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mayo 09, 2017
EL ESTADISTA francés Talleyrand tenía un amigo a quien cierta vez sorprendieron haciendo trampas en el juego de baraja. Indignados, los compañeros lo vapulearon y luego lo arrojaron por un balcón. Cuando se repuso de sus heridas, preguntó a Talleyrand:
—¿Qué harías tú en mi lugar?
—Si fuera tú, de ahora en adelante jugaría siempre en la planta baja.
—T M.
CULTIVANDO LA DEMOCRACIA. En diciembre de 1979, el presidente egipcio Anwar el-Sadat llevó a Walter Cronkite, pilar de la televisión norteamericana, a una gira por Egipto para que se hiciera una película. El trato de igual a igual de Sadat cuando se hallaba con la gente del pueblo en las áreas rurales, sorprendió al visitante.
En Mit Abu el Kom, aldea natal de Sadat en el Bajo Egipto, Cronkite realizó la primera filmación en una granja de propiedad del Presidente. Este se lamentaba porque un anciano campesino era dueño de una franja de terreno que atravesaba por medio de su predio:
—Desde hace años trato de comprar esa tierra pero el hombre no quiere vendérmela.
—¿Quiere decir, señor Presidente —preguntó incrédulo Cronkite—, que en el poblado donde nació no tiene suficiente influencia como para persuadir a un ciudadano de que le venda su tierra?
—¡Exacto! ¡Tal es el caso! Esto es una democracia. La prueba de la nuestra está aquí, en mi propio pueblo.
Momentos más tarde, Cronkite observó a Sadat conversando con el testarudo propietario de la deseada franja de terreno. Separándose del interlocutor, el Presidente se aproximó a Cronkite .abriendo los brazos con fingida desesperación:
—No sólo no me vende, sino que ahora me pide un favor. ¡Quiere que yo consiga la baja de su hijo en el Ejército!
—N.H.
¿HA TERMINADO EL DECENIO DE 1970?
LO QUE algunos, en años venideros, comenzaremos a llamar "los años 80", no empezaron el primero de enero de 1980. Tampoco se iniciaron al entrar 1981. Las tendencias sociales, culturales y políticas rara vez duran exactamente diez años.
Lo que hoy todo el mundo llama los años 20, fue un lapso que casi coincidió con el calendario. Estados Unidos puso en vigor la decimoctava enmienda constitucional (La Prohibición o "Ley Seca") el 29 de enero de 1919... buena fecha para el comienzo de una era, la cual cerró con un estallido el "Jueves Negro": 24 de octubre de 1929. Para los norteamericanos, los años 30 llegaron a su fin el 7 de diciembre de 1941 y el decenio del 40 se prolongó mucho más allá de 1949. Ya habían transcurrido muchos años 50 de calendario cuando, a mediados del decenio, hizo su aparición el rock and roll, música conocida hoy y en el futuro como característica de esa década, en pleno dominio de las ondas hertzianas.
El decenio histórico-cultural de los 60 —los disturbios estudiantiles, los asesinatos, la música estridente— ya se aproximaba a un clímax horrendo, antes que los historiadores de la cultura Pop miraran atrás y señalaran como inicio de la nueva "década" el asesinato del presidente John Kennedy, ocurrido el 23 de noviembre de 1963. El choque de toda una nueva generación con los dos mandatarios que sucedieron a Kennedy, dominó la vida norteamericana hasta llegar a su punto culminante con un episodio de dos años llamado Watergate; así, los "años 60" terminaron en 1974.
Aquellos lustros coincidieron con el despertar de la nación estadounidense a la escasez —y al alza vertical de precios— del combustible; tal tema se ha convertido en el dominante de esta angustiosa época denominada "los años 70". ¿Cuándo terminarán estos? O, como "decenio" histórico-cultural, ¿llegaría a su fin el 4 de noviembre de 1979, cuando una turbamulta iraní se apoderó de la Embajada de Estados Unidos en Teherán? Sólo el paso de más Años Nuevos definirá esto.
