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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Cherish Youre Day - Instrumental - Einarmk - 3:33
  • 10. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 11. España - Mantovani - 3:22
  • 12. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 13. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Drons - An Jon - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 25. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 26. Travel The World - Del - 3:56
  • 27. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 28. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 29. Afternoon Stream - 30:12
  • 30. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 31. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 32. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 33. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 34. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 35. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 36. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 37. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 38. Evening Thunder - 30:01
  • 39. Exotische Reise - 30:30
  • 40. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 41. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 42. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 43. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 44. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 45. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 46. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 47. Morning Rain - 30:11
  • 48. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 49. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 50. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 51. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 52. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 53. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 54. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 55. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 56. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 57. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 58. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 59. Vertraumter Bach - 30:29
  • 60. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 61. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 62. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 63. Concerning Hobbits - 2:55
  • 64. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 65. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 66. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 67. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 68. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 69. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 70. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 71. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 72. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 73. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 74. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 75. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 76. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 77. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 78. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 79. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 80. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 81. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 82. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 83. Acecho - 4:34
  • 84. Alone With The Darkness - 5:06
  • 85. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 86. Awoke - 0:54
  • 87. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 88. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 89. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 90. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 91. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 92. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 93. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 94. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 95. Darkest Hour - 4:00
  • 96. Dead Home - 0:36
  • 97. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 98. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 99. Geisterstimmen - 1:39
  • 100. Halloween Background Music - 1:01
  • 101. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 102. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 103. Halloween Time - 0:57
  • 104. Horrible - 1:36
  • 105. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 106. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 107. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 108. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 109. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 110. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 111. Long Thriller Theme - 8:00
  • 112. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 113. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 114. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 115. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 116. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 117. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 118. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 119. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 120. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 121. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 122. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 123. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 124. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 125. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 126. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 127. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 128. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 129. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 130. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 131. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 132. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 133. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 134. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 135. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 136. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 137. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 138. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 139. Mysterious Celesta - 1:04
  • 140. Nightmare - 2:32
  • 141. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 142. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 143. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 144. Pandoras Music Box - 3:07
  • 145. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 146. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 147. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 148. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 149. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 150. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 151. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 152. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 153. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
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  • 165. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 166. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Whispers - Pixabay - 0:23
  • 168. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 169. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 170. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 171. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 172. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 173. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 174. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 175. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 176. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 177. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 178. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 179. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 180. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 181. Tense Cinematic - 3:14
  • 182. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 183. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 184. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 185. Trailer Agresivo - 0:49
  • 186. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 187. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 188. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 189. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 190. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 191. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 192. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 193. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 194. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 195. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 196. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 197. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 198. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 199. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 200. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 201. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 202. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 203. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 204. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 205. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 206. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 207. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 208. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 209. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 210. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 211. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 212. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 213. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 214. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 215. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 216. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 217. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 218. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 219. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 220. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 221. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 222. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
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  • 224. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 225. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 227. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 228. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 229. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 231. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 232. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 233. Noche De Paz - 3:40
  • 234. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 235. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 236. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 237. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 240. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 241. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 242. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 243. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
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  • + -

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    T 2 (3.3 seg)


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    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


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    T 10 (20 seg)


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    LA DAMA QUE LLEVÓ EL ALMA (Cordwainer Smith)

    Publicado en agosto 29, 2017
    I


    La historia decía... ¿qué decía la historia? Todo el mundo había oído hablar de Helen

    América y el señor Ya-no-cano, pero nadie conocía exactamente los pormenores. Los nombres de los dos resplandecían ahora engarzados en joyas intemporales. A veces la gente los comparaba con Eloísa y Abelardo (habían encontrado la historia entre los libros de una biblioteca enterrada desde hacía mucho tiempo), otras épocas los compararían a la historia fantástica, encantadoramente fea, del Capitán Taliano y la dama Dolores Oh.

    En todo esto, dos cosas se destacaban: el amor de la pareja y la imagen de las grandes velas, finísimas alas de metal con que los cuerpos de los hombres habían revoloteado al fin entre los asYa-no-canotros.

    Mencionaban a Ya-no-cano y otros la conocían a ella. La mencionaban a ella y otros lo conocían a él. Ya-no-cano fue el primer navegante que vino, y ella fue la dama que llevó El Alma.

    Era una suerte que los retratos de los dos se hubiesen perdido. El romántico héroe era un hombre muy joven, prematuramente envejecido y todavía bastante enfermo cuando se inició la historia. Helen América era rara, pero agradable: una morena pequeña, solemne, triste, que había nacido entre las risas de la humanidad. No era la heroína alta y segura de sí misma, como la actriz que la interpretó más tarde. Sin embargo, era una maravillosa navegante. Eso no se discutía. Y con el cuerpo y la mente amó al señor Ya-no-cano, mostrando una devoción que los siglos no pueden superar ni olvidar. La historia puede borrar la pátina de los nombres y las apariencias, pero ni siquiera la historia es capaz de amenguar el amor de Helen América y el señor Ya-no-cano. Ambos, no lo olvidemos, eran navegantes.


    II


    La niña jugaba con un spieltier. Se cansó de que fuera gallina y lo devolvió al estado anterior de animalito peludo. Cuando estiró las orejas hasta el tamaño óptimo, el animalito pareció verdaderamente curioso. Una leve brisa tiró al animal —juguete de costado, pero el spieltier se enderezó pacientemente, y, tranquilo, se instaló en la alfombra.

    La niña de pronto batió palmas y preguntó:

    —Mamá, ¿qué es un navegante?
    —Hace mucho tiempo, querida, había navegantes. Eran hombres valientes que llevaban las naves a las estrellas; los primeros viajes con gente de nuestro sistema solar. Y tenían unas velas enormes. No sé cómo funcionaban, pero la luz las empujaba de algún modo, y la gente tardaba la cuarta parte de una vida en hacer un viaje de ida y vuelta. En ese tiempo la gente sólo vivía ciento sesenta años, querida, y el viaje de ida o de vuelta duraba cuarenta años, pero ahora ya no necesitamos navegantes.
    —Claro que no —dijo la niña —, podemos ir inmediatamente. Tú me llevaste a Marte y también a Nueva Tierra, ¿verdad, mamá? Y pronto iremos a cualquier sitio, pero todo eso lleva sólo una tarde.
    —Eso se llama planoforma, mi querida. Pero lo de los navegantes fue mucho antes que los hombres conocieran la planoforma. Y no podían viajar como nosotros, de modo que hicieron unas velas enormes, tan grandes que no las podían hacer en la Tierra. Tenían que dejarlas flotando allá lejos, entre la Tierra y Marte. Y sucedió una cosa curiosa.: ¿Te contaron de la época en que se heló el mundo?
    —No, mamá, ¿qué fue eso?
    —Bueno, hace mucho tiempo una de esas velas se soltó, y los hombres trataron de recuperarla, pues les había dado mucho trabajo. Pero, la vela era tan grande que se puso entre la Tierra y el sol. Y no hubo más luz del sol, sólo noche todo el tiempo. Y hubo mucho frío en la Tierra. Las plantas de energía atómica trabajaban día y noche, y el aire empezó a tener un olor raro. Y la gente estaba preocupada y en unos pocos días sacaron la vela de adelante. Y llegó la luz del sol otra vez.
    —Mamá, ¿hubo alguna vez navegantes mujeres?

