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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 10. España - Mantovani - 3:22
  • 11. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 12. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 13. Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • 25. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 26. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 27. Travel The World - Del - 3:56
  • 28. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 29. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 30. Afternoon Stream - 30:12
  • 31. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 32. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 33. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 34. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 35. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 36. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 37. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 38. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 39. Evening Thunder - 30:01
  • 40. Exotische Reise - 30:30
  • 41. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 42. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 43. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 44. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 45. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 46. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 47. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 48. Morning Rain - 30:11
  • 49. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 50. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 51. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 52. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 53. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 54. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 55. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 56. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 57. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 58. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 59. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 60. Vertraumter Bach - 30:29
  • 61. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 62. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 63. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 64. Concerning Hobbits - 2:55
  • 65. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 66. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 67. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 68. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 69. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 70. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 71. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 72. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 73. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 74. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 75. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 76. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 77. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 78. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 79. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 80. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 81. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 82. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 83. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 84. Acecho - 4:34
  • 85. Alone With The Darkness - 5:06
  • 86. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 87. Awoke - 0:54
  • 88. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 89. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 90. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 91. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 92. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 93. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 94. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 95. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 96. Darkest Hour - 4:00
  • 97. Dead Home - 0:36
  • 98. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 99. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 100. Geisterstimmen - 1:39
  • 101. Halloween Background Music - 1:01
  • 102. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 103. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 104. Halloween Time - 0:57
  • 105. Horrible - 1:36
  • 106. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 107. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 108. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 109. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 110. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 111. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 112. Long Thriller Theme - 8:00
  • 113. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 114. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 115. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 116. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 117. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 118. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 119. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 120. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 121. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 122. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 123. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 124. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 125. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 126. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 127. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 128. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 129. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 130. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 131. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 132. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 133. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 134. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 135. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 136. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 137. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 138. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 139. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 140. Mysterious Celesta - 1:04
  • 141. Nightmare - 2:32
  • 142. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 143. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 144. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 145. Pandoras Music Box - 3:07
  • 146. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 147. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 148. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 149. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 150. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 151. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 152. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 153. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 154. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
  • 155. Scary Forest - 2:41
  • 156. Scary Spooky Creepy Horror Ambient Dark Piano Cinematic - 2:06
  • 157. Slut - 0:48
  • 158. Sonidos - A Growing Hit For Spooky Moments - Pixabay-Universfield - 0:05
  • 159. Sonidos - A Short Horror With A Build Up - Pixabay-Universfield - 0:13
  • 160. Sonidos - Castillo Embrujado - Creando Emociones - 1:05
  • 161. Sonidos - Cinematic Impact Climax Intro - Pixabay - 0:28
  • 162. Sonidos - Creepy Horror Sound Possessed Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:04
  • 163. Sonidos - Creepy Soundscape - Pixabay - 0:50
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  • 165. Sonidos - Cueva De Los Espiritus - The Girl Of The Super Sounds - 3:47
  • 166. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
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  • 169. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 170. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 171. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 172. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 173. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 174. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 175. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 176. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 177. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 178. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 179. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 180. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 181. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 182. Tense Cinematic - 3:14
  • 183. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 184. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 185. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 186. Trailer Agresivo - 0:49
  • 187. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 188. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 189. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 190. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 191. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 192. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 193. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 194. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 195. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 196. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 197. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 198. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 199. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 200. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 201. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 202. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 203. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 204. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 205. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 206. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 207. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 208. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 209. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 210. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 211. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 212. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 213. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 214. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 215. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 216. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 217. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 218. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 219. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 220. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 221. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 222. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 223. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
  • 224. La Pandilla Navideña - Venid, Venid, Venid - 2:15
  • 225. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 227. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 228. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 229. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 231. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 232. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 233. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 234. Noche De Paz - 3:40
  • 235. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 236. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 237. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 240. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 241. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 242. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 243. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 244. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
    3 2 1 E 1 2 3
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    Para guardar, elige dónde, y seguido da click en la o las imágenes deseadas.
    Para dar Zoom o Fijar,
    selecciona la opción y luego la imagen.
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    Header

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    ● Activar Slide 1
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  • Ancho igual a 1088
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  • Ancho igual a 1280
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  • Ancho igual a 1366
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  • Ancho igual a 1680
  • Normal 1024
  • ------------MANUAL-----------
  • + -

  • Transición (aprox.)

  • T 1 (1.6 seg)


    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


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    HERMANA PESADILLA (Alan E. Nourse)

    Publicado en febrero 07, 2017
    Atravesaba un túnel.

    Al principio, no se le ocurrió preguntarse por qué atravesaba aquel túnel ni cómo había llegado hasta allí, ni tampoco qué túnel era. Andaba rápidamente con pasos cortos e iguales, y parecía que hacía horas que marchaba en la misma dirección.

    No fue la oscuridad lo que al principio le aturdió. El túnel no estaba muy iluminado, pero había luz bastante, ya que las paredes brillaban tenuemente produciendo una azulada luminosidad. Ante él continuaban extendiéndose las brillantes paredes, según podía ver. El túnel era de unos diez pies de ancho por otros diez de alto, y sus suaves muros se arqueaban formando una perfecta curva sobre su cabeza. Bajo sus pies el suelo parecía blando, cediendo un poco ante su peso mientras andaba y produciendo un suave y ahogado rumor, que rimaba perfectamente con su paso. Era agradable y tranquilizador, y él no se había parado a preguntarse qué estaba haciendo allí. Después de todo, resultaba obvio. Tan sencillo como cualquier cosa, de lo más sencillo. Estaba atravesando un túnel.

    Pero de pronto, su espíritu experimentó la necesidad de andar con precaución y sus cejas se fruncieron en su quieto rostro. Se detuvo, mirando las brillantes paredes con creciente confusión.

    ¡Qué lugar tan extraño!, pensó. ¡Un túnel!

    Volvió la cabeza, escuchando durante un largo momento, hasta que el profundo silencio del lugar le puso la piel de gallina. Absorbió con fuerza por la nariz y se rascó la cabeza. Mi nombre es David Cox, se dijo, y estoy atravesando un túnel.

    Caviló durante un momento, intentando recordar. ¿Cuánto tiempo llevaba andando? ¿Una hora? Sacudió la cabeza. Debía de hacer más de una hora. No podía recordar, cosa rara, cuándo había empezado a caminar. Y… ¿cómo había llegado allí? ¿Qué había estado haciendo antes de penetrar en el túnel? Su alarma creció pronto, cuando pidió respuestas que no podía dar. ¿Qué le había sucedido a su memoria? Las pequeñas puertas de su mente parecían cerrarse rápidamente cuando él se aproximaba a ellas. Es ridículo, pensó, estar andando por un túnel sin siquiera saber a dónde conduce…

    En medio del silencio, miró hacia adelante. Se encontraba completamente solo. No percibía ningún sonido a su alrededor, ningún movimiento, ningún signo de otro ser humano, ninguna muestra de vida. El frío aumentaba. Se acercó cautelosamente a una de las paredes y la golpeó con sus nudillos. Su golpe produjo sólo un apagado sonido. Entonces se encogió de hombros y continuó la marcha. Después de todo, no existía verdadera razón para sentirse alarmado. Un túnel tenía que acabar en alguna parte.

    Y entonces oyó el ruido. Llegó a sus oídos muy débilmente al principio. Era como un curioso silbido de aire. Como el sonido de una aguda gaita oída a distancia. Cortaba el silencio como una navaja. Escuchó sin atreverse apenas a respirar. ¿Bajaba la luz? ¿O eran que sus ojos no actuaban? Los guiñó, notando que la luz disminuía al tiempo que el silbido se hacía intenso y sonaba más cercano, mezclándose con otro sonido, éste más grave. Un fuerte rugido llegó de pronto hasta sus oídos mezclado con el agudo silbido de antes, y entonces vio la luz, a lo lejos.

