Publicado en
abril 15, 2017
"Causa desazón, pero es verdad: en la actualidad conocemos mejor al átomo que a la mente pese a que ésta nos da la posibilidad de conocer al átomo". Así escribió Joseph Rhine, investigador de los fenómenos síquicos de renombre internacional, ya fallecido, al empezar los experimentos que realizó en la Universidad de Duke, en la población estadounidense de Durham (Carolina del Norte).
¿Es posible que en realidad la mente influya sobre la materia en movimiento? ¿Tiene poder sobre partes de nuestro cuerpo y sobre los objetos ajenos a él? ¿Puede demostrarse la existencia de este poder? Hasta hace muy poco tiempo los científicos más recalcitrantes desacreditaban los experimentos destinados a probar estos aspectos del poder de la mente, ante todo porque la verificación científica de esto parecía un problema insoluble. Hoy, como revelan estos artículos, puede haber razones para reconsiderar el escepticismo anterior.
I. NUEVOS TESTIMONIOS SOBRE LOS FENÓMENOS SÍQUICOS
Por Michael Brown.
GERRY Eugene, es una sicóloga que vive en un asilo para ancianos en la población estadounidense de Princeton (Nueva Jersey). Se encuentra en una habitación apenas iluminada, descansa en un cómodo sillón reclinable, y tiene conectados a su piel unos electrodos. para registrare la actividad de sus músculos. La mujer trata de adivinar cuál de los distintos blancos será bombardeado por una partícula radiactiva o de influir para que lo haga. Una computadora verifica los resultados y determina cuánto se ha apartado de lo previsto si tomamos como base lo que indica la probabilidad.
El experimento gira en torno de un complejo instrumento denominado Generador de Hechos Fortuitos (REG, por sus siglas en inglés ) cuyo núcleo es un diodo electrónico que emite un voltaje que varía al azar. Cerca, zumban pequeños contadores que giran millones de veces por segundo y se detienen un instante, como sucede en una ruleta, para señalar la posición en que se localiza un acierto.
Conforme a las leyes de la mecánica cuántica, es teóricamente imposible que alguien sepa cómo cambiará el voltaje, y en consecuencia en cuál blanco específico se detendrá el contador. Sin embargo, docenas de personas han sido capaces de hacerlo repetidas veces.
Charles Honorton, director del Laboratorio de Investigaciones Sicofísicas de Princeton, cree que las pruebas del REG de los laboratorios de todo el mundo muestran resultados tan extraordinarios —hasta el punto de contravenir las leyes del azar— que van a reavivar el debate acerca de los fenómenos síquicos. El y otros científicos consideran que es probable que hayan desarrollado una prueba infalible de la Percepción Extrasensorial (ESP, por sus siglas en inglés).
Como Honorton cree que los experimentos deben ser emocionantes, decidió conectar un REG a unos aparatos electrónicos similares a los juegos de televisión controlados por computadoras. Por ejemplo, en uno de los juegos, el "espacial" llamado PSITREK, el objetivo es adivinar dónde está escondida una nave espacial enemiga, para lograrlo hay que oprimir uno de los cuatro botones. La pantalla está dividida en cuatro cuadrantes. Cuando los platos voladores pasan como saetas por la Luna, el sujeto debe adivinar qué parte de la pantalla ha invadido el enemigo. Si la conjetura es correcta (es decir, si tal es el cuadrante en el momento en que se oprime el botón ), el enemigo es aniquilado con una explosión azul-naranja. Al mismo tiempo aparece un aviso: "Impacto directo".
Las probabilidades de un acierto son iguales: 25 por ciento para cada posición. Y las probabilidades para hacer una conjetura correcta son iguales: 25 por ciento por cada intento. Sin embargo, los sujetos como Gerry Eugene han obtenido más aciertos de los que pudiera esperarse. En ocasiones Eugene ha superado al REG, aun teniendo probabilidades de mil a uno. (El resultado de una prueba estadística es considerado "significativo" si hay sólo una posibilidad en cien de que el hecho sea una coincidencia.)
