VISUALIZACIÓN POSITIVA, LA CLAVE DEL ÉXITO
Publicado en
mayo 17, 2017
En el interior de todos los hombres se libra una constante batalla entre el deseo de triunfar y el temor de fracasar. He aquí la clave del éxito: forjarse una imagen del triunfo tan poderosa, que no haya aprensión capaz de vencerla.
Por Norman Vincent Peale.
CUANDO joven, tuve de mí mismo un concepto bastante negativo. Tanto mi padre como mi madre eran personas extraordinariamente decididas, listas, elocuentes. Yo me sentía incapaz de igualarlos o de llegar a las metas que habían fijado para mí. Además, me molestaba que la gente me señalara como "el hijo del predicador". Tenía la impresión de que los adultos esperaban ver siempre en mí un niño bueno, y que me censurarían si no lo era, mientras que, de serlo, mis compañeros de juego me despreciarían.
Esta sensación habría persistido indefinidamente de no haber sido por algo que me dijo un profesor durante el segundo año de universidad. Un día, luego de escuchar mi triste exposición, pidió que aguardara después de la clase. "¿Hasta cuándo vas a seguir siendo un pusilánime?", me reprendió. "Pareces un conejo espantado, temeroso hasta de su voz. Más vale que corrijas el concepto que tienes de ti mismo, antes de que sea demasiado tarde".
Abandoné el salón indignado, resentido y herido, pero, sobre todo, preocupado porque sabía que el profesor estaba en lo cierto.
Me senté en la escalinata de la capilla e imploré a Dios con no menos fervor que desesperación: "Permite que me vea no como un conejo asustadizo, sino como alguien capaz de realizar grandes empresas en su vida porque Tú le das vigor y confianza".
Cuando me puse de pie, algo se había transformado en mi ser. No es que hubieran desaparecido todos los complejos de inferioridad, pues a la fecha sigo cargando con algunos de ellos; pero la noción que tenía de mí mismo sí había cambiado, y con ella el curso de mi vida.
Al paso de los años aprendí a utilizar las técnicas de visualización para alcanzar mis objetivos. A veces me amenazan los antiguos sentimientos de insuficiencia, mas de ordinario —y por suerte— logro forjar en mi mente una imagen del éxito más poderosa que la del fracaso.
Recuerdo un día de primavera en que los veteranos de guerra y sus familiares organizaron una ceremonía multitudinaria. Cuando me invitaron, supuse que era para recitar la oración de apertura del acto, pero al llegar allí me enteré de que yo figuraba en el programa como orador principal.
No sé qué escalofrío recorrió todo mi cuerpo. No había preparado ningún esquema. Me horrorizaba pensar que iba a hacer el ridículo ante aquellas 50,000 personas. Acudí a los organizadores y les pedí que prescindieran de mí porque no iba a pronunciar ningún discurso; que buscaran otro orador.
El invitado de honor alcanzó a oír mis lamentos. "Hijo", me increpó, "deja ya de pensar únicamente en el fracaso. Eres predicador, ¿no? Hoy se te ofrece la oportunidad de aliviar la pena de todas estas acongojadas madres. Exprésales nuestra gratitud por el sacrificio que han hecho. Diles cuán orgullosa está la patria por los hijos y esposos que perdieron. Ve y háblales. Yo estaré sentado detrás de ti y te imaginaré dándoles consuelo, ayudándolos, embelesándolos durante los próximos veinte minutos. Ese es el cuadro que he visualizado en mi mente. ¡Y es tan clara y potente la imagen, que sín lugar a dudas así va a suceder!"
Apenado ante tanta insistencia, acepté su consejo. La evocación del triunfo que él me inculcó debió de ser más fuerte que mi idea del fracaso, pues la alocución salió bastante bien. Al terminar la ceremonia, el invitado de honor me explicó: "¿Te das cuenta? Si crees poder o si alguien que confía en ti cree que puedes, ¡entonces puedes!"
