SOSPECHOSAS ENFERMEDADES INFANTILES
Publicado en
marzo 28, 2017
¿Cómo puede un padre de familia saber si su hijo está enfermo de verdad o si es que no ha cumplido con sus tareas escolares?
Por Robert Yoakum.
NO SOY amigo de las computadoras. La mayoría sólo sirven para enviarme recordatorios ofensivos acerca de alguna cuenta ya saldada, o para cancelar por error una suscripción a mi revista predilecta, o bien para disparar proyectiles atómicos y aniquilar a gente que ni siquiera conozco. Pero hace poco leí artículos acerca de una computadora que ayudará a los médicos a diagnosticar enfermedades. Desearía tener una en casa.. He aquí el por qué:
Pocas obligaciones paternas resultan más difíciles, en una mañana fría y oscura, que la de averiguar si el hijo de 13 años (que ha descuidado sus tareas escolares) está realmente en condiciones de asistir a la escuela con ese catarro.
Si dispusiera yo de una de esas computadoras, se la enchufaría, leería la respuesta y me ahorraría un interrogatorio como el siguiente:
—Hijo, ya es hora de levantarse. ¿Cómo te sientes?
—¿Eh?
—Dije cómo te sientes.
A esta repetición sigue por lo general un violento acceso de tos, jadeos y gemidos. Luego, en voz ronca:
—¡Me... siento... muy mal!
(Tal contestación puede significar que el vástago está demasiado enfermo para levantarse, cuanto más para asistir a la escuela o bien, si al fin permanece en casa, que una hora después se le hallará devorando un emparedado frente al televisor.)
—¿No crees que te sentirías mejor si hubieras terminado tu tarea?
—¡Eres sarcástico y yo me siento enfermo! Me duele la cabeza, tengo la garganta irritada, obstruida la nariz, y me duele el estómago y todos los huesos.
—¿Tan mal como para no ir a la escuela?
—Claro que puedo ir, pero lo lamentarías. ¿Te acuerdas aquella vez que tuve pulmonía?
(Los chicos guardan en su memoria cualquier error paterno.)
—Veamos, hijo. Te tomaré la temperatura.
Bien sabe el lector —y también sus hijos— que la ausencia de fiebre no significa necesariamente que se hallen en condiciones de atender a sus obligaciones académicas. Por otra parte, la fiebre, por poca que sea, exime de reproches al chico.
—Muy bien. Fiebre no tienes. Así que vístete, y ya veremos. Un resfriado siempre parece peor cuando acabamos de despertar.
—Anoche aseguraste que parecía peor a la hora de acostarse.
—De acuerdo, pero se siente peor que nunca justo al levantarnos. De modo que apúrate.
—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Pero no me culpes luego si contagio a todos mis compañeros de la escuela! La maestra ha dicho que no puede comprender como es posible que algunos padres manden a sus hijos a clases para infectar a todo el mundo.
(Se ha utilizado una nueva pieza de artillería pesada: ya no es sólo la salud de nuestro hijo la que ponemos en peligro, sino la de todos los alumnos en la escuela, incluyendo la de una maestra que tal vez dijo —o no...— lo que afirma nuestro hijo... Muchos padres se rinden al llegar a este punto.)
—Bueno... mirá, quizá tengas razón. Ve a la cocina y pregúntale a tu mamá. Que ella decida.
© 1977 POR YOAKUM FEATURES. CONDENSADO DE "NEWSDAY" - (17-111-1977). 550 STEWART AVE., GARDEN CITY. LONG ISLAND (NUEVA YORK) 11530. ILUSTRACIÓN, BRUCE JOHNSON