    Una expresión rara cruzó por la cara de la madre.

    —Hubo una. Ya sabrás de ella luego, cuando seas mayor. Se llamaba Helen América y llevó El Alma a las estrellas. Fue la única mujer que lo hizo. Y es una historia maravillosa.

    La madre se llevó un pañuelo a los ojos.

    La niña dijo:

    —Mamá, cuéntame ahora. ¿Cómo es la historia?

    La madre se mostró entonces, muy firme y dijo:

    —Querida, todavía no tienes edad para saber ciertas cosas. Cuando seas grande te contaré todo. —La madre era una mujer sincera. Pensó un momento y dijo —: ... a menos que tú te enteres antes en un libro.


    III


    Helen América iba a ser alguien en la historia de la humanidad, pero empezó mal. El nombre mismo era una desgracia.

    Nadie supo nunca quién fue su padre. Los funcionarios se pusieron de acuerdo para no hablar del asunto.

    De la madre no había dudas. La madre era la célebre varona Mona Muggeridge, una mujer que había lanzado cientos de campañas en pro de una causa perdida: la identidad completa de los dos géneros. Había sido una feminista más allá de cualquier límite, y cuando Mona Muggeridge, la mismísima y única señorita Muggeridge, anunció a la prensa que iba a tener un bebé, aquello fue toda una noticia.

    Mona Muggeridge no se detuvo allí. Anunció haber llegado a la convicción de que no convenía identificar al progenitor. Aconsejó a las mujeres que no tuvieran hijos consecutivos con el mismo hombre; había que variar los padres, para diversificar y embellecer así la raza. Terminó anunciando que ella, la señorita Muggeridge, había elegido al padre perfecto, y produciría inevitablemente el único hijo perfecto. La señorita Muggeridge, una rubia huesuda y pomposa, declaró que evitaría la tontería del matrimonio y de los nombres de familia, y que por lo tanto si el bebé era varón se llamaría John América, y si era niña, Helen América.

    Así fue como nació la pequeña Helen América, con los corresponsales de los servicios de prensa esperando junto a la sala de alumbramiento. Las pantallas de noticias mostraron la imagen de un hermoso bebé de tres kilos.

    —Es una niña.
    —El bebé perfecto.
    — ¿Quién es el papá?

    Eso fue sólo el comienzo. La señorita Muggeridge era belicosa. Insistía diciendo, aun después que el bebé fuera fotografiado por milésima vez, que era la criatura más perfecta que había nacido jamás. Señalaba las perfecciones del bebé. Demostró tener todo el cariño insensato de una madre dependiente, pero sintió que ella, la gran cruzada, había descubierto esa ternura por primera vez.

    Decir que estas circunstancias fueron una dificultad para la niña sería poco.

    Helen América fue un maravilloso ejemplo de materia prima humana que vence a sus torturadores. Cuando tenía cuatro años hablaba seis idiomas, y empezaba a descifrar algunos de los viejos textos marcianos. A la edad de cinco años la enviaron a la escuela.

    Los otros niños pronto le dedicaron un poemita:
    Helen, Helen,
    tonta y pesada,
    de su papá
    no sabe nada.


    Helen soportó todo esto y, tal vez por accidente, llegó a convertirse en una personita sólida: una trigueña mortalmente seria. Acuciada por los estudios, perseguida por la publicidad, se volvió cautelosa y reservada con respecto a los amigos, sintiéndose desesperadamente sola.

    Cuando Helen América tenía dieciséis años la madre terminó de mal modo. Mona Muggeridge anunció que se fugaba con un hombre que era el marido perfecto para el matrimonio perfecto descuidado hasta ahora por la humanidad. El marido perfecto era un experto pulidor de máquinas. Tenía ya una mujer y cuatro hijos. Tomaba cerveza y el interés que sentía por la señorita Muggeridge parecía ser una afable camaradería unida a un notable conocimiento del dinero que ella manejaba. El yate planetario en que habían fugado violó las normas volando fuera de todo horario. La mujer y los hijos del novio habían alertado a la policía. El resultado fue un choque con una lancha automática. Nadie pudo identificar los cuerpos. A los dieciséis años Helen era ya célebre, y a los diecisiete ya estaba olvidada, y muy sola.


    IV


    Era el tiempo de los navegantes. Miles de proyectiles de reconocimiento fotográfico y de medición habían empezado a volver de las estrellas. La humanidad fue incorporando un planeta tras otro. Los proyectiles de exploración interestelar regresaban con fotografías de los huevos mundos, muestras de atmósfera, mediciones de la gravedad, la densidad de las nubes, composición química y cosas semejantes. De los numerosos proyectiles que volvían de sus viajes de doscientos o trescientos años, tres trajeron noticias de Nueva Tierra, un mundo tan parecido a la Tierra que podía ser colonizado.

    Los primeros navegantes habían salido casi cien años atrás, con pequeños velámenes de no más de tres mil kilómetros cuadrados. El tamaño de las velas fue creciendo poco a poco. La técnica de empaque adiabático y el transporte de pasajeros en cápsulas individuales acrecentó el índice de seguridad. Fue una, gran novedad cuando llegó un navegante, un hombre que había nacido y crecido bajo la luz de otra estrella. Era un hombre que había pasado un mes de agonía y de dolor, trayendo unos pocos colonos congelados, guiando la inmensa nave de vela impulsada por la luz, y que había recorrido los abismos interestelares en un tiempo objetivo de cuarenta años.

    La humanidad vio por primera vez a un navegante. Tenía algo de plantígrado en el modo de caminar, y el movimiento del cuello era brusco, rígido, mecánico. No era joven ni viejo. Había estado despierto y consciente durante cuarenta años, gracias a la droga que permitía un limitado estado de vigilia. Cuando los psicólogos lo interrogaron, primero para informar a los Instrumentos y luego para los servicios de noticias, fue bien claro que esos cuarenta años le parecían sólo un mes. Nunca se ofreció para volver, pues había envejecido realmente cuarenta años. Era un hombre joven, y tenía esperanzas y deseos de hombre joven, pero había consumido la cuarta parte de una vida humana en una única y angustiosa experiencia.

    En esa época Helen América se fue a Cambridge. El Lady Joan's College era el mejor colegio de mujeres del mundo atlántico. Cambridge había reconstruido sus costumbres protohistóricas y los neoingleses habían retomado otra vez aquel admirable estilo arquitectónico, que volvía a unir la tradición con la más temprana antigüedad.

    Naturalmente el idioma era el terrestre cosmopolita y no el inglés arcaico, pero los estudiantes estaban orgullosos de vivir en una universidad reconstruida, muy semejante, según las evidencias arqueológicas, a las universidades anteriores a la época de confusión y tinieblas. Helen brilló un poco en este renacimiento. Los servicios de noticias la vigilaban del modo más cruel posible. Reunieron el nombre de Helen y la historia de la madre. Luego la olvidaron de nuevo. Se había presentado para seis profesiones, y la última fue "navegante". Ocurrió que ella fue la primera mujer en hacer la solicitud: la primera porque era la única mujer que no sobrepasaba la edad límite y que había cumplido a la vez con todos los requisitos científicos.

    La fotografía de ella estuvo junto a la de él en las pantallas antes que se conocieran.