Los investigadores que trabajan para Honorton han diseñado otros tipos de pruebas del REG. Se le puede pedir al sujeto que se concentre en reemplazar un punto blanco con una muestra de color, en la pantalla, o cuando por medio de auriculares escuche unos ruidos —que pueden ser sonidos cortos y agudos, bajos, o el zumbido procedente de la estática— y que "piense" en los sonidos del nivel más bajo del espectro de la frecuencia audible. En tales pruebas, los aparatos han registrado desviaciones inexplicables de la probabilidad.
Los orígenes de estos nuevos experimentos se remontan a mediados de la década de 1960 y se deben a un científico alemán, Helmut Schmidt, físico que se había especializado en plasma y en esa época laboraba para la Compañía Boeing, en Seattle (Washington). Schmidt quedó fascinado por los informes de los trabajos sobre ESP realizados por el profesor Joseph Rhine, pero consideró que los métodos del profesor eran sencillos, poco refinados, y comenzó la preparación de un experimento que sería "indiscutiblemente aleatorio". Una prueba así tenía que hacerse con la ayuda de máquinas.
No existe un proceso más fortuito que la radiactividad: la descomposición del núcleo del átomo. Aunque los científicos pueden predecir más o menos cuantos átomos van a desintegrarse durante un cierto período de tiempo, debido a una emisión de electrones de alta velocidad, no están en condiciones de anticipar cuándo —el exacto milisegundo— se emitirá un electrón. Basándose en esa premisa, en 1967 Schmidt hizo su primer Generador de Hechos Fortuitos, que contenía una cantidad pequeña de estroncio 90.
Construyó el aparato de tal manera que, cuando el estroncio 90 emitía un electrón, con intervalos de pocos segundos, se encendía una de las cuatro luces correspondientes en la pantalla. El objetivo era que al apretar el botón adecuado, se predijera cuál de las luces encendería a continuación.
El físico eligió tres sujetos con antecedentes en el manejo de su energía síquica. Una sesión típica se prolongaba dos horas y consistía en unos 1.500 intentos para adivinar. Durante varias semanas los sujetos fueron sometidos a un total de 63.000 pruebas y los resultados fueron asombrosos. Habían calificado un 4,4 por ciento más alto de lo que se hubiera pronosticado de acuerdo con las leyes de probabilidad aceptadas. Aunque para un lego esto puede no parecerle un gran margen de éxito, conmovió a los peritos en estadística. Los sujetos habían sobrepasado probabilidades de 500 millones a uno. De alguna manera había adivinado el ritmo de la radiación subatómica o la habían desviado. (Cuando se puso a funcionar el aparato unas cuantas horas en cien días distintos, sin la presencia humana, cada blanco fue tocado el 25 por ciento de las veces o sea como señalaba el cálculo de probabilidades. )
Para averiguar si los sujetos se valían de la ESP para adivinar como funciona el aparato, o si subconscientemente alteraban el curso de la radiación mediante la sicoquinesis o PK (término que significa la habilidad de la mente para afectar los movimientos físicos), Schmidt reorganizó sus experimentos. A semejanza de los experimentos anteriores hechos por Honorton, se preparó un REG que operaría como una máquina que al insertársele monedas seleccionara al azar entre CARA o CRUZ. Conectado al REG había un tablero con nueve luces colocadas en círculo. Cada vez que el aparato elegía CARA las luces se encendían sucesivamente en el sentido de las manecillas del reloj, y a la inversa cuando la elección recaía en CRUZ. Si nadie estaba presente y el aparato funcionaba por sí solo, hacía que las luces se movieran al azar pero con igual número de movimientos en cada dirección. Pero no era así cuando alguien trataba mentalmente de inducirlo a elegir entre CARA o CRUZ porque entonces las luces se movían en forma desigual. De alguna manera el ser humano parecía ejercer influencia sobre los hechos subatómicos.