    Era una sola luz, redonda y amarilla, colocada en el centro del túnel, y aumentaba de intensidad y de brillantez al intensificarse el rugido. Una ráfaga de viento le cepilló la mejilla mientras contemplaba fijamente, fascinado, la luz amarilla que se acercaba. Una horrible imagen cruzó por su mente, la imagen de un hombre caído en una vía de ferrocarril mientras una negra locomotora se acercaba a él haciendo sonar su sirena, avanzando como monstruo que surgiera de la noche. Un grito brotó de sus labios. ¡Era el tren! Atronando por el túnel mientras avanzaba hacia él. Sin vías, como un demonio que gritase su advertencia al acercarse, y su luz, que cada vez era más intensa y más brillante, le cegaba. La locomotora avanzaba inexorablemente, llenando el túnel de un lado al otro, soltando por sus válvulas humo, fuego y vapor, mientras su silbato no dejaba de sonar.

    Lleno de pánico, David Cox se arrojó al suelo boca abajo intentando frenéticamente enterrarse bajo la alfombra del suelo del túnel, cerrando su espíritu a todo lo que no fuera un horrible y ciego terror. La luz alcanzó su máxima intensidad; el viento y el ruido aumentaron hasta ser un súbito trueno sobre su cabeza. Luego el ruido se transformó en un fuerte y metálico clac-clac-clac de ruedas de acero sobre rieles de acero junto a sus oídos, acabando por perderse lentamente en la distancia detrás de él…

    Sin poder dominar el temblor de sus músculos, Cox intentó incorporarse sobre sus rodillas a la vez que luchaba por recobrar el uso de sus facultades mentales. Sus ojos estaban cerrados fuertemente y, de súbito, el suelo no fue ya suave, sino de un material arenoso que parecía deslizarse bajo sus dedos.

    Abrió los ojos dando un respingo y un grito subió a sus labios. El túnel había desaparecido. Se encontraba hundido hasta los tobillos en un vasto desierto amarillo, y sobre él había un sol abrasador en medio de un cielo púrpura. Guiñó los ojos ante las dunas amarillas, sin creer lo que éstos veían, y un retorcido árbol de Josué respondió a su guiño a diez escasos pasos de distancia.

    En la habitación había dos hombres y una joven, que miraba el cuerpo del hombre extendido en la cama. Por la ventana penetraba el último sol de la tarde, que ponía manchas amarillas sobre la blanca colcha. El hombre acostado yacía inmóvil; sus pálidos ojos abiertos e inexpresivos, sin darse cuenta de nada de lo que había en la habitación. Su rostro estaba tan blanco como la colcha.

    La joven carraspeó.

    —Creo que ha dejado de respirar —murmuró.

    El más alto de los hombres, vestido de blanco, le tomó por un hombro y con suavidad le hizo volver el rostro a otro lado.

    —Respira aún —le aseguró—. No debería usted estar aquí, Mary. Tiene que irse a casa e intentar descansar un poco. Él estará perfectamente.

    El otro hombre, con el rostro congestionado por la ira, lanzó una exclamación de burla.

    —Es que no debía estar tampoco aquí —masculló, señalando al que yacía en la cama—. Le digo, Paul, que David Cox no es el hombre adecuado. No me importa lo que usted diga. Él nunca saldrá airoso de esto.

    El doctor Paul Schiml aspiró profundamente y volvió el rostro hacia su interlocutor.

    —Si Cox no puede salir airoso, no hay hombre en el Centro Médico Hoffman que pueda… ni que quiera. Usted lo sabe de sobra.
    —Lo que sé es que existen otros cincuenta que han seguido el mismo programa de entrenamiento y que son más adecuados para esto que David Cox.
    —Eso no es cierto. —La voz de doctor Schiml sonó muy clara en la silenciosa habitación—. Reacciones rápidas, ingenuidad, oportuno sentido del momento… Ninguno se puede comparar con Dave. —Miró con desprecio al hombre del rostro rojo—. Lo comprendo, Connover. Usted no se preocupa por David, sino sólo por su propio cuello. Ha tenido usted miedo desde el principio, desde que las primeras naves arribaron a la Tierra, pues ha estado a cargo de un programa en el que no creía, y ahora teme lo que pueda suceder si David Cox no sale airoso de la prueba. Estuviera quien estuviese en esa cama, usted continuaría sintiendo miedo. —Sorbió con disgusto por la nariz—. Bien, no necesita preocuparse. Si alguien puede hacerlo, David Cox lo hará. Tiene que conseguirlo.
    —¿Y si no lo hace?

    El doctor miró a Connover durante un momento. Luego se volvió de pronto y se acercó a la cama. Apenas si quedaba un soplo de vida en el hombre que yacía allí; sólo su entrecortada respiración indicaba que seguía vivo. Con dedos suaves, el doctor examinó una pequeña incisión que se veía en el cráneo del hombre que estaba en la cama, y luego miró atentamente la multitud de pequeños y brillantes hilos que iban a parar al panel luminoso que había junto a la cabecera. Se agachó sin dejar de mirar el panel, y luego hizo un vivo ademán dirigido a Connover.

    —Ya está aquí lo primero —murmuró.

    Durante un momento sólo se oyó un ligero runruneo que surgía del panel. Connover dejó escapar un débil silbido.

    —Un túnel —exclamó—. Eso tiene sentido. Pero… ¿qué diablos? —Se volvió hacia Schiml con los ojos muy abiertos—. ¡Puede morir!
    —Claro que puede morir. Lo sabíamos desde el principio.
    —Pero él no lo sabe.
    —Él no sabe nada.

    Schiml señaló el panel.

    —Un tren. ¿Ingenioso? ¡Asombroso! ¿Puede uno pensar en algo peor? —Observó durante un momento y luego continuó—: No hay sitio donde escapar. Tiene que caer necesariamente bajo el tren.

    Los tres, sin apenas respirar, observaron. De pronto, la joven rompió en incontenibles sollozos a la vez que escondía el rostro en el hombro del doctor.

    —¡Es horrible! —murmuró—. ¡Es horrible! No podrá hacerlo nunca, nunca… Morirá antes.
    —No, Mary, no. David podrá hacerlo. Le ayudará el entrenamiento que ha recibido. —La voz del doctor era muy persuasiva—. Tiene usted que creerme, Mary. Esto es la prueba, la prueba final. Él no puede defraudarnos. Ahora no puede.

    Cox sentía el peligro a su alrededor. No era nada tangible, sólo una profunda y oscura voz que sonaba en su cerebro y que le advertía del peligro. Se estremeció y, con la frente cubierta de sudor, miró al desvergonzado sol amarillo. Hacía calor, un calor sofocante y despiadado que parecía introducírsele dentro del cuerpo como cera derretida. Tenía tensos todos los músculos del cuerpo. Permaneció inmóvil, mirando con sus pálidos ojos las desnudas y amarillas dunas de arena, pues sabía que el peligro estaba allí.

    En aquel momento, el árbol de Josué se movió. Lanzando una exclamación, Cox se echó sobre la arena a diez pies del árbol, con los ojos abiertos.

    Se había producido sólo un ligero movimiento en las retorcidas ramas del árbol… Quizá se hubiera equivocado. Su imaginación podía estarle jugando una mala pasada. Temblaba mientras miraba de soslayo, a través del sofocante calor, el triste y retorcido árbol.

    Y entonces, súbitamente, se le ocurrió algo. ¡Un desierto! Él había estado en un túnel… Sí, estaba seguro, era un túnel, y luego apareció aquella luz y aquel ruido ensordecedor… Por lo tanto, ¿qué estaba haciendo allí?

    Se sentó lentamente sobre la arena y pasó sus dedos por los ardientes granos, estudiándolos con infinita curiosidad. No había duda: aquello era un desierto. Pero… ¿cómo? En primer lugar, ¿cómo había llegado al túnel? ¿Y cómo había podido ser transportado a aquel lugar, excepto utilizando medios de un universo irracional?