    En realidad ella no era así. Había sufrido tanto en la infancia con él Helen, Helen, tonta y pesada que no tenía ninguna ambición sino en un terreno meramente profesional.

    Odiaba y quería y echaba de menos a la tremenda madre que había perdido, y resolvió tan ferozmente no parecérsele nada que se convirtió al fin en una antítesis personificada de Mona.

    La madre había sido caballuna, rubia, grande: la clase de mujer que es feminista porque no es muy femenina. Helen pensaba más en sí misma que en su propia femineidad. Hubiera tenido la cara redonda si hubiese sido gorda, pero no era gorda. De pelo negro, ojos oscuros, cuerpo ancho, pero delgado, era la exhibición genética de un padre desconocido. Los maestros la temían a veces. Helen, pálida, callada, siempre dominaba el tema.

    Los otros estudiantes habían hecho bromas sobre ella unas pocas semanas, y luego la mayoría se unió protestando contra la indecencia de la prensa. Cuando apareció un cuadro de noticias diciendo algo ridículo acerca de la largamente difunta Mona, el murmullo corrió por el colegio Lady Joan's.

    —Que no se entere Helen... ya empezaron otra vez.
    —No dejen que Helen mire los cuadros ahora. Es lo mejor que tenemos en ciencias no colaterales y no podemos dejar que nada la perturbe justo antes de los exámenes.

    La protegieron, y si Helen se vio la cara en el cuadro de noticias fue sólo por casualidad. Junto a la cara ele ella vio la cara de un hombre. El hombre parecía un monito viejo, pensó Helen. En seguida leyó: MUCHACHA PERFECTA DESEA SER NAVEGANTE. ¿DEBERÁ NAVEGANTE SALIR CON MUCHACHA PERFECTA?

    Las mejillas le ardieron a Helen de impotente, inevitable rabia y turbación, pero se había vuelto demasiado experta en ser ella misma para caer en lo que hubiera hecho años antes: odiar al hombre. Sabía que tampoco era culpa de él. Ni siquiera era culpa de los tontos y agresivos hombres y mujeres de los servicios de noticias. Era la época, era la costumbre, era la humanidad. Pero Helen sólo tenía que ser ella misma, si es que alguna vez descubría qué significaba eso realmente.


    V


    Los posibles encuentros de los dos navegantes al principio parecían escenas de pesadilla.

    Un servicio informativo envió una mujer a decirle a Helen que se había ganado una semana de vacaciones en Nuevo Madrid.

    Con el navegante de las estrellas.

    Helen se negó.

    Luego él también se negó, reaccionando demasiado pronto para el gusto de Helen.

    Helen empezó a interesarse en el hombre. Pasaron dos semanas, y en las oficinas del servicio de noticias un tesorero le llevó dos papeles al director. Eran los documentos para que Helen América y el señor Ya-no-cano obtuviesen lo mejor en lujo de primera, clase en Nuevo Madrid. El tesorero dijo:

    —Los hemos emitido y registrado en los Instrumentos como regalos, señor. ¿Hay que anularlos? —El director ya estaba harto de historias aquel día, y se sintió humano. En un arranque le ordenó al tesorero: —Le diré: Deles esos pasajes a los jóvenes. Sin publicidad.

    No nos meteremos. Si no nos quieren, no nos tendrán. Dese prisa. Eso es todo. Váyase.

    El pasaje volvió a Helen. Helen había obtenido las notas universitarias más altas de que se tuviese noticias, y necesitaba un descanso. Cuando la mujer del servicio de informaciones le dio el pasaje, Helen dijo:

    — ¿Es una trampa? —Le aseguraron que no, y preguntó entonces: ¿Va ese hombre también?

    No pudo decir "el navegante" —así hablaba ella de la gente — y francamente no recordaba el otro nombre.

    La mujer no sabía.

    — ¿Tengo que verlo? —dijo Helen.
    —No, por supuesto —dijo la mujer; el regalo era incondicional.

    Helen se rio, casi poniendo mala cara.

    —Está bien, lo acepto y gracias. Pero entiéndame, un fotógrafo, un solo fotógrafo, y abandono todo. O tal vez abandone todo sin ningún motivo. ¿De acuerdo?

    La mujer estuvo de acuerdo.

    Cuatro días más tarde Helen estaba en el mundo de placeres de Nuevo Madrid, y un maestro de danzas la presentaba a un viejo extraño e intenso que tenía el pelo negro.

    —La joven científica Helen América... El navegante de las estrellas, señor Ya-no-cano.

    El maestro los miró astutamente, mostró una sonrisa amable, experimentada, y añadió la frase vacua, profesional:

    —He tenido el honor y me retiro.

    Helen y el señor Ya-no-cano se quedaron solos, juntos, a un lado del comedor. El navegante miró a Helen muy serio, y luego dijo:

    — ¿Quién es usted? ¿Es alguien que ya conozco? ¿Tengo que recordarla? Hay demasiada gente en este planeta. ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué se supone que haremos?

    ¿Quiere sentarse?

    Helen dijo "Sí" a todas esas preguntas y nunca soñó que ese simple sí sería pronunciado por cientos de grandes actrices, cada una a su manera, en los siglos, venideros.

    Se sentaron.

    Cómo sucedió el resto ninguno de los dos lo supo nunca con exactitud.

    Helen había tenido que calmarlo, casi como si él fuera un enfermo de la Casa de

    Recuperación. Le explicó los platos, y cuando vio que seguía indeciso pidió para él las recomendaciones del robot. Le recordó, muy amablemente, los buenos modales, que él había olvidado: ponerse de pie para desdoblar la servilleta, dejar las migajas en la bandeja solvente y la vajilla de plata en el conversor.

    Al fin el señor Ya-no-cano se tranquilizó y pareció menos viejo.

    Olvidando por un instante los miles de veces que le habían hecho a ella preguntas tontas, Helen dijo:

    — ¿Por qué se hizo usted navegante?

    El señor Ya-no-cano la miró con ojos inquisitivos, como si ella hubiese estado hablando en una lengua desconocida y ahora esperara una contestación. Al fin el señor Ya-no-cano musitó:

    — ¿Usted... usted también dice que... no debería haberlo hecho?

    Helen América se llevó la mano a la boca, en un instintivo gesto de excusa.

    —No, no, no. Yo misma he pedido ser navegante.

    El señor Ya-no-cano la miró un rato, observándola atentamente con ojos jóvenes —viejos. No le clavó la vista; parecía, simplemente, que estaba tratando de entender unas palabras, que entendía por separado, pero que en conjunto eran un verdadero disparate.

    Helen América no apartó los ojos, a pesar de la mirada extraña del señor Ya-no-cano. Le era posible una vez más advertir la indescriptible peculiaridad de este hombre que había manejado enormes velas en el oscuro vacío entre estrellas inmutables. El señor Ya-no-cano parecía un muchacho. El pelo que le daba nombre era de un color negro lustroso.

    Debían de haberle eliminado la barba permanentemente, pues la cara recordaba la de una mujer madura: cuidada, agradable, pero con las arrugas inconfundibles de la edad y sin rastros de la barba corta normal preferida por los hombres de la cultura de Helen. La piel tenía muchos años, sin experiencia. Los músculos habían envejecido, pero no mostraban cómo había crecido la persona.

