a pastar donde quieras! Si no soporto tus in¬sultos, ¿cómo será cuando empieces con tus golpes? —gritó Stompe Pilt volviéndose de un salto a su colina.
De este modo, el pastor había ganado por ser valiente y no dejarse asustar por el ingenuo gigante.
Fin