MODERNA LÁMPARA DE ALADINO
Publicado en
diciembre 28, 2016
Este dispositivo aparentemente mágico, ya en uso en casas, oficinas y automóviles, promete enriquecer la vida en formas inimaginables.
Condensado de "TIME".
SON LAS 7:30 de la mañana. Suena el despertador, las cortinas del dormitorio se corren y el termostato sube la calefacción a una agradable temperatura de 21° C. En la cocina, la cafetera empieza a borbotar; la puerta de servicio se abre para que salga el perro. El televisor se enciende con las noticias: resumen selectivo (programado desde la víspera) de los últimos acontecimientos que afectan a la economía. Aparece luego en la pantalla la correspondencia de personas que han dictado sus mensajes a la red de computadoras. El moderno Aladino oprime un botón en una caja mágica junto a la cama y despacha una serie de notas personales y de negocios. Después de tomar una ducha, que se ha accionado automáticamente, a la temperatura exacta y en el instante preciso, se viste y va a tomar su automóvil. El motor, desde luego, ya está en marcha.
Mientras tanto, su esposa se concentra en la pantalla para estudiar una lista de precios comparados de los mercados locales. Después de consultar directamente con el panadero y el abacero en la pantalla, toca un botón y pide los artículos que necesita para una cena que dará por la noche. Apretando unas teclas del terminal de la cocina, saca del banco de memoria sus recetas preferidas, manda a la máquina computar los ingredientes para seis personas y dispone que los hornos lleguen a la temperatura correcta para cada plato después de encenderse a las 7:15 de la noche.
¿Es esto ciencia-ficción? Tal vez. Pero aun cuando estas escenas tarden todavía unos cuantos años, la tecnología básica ya existe, todo gracias al milagro de la minicomputadora, la baratísima ficha de silicio que representa en la tecnología un avance tan grande como lo fue el desarrollo de los instrumentos manuales o el invento de la máquina de vapor. La revolución que ha iniciado promete facilitar y mejorar la vida en formas no soñadas ni siquiera por los utopistas.
En los Estados Unidos, la producción en masa de la ficha milagrosa ya ha hecho posible disponer de sistemas computadores domésticos que se venden por menos de 800 dólares; y los precios seguirán bajando. Con el tiempo, la computadora casera será tan común como el vertedero de la cocina; programará las máquinas de lavar, las de coser, una aspiradora autónoma y una máquina que enjuagará y apilará los platos. Cuando se dañe un aparato, se le preguntará a la computadora, que dará instrucciones para arreglarlo. Los costos de la energía se reducirán en virtud de un dispositivo computadorizado que dirigirá la calefacción a las áreas donde se necesita, y la cerrará donde no sea necesaria.
Nada de esto se podía prever en 1969, cuando dieron a M.E. "Ted" Hoff, joven ingeniero electrónico de la recién constituida Intel Corporation, de Santa Clara (California), el difícil encargo de producir un juego de componentes en miniatura para calculadoras de escritorio programables. A Hoff se le ocurrió una idea muy original: colocar en una ficha de silicio los circuitos aritméticos y lógicos de la calculadora, y dejar para fichas aparte las unidades de entrada-salida y de programación. Fue una muy audaz concepción.
La unidad de procesamiento central de una sola ficha, presentada en 1971, contenía 2250 transistores en un área apenas de cuatro milímetros de largo por tres de ancho. Bajo el microscopio, parecía una vista aérea de un patio de maniobras de ferrocarril. Y sin embargo, esta microprocesadora inerte tenía una capacidad de cálculo casi igual a la de la ENIAC, que ocupaba toda una habitación y fue la primera computadora completamente electrónica, terminada en 1946; y se desempeñaba tan eficazmente como una máquina IBM de principios del decenio pasado que, con todas las piezas, costaba 30.000 dólares. La nueva ficha resultó tan pequeña y barata para las funciones que realizaba, que se podía incorporar en cámaras fotográficas, máquinas vendedoras, máquinas de escribir, aparatos electrodomésticos, y casi cualquier dispositivo que pudiera aprovechar alguna fuerza "pensante".
Al mismo tiempo, ofrecía otra ventaja inmensa. Gracias a la ficha, se podía ordenar a la microprocesadora realizar muchísimas tareas con sólo cambiar la ficha de programa por otra con distintas instrucciones. En una notable demostración de sus diversas aplicaciones, la Pro-Log Corporation, de Monterey (California), fabricó lo que era básicamente un reloj digital, pero cambiándole las fichas de memoria y conectándolo con un altavoz, se convirtió primero en un "fonógrafo" (que tocaba el tema de The Sting), y en seguida en un piano eléctrico.