    Helen había aprendido, a observar a la gente en la época en que la madre pasaba de un fanático a otro. Sabía muy bien que todos llevan la biografía secreta escrita en los músculos de la cara, y que un extraño que se cruza con nosotros en la calle nos cuenta (quiéralo o no) sus intimidades más profundas. Mirando atentamente, y en las condiciones adecuadas, vemos en seguida lo que ha llenado las horas de una vida: el temor o la esperanza o la diversión; adivinamos el origen y el resultado de los placeres más íntimos, percibimos los reflejos borrosos pero persistentes de otras personas. Todo esto le faltaba al señor Ya-no-cano: tenía la edad pero no la marca de la edad; había crecido sin las señales normales del crecimiento; había vivido sin vivir, en una época y en un mundo en el que casi todos se mantenían jóvenes aunque vivían demasiado.

    Helen no había visto nunca nada más opuesto a Mona, y sintiendo una punzada de dolorosa aprensión comprendió que este hombre sería muy importante para ella, de un modo o, de otro. Vio en él a un joven soltero, prematuramente viejo, que se había enamorado del horror y el vacío, desdeñando las recompensas y desengaños materiales.

    La amante de Ya-no-cano había sido el espacio entero, y el espacio lo había tratado duramente. Joven todavía, era viejo; viejo ya, era joven.

    Helen América estaba segura de que ni ella ni nadie habían visto alguna vez algo parecido. El señor Ya-no-cano tenía ya al principio de la vida la tristeza, la piedad y la sabiduría que casi todos alcanzan sólo en los últimos años.

    El señor Ya-no-cano rompió el silencio.

    —Usted dijo hace un rato que quería ser navegante.

    A Helen misma la respuesta le pareció tonta e infantil.

    —Soy hasta ahora la única mujer que tiene los documentos científicos necesarios y es todavía bastante joven como para aprobar el examen físico...
    —Usted tiene que ser una muchacha excepcional —dijo blandamente el señor Ya-no-cano. Helen América comprendió, emocionada, con una esperanza agridulce, que este joven —viejo de las estrellas nunca había oído hablar de la "criatura perfecta" de la que todos se habían reído cuando nació, que tenía por padre a toda América, que era famosa y excepcional y estaba tan sola que ni siquiera podía pensar en llegar a ser una mujer común, feliz, decente, o simple.

    Helen pensó Sólo un monstruo sabio que viene navegando de las estrellas puede ignorar quién soy, pero le dijo al señor Ya-no-cano:

    —No vale la pena hablar de que soy "excepcional". Estoy cansada de esta Tierra, y ya que no tengo que morir para dejarla, creo que me gustaría viajar a las estrellas. No tengo tanto que perder...

    Helen empezó a contar la historia de Mona Muggeridge, pero calló a tiempo.

    Los ojos grises y compasivos miraban a Helen, y era él ahora y no ella quien dominaba la situación. Helen miró los ojos. Aquellos ojos habían estado abiertos cuarenta años, en la oscuridad casi completa de la menuda cabina. Los débiles tableros habían llegado a brillar como soles llameantes, lastimándole las cansadas retinas antes que él pudiese apartar los ojos. De vez en cuando el señor Ya-no-cano había mirado el vacío negro y había visto allí las imágenes de los tableros, negro claro contra negro oscuro, mientras los kilómetros de velas absorbían el impulso de la luz, y aceleraban la nave en un océano de insondable silencio. No obstante, lo qué el señor Ya-no-cano había hecho era lo que Helen quería hacer.

    La mirada de los ojos grises fue cediendo y al fin el señor Ya-no-cano sonrió. En aquel rostro joven —viejo, de estructura masculina y textura femenina, la sonrisa tenía una connotación de bondad inmensa. Helen sintió unos extraños deseos de echarse a llorar.

    ¿Era eso lo que la gente aprendía en las estrellas? ¿Interesarse de veras por los demás y mostrarles cariño y no intentar devorarlos como presas?

    El señor Ya-no-cano dijo con una voz medida:

    —Le creó. Nunca creí antes a nadie. Muchos dijeron también que querían ser navegantes, aún después de verme a mí. No podían saber, pero lo decían de todos modos, y por eso los odié. Usted… usted es diferente. Quizá navegue entre las estrellas, aunque espero que no.

    Como si acabara de despertar de un sueño, el señor Ya-no-cano miró la lujosa habitación, los dorados y esmaltados robots —camareros que se apartaban con descuidada elegancia. Los robots habían sido diseñados para estar siempre presentes y no molestar nunca: un efecto estético difícil de lograr.

    El resto de la noche transcurrió de un modo que parecía inevitable, como la buena música. El señor Ya-no-cano fue con Helen a la playa siempre —sola que los arquitectos de Nuevo Madrid habían construido junto al hotel. Hablaron un poco, se miraron, e hicieron el amor con una seguridad afirmativa que parecía no pertenecerles. El señor Ya-no-cano fue muy tierno, y no se dio cuenta de que en una sociedad genéticamente sofisticada él era el primer amante que Helen había deseado tener, o había tenido. (¿Cómo podía la hija de Mona Muggeridge necesitar la compañía de un amante, o de un compañero o de un hijo?)

    A la tarde siguiente, apoyándose en la libertad de ese entonces, Helen le pidió al señor

    Ya-no-cano que se casase con ella. Habían vuelto a la playa privada donde unos sutilísimos ajustes en el miniclima habían traído una tarde polinesia a la alta y fría meseta de España central.

    Ella se lo pidió a él, y él se negó, con ternura y bondad, como un hombre de sesenta y cinco años que se niega a una muchacha de dieciocho. Ella lo apremió; continuaron la agridulce intriga amorosa. Estaban sentados en la arena artificial de la playa artificial metiendo los dedos de los pies en el agua del océano. Luego se recostaron contra una duna artificial que ocultaba la vista de Nuevo Madrid.

    —Escucha —dijo Helen —, ¿puedo preguntarte otra vez por qué te hiciste navegante?
    —No es fácil de contestar —dijo el señor Ya-no-cano —.La aventura quizá. Al menos en parte. Y yo quería ver la Tierra. No podía permitirme venir en una cápsula. Ahora... bueno, ahora tengo bastante como para el resto de mi vida. Puedo volver a Nueva Tierra como pasajero en un mes en vez de cuarenta años: helado en un abrir y cerrar de ojos, encerrado en la cápsula adiabática, cargado en la próxima nave de vela, y despierto otra vez en casa mientras algún otro tonto trabaja como navegante.

    Helen asintió. No se tomó la molestia de decirle al señor Ya-no-cano que ella ya lo sabía. Estaba investigando la navegación de vela desde que había conocido al navegante.

    —Allá donde navegas, entre los astros —dijo Helen — ¿puedes decirme... puedes quizá decirme cómo es allá?

