Publicado en
diciembre 08, 2017
Se trata de una excusa muy llevada y traída en tiempos recientes, que implica el menosprecio al libre albedrío del ser humano.
Por William Lee Wilbanks (catedrático de derecho penal en la Universidad Internacional de Florida. Este artículo es la adaptación de un discurso que pronunció en la Escuela Secundaria de Belton, Texas, en mayo de 1988).
PROBABLEMENTE recordarán ustedes un caso judicial muy sonado hace algunos años: el de uno de los herederos de la fortuna Upjohn, cimentada en los laboratorios farmacéuticos del mismo nombre. Aquel sujeto fue condenado por haber tenido relaciones sexuales con su hijastra, una niña de 14 años.
El juez concedió la libertad condicional a ese individuo, pero ordenó que tomara un medicamento para disminuir su concentración de testosterona en la sangre. Antes de dictar la sentencia, el magistrado declaró que "algunos hombres tienen en el organismo un exceso de hormonas masculinas, por lo cual aumenta su apetito sexual y disminuye su capacidad para resistir las tentaciones eróticas". Sin embargo, la gran mayoría de los hombres cuyos niveles de testosterona sanguínea son altos no cometen delitos de tal índole.
La declaración del juez es sólo un ejemplo de cierta peligrosa falsedad muy llevada y traída en tiempos recientes, a la cual llamo "la nueva inmoralidad". No se trata de una palabra obscena, sino de una excusa que se esgrime cada vez con mayor frecuencia, y que atenta contra la dignidad humana. Me refiero a la frase: "No puedo evitarlo".
Esta manera de pensar, esta excusa, considera al hombre un organismo impulsado por fuerzas biológicas y sociales, y no como a un ser poseedor de libre albedrío. Según esto, quienes infringen la ley no son pecadores ni criminales, sino "enfermos". Así se pasa por alto que la gente suele enfrentarse a tentaciones, las cuales puede y debe resistir; es decir, se soslaya la facultad que nos diferencia de los animales.
Veamos otros ejemplos de esta nueva inmoralidad.
Millones de adultos fuman. Se dice que la mayoría de ellos son adictos, lo cual sugiere que han perdido el control y "no pueden evitar" fumar. Pero sabemos que mucha gente abandona este hábito sin someterse a tratamiento: simplemente toma la decisión, y la lleva a la práctica. Mas, ¿cómo lo logra, si era adicta? ¿No es la adicción por definición un estado que el individuo no puede evitar?
En mi opinión, el tabaquismo es ante todo un hábito, más que una adicción. Al tratar el tema con fumadores es importante dejar en claro esta distinción. ¿Cuánta gente ha perdido toda esperanza de sobreponerse al hábito, porque, según la nueva inmoralidad, tal esfuerzo es inútil? Por supuesto, los síntomas de privación de este o de cualquier otro hábito pueden dificultar más la lucha contra la tentación. No obstante, es posible ganar la batalla.
Otro efecto de la nueva inmoralidad es la injustificada indulgencia ante la ira y la violencia. ¿Cuántas veces hemos oído que alguien se disculpa con el argumento de que lo "sacaron de quicio"? Eso es una sandez; nadie puede sacarnos de quicio. La psicóloga social Carol Tavris señala en su autorizado libro Anger: the Misunderstood Emotion ("Ira, la pasión mal entendida") que cada cual "decide enojarse" cuando cree tener razones para ello. La agresión no constituye una reacción biológicamente inevitable, sino una estrategia conductual aprendida para manejar la ira. Podemos reaccionar con otras estrategias y de otras muchas maneras: controlar la ira, hablar del asunto, llorar, gritar. Escogemos la que nos ha dado mejores resultados en otras ocasiones. Como todos hemos observado, rara vez nos salimos de nuestras casillas cuando nuestro jefe es el causante del disgusto; en cambio, lo hacemos con frecuencia ante amigos y parientes.
Cuando estaba en la escuela secundaria, aprendí una lección sobre el control de la ira. Antes de esta experiencia estaba convencido de que tenía un temperamento explosivo, pero llegó el día del primer entrenamiento de basquetbol, en el segundo año. Comencé a jugar, y cuando fallé un tiro fácil hice una pataleta. El entrenador se acercó y me dijo: "La próxima vez que hagas una escenita de estas, te despides del equipo". No traté de excusarme con el cuento de que no había podido evitarlo; comprendí que al entrenador le habría causado una pésima impresión. Al negarse a aceptar toda excusa, él me ayudó a comprender el alcance de la fuerza de voluntad. Nunca volví a perder los estribos en su equipo.
¿Qué decir del alcohol y de las drogas? ¿Doblegan la voluntad del hombre?
La creencia popular es que quienes consumen drogas aumentan inevitablemente las dosis hasta perder el control. Sin embargo, esto lo contradicen los millones de personas que han superado el hábito. Y buena parte de ellas no han recurrido a tratamientos especiales, sino a la autodisciplina, simplemente.
Los drogadictos que se encuentran en clínicas y hospitales no constituyen casos representativos; son los que no dejaron el hábito ni se moderaron, y perdieron en la lucha contra la tentación. Ellos dicen que no pueden evitarlo, y sus terapeutas lo creen.
No quiero sugerir que no haya que ayudar a dejar sus hábitos autodestructivos a quienes deseen hacerlo; pero sostengo que el primer paso debe ser recordarles su capacidad para lograrlo, ayudándose a sí mismos. La fuerza más poderosa del mundo es la voluntad humana.
Seguiremos perdiendo la guerra contra las drogas mientras consideremos la adicción un problema médico. Es un problema esencialmente moral; la gente opta por convertirse en drogadicta.
Tanto se ha abusado del enfoque médico al tratar anomalías de la conducta, que ahora se habla de "adictos" al juego. Según algunas organizaciones, los apostadores compulsivos son enfermos que pueden someterse a tratamiento cuando reconocen que han perdido el control y buscan ayuda. Pero, ¿cómo distinguen estas organizaciones a los tahúres de los que sencillamente no se controlan? Esta es su respuesta: si un jugador parece no tener control, es que ha perdido la capacidad de controlarse. ¡Es un círculo vicioso, si los hay!
Una vez aceptada la idea de que la "adicción" es causa de conductas indeseables, puede aplicarse a todo. ¡En la actualidad hay, incluso, agrupaciones de "adictos" a las relaciones extramaritales!
ESTOY convencido de que lo más ético y eficaz estriba en considerar a la gente responsable de su conducta. Por eso, la próxima vez que alguien le diga "no puedo evitarlo", no lo crea; y hágale un favor a esa persona: dígaselo.
©1988 POR WILLIAM LEE WILBANKS. CONDENSADO DE "VITAL SPEECHES OF THE DAY" (15-VIII-1988), DE MOUNT PLEASANT, CAROLINA DEL SUR. CON ADICIONES DEL AUTOR.