    Su pensamiento trabajaba afanosamente, luchando contra la curiosa y sombreada pantalla que parecía interponerse en su memoria. Él sabía que existía una respuesta. Algo estaba equivocado: él no tenía que estar allí. En el fondo de su espíritu anidaba el convencimiento de que se encontraba en un terrible peligro, pero que aquel peligro era… una tontería. Si por lo menos pudiese pensar, si pudiese recordar…

    Tensó los hombros y quedó rígido, sin poder apartar los ojos de aquel amarillo montón que tenía enfrente. Sin apenas respirar, observó aquella colina amarilla. Entonces la cosa se movió de nuevo, rápidamente, hasta quedar inmóvil a diez pies de él otra vez.

    En aquella fracción de segundo, la cosa había tenido una gran semejanza con un gato. Un enorme y salvaje gato amarillo. Pero luego se convirtió en una colina de arena.

    Rápidamente Cox se puso a andar en cuatro patas, bajando por el declive y separándose de la cosa. La arena quemaba sus manos y casi profirió un grito cuando unos granos se le metieron en los ojos. Pero continuó observando, con todos los músculos tensos. Aquella cosa se movió de nuevo, con un movimiento tangencial al suyo, deslizándose rápidamente colina abajo, paralelo a los movimientos del hombre… Era una cosa enorme, amarilla, colmilluda, que se movía con la gracia y flotante velocidad del oro derretido… y que mantenía sus pequeños ojos clavados en Cox. Entonces se quedó quieta de nuevo, mezclándose con la amarilla y brillante arena. ¡Estaba acechándole!

    Presa de un ciego pánico, Cox se puso en pie y bajó corriendo la ladera arenosa, huyendo de aquello, con los ojos encendidos, hasta poner una duna entre aquel ser y su persona. Luego se arrojó sobre la arena, mirando por encima del borde de la duna. Se produjo un movimiento amarillo, y el gato de arena se plantó en la cuesta, detrás de él, a veinte yardas de distancia, agazapado en la arena, jadeando de hambre.

    Cox miró a su alrededor frenéticamente. ¡Ningún arma! ¡Nada más que amarillas y ondulantes colinas de arena, el sol abrasador y los altos y retorcidos árboles de Josué! Miró de repente hacia atrás y vio que el gato de arena se arrastraba tras él, lenta, muy lentamente. Ahora se encontraba a treinta yardas.

    Le volvió el aliento en jadeantes inspiraciones mientras observaba a aquel ser. Tenía ocho pies de largo y delgadas y musculosas ancas que temblaban al sol. Sus rojos ojos brillaban con odio salvaje. Se movía con segura confianza, con la cruel certidumbre de que mataría. Cox intentó pensar, intentó limpiar su mente del miedo y del pánico de que era presa, intentó transformar en gritos el incrédulo asombro que le atormentaba. Tenía que marcharse de allí, pero no podía correr. Aquel ser era demasiado rápido. Cox sabía que era algo increíble que él estuviera allí, pues su mente parecía intentar decirle que no lo creyera, que no era cierto… Pero continuaba sintiendo la arena bajo sus sudorosas palmas y aquello era real, completamente real. Y el gato de arena estaba cada vez más cerca…

    En un impulso corrió en zigzag, bajó la cuesta de la colina y subió a la siguiente, observando por encima de su hombro el brillo del movimiento amarillo. A cada cambio de dirección, el gato también cambiaba, acechando sin cesar. ¡Si al menos lo perdiera de vista durante un momento! Si no le veía, podría forzar a su mente a que le diera una respuesta.

    Corrió diez pies hacia la derecha, se detuvo, y luego corrió diez pies hacia la izquierda, dirigiéndose al enorme promontorio que se alzaba, como un desnudo centinela, sobre la duna de más allá. El gato de arena le siguió, moviéndose hacia la derecha y luego hacia la izquierda. De nuevo corrió Cox, seguro ahora de que debía seguir aquel plan, moviéndose hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Una larga carrera para separarse de la roca y luego otra larga carrera para acercarse a ella. El gato se hallaba más cerca, sólo a veinte yardas, acortando a cada carrera la distancia que mediaba entre ellos. Jadeando, Cox intentó recuperar el aliento, así como dominar sus nervios. Sabía que el pánico le podía matar.

    Rápidamente se elevó hasta el borde de la duna, hacia la derecha del promontorio y luego, de pronto, se dejó caer por el otro lado, poniendo el promontorio entre él y el gato, sin dejar de mirar cautelosamente a su alrededor. Dio resultado. Lentamente, tan lentamente como antes, el gato ascendió por la duna, mirando desde su borde en la dirección en que él había corrido. Luego se dejó caer sobre su vientre, deteniéndose, mirando, mientras un salvaje rugido de rabia brotaba de su abierta boca.

    Vivamente, Cox rebuscó en la arena hasta encontrar un trozo de piedra del tamaño de un ladrillo. Entonces aspiró profundamente, salió de detrás del promontorio y se dirigió hacia el gato, moviéndose silenciosamente sobre la suave arena. Lleno de miedo, pero también de salvaje furia, cayó sobre la bestia y, levantando la piedra, la dejó caer con todas sus fuerzas sobre la plana y amarilla cabeza. El gato de arena rugió y aulló al tiempo que arañaba el aire con sus garras. Cox levantó de nuevo la piedra y de nuevo la dejó caer sobre el cráneo de aquel ser. Las garras como navajas rozaron sus costados… hasta que la bestia, rugiendo y presa de convulsiones, quedó en el suelo retorciéndose.

    Súbitamente todo se sumió en la oscuridad y una fría brisa de invierno dio en el rostro de Cox. Las estrellas titilaban sobre su cabeza en el gélido aire nocturno. El gato de arena había desaparecido y también los árboles de Josué. El joven yacía en una hondonada, húmedo de frío barro, y uno de sus costados sangraba.

    Temblando, miró a su alrededor. Se hallaba acostado sobre un frío riachuelo. Más arriba de él pudo ver una especie de ribazo que terminaba en una baja verja de hierro. ¡Un camino! Penosamente Cox se arrastró hasta el borde del ribazo y miró a su alrededor.

    La franja de pulido metal brillaba a la luz de las estrellas mientras frías bocanadas de viento mezclado con nieve mordían sus orejas y ponían lágrimas en sus ojos. Las lágrimas se helaban en sus párpados y la dura frialdad del aire penetraba en sus pulmones, produciéndole dolor cada vez que respiraba.

    A la distancia oyó un rumor de ruedas. La carretera temblaba mientras se aproximaban unos vehículos enormes. Instintivamente, Cox se escondió en el terraplén de la carretera al tiempo que una larga hilera de grotescos monstruos metálicos pasaba por ella produciendo un ruido atronador, avanzando firmemente por la carretera de metal, brillando dentro de sus sombrías pantallas fluorescentes, pero sin mostrar el menor signo de vida. El joven pudo ver las delgadas torrecillas y los salientes parecidos a cañones que se delineaban contra el sombrío cielo de la noche. Armas, pensó. Sí, eran enormes máquinas parecidas a tanques que brillaban y rugían a lo largo de la carretera para cumplir algún recado de muerte.

    Pasó el último de los vehículos y, cautelosamente, David Cox trepó de nuevo a la carretera. Un trueno se oyó, y la lluvia empezó a caer en enormes gotas frías que golpeaban sobre él con la fuerza de balas de ametralladora, azotando su piel y empapando su cabello y sus ropas.

    El joven se estremeció lastimosamente, su mente presa de la mayor confusión. Si por lo menos pudiera encontrar un lugar para pensar, para descansar, para recogerse en sí mismo, y para intentar vendar la herida de su costado… Miró carretera adelante y pensó que podría llegar a las esqueléticas ruinas de un edificio que se alzaba contra la luz de las estrellas. Penosamente se arrastró a través de la cinta de acero, llegando hasta la cuneta del otro lado. Tenía los pies entumecidos y el dolor de su costado había aumentado, llegando a ser un tormento insoportable, pero se las arregló para caminar tambaleándose por el campo, empleando toda la fuerza que le restaba en buscar cobijo.

    Sí, era un edificio… o lo había sido alguna vez. Dos de sus muros se hallaban completamente derruidos, bombardeados, y el tejado se había venido abajo. Pero se alzaba aún una pared intacta. El interior del edificio había sido devorado por un incendio.

