CINETERAPIA PARA TODOS LOS PÚBLICOS
Publicado en
agosto 16, 2017
Al igual que la filosofía, la música, el teatro o la danza tienen el poder de sanar nuestras emociones, las películas también nos proporcionan lecciones de vida.
Texto por Francesc Miralles.
Aunque vivimos en una época primordialmente audiovisual en la que los niños crecen pegados al televisor, pocos piensan en el cine como terapia para entender el mundo y gestionar los estados de ánimo. Sin embargo, la gran pantalla —o la pequeña, en su defecto— tiene la capacidad de generar emociones y catarsis de gran calado en el ser humano.
La película adecuada en el momento adecuado es todo un bálsamo para afrontar una situación difícil o, al menos, cambiar el humor que nos embarga. Puesto que el cine es un sueño, una ilusión, tiene el poder de actuar en el nivel mental donde se gestan las emociones y los traumas. Por consiguiente, es un efectivo catalizador que no deberíamos despreciar, sobre todo cuando la tecnología pone a nuestra disposición más de un siglo de obras maestras.
EL MÉTODO SOLOMON
Uno de las primeros profesionales que utilizó el poder curativo del cine fue el psicoterapeuta Gary Solomon, que decía a sus pacientes: "Visione usted esta película y llámeme mañana". Dependiendo del problema que le era expuesto en la consulta, ofrecía una receta cinematografica para que la persona reflexionara y hallara la respuesta por sí misma.
Además de ser un medio sencillo para comprender y replanteamos la propia vida, el psiquiatra Enrique Rojas Marcos afirma que "una buena película actúa como un Valium, porque es relajante, rebaja la tensión psicológica y hace olvidar los problemas; es decir, distrae ensoñando. Por otro lado, las películas actúan sobre el subconsciente, un océano que se esconde en el fondo de la personalidad y que dirige nuestra conducta sin que lo sepamos".
El método de Solomon ya había sido probado con éxito a finales de la década de 1970 por Norman Cousins, que en su libro Anatomía de una enfermedad cuenta cómo superó un cáncer gracias a las comedias de los hermanos Marx que vio durante su convalecencia. Al parecer, la mejoría fue tan rápida y notoria que le dieron de alta en el hospital, entre otras cosas, porque con sus carcajadas no dejaba dormir a los enfermos.
Aparte del efecto antidepresivo e inmunoprotector del cine cómico, hay una película para cada trance personal. Tanto si consultamos una guía como si seguimos el consejo de un amigo, una sesión de cine puede cambiar la película de nuestra vida o, como mínimo, compensar un día dificil. Y es que, como señala la especialista Silvia Adela Kohan, "sumergirse en el cine es mirarte en un espejo en el que no te habías visto hasta ese momento. Ver que a otro le pasan cosas parecidas a las que le ocurren a uno y que hace lo que uno podría hacer y no se atreve nos lleva a preguntarnos sobre el sentido de la propia vida y de las decisiones tomadas".
En su ensayo Biblioterapia y cineterapia, esta autora destaca las tres maneras en las que el séptimo arte conecta profundamente con el espectador:
Poder de ilustración: las películas que nos hacen reflexionar nos permiten tomar conciencia de algunos detalles de nuestra realidad que a menudo nos pasan desapercibidos.
Poder de identificación: un personaje con el que nos sentimos conectados nos puede aportar recursos olvidados, así como fórmulas para aplicarlos. Al entrar en una historia ajena, nos hacemos cargo de sus venturas y desventuras, como un campo de pruebas para actuar en nuestra propia vida con más sabiduría.
Poder de prevención: en ocasiones, una película nos plantea un drama en el que no hemos caído todavía, pero al cual nos acercamos peligrosamente, por lo que puede servir de freno. Un ejemplo de este tipo de cine sería el impacto que obtuvo en 1981 la película Yo, Cristina F., que salvó a muchos adolescentes de la atracción de las drogas.
Más allá de su capacidad para entretener, el cinc nos permite profundizar en conflictos pasados, presentes y futuros. Nos plantea preguntas y nos ofrece ejemplos que pueden ayudarnos a tomar decisiones. No pocas personas aseguran que una determinada película les "cambió la vida" al brindarles una perspectiva nueva sobre el mundo o sobre ellas mismas.
