ALIMENTOS PARA COMBATIR EL COLESTEROL
Publicado en
noviembre 17, 2017
Algunas de nuestras mejores armas contra las cardiopatías quizá se encuentren en la alacena doméstica.
Por Jean Carper.
ALLÁ POR 1976, antes de que el público supiera que la fibra de los alimentos beneficia la salud de las arterias coronarias, el doctor James Anderson, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Kentucky, notó que algo extraño les pasaba a los diabéticos sometidos a una dieta con alto contenido de fibra vegetal y pocas grasas: la concentración de colesterol en la sangre disminuía mucho más de lo que se esperaba al suprimirse las grasas. El doctor Anderson se propuso averiguar la causa. Su propia concentración sanguínea de colesterol estaba entonces en la inquietante cifra de 285.
Recordó un estudio holandés, hecho en 1963. Todos los días se daba a cada uno de los 21 hombres que se sometieron a ese experimento pan que contenía el equivalente de cinco tazones de avena, en vez del pan de su dieta normal. En sólo tres semanas, sus concentraciones sanguíneas de colesterol disminuyeron considerablemente. El secreto de ello posiblemente estribara en la fibra vegetal, pensó Anderson: "Lo que se le pega a la cacerola cuando se cuece la avena es fibra gomosa", explica.
Pero aquella cantidad de cereal era exorbitante. El médico sospechó que se obtendrían mejores efectos con salvado de avena, más concentrado, e hizo tratos con una empresa procesadora de cereales, la cual le envió un barril con 45 kilos de ese producto. Entonces, el investigador redujo la grasa en su dieta. Además, empezó a comer cada mañana un tazón de salvado de avena caliente, y durante el día, cuatro bollos del mismo ingrediente junto con los demás alimentos. En total consumía a diario 85 gramos de salvado de avena.
"Mi colesterol bajó 110 puntos en sólo cinco semanas", señala Anderson. "El colega que me hizo el examen se quedó pasmado, y me preguntó qué diablos estaba yo haciendo".
Lo que estaba haciendo era aportar nuevas pruebas de la relación entre la dieta y las afecciones coronarias. El vínculo entre el salvado de avena y el descenso del colesterol es tan sólo uno de los descubrimientos que se han hecho en el sentido de que los alimentos pueden combatir problemas específicos de salud. La ciencia empieza a confirmar algo que la voz popular ha proclamado desde hace siglos.
Anderson descubrió que al 85 por ciento de la población estadunidense unos 40 gramos diarios de salvado de avena seco (el cual, cocido, llena un tazón grande) muy pronto pueden reducirle más o menos en un 20 por ciento el colesterol de lipoproteínas de baja densidad, que es precisamente el que obstruye las arterias. Y en un plazo más amplio, el mismo salvado eleva por lo general en un 15 por ciento la concentración del colesterol de lipoproteínas de alta densidad, que ayuda a eliminar de la sangre el colesterol dañino. Una taza diaria de avena cruda no ejerce efectos tan notables, pero también resulta benéfica.
LA MANZANA DIARIA
Por asombroso que parezca, algunos alimentos tienen la misma función de ciertos medicamentos: disminuyen el colesterol, porque eliminan del tracto intestinal ácidos biliares que lo contienen. La colestiramina, sustancia medicinal de uso generalizado, sirve para lo mismo.
Otros alimentos pueden reducir la capacidad del hígado para elaborar colesterol, y abatir de esa manera la concentración del de baja densidad, que es el perjudicial. En este principio se basa la acción del nuevo fármaco llamado lovastatina.
El doctor Anderson y otros facultativos insisten en que una dieta equilibrada, con contenido relativamente bajo de grasas saturadas y colesterol, además de ejercicio habitual, es la mejor estrategia contra las cardiopatías. Consumir sólo uno o dos nutrientes en grandes cantidades, con exclusión de los demás, puede resultar dañino. Sin embargo, médicos y bromatólogos siguen de cerca las investigaciones que se llevan a cabo sobre los ingredientes benéficos de algunos víveres.
Por ejemplo: determinadas sustancias que pueden ayudar a disminuir el colesterol han sido encontradas en las manzanas, la cebada, las zanahorias, la berenjena, el aceite de olivo, la leche descremada y el yogur.
Al someterse a cierto experimento, 30 hombres y mujeres de edad madura comieron dos o tres manzanas diarias durante un mes. Resultado: se les redujo el colesterol en la sangre al 80 por ciento de ese grupo. Además, en la mitad de los sujetos la reducción llegó a más del 10 por ciento. El colesterol benéfico aumentó, en tanto que disminuyó el indeseable.