    Cox apartó los escombros y la basura de la puerta, y logró que ésta girase sobre sus enmohecidos goznes. Dentro del edificio encontró un rincón seco y localizó un trozo de manta en un montón de basura. Se sentó en aquel rincón y sacudió la cabeza, intentando desesperadamente encontrar una orientación.

    Su costado había dejado de sangrar. Un rápido examen le mostró cuatro arañazos profundos y de feo aspecto, que le llegaban hasta el muslo. ¡Eran de garras! Naturalmente, el gato de arena le había alcanzado en su última y desesperada rabia. Cox se echó hacia atrás al tiempo que manoseaba su negro cabello con dedos temblorosos. El gato de arena estaba en el desierto, no allí. Y antes había habido un túnel y un tren ruidoso que se echaba sobre él, un tren que avanzaba sin que hubiera rieles. Y ahora, un frío mundo devastado por la guerra…

    Unas cosas no se compaginaban con las otras. Desesperadamente, el joven intentó recordar lo que le había sucedido entre escena y escena. Nada, al parecer. Se había deslizado de una a otra en un abrir y cerrar de ojos. Pero eso era imposible… Uno no puede saltar de esa forma de un lugar a otro. Por lo menos, él no lo creía posible.

    Y, sin embargo, estaba allí. No había duda de ello. Aquel edificio era real, el frío y la oscuridad eran reales. Pero las marcas dejadas por la garra del animal también eran reales. Y lo de la herida no había sucedido allí, sino en otro lugar. ¿Cómo había llegado allí? ¿Es que había deseado llegar hasta allí? Sacudió la cabeza irritado. Aquello era ridículo. Pero había habido tres diferentes lugares… los cuales debían tener algo en común, algún común denominador. ¿Qué había en común entre los tres lugares, qué posible conexión existía entre ellos?

    De pronto comprendió cuál era la conexión… y se incorporó rápidamente mirando fijamente la oscuridad. ¡Era obvio! Un túnel, y peligro. Un desierto, y peligro. Y ahora, aquel frío y hostil lugar… ¡y peligro! Peligro para él, ¡peligro crudo y desnudo!

    Pensó sobre eso durante un rato. Le parecía que, en cierto modo, el peligro había formado su vida entera, y que no podía pensar sino en él.

    La única cosa que había conocido siempre era el peligro. ¿Podría ser cierto esto? Instintivamente sabía que no lo era. Antes, en alguna parte, había tenido paz, amor y días felices. Pero clavada en su mente se hallaba la aguda y terrible certidumbre de la inminente muerte, la seguridad de que podía morir allí, de pronto, en cualquier momento, y que sólo sus propios recursos podían salvarle.

    Era como si repitiese los bien ensayados gestos de una obra teatral. Alguien le había dictado todo aquello. No había nacido de forma original en su propia mente. Era propaganda, información condicional, algo que le habían enseñado. ¿Se lo habría dicho Mary?

    Lanzó una exclamación. ¡Mary! Excitado, repitió el nombre una y otra vez. Allí estaba la ligadura. Mary, su esposa. Ciertamente, había habido paz y cordialidad, y comodidad y amor. Mary era su esposa, y él había conocido todas aquellas cosas en su compañía, y todo se hallaba en un oscuro rincón de su memoria. Se sintió contento al recordar a Mary. Le sucediera lo que le sucediese, había conocido a Mary, que le amaba más que a nada en el mundo.

    El viento se filtraba en el derruido edificio, lanzándole fría nieve al rostro. Allí no estaba Mary. Sin saber por qué, él estaba allí, en peligro, y en aquel lugar no había ni cordialidad ni amor. Dando un respingo, hizo que su mente volviera a la realidad. Él no había querido ir allí. No podía haber ido por su propia voluntad. Existía tan sólo una posible respuesta: le habían puesto allí.

    Su mente dio con esta idea y el joven se echó a temblar. Igual que la mano se mete en un guante, el pensamiento se metió en su mente, llenando un terrible vacío. Sí, era eso. Él había sido colocado allí por alguna razón. No cambiaba de lugar por su propia voluntad, sino que era cambiado de lugar, contra su voluntad y contra su deseo. Le llevaban de peligro en peligro como si fuera una pieza de ajedrez que formara parte de una horrible partida de muerte.

    Pero nadie le tocaba, nadie se acercaba a él… ¿Cómo podían producirse aquellos cambios? La respuesta a esto le hizo estremecerse y su mano tembló al apretar contra su pecho su chaqueta. Era obvio: los cambios se producían en su propia mente.

    Se frotó la barbilla, cubierta de barba. Si esto era cierto, entonces aquellos sucesos no habían sucedido realmente. No había estado en un túnel. No había existido ningún gato de arena. No se hallaba echado en un rincón húmedo, con aquel terrible frío que le subía por las piernas.

    Irritado de pronto, desechó el pensamiento. No cabía la menor duda, todo había sido real. Las heridas que tenía en el costado eran verdaderas. Sabía, sin el menor género de duda, que había habido un gato de arena. Sabía que el animal le hubiese matado de haber podido, y que entonces él estaría muerto.

    «Usted puede morir, y sólo sus propios recursos le salvarán».

    ¿Quién le había dicho esto? Había habido un programa, un entrenamiento, en algún lugar, preparándole para algo, para algo muy importante. Su mente trabajaba en la oscuridad, intentando penetrar en los más recónditos recovecos de su memoria. Aquellas palabras… En su memoria apareció un hombre bajito, de rostro rojo, y otro alto y delgado, vestido de blanco… ¡Schiml! Schiml había pronunciado aquellas palabras. ¡Schiml le había colocado allí!

    De pronto, lo veía todo con claridad. Él estaba en peligro y debía superar este peligro, y no tenía por qué conocer de antemano lo que estaba sucediendo. Había habido un largo programa de entrenamiento llevado a cabo por Connover, Schiml y todos los demás, y ahora estaba pasando la prueba. Pero nada podía sucederle, pues aquellas cosas eran todas producto de su imaginación.

    Se estremeció en medio de la frialdad ambiente. De todos modos, no se atrevía a creer en lo que acababa de pensar.

    El doctor Schiml se sentó junto a la cama y secó las gotas de sudor de la frente de Cox. Los ojos del doctor brillaban de excitación al mirar la pálida forma extendida en la cama y luego al colorado Connover.

    —Ha dado el primer paso —dijo con voz ronca—. Estaba seguro de que lo haría.

    Connover hizo una mueca, pero afirmó con la cabeza, sin apartar los ojos del panel que había junto a la cama.

    —Sí, ha dado muy bien el primer paso. Se ha dado cuenta de cuál es la fuente de lo que le rodea. Pero no es bastante.

    Los ojos de Schiml brillaron durante un instante.

    —Cuando calculamos la prueba por primera vez, ni siquiera nos atrevimos a suponer la posibilidad de esto. Ahora ya ve usted que ha sido posible. Pues bien, también dará los otros pasos.

    Connover, colérico, se volvió vivamente hacia el doctor.

    —¿Cómo va a poder hacerlo? ¡No posee los datos! Cualquier loco deduciría, bajo circunstancias especiales, que lo que ve son fenómenos mentales subjetivos. Pero usted pide lo imposible si espera que él vaya más lejos a lo largo de esa línea de razonamiento. No posee bastante memoria de la realidad para poder trabajar con ella.
    —Tiene a Mary, a usted y a mí —respondió el doctor—. Sabe que ha habido un programa de entrenamiento y sabe que está pasando una prueba, y ahora sabe que está viviendo las pesadillas de su propia mente. Ya resolverá el resto.
    —Y ese conocimiento aumenta el peligro mil veces. Se volverá descuidado, se confiará…

    La joven se estremeció. Había estado mirando inexpresivamente al hombre acostado, pero ahora se dirigió al doctor Schiml.