Silvia Adela Kohan describe así la acción de la cineterapia en el espectador: "Al ver una película que nos conmueve, sacamos conclusiones sobre las sensaciones vividas y rehacemos de alguna manera el camino desde que comenzó hasta que se encendieron las luces del cine. La clave consiste en aceptar qué nudos dramáticos, qué escenarios, qué clase de relaciones y de atmósfera establecen una alianza con nuestros propios nudos emocionales."
AMPLIAR NUESTRA PERSPECTIVA. Aparte de entretener, el cine nos permite profundizar en nuestros conflictos. Nos plantea preguntas y nos ofrece ejemplos que pueden ayudarnos a encontrar solución a los problemas o a abordarlos desde otra perspectiva.
HISTORIAS QUE DEJAN HUELLA
Si hacemos una lista con las películas que más nos impresionaron en nuestra infancia y adolescencia, encontraremos en cada una de ellas elementos que han conformado nuestra sensibilidad y nuestra visión del mundo.
Incluso en películas consideradas en su tiempo una distracción sofisticada, como La guerra de las galaxias, subyacen enseñanzas profundas que han modelado a millones de personas. La fidelidad de Luke Skywalker a la princesa Leia y a los suyos, las lecciones del maestro Yoda, el mal encarnado por el oscuro Darth Vader... En realidad, todos ellos son personajes de un cuento de hadas de la era moderna y como tal, su influencia en los espectadores de varias generaciones opera también en el nivel simbólico e inconsciente.
Al analizar el papel que han desempeñado las películas de nuestra vida en la propia evolución, comprobamos que, de algún modo, la ficción cinematográfica ha teñido nuestras experiencias en el llamado "mundo real". Sobre esta cuestión, el escritor y crítico cinematográfico Hilario J. Rodríguez declara: "El cine es un mecanismo comunicativo que nos permite entender mejor la vida y tomar parte en ella. Yo siempre he creído que las películas abren puertas, nos colocan ante los demás con más garantías. No me gusta creer que la vida y el cine vayan cada uno por su lado, sin interconectarse. Por eso intento reflejar siempre de qué manera las películas me colocan ante los acontecimientos que tienen lugar cada día."
Una forma de entender lo que hemos llegado a ser como adultos es revisar las actitudes y valores que tenían aquellos personajes que quisimos emular en nuestra infancia o juventud, así como los que despertaron en nosotros las peores pesadillas.
Es cierto que en la actualidad los económicos reproductores de permiten a cualquier persona regalarse una sesión de cineterapia a la carta a cualquier hora del día. Sin embargo, para gozar de este medio sanador en toda su potencia, las salas de cine siguen siendo el lugar perfecto donde absorber la mística de las películas. No sólo se trata de una cuestión de tamaño o de calidad de imagen, sino que tiene algo de ritual. Así, Hilario J. Rodríg,uez subraya la importancia del viejo hábito para los que tienen una sala a su alcance: "Del mismo modo que para los católicos el domingo es su día de celebración eucarística; para mí, el domingo por la tarde es el mejor momento para ir al cine. Me gustan las sesiones masivas y bulliciosas, con mucha gente. Me recuerdan que el cine, en principio, sirvió para crear vínculos entre los espectadores. Desde luego, en el interior del cine en un domingo se pueden sentir muchas cosas menos soledad. Hay una especie de euforia que se vuelve contagiosa y que a mí me hace sentir feliz."
EL CINE COMO EDUCACIÓN
Una de las miradas más frescas sobre la cineterapia en el momento presente la encontramos en la novela de David Gilmour Cineclub", traducida recientemente al castellano. Cuenta la historia de un padre que, ante el fracaso escolar de su hijo Jesse, toma la original decisión de ofrecerle el cine como alternativa para formarse. Le permite dejar el instituto a condición de que se siente con él a ver tres películas por semana. Este singular curso de vida empieza con el clásico de Truffaut, Los 400 golpes, seguida de la comercial Instinto Básico de Verhoeven, que sirven a padre e hijo para ir debatiendo sobre todo lo que hay que saber para transitar por el mundo.