La labor continua de Schmidt y la de Honorton constituyen lo que parece ser un adelanto importante, que excede a los resultados que han sido informados con anterioridad respecto a la investigación de la PK. Los aparatos REG pueden contribuir a restablecer un diálogo serio entre los investigadores y los escépticos. Las pruebas con el REG se están realizando en muchas universidades de prestigio y centros de investigación de Estados Unidos como son: el SRI International (antiguamente Instituto de Investigación de la Universidad de Stanford) , las universidades de Yale, de California en Irvine, Siracusa, Saint John y Princeton. También se han iniciado investigaciones en centros de estudios teóricos de Inglaterra, Suiza, Holanda, Nueva Zelanda y Australia. Muchas instituciones han comenzado ya a dar a conocer resultados positivos.
Los porcentajes de éxito parecen más altos entre los sujetos que son alegres, espontáneos y creen en la energía mental. Los deprimidos, neuróticos o que tienen dudas de poder emplear la PK, no lo consiguen. Personas que se hallan en un estado mental no analítico (que escuchan música, por ejemplo) lo han hecho mejor que aquellos interesados en tareas analíticas, como resolver problemas matemáticos, en el momento de realizarse la prueba. Los sujetos con antecedentes de experiencias ESP parecen obtener buenos resultados en las pruebas del REG. Lo mismo ocurre con quienes se dedican a la práctica de la meditación.
Las personas que se esfuerzan demasiado son a menudo propensas al fracaso. En una ocasión Honorton pidió a los sujetos que pusieran tensos los músculos de los brazos y apuntaran con estos al REG para tratar de "dirigir" a la máquina. Los resultados fueron poco satisfactorios. Mucho más éxito tuvieron aquellos que lo hicieron naturalmente, con cierta indiferencia. También se ha notado que cuanto más prolongados son los experimentos, menos positivos son los resultados.
Aún falta mucho por descubrir sobre la PK. Los investigadores todavía no diseñan un sistema mediante el cual sea posible producir a voluntad esa presunta energía síquica durante el cien por ciento del tiempo. Por tanto, esa energía no puede utilizarse con fines prácticos así como tampoco se puede almacenar. En realidad, ni los científicos que creen en ella saben qué tipo de fuerza pudiera ser.
Ray Hyman, sicólogo norteamericano del estado de Oregón, que ha mantenido un debate público con Schmidt, opina que el REG no ha sido estudiado completamente, ni se han repetido los experimentos en forma confiable. Hyman aduce que tal vez los resultados se hayan interpretado mal. Las pruebas del REG son mucho más excitantes que cualquiera de las cosas que él ha tenido oportunidad de ver, pero piensa que Schmidt "no ha demostrado aún su tesis".
Martin Gardner, escritor y miembro del Comité de Investigación Científica de las Demandas de los Paranormales, dice: "Pienso que en la mayoría de los casos las técnicas aleatorias son correctas. Pero hay múltiples maneras por las que el resultado de una prueba puede ser alterado sutilmente". Una evaluación precisa de los estudios de Schmidt o de Honorton sería muy costosa, y se necesitarían meses de concienzudos análisis hechos por especialistas en estadística que sean escépticos.
La historia de la sicoquinesis está llena de milagros que fueron seriamente cuestionados más tarde. Pero los experimentadores actuales argumentan que los nuevos métodos son tácitamente invencibles, a prueba de trucos y hasta libres de predisposiciones y errores debidos al subconsciente. Muchos investigadores de sicoquinesis y percepción extrasensorial se sienten tan seguros de que al fin se ha confirmado su teoría, que se aplican ahora a otros asuntos más exóticos. Un ejemplo lo constituye el empleo potencial de la "influencia de la energía", para perturbar el funcionamiento de las computadoras o inutilizar los dispositivos electrónicos de los misiles y satélites. En este mismo campo de investigación, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos ha financiado varios estudios sobre parasicología. Las fuentes de los organismos de espionaje estiman que ya en el año de 1972 la Unión Soviética gastaba por lo menos 21 millones de dólares en este campo de investigación.