    El rostro del señor Ya-no-cano miró hacia adentro, al alma, y luego la voz le vino como de una lejanía:

    —Hay momentos... o semanas... no se puede saber verdaderamente en la nave de vela... en que parece... que vale la pena. Sientes... que las terminaciones de los nervios se alargan y tocan los astros. Te sientes enorme, de algún modo. —Poco a poco el señor Ya-no-cano se fue animando. — No hace falta que te diga, por supuesto, que ya nunca serás el mismo. No quiero decir físicamente, lo que es obvio, sino que... uno se encuentra a sí mismo, o se pierde, tal vez. Por eso no lo soporto —continuó el navegante mientras movía la mano señalando Nuevo Madrid, oculto detrás de la duna —. Nueva Tierra, bueno, supongo que será como la Tierra en los viejos tiempos. Hay algo fresco allá. Aquí.
    —Lo sé —dijo Helen América, y lo sabía. El aire de la Tierra, algo decadente, algo corrupto, demasiado cómodo, debía de tener un efecto sofocante en el hombre de más allá de los astros.
    —Allí —dijo el señor Ya-no-cano —, y esto no lo creerás, el océano está a veces demasiado frío para nadar un rato. Tenemos música que no sale de máquinas, y placeres que nacen en nuestros cuerpos sin que nadie los ponga ahí. Tengo que volver a Nueva Tierra.

    Helen no dijo nada, concentrándose para acallar el dolor que le apretaba el corazón.

    —Yo... yo... —empezó.
    —Ya sé —dijo ferozmente el señor Ya-no-cano, casi abalanzándose sobre ella —. Pero no puedo llevarte. ¡No puedo! Eres demasiado joven, tienes una vida que vivir, y yo he desperdiciado una cuarta parte de la mía. No, eso no es cierto. No la desperdicié. No quisiera recuperarla, de ningún modo, pues me ha dado algo adentro que nunca tuve antes. Y me dio a ti.
    —Pero si... —dijo otra vez Helen.
    —No. No arruines este momento. La próxima semana estaré helado en mi cápsula, esperando la nave de vela. No puedo soportarlo mucho más, y tal vez me debilite. Sería un error lamentable. Pero ahora tenemos este instante para los dos, y luego nuestras vidas separadas para recordarlo. No pienses más. No hay, nada, nada que podamos hacer.

    Helen no le habló —ni entonces ni nunca — de ese niño que era ya una esperanza para ella, ese niño que ya no tendrían. Oh, ella podía haberle hablado del niño, obligando al señor Ya-no-cano, que era un hombre honorable y se hubiese casado con ella. Pero el amor de Helen, aún entonces en la juventud, era tal que ella no podía recurrir a esos medios. Helen quería que el señor Ya-no-cano se le acercase voluntariamente, y que se casase porque sin ella no podía vivir. En ese matrimonio el niño hubiese sido una bendición más.

    La alternativa, por supuesto, era dar a luz al niño sin nombrar al padre. Pero ella no era Mona Muggeridge. Conocía demasiado bien los terrores, la inseguridad y la soledad de Helen América para atreverse a crear otra. Y en el camino que se había propuesto seguir no había lugar para un hijo. Helen hizo lo único que podía hacer cuando ya iban a dejar Nuevo Madrid, Helen permitió que el señor Ya-no-cano le dijese adiós de veras. Se alejó de allí, muda y sin lágrimas, y luego se fue a una ciudad ártica, una ciudad de placer donde esos problemas eran bien conocidos, y sintiéndose culpable, preocupada, y triste, apeló a un servicio médico confidencial que eliminó al niño todavía no nacido. Luego Helen volvió a Cambridge y confirmó su inscripción como la primera mujer que llevaría una nave de vela a las estrellas.


    VI


    El Señor de los Instrumentos era en ese entonces un hombre llamado Wait. No puede decirse que Wait fuese cruel pero nunca había tenido fama de ser tierno de espíritu ni de respetar demasiado las inclinaciones aventureras de los jóvenes.

    —Esta muchacha quiere llevar una nave a Nueva Tierra —le dijo a Wait el edecán — ¿Va usted a permitírselo?
    — ¿Por qué no? —dijo Wait —. Una persona es una persona. La muchacha está bien preparada. Si fracasa, descubriremos algo dentro de ochenta años, cuando vuelva la nave. Si triunfa, hará callar a algunas de esas mujeres que han estado quejándose. El Señor se inclinó sobre el escritorio —: Pero si la muchacha cumple los requisitos necesarios, y si hace el viaje, no le den ningún convicto. Los convictos son colonos demasiado buenos y demasiado valiosos para que los embarquemos en un viaje tan tonto. Hagamos una jugada un poco más azarosa. Démosle todos los fanáticos religiosos. Tenemos más que suficiente. ¿No hay veinte o treinta mil esperando?
    —Sí, señor —dijo el, edecán —, veintisiete mil doscientos. Sin contar los últimos.
    —Muy bien —dijo el Señor de los Instrumentos —. Que se los lleve a todos, y denle esa nave nueva. ¿Le hemos puesto nombre?
    —No, señor —dijo el edecán.
    —Bueno, es hora de ponerle nombre.

    El edecán parecía turbado.

    Una sonrisa sabia y despreciativa atravesó el rostro del burócrata más viejo.

    —Toma esa nave y dale nombre. Llámala El Alma y que El Alma vuele a las estrellas. Y que Helen América sea un ángel, si quiere. Pobrecita, la vida no es muy buena para ella aquí en la Tierra, si recordarlos cómo nació y cómo la criaron, Y es inútil tratar de reformarla, cambiarle la personalidad, si es una personalidad cálida y animosa. No traería ninguna ventaja. No es necesario castigarla porque es ella misma. Que vaya. Que lo haga.

    Wait se incorporó y miró de costado, y repitió:

    —Que lo haga sólo si cumple los requisitos.


    VII


    Helen América cumplió los requisitos.

    Los médicos y los expertos trataron de aconsejarle que no lo hiciese.

    Un técnico le dijo:

    — ¿Se da cuenta de lo que ocurrirá? En un solo mes pasarán para usted cuarenta años de vida. Sale de aquí muchacha y llegará allá siendo una mujer de sesenta años. Bueno, quizá todavía le queden cien años después de eso. Y es doloroso. Tendrá a su cuidado a todas esas personas, miles y miles. Llevará además un cargamento terrestre. Remolcará unas treinta mil cápsulas, atadas a dieciséis cuerdas. Tendrá que vivir en la cabina de mando. Le daremos todos los robots que necesite, probablemente una docena. Tendrá una vela mayor y un trinquete y manejará los dos.
    —Ya lo sé. Leí el libro —dijo Helen América —. Llevo la nave con la luz, y si el infrarrojo toca la vela, es el fin. Si hay interferencia de radio recojo las velas, y si las velas fallan, espero hasta que se me acabe la vida. El técnico parecía un poco malhumorado.
    —Nadie la obliga a ponerse trágica. Es fácil imaginar tragedias. Y si quiere ser trágica, séalo, pero sin destruir a treinta mil personas y sin arruinar muchos bienes terrestres. Puede ahogarse aquí mismo, o tirarse de cabeza a un volcán como los japoneses de antes. La tragedia no es la parte difícil. La parte difícil es cuando las cosas no le salen bien del todo a uno y hay que seguir luchando. Cuando hay que seguir y seguir y seguir enfrentando obstáculos realmente irremediables, o verdaderas tentaciones de desesperación. Le mostraré el funcionamiento del trinquete. El ancho máximo es de treinta mil kilómetros. Se va adelgazando, y el largo total llega a los ciento veinte mil kilómetros. Unos pequeños servo —robots se encargarán de recogerla y de tenderla. Los servorobots son gobernados por radio. Le convendrá no recurrir mucho a la radio. Al fin y al cabo esas baterías, aunque son atómicas, tienen que durarle cuarenta años. La mantendrán con vida a usted.
    —Sí, señor —dijo Helen América —muy triste.
    —No olvide cuál es el trabajo de usted. Usted va porque es económica; un navegante pesa mucho menos que una máquina. No hay hasta ahora ninguna computadora múltiple que sólo pese cincuenta kilos. Usted sí. Usted va porque podemos sacrificarla. Quienquiera que viaje a las estrellas tiene una probabilidad sobre tres de no llegar nunca. Pero usted no va porque sea un líder; usted va porque es joven. Una vida que dar, y una vida que proteger. Usted va porque tiene los nervios bien templados. ¿Me entiende?
    —Sí, señor, sí.
    —Además, usted va, porque hará el viaje en cuarenta años. Si enviásemos aparatos mecánicos para manejar las velas, llegarían a los astros... quizá. Pero tardarían de cien a ciento veinte años, o más, y en ese entonces las cápsulas adiabáticas ya se habrían deteriorado, la mayor parte del cargamento humano no podría ser revivido, y la pérdida de calor arruinaría la expedición, y ya nadie ni nada podrían evitarlo. Recuerde entonces que la tragedia y las dificultades que le esperan son principalmente trabajo. Trabajo, nada más. Esa es su tarea.