    —Connover tiene razón —dijo tristemente—. David no ha sido puesto en antecedentes. Puede sentirse indiferente y abandonarse… —Sintiéndose desamparada, no acabó la frase.
    —¿No comprende, Mary? Esto es exactamente lo que vamos a averiguar. Tenemos que saber si el entrenamiento ha servido de algo. Puede descuidarse, es cierto, pero nunca se descuidará demasiado. ¿Recuerda al gato? Le hizo daño. Realmente le hizo daño. Dará el paso siguiente y lo dará bien. Será doloroso al principio, pero lo hará.

    El rostro de la joven se encendió de disgusto.

    —¡Eso puede matarle! Están ustedes pidiendo demasiado. No es un superhombre, sino tan sólo un hombre corriente, indefenso. No posee poderes mágicos.

    El rostro del doctor estaba pálido.

    —Eso es cierto —murmuró—. Pero yo le aseguro que posee una especie de poderes no mágicos, unos poderes que hemos estado introduciendo en su mente durante el pasado año. Tendrá que hacer uso de esos poderes, eso es todo. Tendrá que hacerlo.

    Los ojos de Mary se fijaron una vez más en la forma inmóvil que yacía sobre la cama.

    —¿Cuántas pruebas necesitan ustedes? —preguntó suavemente—. ¿Cuánto tendrá aún que sufrir antes de que suspendan la prueba y le devuelvan al mundo?

    El doctor miró a Connover.

    —No se preocupe —contestó con amabilidad—. Pronto detendremos el experimento. En cuanto él dé los pasos necesarios. Pero hasta entonces, no.
    —¿Y si no los da?

    La joven no vio que la mano del médico temblaba al ajustar los cables al panel.

    —No se preocupe —repitió el doctor—. Los dará.

    David Cox sintió que las piernas se le iban entumeciendo más y más cada vez. Yacía echado sobre el frío e inhóspito suelo del ruinoso edificio, mirando la oscuridad que le rodeaba. Su descubrimiento le había producido un gran alivio; ahora respiraba más fácilmente y notaba que su mente descansaba después de la tensión anterior. Sabía, sin que le quedara la menor duda, que no se hallaba en medio de la realidad… que aquel frío e inhóspito lugar no era real, que se trataba sólo de una horrible pesadilla elaborada en las escondidas profundidades de su propia mente, presentada ante él por alguna razón que no alcanzaba a comprender y que era como una idiota y horrible sustitución de la realidad. En lo más profundo de su mente, algo murmuraba que ningún daño podía ocurrirle. La sensación de peligro que invadía su espíritu era falsa, una creación del mundo no real que le rodeaba. Estaba sufriendo una prueba, esto era obvio; aunque él, por más que procuraba atravesar la dura pantalla de su memoria, no comprendía por qué le estaban probando.

    Sin embargo, como se había dado cuenta de la irrealidad, la prueba debía de haber concluido. Ya no podrían engañarle más. Sonrió para sí. Armado con aquel conocimiento, no existía ya peligro. El peligro no era real. Incluso la herida de su costado era imaginada, no verdadera.

    Pero el frío continuaba ascendiendo insidiosamente por sus piernas, produciéndole un estremecimiento, cada vez más arriba, hasta llegar al tronco. Cox no se movía. Se limitaba a esperar. Después de todo, terminada la prueba, lo más seguro era que le devolvieran pronto a la realidad.

    Semejante a una helada hoja de cuchillo, algo se introdujo en su mente con suma rapidez y sin advertencia alguna. Cox gritó, quejándose agónicamente ante el salvaje golpe. Intentó incorporarse y encontró que sus músculos se hallaban entumecidos y paralizados. De nuevo recibió el golpe, más agudo, más enfocado, ahondando con una fuerza que parecía partir su cerebro en dos. Gritó de nuevo, cerrando sus ojos con fuerza, retorciéndose en el suelo. Se puso tenso, esperando el nuevo golpe, mientras toda su mente intentaba rehacerse para formar como una barrera protectora.

    Frenéticamente se retorció levantando la parte alta de su cuerpo, intentando desesperadamente, y sin saber lo que hacía, ponerse en pie y echar a correr. Pero cayó cabeza abajo sobre la basura. De nuevo le llegó la sensación del cuchillo en el cerebro, arañándole la mente de una manera tan salvaje que le dejó sin aliento. Arrastrándose por el suelo, alcanzó la puerta y contempló lastimosamente la negrura del exterior.

    Distinguió la forma gris de uno de los monstruos de acero que había visto pasar con atronador ruido por la carretera un poco antes. El monstruo se hallaba sobre la rocosa y helada tundra del campo, inmóvil, el brillo de su fuerza eléctrica rodeándole como una aurora espectral. Cox sabía que el ataque procedía de allí, anonadador, como si fueran unos grilletes que paralizasen su mente sin dejarle posibilidad de escapar. Un ataque de inimaginada ferocidad. El joven luchó, intentando levantar alguna especie de escudo que le protegiera. Se había equivocado: podía ser dañado, la prueba no había terminado… Pero, ¿por qué aquella horrible tortura? De nuevo y de nuevo se repitió la sensación del cuchillo en su cerebro, hasta que gritó y se retorció, esperando con angustia la próxima vez.

    De pronto notó que su mente caía en un estanque de una suave tibieza de terciopelo, de suave dulzura, un asilo de deliciosa ternura. Una ola de alivio le inundó mientras se abandonaba al encanto de la apacible música que danzaba por su mente, cayendo fácilmente en la trampa… hasta que de pronto recibió otro salvaje golpe en su mente, haciéndole caer al suelo con retorcimientos de agonía.

    No, no, no, gritaba su mente. No te abandones, ¡lucha! Y él intentaba volver a construir la barrera, levantar una pantalla que le protegiera. Esto no es real, se decía. Esto no sucede realmente. Esto es una ridícula e imposible pesadilla. Sí, aquello no podía dañarle… Pero el caso era que le estaba haciendo daño, un daño insoportable.

    Llegó otro golpe y ya fue demasiado para él. Sabía que tenía la muerte muy cerca. Lo que estaba fuera, en el campo, intentaba matarle, intentaba transformarle en una burbujeante masa de protoplasma sin vida, sin espíritu, como…

    …como los hombres que regresaron en la nave espacial.

    Respiró profundamente. Por milagro, se dio cuenta de que otro eslabón de la cadena se había colocado en su sitio. ¡La nave espacial! Él la vio una vez, hacía mucho tiempo. Algún desconocido rincón de su mente recordaba el estrecho y averiado casco de la nave que regresó, después de muchos años, a la Tierra, su planeta natal, trayendo a los hombres casi sin vida, maltrechos, que habían partido en ella al empezar el viaje. Recordó a aquellos hombres: apenas estaban vivos, y traían en sus instrumentos recuerdos de un inimaginable horror y, en sus labios, incoherentes balbuceos. Hombres que habían viajado por el espacio, encontrándose con un salvajismo desconocido con el que no podían luchar; hombres que se ponían a gritar como locos ante el pensamiento de que algún día podían volver al espacio. ¿Era por eso por lo que estaba siendo probado? ¿Se debía a eso su entrenamiento y el haber sufrido tanto?

    Otro golpe llegó hasta él, acabando con las pocas fuerzas que le restaban, anulándole, quitándole la imagen de su mente. Aquellos hombres… ¿se habían enfrentado con esto? ¿Era esto lo que les había destruido, tan lejos de su casa, tan infinitamente solos en un mundo desconocido? ¿O era algo más, algo un centenar de veces más horrible?

    Volvió a gritar cuando se dio cuenta con cierta certidumbre de que, imaginación o no, aquel peligro era real, tan horriblemente real que se estaba muriendo por haber llegado a ese límite de lo insoportable más allá del cual se encontraba una muerte cierta. Fríamente buscó un arma; fríamente buscó un escudo para evitar los horribles golpes, para luchar horror contra horror, para morir luchando si era necesario.

