ALUMNOS INVENTORES QUE AYUDAN A LOS LISIADOS
Publicado en
agosto 18, 2017
En este proyecto de prácticas de asistencia social, que llevan a cabo unos niños ingleses, se combinan la habilidad, la imaginación creadora y el espíritu de solidaridad.
Por Antony Brown.
CUANDO a principios de 1981 David Mills, operador de autobús de 36 años, de Salford, área metropolitana de Manchester, quedó inmovilizado por un ataque cerebral, pensó que, además de su empleo, había perdido toda oportunidad de practicar su pasatiempo favorito. Privado del uso del brazo izquierdo, ya no podría sostener el taco de billar.
Los trabajadores sociales revisaron todos los catálogos de artefactos especiales para lisiados, mas no encontraron ninguno apropiado para David. Entonces, los alumnos de una escuela de segunda enseñanza vecina encontraron una solución: diseñaron un pequeño apoyo para tacos de billar, con una base pesada para que permaneciera firme y un pequeño anillo a través del cual se podía apuntar con el taco. Su propietario, mientras se disponía a alzar el taco para meter una bola roja en la buchaca, declaraba entusiasmado: "¡Esto es fantástico! ¡Significa que aún puedo jugar y divertirme!"
El apoyo para tacos de billar de David Mills es sólo uno de los centenares de inventos que diseñaron los alumnos de Salford como parte del Programa Preocupación Escolar, destinado a ayudar a los minusválidos de esa ciudad. Sorprendiendo a los maestros con su ingenio casi mágico, han creado desde un artefacto para que un artrítico riegue sus plantas, hasta un enhebrador de juguete para que los niños con graves impedimentos físicos desarrollen la coordinación neuromuscular.
En una escuela secundaria observé a un grupo de estos inventores trabajar en una rampa portátil que un lisiado puede transportar en su silla de ruedas. El artefacto, basado en un ingenioso sistema de hojas plegadizas y bisagras, y ajustable a tres inclinaciones distintas, es la solución de los estudiantes al problema que afrontan quienes van en silla de ruedas cada vez que deben subir o bajar escalones. Según el profesor de trabajos manuales, Chris Perry, "esto es infinitamente más gratificante que cuanto solíamos hacer: soportes para tiestos, candeleros y repisas para pipas, que los alumnos se llevaban muy contentos a casa y pronto pasaban al olvido".
El entusiasmo de que han dado muestras los inventores confirma la opinión de Chris Perry. Los maestros de otra escuela de la misma ciudad quedaron pasmados cuando un grupo de alumnos ausentistas comenzaron a acudir en masa y regularmente a las clases de trabajos manuales. La razón fue que deseaban colaborar haciendo juguetes especiales para los pacientes lisiados de un hospital infantil de la ciudad.
Los esforzados maestros especialistas que educan a los niños más enfermos de Salford alaban el programa. Cada centro de inválidos trabaja en estrecha colaboración con un colegio, según pedidos específicos. Janet Pardoe, directora de una escuela para niños retrasados mentales, afirma: "En vez de preguntarnos dónde podríamos conseguir un juego de dominó gigantesco para uno de nuestros alumnos, solicitamos a las chicas del Worsley College que nos hicieran uno". En 1981, estas jóvenes también construyeron un asiento especial con la parte izquierda acojinada; era para Frankie, de catorce años, quien debía permanecer siempre recostado en ese lado. Agrega Janet Pardoe: "Aunque tuviéramos fondos, no hay supermercados en los que se puedan adquirir estos auxiliares. Cada enfermo tiene necesidades especiales".
El Programa Preocupación Escolar se organizó pensando en tales necesidades. Su propósito no es sólo alentar a que la gente menuda invente artefactos o aditamentos especiales, sino a que entienda de inmediato y en la práctica los problemas de los lisiados. El enfoque de Salford concordaba exactamente con los objetivos del Año Internacional de los Inválidos. "Lo más importante", afirmó el príncipe Carlos, patrocinador del Año en Inglaterra, "es que las personas sanas se pongan en el lugar de los impedidos".
Trabajar en esta clase de proyectos logra cambiar las actitudes de los niños de un día para otro. Beverly Hayes, de dieciséis años entonces, visitó a Stan Griffiths, víctima de esclerosis múltiple, cuando un grupo de sus condiscípulos equipaba la cabaña de este con pasamanos especiales y una correa que lo sostendría al estar en pie. Beverly me confió: "Antes, al ver a un minusválido en la calle, volvía la cara. Desde que conocí a Stan y a su familia, sé cómo se siente un enfermo así".
Algunos jóvenes siguen prodigando interés y afecto a los lisiados, aun después de terminar los estudios. Tres ex alumnas ayudaron a diseñar un tablero para que la señora Doris Toft, paralizada del brazo izquierdo por un ataque cerebral, pudiera untarle mantequilla al pan.
Los maestros se asombran a menudo ante la rapidez con que los jóvenes superan su ansiedad inicial al conocer a baldados de su misma edad. En una escuela para niños con graves impedimentos, observé a alumnos de un plantel afiliado al Programa Preocupación Escolar trabajar con toda naturalidad midiendo un excusado especial que estaban fabricando. El director de este plantel, Peter Shires, observó: "He conocido a adultos para los cuales tratar a nuestros chicos es una atroz experiencia. Esta nueva generación será más comprensiva y solidaria con los lisiados".
Hasta los chicos de diez años asombran con sus actitudes benevolentes y maduras. Mike Critchlow, subdirector de una escuela de enseñanza primaria, pensaba que sus alumnos eran demasiado pequeños para establecer vínculos con menores impedidos. No obstante, aceptó poner a prueba el proyecto. Desde entonces, sus educandos han fabricado una cocina de juguete, un muestrario de texturas para que los niños con lesiones cerebrales ejerciten el tacto, y un juguete en forma de bota con el que los retrasados de trece años aprenden a atarse los zapatos.