    Helen sonrió. Era una muchacha baja, de pelo abundante y oscuro, ojos castaños, y cejas muy pronunciadas, pero cuando sonreía parecía casi una niña, una niña encantadora.

    —Mi tarea es trabajar —dijo —. He entendido muy bien, señor.


    VIII


    En la zona de adiestramiento, los preparativos eran rápidos pero nadie se apresuraba.

    En dos ocasiones los técnicos le pidieron a Helen que se tomase unas vacaciones antes de presentarse para el ensayo final. Helen no aceptó el consejo. Quería irse; los técnicos ya sabían que ella quería dejar la Tierra para siempre, y sabían también que ella no era sólo la hija de su mamá. Helen trataba, de algún modo, de mantenerse fiel a sí misma.

    Sabía que el mundo no creía en ella, pero el mundo no importaba.

    La tercera vez la sugerencia de unas vacaciones fue una orden. Le dieron dos meses tristes que concluyeron un poco más animadamente en las maravillosas islas de las Hespérides, islas que habían aparecido cuando el peso de los Terrapuertos llevó a la superficie un nuevo grupo de archipiélago al sur de las Bermudas.

    Helen se presentó otra vez, preparada, sana, y lista para partir.

    El funcionario médico mayor fue muy brusco.

    — ¿Usted sabe de veras lo que vamos a hacerle? Le haremos vivir cuarenta años de vida en un mes. Helen, pálida, asintió con un movimiento afirmativo de cabeza, y el funcionario continuó:
    —Para darle esos cuarenta años le retardaremos ante todo los procesos orgánicos. Al fin y al cabo la sola tarea biológica de respirar el aire de cuarenta años en un mes implica un factor de aproximadamente quinientos a uno. No hay pulmón que pueda resistirlo. Habrá que prepararle el cuerpo para que el agua circule, llevando alimentos, proteínas sobre todo, aunque también algunos hidratos. Además necesitará usted vitaminas.

    —La primera operación será retardarle el cerebro, mucho, para que trabaje en ese nivel de quinientos a uno. No quererlos incapacitarla. Alguien tiene que manejar las velas.—

    —Por lo tanto, sí vacila usted o si se pone a pensar, uno o dos pensamientos le llevarán varias semanas. También podemos retardarle el cuerpo, las diferentes partes, pero no de la misma manera. El agua, por ejemplo, se la rebajarlos en una proporción de ochenta a uno. Los alimentos, trescientos a uno.—

    —No le alcanzará el tiempo para beberse él agua de cuarenta años. El agua circulará por todo el cuerpo, será purificada, y entrará otra vez en el sistema, a menos que usted interrumpa el circuito.—

    —De modo que tendrá que pasarse un mes absolutamente despierta, en una mesa de operaciones, mientras la operamos sin anestesia; uno de los trabajos más difíciles que haya encontrado hasta ahora la humanidad.—

    —Tendrá usted que vigilar, tendrá que observar las cuerdas sujetas a las cápsulas de gente y de cargamento, tendrá que ajustar las velas. Si hay alguien vivo en el lugar de destino, ellos saldrán al encuentro de usted.—

    —Al menos eso pasa la mayoría de las veces.—

    —No le voy a asegurar, que llegará allá con la nave, Si no salen a recibirla, entre en órbita más allá del último planeta y resígnese a morir o trate de salvarse. Sin ayuda no podrá llevar a puerto a treinta mil personas.—

    —Mientras, sin embargo, le espera a usted una verdadera tarea. Vamos a tener que ponerle esos controles dentro del cuerpo. Empezaremos por unas válvulas en las arterias principales. Luego pasaremos a cateterizarle el agua. Le haremos una colostomía artificial que le saldrá justo por aquí, delante de la articulación de la cadera. La ingestión de agua tiene un cierto valor psicológico, y dejaremos que beba usted misma alrededor de un cinco por ciento del agua. El resto irá directamente a la corriente sanguínea. Lo mismo una décima parte de los alimentos. ¿Me entiende?—

    — ¿Quiere decir —preguntó Helen —, que yo como un diez por ciento y que el resto lo recibo por vía intravenosa?
    —Exacto —dijo el médico —. Aquí están los concentrados. Ese es el reconstructor. Mire las tuberías, tienen una doble conexión. Estas conexiones van a la máquina de mantenimiento, y serán el sostén logístico del cuerpo de usted. Y estas tuberías son el cordón umbilical de un ser humano que está solo entre, los astros. Son la vida de usted.

    —Si se rompen o si usted se cae, puede quedar desmayada uno o dos años. En ese caso el sistema local se encarga de todo; es la caja que lleva usted a la espalda.—

    —En la Tierra pesa tanto como usted; ya se ha entrenado con el modelo. Sabe que es fácil manejarlo en el espacio. Eso la mantendrá a usted durante un periodo subjetivo de unas dos horas. Nadie ha inventado todavía un reloj que pueda compararse con la mente humana; por lo tanto en vez de darle un reloj le ajustaremos al pulso un odómetro graduado. Si lo observa en períodos de decenas de miles de pulsaciones, tal vez le diga algo.—

    —Qué, no lo sabemos, pero puede servirle a usted.

    El técnico miró a Helen un instante y se volvió de nuevo a la mesa de herramientas, sacando una aguja con un disco en la punta.

    —Bien, volvamos a lo nuestro. Tendremos que llegar al cerebro. Esto actúa también como una sustancia química.

    Helen lo interrumpió.

    —Usted me dijo que no me iba a operar la cabeza.
    —Sólo la aguja. No hay otro modo de llegar al cerebro y retardarlo, para que pasen cuarenta años en un mes.

    El técnico sonrió frunciendo el ceño, y sintió de pronto una momentánea ternura. La muchacha era de veras valiente, y obstinada, y de una joven, admirable y lastimosa determinación.

    —No voy a discutir —dijo Helen —. Esto es tan malo como un matrimonio y mi novio son las estrellas.