    Con amargura cerro su mente al odio y al miedo, buscando entre las profundidades de su mente algo con que enfrentarse a la cosa monstruosa que tenía ante sí. En un ímpetu de rabia, comenzó a imaginar escenas de salvajismo, de violencia, de odio y de destrucción, algo que pudiese responder golpe por golpe. Estaban intentando matarle, él sabía que podían matarle, y luchaba contra ellos con toda la fuerza de que disponía, experimentando la sensación de una batalla entre su mente y el monstruo que se hallaba en el exterior. Era una lucha a muerte, y se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, todo en el más profundo silencio, hasta que, de algún modo, el joven sintió que la tensión cedía. Se oyó un grito en el campo…, un grito de desconocido miedo, de odio y derrota. Y luego siguió el silencio.

    David Cox, exhausto, se dejó caer en el suelo. Se quejaba y sus labios se movían débilmente. He tenido que luchar con ellos, murmuraba. He tenido que luchar con ellos… De lo contrario, me habrían matado… me habrían matado…

    La joven sollozaba en la silenciosa habitación.

    —¡Oh, detenga eso! —suplicó—. ¡Paul, detenga eso! No puede más… ¡Oh, es horrible!
    —Esto es más de lo que yo puedo contemplar —dijo Connover con voz ronca; su rostro estaba muy pálido, como si estuviera enfermo—. ¿Cómo puede usted continuar?
    —No soy yo el que continúa —respondió con voz tranquila el doctor Schiml—. No soy yo el que forja esas cosas. Todo lo que hago es aplicar pequeños estímulos a pequeños trozos del tejido de las neuronas. Nada más. El resto surge de su propia mente.

    Mary se volvió hacia él con fiereza.

    —¿Cómo puede ser eso cierto? ¿Cómo puede haber tal… tal horror en su mente? Eso no es David, y usted lo sabe. David es amable, bueno y gentil. ¿Cómo se pueden producir tales pesadillas en su mente?
    —Todo el mundo alberga pesadillas en su mente, Mary. Incluso usted. Y todo el mundo tiene el poder de la muerte en su cabeza.
    —Pero Cox está dando todos los pasos que habíamos planeado —gritó Connover—. ¿Qué más espera usted?
    —Está dando algunos de los pasos —corrigió Schiml, en tono airado—. ¿Es que quiere usted arrojar por la ventana el trabajo de todos estos meses, Connover? Por supuesto, David reacciona muy bien. Se ha dado cuenta de que existe un peligro que puede matarle; esto era enormemente importante. Se da cuenta asimismo de que se halla sometido a una prueba, aunque en su entrenamiento no se habló de ello. Está empezando a darse cuenta de por qué falló la nave del espacio. Y se da cuenta de que ha de luchar para sobrevivir.

    »Desde donde partió, ha realizado un largo camino, un notable camino. Pero ahora no nos podemos detener. Ni siquiera se ha aproximado aún al más vital descubrimiento. Se siente demasiado fuerte, demasiado confiado, sin la suficiente desesperación. No le puedo ayudar, Connover. Tiene que salir airoso por sí mismo.

    —Pero no podrá resistir otro ataque como el último —exclamó Connover—. Con entrenamiento o sin él, ningún hombre podría. Usted, deliberadamente, va a dejar que se mate a sí mismo, Paul. Nadie podría sobrevivir a eso.
    —Pues él tendrá que hacerlo. Las tripulaciones de las naves espaciales no pudieron. He aquí por qué regresaron como lo han hecho.

    Connover reflexionó.

    —Bien, yo me lavo las manos sobre esta cuestión —dijo—. Me limito a indicarle que debe detenerlo ahora. —Miró fijamente al alto doctor—. Si el muchacho muere, no seré yo el responsable.
    —Pero usted estuvo de acuerdo…
    —Bien, pues he dejado de estarlo. Esto ha ido demasiado lejos.

    Schiml le miró con disgusto durante un largo momento. Luego suspiró.

    —Si así es como están las cosas, yo acepto toda la responsabilidad. Pero la prueba acabará.
    —¿Y si muere?

    Los ojos de Schiml se volvieron sombríos.

    —Es muy sencillo —contestó—. Si muere, nunca tendremos otra oportunidad. Jamás habrá otra nave del espacio.

    Cox no pudo calcular cuánto tiempo había permanecido inconsciente. Penosamente levantó la cabeza, agachándola cuando el dolor se presentó de nuevo en su cerebro, y entornó los ojos al mirar el reflejo de sí mismo que le daba el frío espejo de acero de la pared. Contempló el reflejo y empezó a reconocerse a sí mismo.

    Era él, David Cox, con su negro cabello cubierto de barro y pegado al casco, con su rostro surcado por lívidas y feas ronchas, con sus ojos rojos por el esfuerzo y la fatiga. Lanzando un gemido, se dio la vuelta para ponerse en pie sobre el pulido suelo, sin dejar de mirar alrededor. Titubeante, frotó su costado. La herida seguía aún allí, un dolor agudo bajo sus dedos, y su cabeza también le dolía fuertemente. Pero el lugar…

    Sabía que se había producido otro cambio. Era una habitación perfectamente cerrada, sin una abertura, sin una ventana, sin una salida. Tenía el techo bajo techo y seis lados, cada uno de ellos un pulido espejo. El techo y el suelo reflejaron su imagen cuando al fin de puso en pie y aspiró el ligero pero agudo olor a ozono que flotaba en la habitación. En los espejos, cien Davides luchaban por mantenerse en pie mientras se guiñaban estúpidamente los ojos el uno al otro. Un centenar de maltrechos y sombríos Davides que surgían de cada ángulo, de arriba y de abajo, reflejándose y contrarreflejándose en la brillante iluminación de la pieza.

    Entonces oyó el grito. Un largo y lastimoso grito de agonía que las paredes se arrojaron una a la otra y que casi le rompió los tímpanos. El grito se produjo de nuevo, más fuerte, más lastimoso. Sin darse cuenta de lo que hacía, Cox se metió los dedos en los oídos, pero el sonido llegaba lo mismo hasta ellos, golpeando su cráneo. Al mismo tiempo que el grito resonó un pesado y machacante crujido de maquinaria en movimiento, chirriante, tintineante, que le arañaba los oídos. El grito se produjo de nuevo, más fuerte, más lastimoso y apremiante, y un aullido de maldición se unió al ruido chirriante de la maquinaria. Cox permanecía erguido en el centro de la habitación esperando, alerta, dispuesto para cualquier especie de ataque, tenso todo su cuerpo para rechazar lo que pudiera venir a amenazarle.

    En lo más profundo de su mente crecía una especie de odio hacia sí mismo por ser el personaje en que se cebaba aquella continua tortura, y también hacia el doctor Schiml, hacia Connover y hacia todos los que tomaron parte en aquello. ¿Qué querían? ¿Qué motivo había para aquellos ataques, para aquella horrible inestabilidad? ¿Qué era lo que justificaba aquellos peligros, que podían matarle tan fácilmente? Sintió debilidad, una terrible sensación de que no podría soportarlo, de que se tendería en el suelo para morir, de que el límite de su resistencia se aproximaba. Pero continuó erguido, con los puños cerrados, esperando. ¿Cuánto podría resistir un hombre? Los que le hacían aquello, ¿qué deseaban de él? Y… ¿cuándo se detendrían?

    Esta idea se quebró de pronto al tiempo que un frío estremecimiento le corría por la espina dorsal. Se había quedado mirando fijamente y casi con la boca abierta el espejo que tenía enfrente de su rostro. Entornó los ojos mirando la imagen, y luego, incrédulo, se golpeó a sí mismo. Algo le estaba sucediendo. Su imagen no era la de siempre…

    Otro grito cortó el aire, un desgarrador y horrible aullido de dolor y tormento, que puso hielo en su espalda mientras se sentía desfallecer. Fascinado, vio que su mano desaparecía, se torcía, se transformaba en una masa pegajosa de tentáculos, llena de pululantes gusanos. Dejó de mirar el espejo y dirigió los ojos a su propia mano… y entonces el grito brotó de su propia garganta. Su grito fue reproducido por el eco y vuelto a reproducir, como si cada espejo gritase también, burlándose de él. Toda la habitación gritó a su alrededor, junto con los crujientes y chirriantes ruidos de maquinaria con arena en sus ruedas, que se mezclaban a los gritos. Ahora también su brazo se estaba transformando, retorciéndose como algo que tenía vida independiente…

    ¡Tenía que salir de aquella habitación! Lanzando un grito de rabia indefensa, se arrojó contra uno de los espejos, oyendo que el golpe producía un rumor seco mientras él caía de nuevo, dando un salto, en el suelo. Su mente se esforzó en encontrar un camino. Miró a su alrededor buscando una puerta, pero allí no había más que espejos, espejos que jugaban malas pasadas a su mano y a su brazo, que se torcía hacia su hombro. Cada vez que buscaba una puerta en una pared no descubría otra cosa que el reflejo de otra pared, y otra y otra.

