UN DOMINGO EN CHAPULTEPEC
Publicado en
agosto 15, 2017
A remo en el Lago Mayor de la primera sección. Mónica Carrillo
Disfrute de un paseo en este verde oasis de cultura, historia y diversión, en medio de una de las ciudades más grandes del mundo.
Por Samuel Schreiner.
¿EN DÓNDE es posible ver un árbol que tiene mil años o un panda de veintiún meses de edad, admirar un Picasso o una escultura azteca, y visitar un viejo castillo o un moderno museo, en un mismo día? ¿En dónde se puede trotar, escalar rocas, jugar al futbol, montar a caballo o en bicicleta, remar en uno de los cuatro lagos o subir a una de las montañas rusas más grandes del mundo, según se prefiera? Respuesta: en el centro de las maravillas de la Ciudad de México, el Bosque de Chapultepec.
Chapultepec se extiende en 635 hectáreas arboladas y se le ha considerado con propiedad como el "pulmón" de una de las urbes más populosas del planeta, que se asfixiaría, de no tenerlo, por los gases que arrojan más de dos millones de vehículos. Pero el parque es más que eso: tal vez en ningún otro sitio de la Tierra exista un conjunto tan extraordinario de bellezas naturales y tesoros creados por el hombre... y todo empieza a unos pasos de una estación del Metro.
Cada domingo, cerca de un millón de personas —el siete por ciento de la población de la Ciudad de México— visita Chapultepec. Hagamos el típico recorrido dominical.
Los juegos mecánicos de la Segunda Sección. Mónica Carrillo.
Debemos principiar por el parque zoológico, a corta distancia del Metro. La entrada es gratuita y, aun sin tomar en cuenta la fama mundial que ha alcanzado uno solo de sus residentes, Tohui, es bastante notable la cantidad de animales (casi 2,700) y la variedad de especies, unas 247. El nacimiento del panda, el 21 de julio de 1981, lo convirtió en el segundo de su especie concebido en cautiverio por medios naturales, fuera de China.* Tohui ha causado en todo México una especie de pandarnanía, que se advierte no sólo por los miles de visitantes que van a verlo, sino también por incontables artículos periodísticos y programas de televisión referentes a él o donde se caracterizan familias de pandas, así como por varias grabaciones de música popular, de las cuales se han vendido casi un millón de ejemplares.
El zoológico está muy cerca del escarpado cerro al que debe su nombre el bosque: la palabra Chapultepec proviene del náhuatl chapul (langosta), tepe (cerro) y el sufijo -c (que expresa lugar). Ese cerro siempre se ha relacionado íntimamente con la historia de la ciudad y del país. En el siglo XV, los aztecas construyeron un acueducto para abastecer a Tenochtitlan del agua de los manantiales que había al pie del "cerro del chapulín" y, en 1847, varios jóvenes cadetes murieron por defender su posición del ataque de los invasores estadunidenses.
Se yerguen sobre nuestras cabezas ahuehuetes, cedros, fresnos y robles, mientras recorremos el empinado y sinuoso camino hacia el Castillo. Los ahuehuetes, muchos de los cuales han estado allí durante más de quinientos años, son la verdadera gloria del bosque. Gerardo Domínguez Lacroix, ex coordinador de Bosques, calcula que hay 273,000 árboles, y cada año se plantan 35,000 tomados del invernadero de Chapultepec, para reponer las pérdidas.
Diversión y emoción en la montaña rusa. Arturo Anaya.
Desde 1944, el Castillo de Chapultepec, que está en la cima del cerro, es el Museo Nacional de Historia, donde se exhiben reliquias del pasado histórico y cultural de los mexicanos, desde la Conquista hasta la Revolución. El ala llamada el Alcázar fue hogar de Maximiliano y Carlota, durante su breve y trágico imperio en los años 60 del siglo pasado. Algunas habitaciones contienen muebles franceses de ornato, recuerdo de la riqueza y el poder imperial.
Pasemos ahora a la terraza, frente a los aposentos de los Emperadores, desde donde dicen que Carlota miraba alejarse el carruaje en que su marido iba al Palacio Nacional, situado a cinco kilómetros y medio de distancia. En la actualidad, desde allí disfrutamos de la magnífica vista de la moderna Ciudad de México, con sus elevados edificios, alrededor del verde oasis del parque.
Si tenemos suficiente vigor, y no nos detenemos a ver una partida de ajedrez al aire libre en la Casa del Lago, uno de los centros culturales de la Universidad Nacional Autónoma de México, no tardaremos en llegar al Museo Nacional de Antropología, uno de los siete museos en Chapultepec, y la principal institución en su tipo. El edificio, diseñado por Pedro Ramírez Vázquez, está radiante de luz y es sumamente espacioso. En el enorme patio, una fuente circular arroja desde once metros de altura una cortina de agua; y, al detenerse cerca de ella, los fatigados caminantes reciben una reconfortante sensación de frescura.