La ficha Intel y otra perfeccionada más o menos al mismo tiempo por la Texas Instruments, son la culminación natural de una revolución electrónica que comenzó en 1947, cuando se inventó el transistor en los Laboratorios de la Bell Telephone. Este interruptor electrónico, que es pequeño y sumamente confiable, y que funciona con sólo una fracción de la electricidad que consume una válvula al vacío, resultó ideal para las computadoras. En 1960 los ingenieros lograron agrupar muchos transistores y otros componentes electrónicos en un diminuto cuadrado de silicio. Estos circuitos integrados redujeron radicalmente el tamaño, costo y gasto eléctrico de todo equipo en que se utilizaran, y llevaron a una nueva generación de minicomputadoras de escritorio.
Vino luego el siguiente salto inmenso en la miniaturización: el perfeccionamiento, a fines del decenio pasado, de la integración en gran escala; esto es, un número de circuitos con distintas funciones en fichas individuales. En seguida, los peritos resolvieron ingeniosamente los problemas de microprogramación, y entonces la misma ficha básica pudo, teóricamente, hacer de todo, desde guiar un proyectil dirigido hasta prender el horno para un asado.
Tales proezas parecen realmente fantásticas y refuerzan la imagen popular de la computadora como un cerebro electrónico de inteligencia ilimitada. Sin embargo, los hombres de ciencia consideran las computadoras, inclusive las de fichas, como brutos mecánicos. "Sólo hacen lo que se les manda", afirma Louis Robinson, director de computación científica en la sección de procesamientos de datos de IBM.
Lo que sí hacen muy bien todas las computadoras es consumar hazañas prodigiosas de aritmética manejando millones de números por segundo. No menos importante es que almacenan, comparan y arreglan datos con una velocidad fulminante. Esa combinación les permite resolver problemas muy diversos, desde diseñar un complejo lente para un nuevo telescopio, hasta enviar imágenes de televisión a través del sistema solar.
Nadie aceptó la computadora con mayor entusiasmo que el hombre de negocios. Hoy, 24 años después de haber instalado la General Electric la primera, estas máquinas han pasado a ser los esclavos del capitalismo. La aparición de la ficha milagrosa ha dado nuevo ímpetu a una industria ya indispensable.
Muchos especialistas creen que se va a desarrollar toda una nueva industria de empresas dedicadas a preparar los diseños, instrucciones y rutinas para los programas de las minicomputadoras. Richard Melmon, director de mercadeo de la Umtech Inc., fabricante californiano de computadoras domésticas, explica: "Nadie compraría un aparato estereofónico si no pudiera adquirir también los discos o cintas para tocar en él, y lo mismo pasa con las computadoras. Pronto veremos aparecer toda una nueva clase de industria editorial".
Aunque todavía está en su infancia, la ficha milagrosa ya ha dado origen a una industria sorprendentemente competitiva y de rápido crecimiento. Entre las 50 o más compañías norteamericanas que producen los polifacéticos dispositivos, se cuentan gigantes de la electrónica y las computadoras como IBM, Motorola y Texas Instruments. En 1977 las ventas de fichas microcomputadoras en los Estados Unidos fueron de unos 200 millones de dólares, y esta cifra, aun cuando modesta si se compara con los ingresos de toda la industria de computadoras, se espera que aumentará en un 50 por ciento anual de ahora en adelante. Mientras tanto, la baja de los precios estimula el aumento de las ventas, y estas, a su vez, permiten nuevas rebajas de precios.
Hasta ahora, cerca del 85 por ciento de la producción de la industria va al mercado al menudeo, principalmente en forma de juegos en la pantalla de televisión, relojes digitales y calculadoras; pero para el crecimiento a largo plazo, se prevén tres esferas principales:
Automóviles. El año pasado los fabricantes norteamericanos de automóviles compraron unos dos millones de dólares en fichas, pero para principios del próximo decenio se espera que la industria automovilística utilizará más de mil millones de dólares de estos aparatos. En la General Motors, las fichas ya están trabajando en la regulación de sistemas de encendido para los coches Oldsmobile Toronado. En unos cuantos años habrá una computadora en cada automóvil.
Comunicaciones. Los Laboratorios de la Bell Telephone están estudiando aplicaciones de la ficha milagrosa que convertirían el teléfono casero en alarma contra robo e incendio, lo mismo que en un sistema de intercomunicación doméstica. La Motorola ha perfeccionado un sistema de comunicación personal con un teléfono portátil, que se lleva en la mano y funciona con una ficha, pesa menos de un kilo y no tiene cordón. A partir de principios del decenio próximo, los residentes de las ciudades de Washington y Baltimore podrán usar teléfonos como parte de un experimento que preparan la American Radio Telephone Service, Inc. y la Comisión de Comunicaciones del gobierno. Mediante el pago de unos 100 dólares mensuales, los suscriptores podrán llevar sus teléfonos consigo adonde vayan, dentro del área metropolitana, y podrán hacer o recibir llamadas aun cuando anden por la calle.