También la toronja contiene una sustancia asombrosa. El doctor James Cerda, profesor de medicina en la Universidad de Florida, descubrió que después de ingerir cada día 15 gramos de pectina de toronja en cápsulas durante cuatro meses, algunas personas que tenían elevado el colesterol sanguíneo presentaron un descenso de casi el ocho por ciento, en promedio, si bien fue del 10 al 19 por ciento en la tercera parte de ellas. "Estos descubrimientos son muy significativos", opina el doctor Cerda, "ya que cada reducción del uno por ciento en el colesterol corresponde a una disminución del dos por ciento en el riesgo de sufrir afecciones cardiacas".
Pero no es práctico el consumo diario de esta fruta para tales fines, porque sería preciso comerse más de 12 toronjas al día para lograr buenos resultados. No obstante, este investigador está estudiando la posibilidad de enriquecer cereales, panes y pastas con pectina de toronja.
LOS SABROSOS FRIJOLES
Según ha descubierto el doctor Anderson, los beneficios de comer frijoles pueden ser enormes. Además de alimentos elaborados a base de avena, él receta generalmente una taza diaria de frijoles o alubias, guisados. Ha comprobado que la concentración de colesterol puede disminuir gracias a este alimento en un 19 por ciento, en promedio, aun en hombres maduros con colesteremia aguda. Al sustituir con frijoles algunos alimentos feculentos en su dieta controlada, un hombre redujo su concentración de colesterol de 306 a 220; otro, de 297 a 211.
Las proteínas de la soya pueden surtir el mismo efecto; es posible, incluso, que reparen el daño ya causado en las arterias. En un estudio efectuado en Italia, las proteínas del frijol de soya contrarrestaron los efectos de una dieta con alto contenido de grasas. Los carnívoros deben sustituir la mitad de su ingestión de proteínas animales con proteínas vegetales.
La mitad de una cebolla cruda de tamaño mediano en el menú diario produce cambios en las proporciones entre el colesterol benéfico y el perjudicial, según se ha demostrado, porque reemplaza una cantidad considerable del segundo con el primero. Las lipoproteínas de alta densidad aumentan cuando el sujeto come cebollas blancas o amarillas (cuanto más penetrante sea su sabor, mejor); pero este efecto disminuye al cocerlas.
LOS SALUDABLES MARISCOS
Sin duda usted ha oído que las ostras, las almejas y los cangrejos son peligrosos para el aparato cardiovascular, porque elevan el colesterol sanguíneo; pues no es así. La profesora Marian Childs, experta en el metabolismo de las grasas, quien trabaja en la Universidad de Washington, ha estudiado dietas que incluyen mariscos y poca grasa, y ha llegado a la conclusión de que reducen alrededor de un nueve por ciento el colesterol de baja densidad.
Las plantas marinas que alimentan a los peces difieren químicamente de los granos cultivados en tierra. Comer pescado altera el funcionamiento del organismo humano: la circulación de la sangre, las contracciones de las arterias, el equilibrio interno de las células y el sistema inmunitario.
Los esquimales de Groenlandia subsisten con una dieta de carne de foca, ballena y pescado, alimentación que les aporta una gran cantidad de grasas. Sin embargo, ese pueblo no suele padecer afecciones del corazón. El aceite de pescado que ingiere contrarresta los efectos nocivos de tanta grasa, y reduce el riesgo de contraer enfermedades crónicas. Cuando los aceites de pescado se desdoblan por la intervención de las enzimas del organismo, las sustancias así obtenidas actúan de modo muy parecido al de la aspirina y al de los medicamentos antiinflamatorios, analgésicos, antihipertensivos y anticoagulantes.
No todos los pescados contienen grandes cantidades de esos aceites benéficos. Los que se crían en estanques o lagunas se alimentan generalmente de soya o granos y, por consiguiente, tienen poco aceite de tipo marino. Los que contienen más son los de agua fría y salada, como el arenque, la caballa, el salmón y el atún. (El atún enlatado es un poco más rico en su aceite natural si está enlatado en salmuera, y no en aceite de soya.)
"Muchas enfermedades crónicas son resultado de agresiones que el organismo ha sufrido durante años", aclara William Lands, catedrático de bioquímica médica en la Universidad de Illinois en Chicago, y uno de los primeros científicos que advirtieron la importancia del aceite de pescado. "Si se evitan día a día esos porrazos y golpes, es probable que se logren evitar muchos padecimientos crónicos".
En ello radica la importancia de nuestra investigación sobre las virtudes terapéuticas de la comida. Estos estudios ya están fructificando en una nueva visión de la manera en que, incorporando ciertos alimentos comunes a una dieta bien equilibrada, es posible regular el colesterol sanguíneo. Sin duda, pronto habrá más revelaciones interesantes al respecto.
CONDENSADO DE "THE FOOD PHARMACY", © 1988 POR JEAN CARPER, DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.