PARA SELECCIONAR LOS COLORES DEL HOGAR
Publicado en
diciembre 02, 2016
Si queremos dar lustre y vida a lo que nos rodea, sigamos estos consejos de decoración.
Por Alexandra Stoddard (Decoradora de McMillen, Inc., diseñadora de interiores).
DE TODO lo que nos rodea, nada tan personal o revelador como los colores que elegimos. Son una válvula natural de expresión personal y tienen en nuestra vida un poderoso efecto, estético tanto como sicológico. Son la manera más rápida y barata de transformar nuestro ambiente inmediato.
Todo lo que cabe desear se puede encontrar en los colores de nuestra preferencia. Actualmente los fabricantes ofrecen unos 12.000 tonos diferentes (sin contar los blancos y los negros) para pintura de paredes, alfombrados, telas, manteles individuales, ceniceros, etcétera. El problema radica en elegir "nuestros" colores y combinarlos de manera tal que produzcan el efecto deseado y sean fuente de contento espiritual. Para lograrlo, es indispensable conocer, siquiera ligeramente, el complicado fenómeno del color.
El color es lo primero que percibimos como adultos: nos habla más directamente que la forma. La luz y el color están íntimamente relacionados. Los pigmentos absorben ciertas longitudes de ondas luminosas y reflejan las restantes, que son las que el ojo percibe. El objeto que absorbe casi todas las ondas se ve negro, que es en realidad la ausencia de color. Por otra parte, el blanco está formado por todos los colores del espectro.
Cada uno de los tres colores primarios tiene sus propios matices emocionales. El rojo es provocativo, cálido, vital. Tiene cierta connotación de éxito. A algunas personas se les tiende a los pies una alfombra roja. Nuestra sangre circula más de prisa cuando "enrojecemos de cólera". Es el rojo un color que estimula todos nuestros apetitos, incluso el de la comida (por eso es tan frecuente que los restaurantes estén decorados de rojo).
El azul, en cambio, es tranquilo, serena el ánimo: es símbolo del anochecer y del descanso. También induce a la meditación, aviva nuestra conciencia de las cosas y da la impresión de orden.
El amarillo tiene la intensidad cromática (es decir, fuerza de color) más brillante de los tres. Como el rojo, produce un efecto vitalizador, pero por ser más claro y menos denso, resulta más sugestivo que estimulante. Alegra el ambiente, y solemos relacionarlo con el Sol, con el calor, y también con lo nuevo, lo moderno, lo que todavía no cobra forma.
El verde, combinación del azul y el amarillo, es un color secundario, pero tan fundamental que yo le concedo en la decoración la misma importancia que a cualquiera de los primarios. Es sereno, refrescante; el agua clara tiene frecuentemente un matiz verdoso.
La escala cromática básica consta de 24 colores, derivados de la combinación de primarios y secundarios en determinadas proporciones. Esta escala, que puede consultarse o adquirirse en casi todas las tiendas de artículos para artistas, es muy útil para comprobar cuáles colores se combinan bien. Todos se pueden combinar con el que los sigue o los precede; se pueden mezclar todos los matices de un mismo grupo, ya se trate de verdes, rojos o amarillos.
Las paredes son el principal elemento de una habitación. Sin embargo, antes de trazarnos un plan, conviene pensar en el sentimiento que deseamos expresar con esos colores. ¿Queremos experimentar una sensación de amplitud? (blanco) ¿Deseamos un ambiente puro, fresco, limpio? (blanco) ¿O preferimos un marco más reducido, más restrictivo? (oscuro). El rojo nos da la sensación de protección. Los colores oscuros, terrosos, fuertes (como un matiz cálido del café), acortan el espacio y le prestan apariencia de intimidad, de seguridad.
Muy pocos de nosotros podemos imaginar los colores, pero reaccionamos en el acto a aquellos que nos gustan. Por consiguiente, cuando veamos un color que nos agrade, conviene tomar nota y, de ser posible, conseguir una muestra. Mis clientes suelen enviarme toda clase de objetos para indicarme los colores que desean en la decoración de su casa: flores frescas, conchas, cajitas de fósforos, pedazos de tela, una tarjeta de Navidad con una agradable combinación.
