TOMATERA, LA REINA DE LOS CULTIVOS CASEROS
Publicado en
enero 31, 2017
Sus muchas prestaciones culinarias y fácil cuidado explican su enorme éxito.
Fotos y texto: Mariano Bueno.
Las tomateras son uno de los cultivos veraniegos más apreciados por los horticultores, probablemente porque se trata de plantas de gran vitalidad. Ahora bien, necesitan temperaturas ambientales altas, ya que no se desarrollan si por la noche el termómetro baja de los 10 °C o si la tierra no se calienta lo suficiente durante el día.
Existen tomates de todos los colores, formas y tamaños, por lo que resulta casi imposible referenciarlos todos. Además, como continuamente se están produciendo hibridaciones espontáneas o provocadas, cada año aparecen nuevos tipos. Básicamente, podemos agruparlos en tomates de variedades para ensalada –normalmente grandes, planos, redondos y de carne dura, pero jugosa–; tomates para sopas y sofritos –más tiernos y acuosos que los de ensalada–; tomates de colgar –variedades mediterráneas que se cosechan en verano y se guardan frescos durante el otoño e invierno–; variedades de tomatitos minúsculos –tipo cherry– y variedades alargadas o en forma de pera para hacer conservas.
En el huerto familiar, en el balcón o en la terraza, nos bastará con cultivar de cuatro a ocho matas de tomate para cubrir la demanda de consumo. Una opción interesante consiste en cultivar una o dos matas de las variedades de tomates que rnás nos gusten, ya que una tomatera bien cultivada puede producir entre cuatro y diez kilos de tomates.
Para su cultivo, le buscaremos lugares resguardados y lo más soleados posible, aunque en pleno verano les favorece un ligero sombreado con malla plástica. De ese modo se evita que les debiliten los rayos ultravioleta y desarrollen virosis que acaben secando las matas.
Los tomates son plantas muy exigentes en nutrientes y prefieren tierras profundas, frescas, bien aireadas y ricas en humus. Normalmente, se recomienda realizar estercoladuras y copiosos abonos de fondo, pero nuestra experiencia nos muestra que dicha práctica propicia la aparición de parásitos y enfermedades criptogámicas. Las plantas se desarrollan mejor y sin apenas problemas si en vez de mezclar el compost o el estiércol con la tierra y cultivarlas en surcos y a tierra desnuda, depositamos sobre la tierra o el sustrato de las macetas de tres a seis kilos de compost por metro cuadrado (unos dos kilos por mata). Sobre el compost, colocamos las mangueras de riego por goteo y, encima, acolchamos con entre cuatro y siete centímetros de paja.
Si las cultivamos con compost en superficie y con acolchados orgánicos, las tomateras contarán con todo lo necesario para un buen desarrollo y no tendremos que prever nuevos aportes de compost ni tareas de desherbado.
CONSEJOS PRÁCTICOS
Las pocas plantitas que necesitamos en nuestro huerto son relativamente fáciles de conseguir. Basta con sembrar las semillas en recipientes reciclados o en una maceta y trasplantarlas cuando alcancen los 12 o 16 centímetros. Aunque normalmente los tomates se empiezan a sembrar en febrero o marzo, en climas cálidos, podemos realizar una siembra y trasplante en junio o julio para cosechar de principios de otoño hasta bien entrado el invierno si el clima lo permite.
El marco de cultivo más habitual es de unos 40 x 40 centímetros entre matas y, sobre todo, conviene que no les falte el riego, ya que si pasan sed y luego las regamos abundantemente, podrían agrietarse los tomates.
Como las tomateras desarrollan infinidad de ramas en todas direcciones, es necesario podar los brotes apicales, dejando uno o dos brotes centrales para entutorarlos en cañas o palos resistentes.
Aparte de controlar el riego de forma regular, como las tomateras de cultivo ecológico pueden padecer ataques estacionales de pulgón, hay que ser prevenidos y plantar matas de albahaca a sus pies o controlarlos con extractos de ajo, jabón potásico o vapor. También les pueden atacar los hongos en épocas húmedas, sobre todo mildiu. En ese caso utilizaremos diluciones de suero de leche o de yogur. El resto de gusanos los podemos controlar a mano o con Bacillus thuringienesis
Fuente: REVISTA INTEGRAL - JUNIO 2009