Equipo de oficina. Al abaratar radicalmente los costos, las fichas han ampliado en una forma impresionante el mercado comercial e industrial de las minicomputadoras tradicionales. Al mismo tiempo, estos aparatos han facilitado una manera económica de aprovechar mejor las computadoras grandes existentes.
A algunos críticos sociales les preocupa que al hacer que las computadoras resulten tan comunes como los televisores, puedan con el tiempo atrofiar las capacidades intelectuales de la humanidad. Otros, en cambio, como el sociólogo Seymour Martin Lipset, opinan que transferir tanto trabajo a la máquina podría producir algo así como la democracia de Atenas: los atenienses eran iguales porque tenían esclavos que les desempeñaran el trabajo.
Se calcula que hay por lo menos 25.000 aplicaciones de la computadora que esperan ser descubiertas. The Economist observa: "Preguntar cuáles son sus aplicaciones es como preguntar cuáles son las de la electricidad". Lejos de las lúgubres predicciones de George Orwell en Nineteen Eighty-Four ("Mil novecientos ochenta y cuatro"), la revolución de la computadora está estimulando la inteligencia, liberando brazos y empujando a la humanidad hacia un orden más alto de existencia.
EL DELICADO ARTE DE FABRICAR FICHAS
NINGÚN otro proceso de fabricación se le parece. La más insignificante partícula de polvo puede arruinar una ficha, así que el trabajo debe hacerse en salas perfectamente limpias, con el aire filtrado constantemente y obreros vestidos como médicos y enfermeras en un quirófano.
Salen unas 250 fichas de una lámina de silicio de unos 7,5 cm de diámetro, del espesor de una hoja de afeitar y pulida con toda precisión. ¿Por qué el silicio? Porque puede ser conductor de la electricidad o aislante, según las impurezas que se le añadan. Por tanto, si se "carga" con impurezas una pequeña porción de una ficha para que tenga menos electrones que el resto, se formará allí una "zona p" (o eléctricamente positiva), mientras una fracción adyacente recibe un excedente de electrones que producen una "zona n" (negativa). Si, por ejemplo, se separan dos zonas n por una zona p, obrarán como un transistor o interruptor electrónico: aplicando un bajo voltaje en la zona p se regulan las fluctuaciones de una corriente que fluya entre las zonas negativas. De esa forma es posible incorporar millares de transistores en una sola ficha.
El complicado circuito de la ficha se va formando capa por capa en un procedimiento lento, sumamente delicado y muy expuesto a errores. Primero se meten las laminillas, apiladas y separadas entre sí en bastidores, dentro de hornos llenos de gas o vapor a temperatura muy alta y ricos en oxígeno. Así se oxidan las láminas, es decir, quedan cubiertas por una delgada capa de dióxido de silicio para que no hagan corto circuito.
A continuación se cubren con el "protector", emulsión de tipo fotográfico sensible solamente a los rayos ultravioleta. Luego se coloca sobre la laminilla una diminuta máscara de estarcido, reducida fotográficamente de un dibujo grande con centenares de figuras idénticas que va a llevar esa capa de circuitos de la ficha. Expuesta a los rayos ultravioleta, las partes cubiertas de la capa protectora quedan blandas y se eliminan rápidamente con un baño de ácido. Las partes expuestas se endurecen y forman un diseño del circuito.
Las láminas vuelven a los hornos y se someten nuevamente al calor de una atmósfera de gases impregnantes. Como manchas de aceite en un piso de cemento, esas impurezas empapan el silicio de la base. Puesto que las fichas contienen hasta diez capas, hay que repetir todos esos pasos: oxidación, enmascarado, fotograbado, baño ácido, impregnación, etcétera. Acto seguido se recubre toda la lámina con un conductor de aluminio, que también hay que enmascarar, fotograbar y bañar en ácido. Finalmente un sensor computadorizado examina la lámina y marca las partículas defectuosas para desecharlas. La lámina se corta con un diamante. Las fichas utilizables se completan con cables de conexión al exterior, se sellan en envases herméticos de plástico o de metal y se despachan al cliente.
"TIME" (20-11-1978) © 1978 por Time Inc., Time & Life Bldg., Rockefeller Center. Nueva York (Nueva York) 10020. Foto: Intel Corp.