¿De qué color es su automóvil? En nuestro ropero, ¿qué colores se repiten en los vestidos? ¿Cuáles son los que nos levantan el ánimo? ¿De qué color son las camisas y corbatas que prefiere el marido ? Otro buen lugar para hallar ideas es una tienda donde se vendan estambres o lanas de tejer, con sus cientos de matices.
Cierta mañana una amiga mía y yo nos rompíamos la cabeza buscando una combinación de colores para su cuarto de baño. Sentadas en la orilla de su cama, contemplábamos el baño; de pronto atrajo mi mirada el despampanante traje azul y verde que mi amiga había usado la noche antes, durante la cena con que festejó su decimoquinto aniversario de bodas. Lo tomé y lo alcé. ¿No era esa la sensación que buscaba? "¡Eureka!" exclamó mi amiga con una sonrisa. "¡Eso es!"
Otros amigos míos volvieron de unas vacaciones en cierta isla del Caribe, donde la arena era como ter,ciopelo blanco bajo un ardiente cielo azul. Las toallas del hotel tenían un dibujo de rayas irregulares de colores rosa, amarillo y verde. Mis amigos no habían perdido aún el tono bronceado de la piel, cuando descubrieron en una tienda las mismísimas toallas, que se apresuraron a colocar en su pálido cuarto de baño como vivo recuerdo de unas gratas vacaciones.
Los alimentos pueden indicarnos tonos y matices que nos gustaría emplear: rojo cereza, amarillo limón, chocolate oscuro. Vale la pena cortar una naranja a la mitad y estudiar la relación entre su color exterior y el interior. O un limón, una lima, melones o algunas bayas. No hace mucho vi en un museo una pintura de Nicolás de Staél: El cuenco de ensalada. En ella la lechuga aparecía tan fresca, fría deliciosa; los verdes que la coloreaban eran tan suaves y traslúcidos, que daban ganas de sentarse a comerla. Los colores comestibles son siempre sedantes, ya sea que los usemos para las paredes, para una alfombra o para un cojín del sofá. Y la obra de un artista cuyos colores contemplamos con placer puede evocarnos posibles combinaciones.
Hallaremos más ideas para la combinación y variación de colores en el cuadro siguiente, pero conviene ensayar las combinaciones que se ajusten a los propios gustos. Si en ese cuadro digo que tal color va con el café, y a nosotros nos disgusta el café, cambiémoslo por algún otro color oscuro sólido.
Todas las combinaciones de colores tienen tres dimensiones fundamentales: fondo, frente y foco. Imaginémonos que estamos tomando fotos de un jardín rústico: cielo y prado, flores en primer término y, como foco o punto de mira, un tulipán increíblemente rojo. Esto, traducido a una habitación, significa que usaríamos blanco para las paredes, verde césped para la alfombra, y el entapizado de los muebles repetiría el "fondo" de cielo azul y los colores de las flores. (El tapiz no tendría que ser estampado en flores.) Quizá decidamos usar el rojo del tulipán en los muebles y en las cortinas, y añadir otros toques rojos en los cojines o en una caja sobre la mesa, o en la cubierta de una banqueta; lo mejor de todo sería poner tulipanes rojos naturales en la habitación.
Debemos procurar que la habitación produzca una afirmación en color. Y para que haya armonía, un color deberá predominar, en desigual equilibrio, a fin de darle cohesión. Pisos y paredes (las superficies más extensas) deberán mantenerse unidas mediante una relación cromática. Si los muros son amarillos, podemos colocar una alfombra azul, pero también deberá haber algo de amarillo en la alfombra. Una vez determinada la concepción fundamental, el clima general, hay que empezar a pensar en los colores accesorios, que pueden ser cálidos y llamativos, puesto que van en pequeñas dosis: como contraventanas rojas en una casa de adobe.
¿Se trata de una habitación pequeña y estrecha, o es oscura, y deseamos darle mayor amplitud y luminosidad? En tal caso, deberemos usar como fondo los colores más claros. Recordemos que una pared pintada en un tono de gran intensidad (verde limón, por ejemplo) parecerá ir hacia adelante, mientras que la pintada con un matiz menos brillante dará la impresión de retroceder.
