RIEGO E HIDRATACIÓN DE LAS PLANTAS CULTIVADAS
Publicado en
septiembre 07, 2017
Con el calor, el riego adecuado evitará estrés hídrico a los cultivos.
Por Mariano Bueno.
En pleno calor el riego pasa a ser tema prioritario en todos los huertos. Las hortalizas y la mayoría de plantas cultivadas necesitan una considerable disponibilidad de agua para desarrollarse de la forma más adecuada. Esto implica conocer los requerimientos de cada planta en todos sus ciclos vegetativos, ya que es obvio que no tienen las mismas necesidades hídricas una lechuga o unos ajos que un calabacín.
De hecho, con el tradicional sistema de riego por inundación, solemos provocar bastante estrés hídrico a nuestras plantas. Los excesos puntuales de humedad v mucha sequedad después tienden a producir desequilibrios que conducen a la aparición de trastornos en el desarrollo de las plantas o al incremento de plagas.
Cada planta, en las diversas fases de su desarrollo, tiene necesidades hídricas muy diferentes, por lo que el tema de la dosificación, la periodicidad o la frecuencia de los riegos es importante. Por lo general, los vegetales de hojas anchas y los jugosos suelen necesitar aportes abundantes y regulares de agua, mientras que los de hojas estrechas se conforman con poco riego. De todos modos, en la práctica es casi imposible dar unas pautas generales sobre los volúmenes de agua que se deben emplear y del espaciado de tiempo entre riegos, ya que no sólo dependen de las necesidades específicas de cada planta. sino también del clima local y de la estructura o la textura de la tierra.
Una tierra arcillosa o limosa retiene con facilidad el agua e, incluso, tiende al encharcamiento, con el consiguiente peligro de asfixia de las raíces. En cambio, una tierra arenosa o pedregosa se drena con suma facilidad y requiere aportes de agua con más regularidad.
La adición a la tierra de abundante materia orgánica, por otra parte, provoca un efecto esponja que facilita tanto la aireación como la retención de agua en la tierra, lo cual es igual de favorable para las tierras arcillosas que para las arenosas.
Lo ideal es procurar un riego moderado y regular o regar abundantemente y proteger esa humedad con el mejor acolchado posible. Así se permite que haya un largo periodo de estabilidad en la relación ideal humedad/aire en la tierra, con lo que se favorece el trabajo de la vida microbiana y de las lombrices, además del buen desarrollo de las raíces.
Un exceso de riego no sólo es perjudicial, sino que puede provocar la aparición de enfermedades criptogámicas (hongos) y forzar a las plantas a absorber más agua de la que realmente necesitan para su correcto desarrollo. La observación y la experiencia son los grandes secretos de un riego correcto.
¿GOTERO O MANGUERA?
En la práctica, disponemos de numerosos sistemas de riego, desde el tradicional riego por inundación hasta los sofisticados sistemas de goteros controlados por sensores y programas informáticos, pasando por las regaderas y mangueras en espacios pequeños. Cada hortelano debe conocer y evaluar los pros y los contras del sistema que desea emplear. Aunque conviene simplificar al máximo y si apenas cultivamos unas pocas hortalizas o unas macetas en el balcón, y, además, no solemos ausentarnos de casa por largos periodos, bastará con una regadera o una manguera conectada a una toma de agua cercana. Ahora bien, si cultivamos varios bancales o un gran huerto y sólo podemos cuidarlos de tanto en tanto, la experiencia nos dice que la mejor opción es instalar un sistema de riego por goteo con programador de riego automático.
Fuente: REVISTA INTEGRAL - JULIO 2009