SEA EL MEJOR AMIGO DE SU PERRO
Publicado en
septiembre 07, 2017
No hay perros rebeldes, sino amos inexpertos, opina esta entrenadora. Con un poco de firmeza y un mucho de cariño, el lector hará de su can un acompañante sumiso y feliz.
Por Barbara Woodhouse.
LOS PERROS son seres acomodadizos. Soportan horas enteras de tedio con la esperanza de salir a dar una caminata en compañía de su amo, o de correr tras la varita que él les arroje. Se les somete a baños y cepillados que en otro tiempo ningún can que se diese a respetar habría tolerado. Tienen que comer lo que se les dé, en vez de caerle encima a la oveja más cercana. Y, por supuesto, deben abstenerse de perseguir a los gatos.
A cambio de todo ello reciben un hogar cálido y cómodo, y una alimentación rica en vitaminas. Pero lo que más anhelan es un amo a quien querer, honrar y obedecer.
Si un perro ve en el amo el principio y el fin de su vida, señal es de que este ha conquistado su veneración en una batalla de voluntades. Se ha ganado su respeto. Imposible hallar un can satisfecho o un amo complacido donde no exista ese respeto... sazonado con una pizca de justo temor.
La razón por la cual los seres humanos no suelen robar o mentir es el justo temor de las consecuencias. Lo mismo debería ocurrir en los perros. Un cachorrillo no distingue entre lo correcto y lo incorrecto. Sólo a fuerza de repetirle órdenes, de tirarle de la traílla o de manifestar disgusto en el tono de la voz, logrará el amo enseñarle que no está bien hacer ciertas cosas. A los perros les encanta complacer y no se oponen a que se les amoneste con razón.
Cuando digo que el amo ha de ser firme con el perro, no quiero dar a entender que debe golpearlo. Al contrario: casi nunca debe recurrir al golpe. Sería aceptar la derrota. La firmeza significa más bien seriedad de propósito, fuerza de voluntad que no acepta más que la victoria. Una mano tan suave como fuerte, porque para someter a un can desobediente se precisa de mucha paciencia y de no menos tezón.
Quizá sea su perro de los que pelean, gruñen o se asustan cuando les mandan obedecer. No se alarme, que son meras argucias. Ahora bien, no lo vaya a consentir ni le permita salirse con la suya, pues habrá sembrado la falta de respeto.
Cólmelo, al mismo tiempo, de afecto y de alabanzas. Es allí donde fallan numerosos amos. Hace falta algo más que una palabra amable y una palmada. Cuando el animal se ha portado bien, gusta de que le demuestren cariño, y de que se lo demuestren a manos llenas. Yo siempre abrazo a mis discípulos y me pongo a jugar con ellos.
La conciencia de un perro sólo reacciona cuando comprende, por la actitud del amo, que no se ha conducido bien. Pero el castigo debe aplicarse en el acto; de lo contrario, el animal olvidará la falta. No vale la pena, por ejemplo, pegarle cuando regrese después de haber echado a correr indebidamente, pues pensará que se le reprende por regresar.
Encerrarlo es también una medida tonta. A un ser humano se le puede sancionar así; a un perro no, pues sólo serviría para perder su afecto. El can no alcanza a comprender que lo están confinando en el sótano por haberse comido el asado de la familia. Así, desesperará por la compañía del amo y buscará una distracción, perniciosa casi siempre. Si la conducta del animal requiere de alguna corrección, mírelo fijamente a los ojos, reconvéngalo con severidad y sacúdalo un poco. Eso hará que se sienta incómodo y que desee no ver repetido el caso.
A ciertos perros se les da muerte por observar una conducta que podrían corregir fácilmente con sólo que su dueño los comprendiera y les tuviera paciencia. Esta es necesaria en particular con los canes recién adquiridos, que requieren de tiempo para adaptarse al nuevo hogar, a las nuevas reglas, alimentos y personas.
Tampoco espere que todos sean perfectos. Hay algo de lo que sí estoy segura: con disciplina y sentido común, el amo ordinario puede hallar en el can un amigo y compañero de veras maravilloso.
CONDENSADO DE "NO BAD DOGS". © 1978, 1982. POR BARBARA WOODHOUSE.
PUBLICADO POR RAINBIRD LTD., DE LONDRES (INGLATERRA).