    Apoyado sobre manos y rodillas, recorrió toda la habitación. ¿Había cuatro paredes, cinco, seis… o bien siete u ocho? ¿O es que él se repetía al contarlas? No lo sabía. Y cada vez que miraba una pared veía su horrible y cambiante brazo, hasta que con un esfuerzo sobrehumano intentó rehacerse y, cogiendo aquello que se movía con su mano buena, lo separó de sí, y la cosa quedó aparte, una masa parecida a mermelada que se retorcía temblorosa. Aquel muñón que se había separado de su cuerpo continuó retorciéndose y cambiando, pero él no miraba otra cosa que el espejo…

    Un pensamiento se deslizó en su mente y se apoderó de él frenéticamente, como si cogiera una paja en el viento. Lo que veía era un reflejo. No podía ver nada sino un reflejo. ¿Cuántas paredes había? No podía contarlas, nunca estaba seguro. Pero tenía que salir de aquella habitación. ¡Tenía que salir! Cerró los ojos, huyendo de la brillante luz, pero haciendo que los penosos gritos resonaran más fuertemente en su espíritu. Lenta y penosamente se puso en pie apoyado en la pared de la habitación mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza, negándose a mirarse en los espejos. Luego tanteó con la mano buena la suave superficie de los mismos…

    Una raja. La siguió. Suavidad… A continuación, metal. ¡Un pomo! Con un grito que fue como un sollozo de alivio, dio vuelta al pomo, notando que la pared cedía, y salió al exterior por la abertura, pisando sobre un terreno desigual y tosco, con los ojos aún cerrados, y dio un portazo tras de él. Quedó jadeante, mientras el ruido de maquinaria y los gritos se alejaban como una nube, sumiéndole en un absoluto silencio casi palpable.

    Había luz. Abrió los ojos, cerrándolos en seguida mientras lanzaba una exclamación al tiempo que la cabeza empezaba a darle vueltas por efecto del asombro y del miedo. Luego, cautelosamente, abrió los ojos poco a poco, luchando contra un terrible y ancestral miedo, pero acto seguido los cerró con una sensación de vértigo.

    ¡Se hallaba en lo más elevado de un pináculo de mil pies de altura!

    Instantáneamente se echó en tierra, asiéndose desesperadamente a los suaves extremos de la roca. El trozo de plana roca en donde se hallaba tenía el tamaño de un ataúd, seis pies de largo por tres de ancho. Sobre su cabeza se veía un frío cielo azul con blancas nubes aborregadas. Pero por todos lados, a pocas pulgadas de donde él se encontraba, se abría un hondo y cruel precipicio que quitaba el aliento y que terminaba en el lejano mar del fondo.

    Una sombra pasó sobre él, y el joven, tenso y temeroso, levantó la vista. Por encima de su cabeza pasaban unas enormes alas negras, un largo y desnudo cuello rojo, crueles garras, oscuras y brillantes, y un pico curvado que destellaba a la luz del sol. Un pájaro como nunca había visto antes, que se acercaba a él, y luego se separaba de él, describiendo enormes círculos bajo el brillante cielo azul. Un pájaro que le aventajaba en tamaño, con malignos ojos que parecían botones y que le miraban sin pestañear… Lanzó un sollozo mientras se agarraba más y más a la roca.

    ¿Por qué? ¿Por qué no detenían aquella tortura? ¿Por qué no la detenían y le hacían volver a la realidad? Experimentaba la sensación de que el fin se aproximaba, y sus fuerzas fallaban y su voluntad también fallaba. Pequeños vapores de desesperanza nublaban su cerebro, desesperación por no poder resistir ya mucho tiempo, desesperación que era ya más fuerte que el miedo a la muerte que le había mantenido en tensión hasta entonces.

    El pájaro volaba tan cerca que podía oír el ruido que hacían sus alas mientras las patas terminadas en uñas de acero se aproximaban cada vez más a sus hombros. Cox miró por el borde del precipicio buscando algo que le ayudara a descender, donde poder apoyar el pie, pero no descubrió nada. Tenía que bajar, no podía luchar contra aquel ser. Con los ojos entornados miró el agua azul que había abajo. Tratar de deslizarse sería una imbecilidad: notaba su brazo mutilado, perdido entre la tela de la manga. Con sólo un brazo para sujetarse no tenía esperanzas de librarse del pájaro, aun cuando encontrara algún medio de bajar.

    Una pata de acero le rompió la camisa, enviando una cuchillada de dolor a su cuerpo y haciendo que en su cerebro se cristalizara una loca idea. Aquella roca tan alta por encima del agua podía significar que el agua tenía mucha profundidad. Era una elección disparatada, pero no había otra cosa que hacer. Tras respirar profundamente, llegó hasta el filo de la roca, reunió todas sus fuerzas y se lanzó al espacio.

    Rompió el agua produciendo un terrible impacto. Contuvo su respiración, pero luchó desesperadamente para lograr salir a la superficie con ayuda de su brazo sano, esperando ser liberado, rogando para que sus probadores se dieran ya por satisfechos, para que detuvieran la tortura, haciéndole volver a la realidad.

    Finalmente salió a la superficie, y luego, de pronto, sintió tierra sólida bajo sus pies. Miró hacia atrás y vio que la roca en forma de pináculo había desaparecido y que el cielo tenía un horroroso matiz naranja. Jadeando y sin fuerzas, anduvo tambaleándose por la orilla.

    Pero aquella orilla no era normal. Con un arrebato de ira, David vio que en la terrible superficie en la que se hallaba, la arena bajo sus pies se movía como si estuviera viva, cual si estuviera formada por avispas que le subían hasta los tobillos, que los rodeaban como queriendo que cayera de rodillas. Había estrellas que titilaban en el suelo, y del cielo caían grandes piedras de granito negro que le rozaban las orejas cual si fueran enormes balas de un cañón no terrestre. El mundo estaba cambiado, y las cosas aparecían contorsionadas o retorcidas en formas imposibles. En el aire olió el húmedo y fuerte olor del cloro.

    Lanzando un grito de rabia se arrojó sobre la hirviente arena, a la que dio de puñetazos con desesperada furia al tiempo que gritaba una y otra vez. No podía resistir más, aquello era el fin, no tenía fuerzas para seguir luchando… Tenían que devolverle a la realidad, tenían que detener aquello.

    Un horrible pensamiento se apoderó de su mente, haciéndole caer de rodillas. Sus ojos, hundidos, se abrieron de par en par sin poder ver el imposible y tergiversado paisaje. El miedo le dominaba, un miedo hondo, profundo, que profería en su mente un miedo desolado y vacío. Cuidadosamente revivió todas las pruebas que había sufrido, todo lo que había pensado, visto y sufrido. Había corrido, había luchado todo lo que humanamente era posible… lo suficiente para satisfacer a cualquiera que le probara. En lo que hacía a su reacciones, conscientes e inconscientes, a su habilidad para encontrar recursos ante el peligro, a su honradez de espíritu, a su resistencia, a su empuje, a sus ánimos… no podían pedir más. Y, sin embargo, no le liberaban. Con toda seguridad, si algún ser humano era capaz de resistir las terribles sorpresas de las estrellas y de los mundos alrededor de las estrellas, ese ser humano era él. ¡Pero no le liberaban!