Mientras, Honorton, Schmidt y otros continúan su labor con pruebas más refinadas. Si tienen razón respecto al valor de las nuevas pruebas sobre ESP y PK, las consecuencias (filosóficas y prácticas) serán importantes.
II. EL MÉDICO QUE LLEVAMOS DENTRO
Por Laurence Cherry.
ES PROBABLE que, al rememorar ciertos hechos, los historiadores de la medicina sitúen a mediados del decenio pasado el momento en que la sicosomática —el estudio de las relaciones entre la mente y el cuerpo— adquirió méritos propios. Durante años, muchos científicos no la tomaron en cuenta por su falta de datos sólidos y su exceso de teorías retorcidas acerca de cómo la sigue (mente) afecta al soma (cuerpo). En una época en que casi año con Año surgían nuevas maravillas de la tecnología médica —desde la Tomografía Axial por Computadora (CAT, por sus siglas en inglés) que obtiene imágenes del interior del cuerpo gracias a su arco de sensores de rayos X, hasta dispositivos capaces de destruir tumores mediante un relámpago de partículas eléctricas—, parecían anticuadas e inapropiadas las teorías que destacaban el papel de la mente en las enfermedades.
Precisamente en el período que va de 1970 a 1979, los hombres de ciencia pudieron confirmar que en nuestro cerebro existen analgésicos naturales —las endorfinas— varias veces más potentes que la morfina. Según se pudo comprobar, estas sustancias se concentran sobre todo en el sistema límbico, arcaica parte del cerebro relacionada con las emociones intensas. ¿Sería posible que esta evidente conexión entre las endorfinas y los centros emocionales del cerebro explicara el misterioso efecto de los placebos en algunas curas médicas?
Como se sabe, los placebos son médicamente sustancias inertes (los más comunes son píldoras de azúcar o inyecciones de solución salina) utilizadas con propósitos de comparación en los experimentos o para engañar a los pacientes que se quejan de males imaginarios o intratables. Así y todo, muchos pacientes "tratados" con placebos han mejorado realmente.
No se había encontrado una explicación creíble a este fenómeno hasta que, en el año de 1978, un grupo de investigación de la Universidad de California en San Francisco efectuó un sorprendente descubrimiento. Inmediamente después de extraerles las muelas del juicio a un grupo de voluntarios, a algunos se les administró morfina como analgésico, a otros un placebo. La tercera parte de estos últimos notificaron reducción espectacular del dolor. Pero cuando se les administró un medicamento que impide o bloquea los efectos de las endorfinas, el dolor reapareció. Así se puso de manifiesto que el alivio había sido causado por el aumento de actividad de las endorfinas en el cerebro. Conclusión: el efecto del placebo tiene un fundamento definido en los procesos químicos del cerebro.
Las endorfinas son sólo una parte de un vínculo bioquímico decisivo entre el cuerpo y la mente, íntimamente relacionado con la preservación de la salud. De hecho, parece ser que entre todos los sistemas químicos del organismo humano hay una colaboración supervisada por el cerebro, esta regulación armónica puede perderse bajo condiciones de tensión.
El sistema endocrino, compuesto por alrededor de una docena o más de glándulas repartidas en todo el cuerpo, reacciona a las tensiones liberando oleadas de hormonas. Sin embargo, la habilidad de salir adelante a pesar de las tensiones varía enormemente de persona a persona. Por ejemplo, una investigación reciente efectuada entre directores de tráfico aéreo de Nueva Inglaterra demostró que en realidad algunos prosperan en las tareas exigentes, y hasta prefieren los turnos agotadores. En cambio, hay ciertas personas que reaccionan presentando una elevación de la tensión arterial y otros padecimientos relacionados con ella.