—D.M.T.
UNA AMIGA mía lleva la cuenta de lo que gasta en alpiste para alimentar a los pájaros, y envía una cantidad igual al UNICEF (siglas en inglés del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia). "No es justo dar de comer a las aves, sin hacer otro tanto por los niños".
—A.B.
IDILIO AÉREO
UNA AMIGA mía, auxiliar de vuelo, acababa de regresar de vacaciones. Durante una semana encantadora de elevados picachos, cielo azul y pinos de fragancia embriagante, se enamoró de un buen partido. Además de soltero, era dueño y administrador de un magnífico rancho ganadero, y vivía en una hermosa cabaña de troncos. Al terminar la semana, el sujeto se le declaró.
Mi amiga, algo indecisa como siempre, volvió a su casa y a su trabajo, esperando que algo la iluminara para tomar una determinación.
Al día siguiente, durante el vuelo, se encontraba pensando qué hacer. Para reanimarse, entró en el baño y se echó un poco de agua fría en la cara. En ese momento se registró una turbulencia, encendiéndose un letrero que decía: Vuelva a la cabina. Ella entendió "a la cabaña"... y allí fue: a la de las montañas.
—R.D.
POR SER el género humanó el eslabón más débil de cuanto Dios ha creado, el hombre debe intentar ser tan fuerte y tan bueno como sea posible. De su fortaleza depende la creación entera.
—Isaac Bashevis Singer, escritor laureado con el Premio Nobel.
UN SOLO TIRO
UN JOVEN de aspecto indescriptible llegó al Horseshoe Club, de Las Vegas (Nevada), llevando dos valijas. Una estaba vacía; la otra contenía billetes de banco por valor de 777.000 dólares... los que pensaba apostar a un solo tiro de los dados. Así pues, compró 1.554 fichas de 500 dólares cada una y se encaminó a la mesa en que una mujer manejaba el cubilete. Señalando las fichas, dijo el joven: "Todo esto a la línea de no pasar".
Era un riesgo con iguales posibilidades de ganar o perder. El fo¬rastero apostaba a que la jugadora de dados perdería. Si al primer tiro ella se anotaba siete u once, ganaría. Si sacaba dos, tres, o doce, perdería. Con cualquier otro número establecería un "punto", y seguiría lanzando los dados hasta igualarlo o sacar un siete.
La mujer echó un seis. Para que el joven ganara, era preciso que ella sacara siete antes de repetir el seis. Echó a rodar los dados otra vez: Nueve. Los tiró de nuevo: Siete.
"Pierde el siete", tronó la voz del empleado del casino. "Paga al no pasar".
Con calma el forastero alzó sus fichas, que cambió en la caja por 1.554.000 dólares, los que guardó en sus dos maletas. El gerente salió a acompañarlo hasta su automóvil. "Verá usted", explicó el muchacho, "la maldita inflación me estaba erosionando el dinero. Resolví que era cuestión de duplicarlo o perderlo todo".
Habiéndose protegido así contra los estragos de la inflación, se alejó entre las brumas de la noche.
—A.B.
EN 1930 una llamada telefónica de tres minutos entre Nueva York y San Francisco costaba 8,75 dólares, y por esa cantidad podían enviarse 437 cartas por correo de primera clase, recorriendo la misma distancia. Hoy es posible hacer esa llamada diurna por 1,40. Pero con ese dinero sólo podremos enviar nueve cartas.
—R.R.
TOQUE DE URGENCIA. Una señora esperaba con anhelo la llegada de su bebé. Durante las últimas agitadas semanas del embarazo, iría a visitarla un representante del Servicio de Pañales "La Cigüeña", y no queriendo perder la entrevista pegó junto al timbre una nota que decía: "Cigüeña: Favor de tocar, tengo algunas preguntas que hacerle".