Cuando el chico conoce a una atractiva vietnamita, la educación filmográfica y sentimental parece resentirse, pero su padre se encarga de recordarle la importancia de dejarse capturar por el cine: "Jesse desapareció para atender una llamada en mitad del pase Con fildas a lo loco, estuvo fuera veinte minutos y cuando volvió, estaba distraído y triste. Volví a poner la película, pero era perfectamente consciente de que él ya no estaba allí en realidad (...). Apagué de golpe el reproductor y le dije: '¿Sabes Jesse?. Estas películas se hicieron con mucho amor y dedicación. Estaban pensadas para ser vistas de un tirón, de tal forma que una escena desembocara en la otra. Así que voy a dictar una norma: de ahora en adelante, nada de llamadas de teléfono durante la película." De hecho, ésa es la acritud correcta para, cuando no podemos escaparnos a una sala cine, convertir el salón de casa en un gran teatro de sueños con capacidad para alterar la vigilia.
Aparte de los consejos que un padre puede dar a su hijo, quien escribe estas líneas no ha podido resistir la tentación de cerrar el artículo con una pequeña selección de películas que fueron su escuela. Luces, cámaras... ¡Acción!
EL MAGO DE OZ, Victor Flemine, 1939. El viaje "más allá del arco iris" de Dorothy, el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León cobarde está lleno de enseñanzas sobre cómo las carencias pueden acabar convirtiéndose en fortalezas. Un cuento de hadas que todos deberíamos revisitar cada cierto tiempo.
DERSU UZALA, Akira Kurosawa, 1975. Esta película filmada por el maestro japonés en Siberia es un canto a la naturaleza y a la amistad que conmueve a cualquier edad. Está llena de momentos sublimes, como cuando el pequeño cazador mogol alerta a los soldados rusos gritando: "¡No disparen, soy gente!" Tengo que decir que el recuerdo de la imagen final con el bastón bifurcado todavía me emociona.
EL HOMBRE ELEFANTE, David Lync.h, 1980. En la obra maestra de un director que en sus siguientes trabajos ha optado por ser críptico, el monstruo recogido por un caritativo médico nos regala toda una lección de humanidad. Jamás olvidaré la pasión con la que John Merrick logra completar, pese a sus limitaciones físicas, la maqueta de una catedral.
Toda película es un espejo del mundo.
Jeanne Moreau
FILMOGRAFÍA DEL OPTIMISMO
Entre las películas que inyectan felicidad en el espectador, éstas son algunas de las más efectivas para contrarrestar un mal día:
QUÉ BELLO ES VIVIR, Frank Capra, 1946. Abrumado por la desaparición de una importante suma de dinero, el banquero de una pequeña localidad decide suicidarse. Sin embargo, en el último momento, un viejo ángel que aún no se ha ganado sus alas le hace recapacitar sobre el verdadero sentido de la vida.
INDICADA PARA: personas que están atravesando una crisis de cualquier tipo o que se encuentran apáticas o desmotivadas.
AMÉLIE, Jean-Pierre Jeunet, 2001. Una tímida camarera se empeña en que todos los que la rodean sean felices. Para conseguirlo, inventa toda clase de estrategias que le permitan intervenir en sus vidas sin que se den cuenta. Pero la llegada de un extraño muchacho, Nino Quimcampoix, dará un giro a su propia existencia.
INDICADA PARA: volver a creer otra vez en la magia de la vida.
ODETTE. Éric-Emmanuel Schmitt, 2006. Pese a su vida gris, Odette tiene un corazón de oro y una gran debilidad por las novelas de Baltazhar Balsan, el refugio donde encontró la felicidad tras la muerte de su marido. Un día decide demostrarle su admiración y expresarle su agradecimiento por medio de una carta.
INDICADA PARA: aquéllos que necesitan un curso intensivo de felicidad cotidiana.
HAPPY. Mike Leigh, 2008. Poppy, una profesora de primaria londinense, es un espíritu libre y optimista que se toma la vida tal como viene. Cuando descubre que le han robado la bici, en lugar de enfadarse, decide sacarse el carné de conducir. Su instructor será Scott, un neurótico que no encaja con el carácter abierto y hablador de ella.
INDICADA PARA: quienes deben tratar con personas difíciles en el trabajo o la familia.
Fuente: REVISTA INTEGRAL - JULIO 2009