Supongamos que tenemos una habitación de cuatro por cinco metros y medio, con vista al norte, y con un panorama agradable: árboles y un poco de cielo. Podemos utilizar la alfombra verde manzana que ya tenemos. Como la habitación es bastante oscura, necesita algo de animación. Por ejemplo, el amarillo para las paredes. Pero un amarillo cálido, con algo de rojo y naranja, para dar calor a la fría luz del norte. Procuremos que el tapizado sea claro: quizá convendría un material de lana toscamente tejida, en tonos pálidos: verdes, amarillos y blancos. Y para traer al interior el panorama, yo recomendaría cortinas sencillas, ligeras. Los toques de albaricoque y rojo laca que desearíamos agregar se pueden introducir con las lámparas, floreros, cojines, y en el tosco tapiz con sus verdes y amarillos. Y no hay que olvidar las flores. Los cuadros colgados llevan gran cantidad de estos matices resaltantes, que dan unidad al conjunto.
Creo que en una casa cada habitación puede tener sus propios colores, con tal que los una el elemento común del blanco, ya sea en las paredes, o en las molduras. Una casa que me gusta mucho tiene un comedor de color azul y blanco que se comunica con una sala azul, blanca, amarilla, roja y verde, cuyas puertas se abren a un solario de colores verde y blanco. Se puede repetir un color con las paredes, las molduras, la tapicería, las cortinas o las alfombras. Si sentimos la imperiosa necesidad de una explosión de colores independientes, podemos satisfacerla en una habitación ajena al conjunto principal. Podríamos pensar en un papel tapiz extravagante en el minúsculo vestíbulo (donde nos daría la bienvenida a nuestra llegada sin empalagarnos, puesto que no pasamos allí mucho tiempo).
Una vez que sabemos cuáles son "nuestros" colores, hay que apegarse a ellos. No sucumbamos a la tentación de emplear ciertos colores simplemente porque están de moda. El rosa fuerte de hoy puede ser tenido mañana por una aberración. Pero hay más:
● Nunca tratemos de ir a tientas en cuestión de colores. Nadie tiene verdadera memoria para los colores, y si no contamos con muestras para comparar, no podemos formarnos una idea adecuada. Examinemos juntas todas las muestras coordinadas, tanto de día como de noche, puesto que la luz artificial puede alterar los colores.
● Cuando vayamos de compras, llevemos muestras de buen tamaño. ¡A cuántas personas oímos lamentarse de la imposibilidad de observar tal o cual efecto, por lo escaso de la muestra!
● Jamás tomemos decisiones relámpago tratándose de colores: tendremos que vivir con ellos, así que conviene meditarlo, consultarlo con la almohada, reconsiderarlo y, por fin, decidirnos.
● No nos fiemos nunca de esos colores que no se ven bien ni con blanco ni con negro. Tienden a realzar las impurezas y la pesadez de un matiz poco claro.
● Hay que equilibrar los colores. Un color fuerte puede hacer palidecer los otros. (Emilio Pucci usa pigmentos llamativos, que a veces nos atraen por su crudeza, pero hay que señalar que el color más brillante es el que menos usa, y lo distribuye en dosis iguales por toda su obra.)
● Por último, guiémonos por el propio instinto: la decisión final nos corresponde a nosotros. Tal vez prefiramos colores comunes, comprobados, entre los cuales se pueda vivir, pero si deseamos un auténtico estallido de color, tomémoslo tal cual y no tratemos de atenuarlo. Cuando sentimos los colores a ese grado, esos son "nuestros" colores. Y darán color a nuestra vida, y a nuestro estilo de vivir.
ALGUNAS COMBINACIONES PRÁCTICAS
En estas combinaciones, C significa claro, M medio, O oscuro. C junto a un rojo o rosa indica un tono pastel. Los tonos claros y oscuros son los componentes más neutros; úsense para los fondos. Los medios constituyen el foco, el acento que presta luz y vida al conjunto.
En la primera combinación, por ejemplo, se pueden usar el amarillo para las paredes, blanco para las molduras, verde para la tapicería, albaricoque para los cojines y el café para el mobiliario de madera.
© 1973 por Alexandra Stoddard