—C.R.
¿ABRAZASTE A ALGUIEN HOY? Según la socióloga estadounidense Virginia Satir, el abrazo es el remedio para la melancolía. "Nuestros poros son como antenas para la recepción de mensajes de amor", manifestó ella ante una convención ortosiquiátrica, "y el contacto físico es muy importante". La especialista agregó: "Cuatro abrazos al día son necesarios para sobrevivir; ocho, para el sustento; y doce, para crecer".
—F.H.M.
CUENTA INVERSA. A una señora le preguntaron cuánto tiempo llevaba asistiendo a conciertos sinfónicos y, tras una pausa para calcular, respondió:
—Cuarenta y siete años, y observo que cada vez me molestan menos.
—L.A.K.
UNA ANCIANA iba sentada a mi lado en un tren de la India, que iba de Bombay a Poona. Durante una breve parada en Kalyan, un joven entró en nuestro compartimiento para llevarle a la mujer algunas frutas y una revista popular. Iniciaron una larga conversación, sin darse cuenta de que el tren podría partir en cualquier momento.
—Es mejor que se baje —le dije—. El tren se detiene aquí por poco tiempo.
El, sin embargo, pareció no preocuparse y siguió hablando animadamente. Al ir transcurriendo los angustiosos segundos, le pedí:
—Por favor, dígale a su amigo que se baje. Es muy peligroso saltar de un tren en marcha.
—No se preocupe —respondió ella sonriendo—. Este joven es mi hijo y maquinista del tren.
—C.S.J.
—¿CÓMO PUEDE cobrarme 30 dólares por la extracción de un molar cuando sólo le tomó tres minutos? —reclamaba una dama al dentista.
—Señora, podría rebajarle la tarifa a tres dólares y demorar 30 minutos en realizar la extracción.
—N.L.M.
EN UN colegio de Aberdeen (Escocia), algunas amigas y yo solíamos hacer más variado nuestro vestuario intercambiando los vestidos de baile. Esto funcionaba a las mil maravillas hasta que una noche, mientras bailábamos, mi pareja me insinuó:
—No creo tener el gusto de conocerla, pero sí me parece haber bailado con este vestido antes.
—P.P.
¡TE LO DIJE! Al llegar a nuestra habitación en un hotel de Nueva York, después de una agotadora gira turística, mi esposa y yo encendimos el televisor y nos sentamos desfallecidos frente a la pantalla. Cuando comenzó a perder la imagen, me levanté para regular los controles, pese a que ella insistía en llamar a un técnico.
—¡Tonterías! —dije mientras accionaba los mandos.
En esos momentos todas las luces se apagaron. Al detenerse la vida normal, en el primer apagón general que afectó a toda la costa oriental de Estados Unidos, el único comentario de mi mujer fue:
—Ahora... ¡mira lo que has hecho!
—K.F.F.
HORAS MUERTAS. Los efectos nocivos de una fuerte inundación sobre la economía, van mucho más allá de las horas de trabajo perdidas por los empleados que no pudieron llegar a su trabajo. Una merma de productividad aún mayor, es la causada por quienes al llegar pasan el resto del día contándose entre sí cómo lo lograron.
—O.W.H.
UN BÚHO disecado desapareció de una exposición en Nottingham (Inglaterra). La exposición estaba dedicada a la fauna en peligro de desaparecer.
—P.S.H.
LEONES DE LAS LIGAS MENORES. Cuando mi tercer hijo ingresó en la liga infantil de fútbol, ya me había acostumbrado tanto a los excesos de los entrenadores, que no me llamó la atención el siguiente ritual, efectuado al acabar la primera práctica nocturna.
—¿Somos valientes?
—¡Sí, lo somos!
—¿Dónde están los leones?
—¡Aquí! ¡Grrrr!
—¿Quiénes son invencibles?
—¡Nosotros!
Después de aquella demostración de fiereza, el entrenador reunió al equipo en torno suyo.