Este sistema hormonal es gobernado por el cerebro. Sin embargo, durante mucho tiempo se creyó que el sistema de inmunidad, otra red importante que nos protege de las infecciones, era completamente autónomo. Sus células errantes, defensoras de nuestro cuerpo, de ordinario nos protegen bastante bien de enemigos que van desde el catarro común hasta diversas enfermedades graves. "Pero hallazgos recientes indican que el sistema inmunitario es mucho menos independiente del cerebro de lo que se creía", dice Robert Ader, profesor de siquiatría en la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Rochester y ex presidente de la Sociedad Sicosomática Estadounidense.
Por su parte, investigaciones efectuadas en el Centro Médico Walter Reed del Ejército, en la capital norteamericana, han puesto de manifiesto que a causa de la tensión que entraña el difícil adiestramiento básico muchos reclutas tienen mayor riesgo de sufrir infecciones, que van desde amigdalitis hasta influenza. También se ha podido establecer una correlación entre la enfermedad y ciertos cambios importantes en la vida de las personas, como puede ser la pérdida del empleo o de un ser querido. Para ofrecer un ejemplo más cotidiano, parece ser que el enojo y la ansiedad desempeñan un papel importante al permitir que el virus común herpes-simple venza al sistema inmunitario y produzca las frecuentes y molestas úlceras en la boca y los labios.
"De hecho, siempre hay microbios a nuestro alrededor", declara el Dr. Marvin Stein, jefe del departamento de siquiatría de la Facultad de Medicina Monte Sinaí, de Nueva York. "De ordinario no causan mucho daño. Pero al parecer las emociones negativas coadyuvan a disminuir hasta cierto punto las defensas, y es ahí donde empiezan los problemas".
Ahora bien, si las emociones negativas pueden contribuir a quebrantar las defensas internas del organismo, ¿puede la inmunidad orgánica ser reforzada por las emociones positivas como el amor, la esperanza, la fe o el deseo de vivir? Para Norman Cousins, ex director de la revista Saturday Review, la respuesta revestía interés crucial cuando, en 1964, se encontraba hospitalizado a causa de una enfermedad rara, invalidante e incurable. Conociendo los poderosos efectos de las emociones negativas sobre los procesos químicos del cuerpo, Cousins se preguntaba si las emociones positivas podrían ser terapéuticas.
Pidió prestado un proyector de cine, viejas películas de los Hermanos Marx y libros humorísticos e "hice el gozoso descubrimiento de que diez minutos de genuina risa a mandíbula batiente me proporcionaban por lo menos dos horas de sueño sin dolor". Utilizando sistemáticamente la risa como un elemento en un régimen que ideó en combinación con su médico, empezó —sorprendentemente— a mejorar. Diecisiete años más tarde, Cousins vive activo y casi libre de dolor.*
La "medicina conductual" aprovecha los conocimientos obtenidos por la sicosomática y trata de aplicarlos como medidas de prevención y de terapéutica. Una de las formas empleadas es la retroalimentación biológica. Un ejemplo, algunos pacientes aprenden a reducir la tensión utilizando un aparato que emite sonidos electrónicos rápidos cuando los músculos están tensos, y lentos si están descansados. Sí la persona trata de "pensar" los sonidos más lentos, adquiere poco a poco un grado de control sobre el proceso anteriormente inconsciente para aliviar la tensión.
"Quince años atrás, para muchos fue perturbadora la idea de que nuestra mente pudiera controlar los que se creían entonces procesos sumamente autónomos", recuerda Neil Miller, director de un laboratorio de sicología fisiológica en la Universidad Rockefeller de la Ciudad de Nueva York y "padre" de la retroalimentación biológica. Hoy la técnica de control mental no sólo se utiliza en diversos centros médicos para aliviar la migraña, el dolor crónico y la semiparálisis provocada por accidentes y apoplejías, sino también para enseñar a los niños asmáticos a respirar de manera menos apresurada y ansiosa.