    El pensamiento se presentó de nuevo, más fuerte, llenándole de horrible certidumbre. Se estremeció, y un enorme sollozo surgió de sus labios. Ahora lo comprendía todo, estaba seguro de ello. Se había sentido esperanzado, en la creencia de que les satisfaría luchando y acabarían por poner término a la prueba. Pero ahora, con terrible claridad, veía el cuadro desde un ángulo diferente.

    No se detendrían. Ellos nunca pararían de someterle a aquellos horrores. A pesar de lo mucho que pudiera resistir, nunca pararían. Había estado luchando por una causa perdida, luchando para satisfacer algo insaciable. Y podía seguir luchando, pero sólo para acabar cayendo muerto.

    La ira se mezcló a la desesperación, una ira ciega que rompía su corazón y torcía su boca en una mueca de rabia. Había sido burlado, vencido. Les había servido de experimento, de prueba, para saber lo que podía resistir un entrenado hombre del espacio; había sido entregado a sabiendas a la muerte, como un indefenso conejillo de indias sin cerebro.

    Dirían que lo hicieron por el bien de la humanidad… Cox escupió sobre la arena. A él le importaba un comino la humanidad. ¡Preparar a un hombre para que visitara las estrellas! ¡Al diablo con las estrellas! Él era un hombre, había sostenido una cruel batalla, se había enfrentado con la muerte, con una muerte dotada de las formas más horribles que su propia mente podía concebir. Y no iba a morir. ¡No iba a morir por más horrores que Connover, Schiml y sus ayudantes del entrenamiento psíquico le enviaran!

    Se echó hacia atrás sobre la arena, con el rostro rojo por la cólera que le corría por las venas. Se daba cuenta de que tenía que luchar contra su propia mente, que aquellas cosas las producía su propia mente, dirigida por las agujas de Schiml, estimulada por pequeñas cargas eléctricas. Todo venía de su propia mente. Claro que podían matarle. ¡Oh, sí! Nunca perdía de vista este hecho.

    Pero él también podía matarles a ellos.

    De pronto vio una enorme roca que se dirigía hacia él. Era negra, llena de picos, como un monstruoso pedazo de carbón, y se dirigía directamente hacia su cabeza, volando por el aire como una enorme bala procedente del infierno. Rebosante de amarga ira, David Cox permaneció inmóvil, haciendo frente a la roca que se aproximaba, con la mente fija en un solo y poderoso pensamiento. Con toda la fuerza que le quedaba, gritó:

    —¡Detente!

    La roca titubeó a medio camino, se detuvo, y acabó desvaneciéndose en una niebla de luz azul.

    Cox se volvió para enfrentarse ahora con aquella cosa movediza, parecida a una selva. Tenía los músculos tensos, y grandes venas se le marcaban en el cuello.

    Esto no es cierto, le gritaba su mente. Tú te puedes despertar solo. Ellos no te ayudarán, pero tú puedes hacerlo solo, puedes hacer que todo esto desaparezca. Tú solo puedes dominar tu mente.

    Y entonces, como las nieblas de un ensueño, el mundo empezó a desaparecer a su alrededor, retorciéndose como virutas en el delgado y vivo aire, cambiando, retorciéndose, cambiando de nuevo, hasta que las últimas fuerzas que le restaban fueron abandonando su maltrecho cuerpo y su mente se unió al mundo que desaparecía, sumiéndose en una nube de inconsciencia. Lo último que distinguió antes de que todo se fundiera fue el dulce rostro de una joven, un rostro rebosante de miedo y de amor, inclinado sobre él y pronunciando su nombre…

    Se despertó de pronto. Poco a poco empezó a distinguir la brillante y acogedora sala del hospital. Su cama se hallaba junto a una ventana y a través de ella se veía un frío sol mañanero que brillaba sobre la atareada ciudad que se extendía debajo. Se veían, más allá, los edificios y terrenos del Centro Médico Hoffman, que se extendían como un oasis verde en medio de la poblada ciudad. El joven vio asimismo, aún más allá, las brillantes puntas en forma de aguja de las naves espaciales que él sabía que estaban esperándole.

    Volvió el rostro hacia el alto y delgado hombre vestido de blanco que se hallaba junto a su cama.

    —Paul —dijo en voz baja—, he salido airoso.
    —Ha salido usted airoso —contestó el doctor. Sonreía feliz y tomó asiento en el borde del lecho.
    —Pero… tuve que terminar la prueba por mí mismo. Ustedes no podían detenerla, ¿verdad?

    Schiml asintió gravemente con la cabeza.

    —Ése era el último paso que tenía que dar, el paso realmente crítico de toda la prueba. Y yo no podía decirle esto a los otros, naturalmente. De haberlo sabido, no me habrían dejado llevar a cabo la prueba. Connover no habría dado su consentimiento. Pero sin ese último paso, la prueba habría resultado inútil. ¿Comprende?

    Cox asintió lentamente.

    —Tuve que superar la reacción física de algún modo. Tuve que forzarme a mí mismo.
    —No sabíamos en absoluto lo que usted encontraría allá —dijo Schiml, con lentitud—. Todo lo que sabíamos era que los otros encontraron algo, y el daño que eso les produjo. Ellos no pudieron superar la amenaza que encontraron. Sabíamos que un entrenamiento para reaccionar con una respuesta al mismo nivel que el peligro no sería tampoco suficiente. Usted tenía que experimentar reacciones rápidas que fueran más profundas que sus poderes racionales, y debía lograrlo cuando se encontrara al límite de sus fuerzas físicas. Y nosotros teníamos que saber si usted experimentaba esas reacciones.

    Schiml se inclinó para inspeccionar, con dedos infinitamente suaves, la vendada cabeza de Cox.

    —Si los horrores con que se enfrentara hubieran sido patrañas que desaparecían en cuanto el camino se hiciera difícil, usted no habría alcanzado ese último eslabón, el que le salvará cuando salga al espacio exterior. Ése ha sido el último esfuerzo, el único que los otros no supieron conseguir… y que tenía que descubrir por sí solo. Usted tenía que comprender por su cuenta que no íbamos a ayudarle; que si debía salvarse, la cosa dependía sólo de usted.

    »Cuando al fin vaya a donde fueron los otros astronautas, nadie estará allí para ayudarle. Estará usted solo. Pero no importa lo que encuentre en los mundos desconocidos, ahora tendrá usted una especie de ángel guardián que le ayudará.

    —¿El entrenamiento?
    —El entrenamiento le servirá, aunque realizado en un nivel de inconsciencia, naturalmente. Pero lo que más le protegerá reside en su propia mente: una afinación de sus sentidos, de su poder analítico, y un poderoso y agudo sentido de la lucha, sean cuales fueren las pesadillas a las que se enfrente.

    Cox. asintió con la cabeza.

    —Ya comprendo. Como dijo usted al principio del entrenamiento, se trata de una especie de hermana nuestra. Esta prueba era el paso final para comprobar si yo podía sobrevivir a tales pesadillas.
    —Y usted, en su viaje interestelar, llevará escondidos en su mente ese conocimiento y esa experiencia, que le ayudarán cuando sea necesario. Usted será el próximo hombre que enviemos, usted junto con su hermana pesadilla.

    Cox miró por la ventana durante un largo momento.

    —¿Está bien Mary? —preguntó en voz baja.
    —Está ahí fuera, esperando verle a usted.

    David Cox se incorporó lentamente mientras recordaba con claridad todos los detalles de la prueba a que había sido sometido. Una prueba terrible y, sin embargo, necesaria. Así, cuando regresara del viaje estelar, no tendría el aspecto de los otros. De esta manera, los hombres podrían efectuar viajes interestelares y volver sanos y salvos.

    Recordó asimismo la ira que le había poseído. Cogió la mano del doctor y la mantuvo fuertemente entre las suyas.

    —Gracias, Paul —dijo—. Si regreso del viaje…
    —Querrá decir “cuando regrese del viaje”… —contestó sonriendo el doctor Schiml—. Sí, Cox, cuando regrese usted del viaje, nos tomaremos juntos una cerveza. Eso es lo que haremos.


    Fin

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