    Recordó un momento la imagen del navegante, pero no dijo nada.

    El técnico siguió hablando.

    —La estructura que preparamos para usted tiene ya elementos psicopáticos. Ni se le ocurra pensar que se conservará cuerda. Le conviene no preocuparse. Tendrá que estar loca de veras para manejar las velas y sobrevivir completamente sola, todo un mes. Y el problema es que ese mes va a ser para usted cuarenta años. No hay ningún espejo en la nave pero quizá encuentre superficies lustrosas para mirarse.

    —No tendrá usted buen aspecto. Se verá más vieja cada vez que se detenga a mirarse.—

    No sé cómo reaccionará. A los hombres les hizo mucho daño.

    —El problema del pelo de usted no va a ser tan difícil como en el caso de los hombres. A los navegantes tuvimos que matarles las raíces del pelo. De lo contrario los hombres quedarían enterrados en sus propias barbas. Y se desperdiciaría una tremenda cantidad de energía, dedicada a hacer crecer el pelo de la cara, un pelo que impediría el trabajo del hombre, pues no hay máquina capaz de cortarlo con rapidez suficiente. A usted le inhibiremos el crecimiento del pelo de la cabeza. Si le sale o no del mismo color, es algo que ya descubrirá luego. ¿Conoció al navegante que vino de las estrellas?—

    El médico sabía que ella lo había conocido. No sabía que el navegante se le había acercado a ella. Helen logró mostrarse serena mientras le sonreía al doctor y decía:

    —Sí, los técnicos le injertaron cuero cabelludo, recuerdo. El pelo salió negro, y le pusieron ese mote, el señor Ya-no-cano.
    —Si le parece, podemos citarnos para el próximo martes. ¿Cree que estará lista entonces, mi dama?

    Helen se sintió rara oyendo que ese hombre viejo y serio la llamaba dama", pero sabía que era un homenaje a una profesión y no a un individuo.

    —Hasta el martes hay tiempo de sobra.

    Helen estaba contenta. El médico, suficientemente anticuado, conocía los viejos nombres de los días, y usaba esos nombres. Era una señal de que no sólo había estudiado las cosas esenciales en la Universidad sino que había aprendido también las elegantes insignificancias.


    IX


    Dos semanas después, y según los cronómetros de la cabina, habían pasado veintiún años. Helen se volvió por diez milésima vez a observar las velas.

    Sentía en la espalda unos latidos dolorosos; el corazón le rugía como un vibrador de alta velocidad en el lapso temporal de la conciencia. Helen podía mirarse el medidor de la muñeca y ver cómo las agujas señalaban muy lentamente decenas de miles de pulsaciones.

    El aire era un silbido constante en la garganta, mientras los pulmones parecían temblar de velocidad.

    Y Helen sentía el dolor intermitente de una extensa tubería que llevaba una inmensa cantidad de agua espesa directamente a la arteria del cuello.

    Parecía como si alguien le hubiese encendido un fuego en el abdomen. El tubo de evacuación funcionaba de modo automático, pero Helen lo sentía en la piel como una brasa ardiente, y un catéter, que le conectaba la vejiga con otro tubo, la aguijoneaba como el pinchazo de una aguja calentada al rojo. Le dolía la cabeza, y se le nublaba la vista. Sin embargo, aún podía ver los instrumentos y aún podía mirar las velas. De cuando en cuando alcanzaba a ver, tenue como un rastro de polvo, la inmensa madeja de gente y de carga que flotaba detrás.

    Helen no podía sentarse. El cuerpo le dolía demasiado.

    Había una única manera de estar cómoda y descansar: apoyarse en el panel de instrumentos; las costillas inferiores contra el panel, la frente cansada en los medidores.

    Una vez estaba apoyada de ese modo y descubrió que tardaba dos meses y medio en levantarse. Sabía que el descanso no tenía significado, y veía cómo se le movía la cara, una imagen distorsionada que envejecía en una superficie de vidrio, el medidor de "peso aparente". Podía verse borrosamente los brazos y la piel que se estiraba y se aflojaba de nuevo, junto con los cambios de temperatura.

    Helen miró una vez más las velas y decidió recoger el trinquete. Cansada, se arrastró sobre el panel con un servo —robot. Buscó la llave indicada y la abrió una semana aproximadamente. Esperó allí, sintiendo el zumbido del corazón, el aire que le silbaba en la garganta, las uñas que se le rompían suavemente a medida que iban creciendo. Al fin verificó si la llave era la correcta, cerró otra vez, y no ocurrió nada.

    Helen movió la llave una tercera vez. No hubo respuesta.

    Regresó al panel principal, leyó de nuevo los instrumentos, verificó la dirección de la luz, y descubrió una cierta cantidad de presión infrarroja que debía de haber detectado antes. Las velas, muy poco a poco, habían subido casi a la velocidad de la luz, pues se movían rápidamente con un lado oscurecido; detrás las cápsulas, selladas contra el tiempo y la eternidad, nadaban livianas y obedientes.

    Helen observó; la lectura había sido correcta.

    La vela estaba mal.

    Helen volvió al panel de emergencia. No sucedió nada.

    Puso en movimiento un robot de composturas y lo envió a hacer reparaciones metiendo las tarjetas de información con la mayor rapidez posible. El robot salió al exterior y un instante (tres días) después trajo un mensaje. El panel del robot de composturas decía:

    No responde.

    Helen envió un segundo robot de composturas, que tampoco hizo el trabajo.

    Helen envió un tercer robot, el último. Dos luces brillantes la miraron de frente: "No responde." Helen llevó los servorobots al otro lado de las velas y tiró con fuerza.

    La vela no estaba aún en el ángulo correcto.

    Helen se quedó allí, fatigada y perdida en el espacio, y rezó:

    —No por mí, Señor, pues estoy huyendo de una vida que no quise; por las almas dé esta nave y por los pobres tontos que llevo, gente valiente, que tiene una religión, y necesita la luz de otra estrella; por ellos te pido, Señor, que me ayudes ahora.

    Helen pensó que había rezado con mucho fervor y esperaba que le llegase una respuesta.

    No fue así. Helen se sintió aturdida, sola.

    No había sol. No había nada, excepto la pequeña cabina, y Helen estaba allí más sola que ninguna mujer en toda la historia. Sintió la sacudida y el temblor de los músculos que se le ajustaban con el paso de los días mientras la mente sólo notaba el paso de unos pocos minutos. Helen se inclinó hacia adelante, se obligó a sí misma a no abandonarse, y al fin recordó que uno de los entremetidos funcionarios había incluido un arma.

    En qué habría de usar un arma ella no lo sabía.

    El arma apuntaba. Tenía un alcance de cuatrocientos mil kilómetros. El blanco se podía elegir automáticamente.

    Helen se arrodilló, arrastrando el tubo abdominal y el tubo de alimentación y los tubos de catéteres, y los alambres del casco todos conectados al panel. Se agachó debajo del panel de los servorobots y sacó un manual escrito. Al cabo de un rato encontró la frecuencia correcta del arma. La preparó y fue a la ventana.

    En el último momento pensó que el disparo podía destruir la ventana.

    Un arma así tenía que ser capaz de disparar a través de la ventana sin romperla.

    Helen pensó en el asunto una a dos semanas.