Quizá fue en ese momento cuando advertí la formidable fuerza de la visualización positiva. Pero más allá de dicha idea está la capacidad de imaginarnos triunfando, y de retener esa representación con absoluto realismo, de modo que cuando cosechamos el éxito deseado, este se nos antoja un simple remedo de una realidad que ya existía en nuestra mente.
Cierto que otras personas habían entrevisto años antes el poder de la visualización positiva, mas nadie la había llamado así. El francés Émile Coué, autodenominado psicoterapeuta, aconsejaba a la gente repetirse constantemente: "Cada día que pasa, soy mejor y mejor en todos los aspectos". En opinión de algunos críticos, se trata de una ridícula gimnasia mental. Con todo, no carece de fundamento. En cierta ocasión asistí a una conferencia de Coué, quien, para ilustrar el alcance de la imaginación, pidió al auditorio que visualizara un tablón de quince centímetros de ancho y seis metros de largo, tendido sobre el piso: cualquiera podría caminar sobre él con soltura y confianza. Acto seguido nos pidió poner el mismo tablón entre dos edificios, a treinta metros de altura. La imaginación —en este caso, la visualización de la caída— nos impedía prácticamente recorrer el madero.
Recuerdo otra ocasión en la que el mismo recurso obtuvo resultados impresionantes. Era un domingo por la noche y llovía a cántaros en la Ciudad de Nueva York. El viento aullaba al doblar las esquinas de los rascacielos y arrastraba por las calles olas de lluvia y de cellisca. Como de costumbre, yo debía predicar en el servicio nocturno. Camino de la iglesia en compañía de mi esposa, me fue invadiendo la ansiedad. Estaba seguro de que esa noche iba a predicar a las bancas vacías.
—¡Qué desastre! —comenté—. Nadie que esté en su juicio saldrá de casa con esta tormenta.
Y seguí soltando comentarios negativos. De repente, Ruth se fastidió. Dirigió el auto a la orilla de la acera y lo estacionó bajo la densa lluvia.
—¿Qué te pasa? —me reprochó—. Tú siempre pregonando el optimismo y la visualización positiva, y ahora no haces más que pensar en ti y preocuparte de si tendrás o no una numerosa concurrencia —y señaló los edificios de apartamentos cercanos ( grises por efecto de la lluvia) y las luces mortecinas de sus ventanas—. ¿Por qué no piensas en la gente que sufre allí? ¿Por qué no los imaginas agolpándose a la puerta de la iglesia, ocupando hasta la última banca y trayéndote sus aflicciones y problemas en busca de una solución? Oremos porque el templo esté lleno, pero no para halagar tu vanidad, sino para servir al pueblo. ¡Veámoslo atestado de feligreses y demos gracias al Señor de que así sea!
Nos tomamos las manos y oramos; imaginamos, visualizamos. Al llegar al templo, este se hallaba repleto.
¿Cabría objetar que de todas maneras la iglesia se habría llenado aquella noche? ¡Por supuesto! Pero, ¿cuántas personas que titubeaban habrán sentido de repente el impulso de acudir?
Que los incrédulos se queden con sus dudas. Yo prefiero creer que las ideas tienen el don de volar.
A través de los años, Ruth y yo hemos estudiado el principio de la visualización y lo hemos puesto en práctica; hemos llegado a la conclusión de que esta técnica da buenos resultados en casi todos los aspectos importantes de la vida. Es uno de los grandes principios de la vida creativa.
Debo aclarar, sin embargo, que no es una fórmula mágica ni un truco mental que surta los efectos anhelados. Lo que sí hace, y a las mil maravillas, es abrirnos las puertas a la solución de los problemas y a la consecución de nuestras metas.
Ahora bien, una vez abiertas las puertas, debe haber de nuestra parte disciplina, fuerza de voluntad, paciencia y tesón, siempre y cuando deseemos resolver esos problemas y fraguar esos sueños. Así, el lector comprobará, como lo hemos comprobado Ruth y yo, que todo lo que se puede visualizar se puede convertir en realidad.
CONDENSADO DE "IMAGINACIÓN TENAZ". © 1982. 1983 POR EDITORIAL GRIJALBO. S.A.