Tohui, a los siete meses de edad, con su madre, Ying-Ying. Charles Benner/Pyramid photos.
El museo tiene en exhibición 27,000 piezas: obras de arte y artefactos del México precolombino, así como muestras de los ropajes, obras de arte y artesanía de la población indígena actual. Dos de sus objetos más espectaculares son el Calendario Azteca y el Luchador, estatua perteneciente a la cultura olmeca. Verlo todo significa atravesar cinco kilómetros de corredores y salas de exposición, pero muchos de los 4,000 visitantes diarios dedican precisamente a eso el día entero.
Una breve caminata desde este museo nos conduce al de Rufino Tamayo, el más reciente de Chapultepec. Es una emocionante creación modernista de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, que contiene la colección privada del famoso pintor, muralista y litógrafo mexicano Rufino Tamayo. Se exhiben allí obras de 170 artistas contemporáneos de todo el mundo, como Picasso, Nevelson, Miró, Moore, Warhol. La colección de Tamayo abarca del cubismo al abstraccionismo y el por-art. Una de las obras favoritas de los niños es el modelo en tamaño natural de un Rolls Royce, hecho de varas, como una enorme canasta, creado por Roger Welch.
Un entusiasta de los museos puede visitar también el Museo de Arte Moderno. A nosotros, en cambio, se nos está agotando el tiempo y, para seguir apreciando las maravillas de Chapultepec, debemos atravesar el Anillo Periférico, vía rápida que divide el bosque, para entrar en la llamada Segunda Sección. Allí, junto al Museo Tecnológico, existe un conjunto de veinticinco juegos mecánicos que atraen a cerca de 50,000 visitantes cada fin de semana. Todo lo domina la elevada montaña rusa, cuya estructura parece haberse construido con tiras metálicas de juguete.
Ciclistas corredores en una montaña dominical. Mónica Carrillo.
Si aún tenemos estómago después de subir a la montaña rusa, podemos detenernos en cualquiera de los setenta quioscos permanentes de bocadillos, o comprar una salchicha a un vendedor ambulante. También podemos comer en restaurante: el del Lago, con una romántica vista, a orillas del Lago Mayor de la Segunda Sección, es uno de los más refinados de la ciudad, pero está cerrado los domingos. En tal caso, podemos disfrutar de unas enchiladas en el Café del Parque o ser atendidos por personas ataviadas con trajes típicos en el Restaurante El Presidente, dentro del Museo Nacional de Antropología.
Después de la comida, entramos en la sección más grande y más densamente arbolada del bosque. Abarca 286 hectáreas de escarpadas barrancas y cuenta con áreas dispuestas para que los visitantes disfruten de comidas campestres en lugares apropiados, o presencien un espectáculo con delfines y focas en el parque de diversiones Atlantis. Gran parte de esta Tercera Sección se ha mantenido intacta, y poca gente la visita. Aun los aficionados a correr, los usuarios más frecuentes del parque, evitan las zonas escarpadas. "Con todas esas subidas y bajadas, es sólo para corredores profesionales", comenta Roberto Figueroa, ex titular de la Delegación Miguel Hidalgo, a la que pertenece el Bosque de Chapultepec.
El propio Figueroa, aficionado a correr, supervisaba todo el parque mientras trotaba, acompañado de cinco funcionarios. Juntos buscaban árboles dañados, fugas de agua o puertas averiadas, y se cercioraban de que se hacían las reparaciones. También vigilaban la recolección de basura.
El Castillo Chapultepec. Cuauhtémoc Bautista/Pyramid Photos.
De hecho, la basura es uno de los mayores problemas de Chapultepec. Al quedar vacío el bosque, alrededor de las 7 de la noche, la muchedumbre de visitantes dejan de 50 a 55 toneladas de desperdicios; otras 35 o 40 se acumulan cada día hábil.
Es una especie de milagro cotidiano, entonces, que el Bosque de Chapultepec aparezca casi impecable, cada mañana, al recibir los primeros visitantes.
La limpieza se debe a los 127 miembros. del eficiente equipo de limpieza, empleados de la Delegación Miguel Hidalgo.
En febrero de este año, el delegado Fernando Ulíbarri Pérez, anunció que se cerrarían temporalmente algunas de las zonas dañadas de la Primera Sección, para restaurarlas; que se reforestaría todo el bosque y que se exterminarían las ratas y otras plagas. Las autoridades de la ciudad están dispuestas a todo para evitar la destrucción del parque. "Nuestros hijos nunca nos lo perdonarían", declaró el señor Fernando Ulíbarri Pérez, "ya que el bosque es un patrimonio que dejamos no únicamente a ellos, sino a otras muchas generaciones".
* El primero nació también en México, en 1980, pero murió a los ocho días.