    En el instante m que ya iba a disparar, se volvió, y allí, junto a ella, estaba el navegante, el navegante de las estrellas, el señor Ya-no-cano. El señor Ya-no-cano dijo:

    —Así no funcionará.

    El navegante seguía limpio y elegante, como cuando ella lo había visto en Nuevo Madrid. No tenía tubos, no temblaba, y Helen veía cómo le subía y le bajaba el pecho normalmente cada vez que respiraba, en intervalos aproximados de una hora. Una parte de la mente de Helen sabía que el navegante era una alucinación; otra parte creía que era real. Helen sentía que se había vuelto loca, y le alegraba estar loca en ese momento, y dejó que la alucinación la aconsejase. Montó otra vez el arma para que disparase ahora a través de la pared de la cabina, y apuntó al mecanismo de reparación, más allá de la vela retorcida e inmóvil.

    El disparo bajo dio resultado. La interferencia había sido algo que escapaba a toda previsión técnica. El arma había limpiado la misteriosa obstrucción, liberando a los servorobots que se pusieron a trabajar como una tribu de hormigas enloquecidas. Todos habían desarrollado ya defensas interiores contra los impedimentos menores del espacio.

    Ahora corrían y saltaban de un lado a otro.

    Con una sensación de perplejidad algo semejante al éxtasis, Helen vio cómo el viento de la luz estelar hinchaba las velas inmensas. Las velas volvieron bruscamente a su posición normal. Helen sintió el breve tirón de la fuerza de gravedad, como un peso leve.

    El Alma estaba otra vez en ruta.


    X


    —Es una muchacha —le dijeron en Nueva Tierra —. Es una muchacha. Debía tener dieciocho años.

    El señor Ya-no-cano no lo creyó.

    Pero fue al hospital y allí en el hospital vio a Helen América.

    —Aquí estoy, navegante —dijo Helen —. Yo también navegué.

    La cara de Helen estaba pálida como la tiza, y tenía la expresión de una muchacha de veinte años, y el cuerpo de una mujer bien conservada de sesenta años.

    En cuanto al señor Ya-no-cano, no había vuelto a cambiar, pues había regresado dentro de una cápsula.

    El señor Ya-no-cano miró a Helen. Entornó los ojos, y en un repentino cambio de papeles fue él quien cayó de rodillas junto a la cama de ella, cubriéndole las manos de lágrimas.

    El señor Ya-no-cano balbuceó apenas:

    —Hui de ti porque te amaba tanto. Volví a este lugar porque aquí no me seguirías nunca, y si me seguías serias aún una mujer joven, y yo todavía demasiado viejo. Pero trajiste aquí El Alma y me quisiste.

    La enfermera de Nueva Tierra no sabía cuáles eran las reglas que podían aplicarse a los navegantes. Salió silenciosamente del cuarto, sonriendo con ternura Y compasión humanas. Era, sin embargo, una mujer práctica y tenía algunas ideas acerca de su propio ascenso. Llamó a un amigo del servicio de noticias.

    —Creo que tengo el más grande romance de la historia —le dijo —. Si vienes pronto tendrás la primicia del romance de Helen América y el señor Ya-no-cano. Acaban de conocerse.

    No sé si se habrán visto en alguna otra parte. Bueno, acaban de conocerse y ya se enamoraron.

    La enfermera no sabía que ellos se habían jurado amor en la Tierra. La enfermera no sabía que Helen de América había hecho un viaje solitario con un helado propósito, y la enfermera no sabía que la imagen extravagante del señor Ya-no-cano, el navegante, había salido de la nada acompañando a Helen durante veinte años, en la profundidad y la oscuridad del espacio.


    XI


    La niñita había crecido, se había casado, y ahora tenía también una niñita. La madre no había cambiado, pero el spieltier estaba muy, muy viejo. Había sobrevivido a todos los maravillosos trucos de adaptabilidad, y durante algunos años había estado siempre rígido, como una muñeca rubia de ojos azules.

    Sentimentalmente sensible a la adecuación de las cosas, la muchacha había vestido al spieltier con una blusa azul y unos pantalones que hacían juego. El animalito se arrastró suavemente por el suelo, apoyándose en las manitas humanas, usando las rodillas como patas traseras. La falsa cara humana alzó ciegamente los ojos y chilló pidiendo leche.

    La joven madre dijo:

    —Mamá, tendrías que deshacerte de esa cosa. Está toda gastada y queda horrible con estos muebles modernos.
    —Creí que la querías —dijo la mujer mayor.
    —Claro que la quiero —dijo la hija —. Cuando yo era niña, el spieltier era bonito. Pero ya no soy una, niña, y además el spieltier ni siquiera funciona. El spieltier se había puesto trabajosamente de pie y se apretaba contra el tobillo de la dueña. La mujer mayor lo tomó suavemente con la mano, y puso en el suelo un plato de leche y una taza del tamaño de un dedal. El spieltier trató de hacer una reverencia, como le habían enseñado en un principio, resbaló, y cayó de costado lloriqueando. La madre lo enderezó y el pequeño animal-juguete empezó a meter el dedal en el plato, llevándoselo luego a la boquita vieja y desdentada.
    — ¿Recuerdas, mamá...? —dijo la mujer más joven, y se calló.
    — ¿Si recuerdo qué, querida?
    —Tú me contaste lo de Helen América y el señor Ya-no-cano cuando la historia era nueva.
    —Sí, querida, quizá te lo conté.
    —No me contaste todo —dijo la mujer más joven, acusadora.
    —Claro que no. Eras una niña.
    —No me dijiste que fue espantoso. Toda esa gente complicada, y la vida terrible de los navegantes. No entiendo por qué idealizaste la historia y la llamaste romance...
    —Pero lo fue. Lo es —insistió la madre.
    —Romance un comino —dijo la hija —. Vale tan poco como tu y el spieltier estropeado. –La muchacha señaló la muñequita viviente y envejecida que se había dormido junto a la leche. — Pienso que es horrible, Tendrías que deshacerte de eso. Y el mundo tendría que deshacerse de los navegantes.
    —No seas dura, querida —dijo la madre.
    —No seas una vieja sentimental —dijo la hija.
    —Tal vez lo somos —dijo la madre, y se rio.

    Discretamente puso el spieltier dormido en una silla acolchada donde nadie podía pisarlo ni lastimarlo.


    XII


    Los extraños nunca conocieron el verdadero fin de la historia.

    Más de un siglo después de la boda con el señor Ya-no-cano, Helen agonizaba feliz, porque el amado navegante estaba con ella. Helen creía que si podían vencer el espacio también podían vencer la muerte. La mente de Helen, cariñosa, feliz, fatigada, moribunda, se nubló un instante y retomó un tema del que habían hablado durante décadas.

    —Tú viniste El Alma —dijo —. Estuviste a mi lado cuando me perdí y no sabía cómo manejar el arma.
    —Si fui entonces, mi amor, iré de nuevo, dondequiera que estés. Tú eres mi querida, y mi verdadero amor. Tú eres mi dama más valiente, el más osado de los navegantes. Tú eres mía. Tú navegaste por mí. Tú eres mi dama, que llevó El Alma.

    La voz se quebró, pero el rostro del señor Ya-no-cano no perdió la serenidad. Nunca había visto morir así a ninguna criatura humana, tan confiada y tan feliz.


    Fin

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