De un modo semejante a la retroalimentación biológica, la meditación ofrece a las personas la posibilidad de adquirir mayor dominio sobre los procesos internos. En 1968 partidarios de la Meditación Trascendental (TM, por sus siglas en inglés) solicitaron al Dr. Herbert Benson, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, reconocido por sus investigaciones acerca de la hipertensión arterial en animales, que enfocara sus estudios a la TM. El galeno identificó los principales elementos de este procedimiento como componentes de la que llamó "respuesta de relajación", y descubrió que efectivamente mejora la salud de quienes la practican como medida para aliviar el estrés. Para los oficinistas de Converse, división de la Compañía Eltra situada en Wilmington (en el estado norteamericano de Massachusetts), los períodos diarios dedicados a la respuesta de la relajación han traído como consecuencia notable disminución en la frecuencia de dolores de cabeza, salpullidos, llagas de la boca e insomnio.
Asimismo, en varios hospitales se ha empleado la técnica conocida como "formación de imágenes mentales", mediante la cual se intenta controlar los procesos orgánicos. Hace poco David Bresler, sicólogo de Los Angeles, ayudó a un cardiólogo con cáncer rectal a vencer el intenso dolor que lo inmovilizaba. Se le pidió que visualizara su dolor tan concretamente como le fuera posible, el médico enfermo pronto dijo que podía "ver" a un perro maligno mordiéndole la espina dorsal. Bresler le indicó que se imaginara a sí mismo tratando de hacer amistad con el perro, hablándole y dándole palmaditas. "Cuando niños, la mayoría tenemos compañeros de juego imaginarios", explica Bresler. "Y esa capacidad para elaborar fantasías vívidas existe en todos nosotros. Sólo trato de aprovecharla". A medida que el cardiólogo se hizo "amigo" del perro bravo, descubrió que su dolor disminuía y era más controlable.
"Cuando uno describe el método, parece sobrenatural", comenta Bresler. "Pero lo importante es que da resultado".
Menos llamativa es la manera en que se está intentando cambiar la conducta Tipo A —sujetos competitivos, apresurados, impacientes, fácilmente irascibles— que parece tener tanta relación con las enfermedades del corazón.** "Por lo común tratamos de alterar la conducta Tipo A de 600 hombres que ya han padecido un ataque cardiaco, para ver si se puede prevenir un segundo ataque", informa el Dr. Meyer Friedman, director de un centro de investigaciones cardiológicas en San Francisco. A estos pacientes, que suelen confundir su mal con un vago complejo de personaje de novela de aventuras, se les enseña a reevaluar todas sus actividades diarias y a recortar su agenda de trabajo. Se les instruye para que hablen, coman, caminen y se conduzcan más lentamente, y "reaccionen con alegría y afecto a situaciones que anteriormente los irritaban o enfurecían".
Procedimientos similares se han intentado ante otras afecciones sicosomáticas. En el Departamento de Medicina Conductual del Hospital Beth Israel, en Boston, a los enfermos de hipertensión arterial y otros males, se les enseña a hacer ejercicio, a meditar y a cambiar gradualmente su modo de vida. En el Centro para Incrementar y Mejorar la Salud, de la Universidad de California en Los Angeles, durante 24 días se hace una revisión radical de los patrones de vida nocivos para las personas. Jonathan Fielding, vice director del Centro, explica: "Nuestro enfoque comprende dos aspectos: la mente y el cuerpo".
Llegará el tiempo, predice Kenneth Pelletíer, director de la Clínica de Medicina Sicosomática, en Berkeley (California), en que los dos enfoques de la atención médica se confundirán amigablemente: "Al final, el médico que llevamos dentro, como lo llamara el Dr. Albert Schweítzer, y el médico que se ocupe de nuestra salud colaborarán como iguales para la conservación de este bien tan preciado".
*Véase No hay enfermedades, sino enfermos, en SELECCIONES de mayo de 1978.
**Véase Quitar el pie del acelerador, en SELECCIONES de agosto de 1981.
CONDENSADO DEL SUPLEMENTO DOMINICAL DE "THE NEW YORK TIMES" (23-XI-1980). © 1980 POR THE NEW YORK TIMES CO. DE NUEVA YORK (NUEVA YORK)