—Muchachos, ya se está haciendo de noche —les advirtió—, no se aparten de mí hasta que sus mamás vengan a buscarlos.
—E.B.M.
LOS INTELIGENTES preguntan cuando no saben... y a veces aun sabiendo.
—M.S.F.
OÍDO POR CASUALIDAD
UN PADRE de familia hablando sobre su hija adolescente: "Su pieza está tan desarreglada que da miedo entrar sin vacunarse primero contra el tétano".
—J.A.
EN UN coctel: "Al fin y al cabo, es mejor ser nuevo rico que nuevo pobre".
—N.M.
CAMINO al consultorio del odontólogo: "Sólo para sentarme en la sala de espera necesito un anestésico".
—I.I.
EN LA oficina, durante un descanso: "He oído mucha conversación intrascendente, pero aquella era ultra-intrascendente".
—A.B.
IGUAL que un pastel de diez toneladas, el mundo es demasiado grande para que alguien se lo coma de una sola sentada. Hay que seleccionar una porción de él para poder disfrutar de la fiesta.
—S.M.S.
¡AVE MUERTA!
MI MADRE nos dio a mí y a Emilia, mi hija de cuatro años, sendos boletos para asistir a la representación de El lago de los cisnes. Yo traté de preparar a la niña para esa experiencia cultural. Compré algunos libros relativos al ballet, e hice especial hincapié en explicar la hermosa escena en que la bailarina que representa al cisne muere con artístico donaire.
La noche de la función, Emilia y yo ocupamos muy ufanas nuestras butacas en la primera fila de platea. Me complació mucho ver que, durante todo el ballet, la niña se comportaba a la perfección y parecía embebida en el espectáculo.
Entonces llegó el momento culminante: la bailarina cisne bailaba sola en el escenario, ejecutando hermosos saltos y piruetas majestuosas, al parecer exclusivamente para nosotras. Sin quitar los ojos de la artista, Emilia habló con una voz clara que pudo escucharse hasta en la última galería: "¿Ese es el pato muerto?"
Con gusto me hubiera escurrido al foso de la orquesta. Pero el público sonrió, el director de orquesta hizo un guiño y la bella cisne agonizante sonrió haciendo una levísima inclinación de cabeza.
—F.M.
ME RESISTO a creer que cambiar recetas de cocina sea una necedad. Una cacerola de atún es por lo menos tan real como las acciones de una sociedad anónima.
—B.G.H
MI PADRE, que nació y se crió en la región del Oeste Medio de Estados Unidos, preguntó a un pescador por qué las gaviotas no se usaban como alimento. "Verá usted", repuso el otro: "si se pusiera a hornear una gaviota encima de un ladrillo, el ladrillo se ablandaría primero y quizá también tendría mejor sazón".
—J.R.H.
UN CAMPESINO que ha comenzado a disfrutar de su jubilación, comenta a un amigo: "De hoy en adelante no volveré a ordenar a una mula que se mueva... ni aunque la tenga sentada en mis propias piernas".
—L.S.
EXCUSAS
TRAS UNA ausencia de dos semanas, nuestro hijo menor regresó a la escuela. En lugar de la acostumbrada excusa escrita, el pequeño llevaba una nota de sí mismo con el rostro hinchado por las paperas. La "justificación" fue aceptada sin reparos.
—L.L.K.
UN CONDISCÍPULO del jardín infantil de mi hijo llegó una mañana con una esquela prendida de la camisa. La maestra, pensando que sería alguna recomendación importante de la madre, tomó al punto el papel... y echó a reír, al leer: "Pepito estaba triste esta mañana porque él no llevaba una carta como su hermanita al salir para la escuela, entonces tuve que hacer esta para contentarlo".
—D.H.
LA FRUTA DEL AMOR. El día en que maduró mi primer tomate, una amiga me dijo:
—¿Apenas ahora? Ya están en venta en el mercado y resulta más barato comprarlos que cultivarlos.
