BREZO, EL PUEBLO DE LAS LANDAS
Publicado en
agosto 25, 2017
He recogido esta brizna de brezo. El otoño está muerto, acuérdate. No volveremos a vernos sobre la tierra. Aroma del tiempo. Ramita de brezo. Y recuerda que yo te espero.
El adiós,Guillaume Apollinaire.
Por Ignacio Abella.
Algunos brezos pueden alcanzar el porte arbóreo, otros apenas sobrepasan un palmo de altura. Entre las numerosas especies se diría que existe una para cada lugar y situación. Terrenos pobres, salinos, calizos o silíceos, pantanosos o áridos, fríos o calientes, soleados o umbríos... Allá donde el bosque encuentra unas condiciones tan difíciles que apenas puede establecerse, el brezal se asienta y facilita la regeneración del arbolado o se perpetúa en las regiones en las que el pastoreo y el fuego o los rigores del clima conforman las interminables landas, habitadas por aquellas matas y arbustos de resistencia extraordinaria.
Vastos páramos y colinas pobladas de túmulos, dólmenes y menhires en los que la vista otea hasta el infinito se visten con un manto pardo que una vez al año florece y se enciende con vivos colores. Son las landas, paisajes sobrios de horizontes interminables que se extienden por buena parte de Europa y encuentran en el brezo el común denominador que ha generado culturas y sustentado tribus a lo largo de siglos incontables. El brezal aportaba pastos especialmente apropiados para caballos, ovejas y cabras, pero también para numerosos herbívoros salvajes. Se podría decir que el brezo proveía carne, leche y lana y suministraba de un modo u otro todo lo necesario para la subsistencia. Las ramitas finas se usaban como combustible de gran poder calorífico y las cepas, para fuegos de larga duración o para hacer carbón. Con ramas secas del grosor de un dedo se hacían también los gabuzos que, encendidos por una punta, conservaban largo tiempo la llama y servían para alumbrar.
Techados de cabañas, camastros de pastores, cierres, escobas y utensilios de todo tipo se fabrican también con brezo, y las abejas extraen de sus flores una deliciosa miel. La perdiz o el urogallo encuentran también recursos básicos para su supervivencia en el brezal.
La poesía y la literatura se han inspirado desde antiguo con el murmullo del viento en las landas y una riquísima mitología ha surgido al calor de los fuegos de turba y de brezo. El encuentro de Macbeth con las brujas que han de revelarle su destino ocurre en mitad del brezal y el gran folclorista francés Paul Sébillot dedicó un libro entero a recopilar las leyendas, creencias y misterios de estos parajes. En ellos reinaba antiguamente Ureica, la diosa del Brezo gala, como una encarnación de la Tierra madre que brota y florece. Posiblemente esté relacionada con el mito irlandés de Garbh Ogh, una giganta sin edad que se alimentaba con leche de venado y pechugas de águilas y que cazaba ciervos monteses con una jauría de 70 perros. Su leyenda cuenta que cuando iba a morir, recogió piedras para hacerse un triple túmulo, y sentada en una caverna de las montañas, en la estación en la que florece el brezo, expiró.
En el mito egipcio Osiris, dios de la Vegetación. le engaña su hermano Seth encerrándolo en un sarcófago que arroja al Nilo. Navega flotando hasta las costas de Fenicia, donde queda varado al pie de un brezo que crece milagrosamente hasta encerrar en su tronco el ataúd. Algunos de los más antiguos mitos de la humanidad parecen referirse a la cíclica muerte de la vegetación que personifican Osiris y los héroes o dioses propios de cada cultura. Como sugiere Apollinaire en los versos con los que iniciábamos este artículo, el brezo es el símbolo perfecto de la vida y de la muerte, con su follaje perenne, su floración llamativa y su regreso anual a un pardo sueño invernal. Pero, sobre todo, simboliza el recuerdo y el olvido que parecen entrelazarse en aquellos paisajes extrañamente bellos y palpitantes, a la par que desolados.
Si lo que digo encuentra en ti resonancia, es simplemente porque los dos somos ramas del mismo árbol.
W. B. Yeats
REMEDIOS CURATIVOS
El habitante de las landas encuentra en el brezo incontables recursos para la supervivencia, pero también remedios medicinales que se extraen del propio arbusto. Con la brecina (Calluna vulgaris) se prepara un té de sabor muy agradable que puede tomarse a diario por simple placer. Además, tiene efectos diuréticos y depurativos y se ha utilizado para infecciones y enfermedades del aparato urinario. También se administraba en forma de baños contra el reuma. Para todo ello se recogen las sumidades floridas en verano, antes de que se abran las flores, y se dejan secar colgando los manojos a la sombra.
Fuente: REVISTA INTEGRAL - JULIO 2009