Otros muchachos mayores visitan ahora con regularidad la escuela de enseñanza especial y ayudan a los incapacitados a armar rompecabezas; dos estudiantes impedidos, de quince años de edad, han asistido a clases prácticas de matemáticas en el colegio anexo, y han realizado ejercicios simples con pesas y medidas. "Al aprender juntos, se sienten iguales a nuestros chicos", asevera Critchlow.
Hasta el menor artefacto puede resultar de indecible ayuda para el beneficiario. John, un chico de trece años con problemas de lenguaje, gozaba tanto al dar de comer a los pájaros fuera del aula, que su maestro pidió a Preocupación Escolar que fabricara un comedero de pájaros.
Lucy Flynn, quien tuvo el valor de mudarse sola a un apartamento tras vivir durante cuarenta años en instituciones asistenciales, ambicionaba invitar a sus amigos a cenar en el nuevo hogar. El problema de esta espástica era que no podía tomar la bandeja para meterla en el horno. Preocupación Escolar recibió la solicitud de auxilio y, con la ayuda del profesor de trabajos en metal, David O'Connor, le diseñó y fabricó un mango muy largo, con el cual cocina sin peligro. "Lo que los impedidos necesitan es a menudo atención oportuna", afirma cierta trabajadora social. "Que alguien estuviera atento a las necesidades de Lucy reforzó su confianza en que podría arreglárselas sola en su nuevo hogar".
El Programa Preocupación Escolar se originó hace varios años, cuando Mollie Barrett, catedrática de ciencias, leyó en un diario la carta de un señor sordo, incapaz de levantarse a tiempo para ír al trabajo, pues vivía solo y no oía el despertador. Mollie Barrett planteó el caso a sus alumnas, pero tras experimentar durante seis meses con luces intermitentes conectadas a un reloj, las chicas no daban con la solución.
En eso, una de ellas, a quien le habían regalado hacía poco un secador de cabello, se preguntó si un chorro de aire tibio dirigido a la cara sería capaz de despertar a una persona dormida. "Por fin estábamos en el buen camino", recuerda la señora Barrett. "La muchacha había atinado al pensar en el sentido del tacto, único recurso para despertar a los sordos".
La clase fabricó un prototipo, con el refinamiento de que en invierno el chorro de aire sería tibio y, en verano, fresco. A este siguieron otros artefactos ingeniosos. Uno, lanzado después al mercado, fue una luz intermitente que operaba sí nadie hacía correr el agua del excusado durante más de diez horas; así se hizo una señal de alarma para los vecinos de ancianos enfermos o lisiados.
Entre quienes se enteraron de estos experimentos estaba el doctor Alee Dickson, fundador del Servicio Voluntario en el Exterior y del grupo Voluntarios al Servicio de la Comunidad. Durante mucho tiempo había tratado de alentar las iniciativas de asistencia social entre los jóvenes. De inmediato captó las posibilidades que ofrecía el programa de esas niñas, y se lo mencionó a miembros del Parlamento y a Alf Morris, ministro británico para los Impedidos. Morris visitó la escuela y propuso que el Departamento de Salud y Seguridad Social subsidiara un programa piloto dirigido por los Voluntarios al Servicio de la Comunidad (CSV, por sus siglas en inglés).
Iniciado en enero de 1979 con una asignación de 68,000 libras esterlinas del Departamento de Salud y Seguridad Social, Preocupación Escolar ha superado las expectativas más optimistas. Al trabajar en colaboración con los Departamentos de Educación y Servicios Sociales de Salford, el coordinador del CSV, Richard O 'Connell, ha ampliado el Programa a catorce escuelas locales, cada una vinculada a un centro para lisiados. "Las estadísticas de los primeros dos años indicaron que 323 chicos hicieron 232 artefactos", me informó mientras viajábamos en el viejo camión de Preocupación Escolar —otra donación— para entregar estanterías de juguetes de alturas y anchos especiales para alentar a los niños lisiados a ejercitar los músculos de los brazos.
Para ayudar a los educandos a comprender mejor los problemas de los impedidos, las escuelas de Salford exhiben películas y diapositivas, o invitan a algunos lisiados a conversar con los jóvenes aspirantes a colaborar en el programa. Las alumnas de una escuela pidieron prestadas seis sillas de ruedas del Departamento de Servicios Sociales, y se empujaron unas a otras por la ciudad, anotando cuidadosamente las dificultades que encontrarían los tullidos al usar baños públicos, teléfonos, escaleras, y para alcanzar las estanterías más altas de los supermercados.
El experimento, repetido en dieciséis centros de enseñanza, abrió los ojos de los alumnos... y de muchos adultos. "La gente habla en tono protector a los lisiados", comentó una de las muchachas que pasearon en silla de ruedas.
Intrigadas por la sencillez y el bajo costo del proyecto, las autoridades de tres condados vecinos lo estudiaron; también ha suscitado interés en Estados Unidos, Suecia y Japón, países donde se exhibe un programa televisivo sobre las actividades de Preocupación Escolar.
Este proyecto de Salford no sólo estimula el ingenio de los jóvenes; además, los guía hacia una mayor comprensión de las personas a quienes ayudan, y se ha convertido en faro de esperanzas respecto a las actitudes de las generaciones futuras para con los impedidos. Alf Morris concluye: "Los niños tienen más imaginación que los adultos. En un mundo donde cada día hay menos imaginación, debemos hacer todo lo posible por alentar la inventiva y la bondad".
ILUSTRACIÓN: GARY KEANE