¿Habrá alguien más en el mundo con una actitud tan ciega? Fue un comentario tan desconcertante que me quedé muda, sin saber cómo tomarlo.
Ningún tomate, que se encuentre en un cajón, no importa cuán fresco o maduro esté, se puede comparar al cultivado por mí en mi propia casa. Aunque mis tomates no fuesen modelos de belleza y simetría (que lo son), tendrían mejor sabor que cualquier otro del mundo. Algo poseen aquellos tibios días del final de la primavera cuando preparo la tierra y trasplanto los débiles tallos. Algo hay también en esas tardes en que cubría de paja y abono la tierra, cuando regaba cal viva y estiércol de vaca.
Vimos el tomate desde que era un botón prometiendo florecer; lo mimamos desde que tenía el tamaño de una canica; vimos el primer rubor de su mejilla y lo cuidamos de hongos y bacterias que destruyen a este fruto.
Por fin llega el día en que juzgo que ya está maduro y espero que el rocío se seque. Infinidad de males afligen a los tomates que son pisados o estropeados cuando las enredaderas están húmedas. Pero no hay que dejar pasar demasiado tiempo, pues podría disiparse el frescor de la mañana y los deliciosos jugos que encierra el encarnado pellejo comenzarían a calentarse.
Luego lo llevo a mi casa y lo acomodo entre algunos pimentones sobre la tabla de partir carne, asegurándome de hacer la más elegante naturaleza muerta nunca vista. Después de un rato, lo pongo sobre el reborde de la ventana, no a madurar sino por razones estéticas, para levantar el espíritu y alegrarme la vista mientras friego los platos o cocino.
Cuando ya lo he admirado por todo el tiempo que estimo prudente, sin dejar pasar aquel momento en que está en su mejor punto, lo rebano y se lo sirvo a quien amo.
—C.S.
MARAVILLAS QUE FUNCIONAN. Oímos el chirrido estridente del corto circuito de nuestro sisterna. Vemos el mundo girar locamente —cada vez más veloz— hasta que el globo se deshace formando un signo de interrogación.
Pero... un momento. Sepamos que en estos tiempos inciertos todavía hay cosas que funcionan de manera natural y milagrosa, sin reparaciones ni órdenes y a veces, aunque no quiera el hombre:
• Flores en las grietas de las paredes.
• La gravedad (todo lo que sube tiene que bajar: una constante alentadora).
• La risa (instantánea al llamado de la alegría).
• El canto de los pájaros (sin partitura, sin piano, sin lecciones).
• La Luna y las mareas.
• El sueño.
• Las tormentas (¡Huy!).
• Las mariposas (un aleteo de sedosos colores en el aire. ¿Cómo es posible que aún existan?).
• La primavera.
• El alba.
• El crepúsculo.
Callemos...
Escuchemos el funcionamiento mágico de una flor.
De una mariposa. Del intelecto humano.
...Y, por supuesto, también del hombre
—J.S.
Todo niño recién nacido es perfecto.
—J.F.
No exijas como derecho lo que puedes pedir como favor.
—J.CH.C.
DEMASIADA AFICION. Mi tía materna, que había enviudado cuando su hija era una criatura de brazos, no se había dado cuenta de la manía deportiva de los hombres comunes y corrientes. Cuando fue a pasar unos días con mi madre en noviembre, se espantó del tiempo que pasaba mi padre ante el televisor viendo los partidos de fútbol.
Cuando nos visitó de nuevo en abril, encontró otra vez a papá ante la pantalla chica, pero en esta ocasión embebido en un juego de béisbol, y exclamó:
—¡Caramba! ¿No se ha acabado todavía la temporada de pelota?
—La temporada de pelota nunca termina —respondió mi madre con voz desconsolada—. Primero le dan patadas, luego la rebotan y después le dan con un palo.
—R.K.H.