LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
diciembre 19, 2016
SE DICE que cierto golfista empedernido y ya entrado en años, fue a ver a una pitonisa para preguntarle si en el cielo había campos de golf. La adivina le contestó que necesitaría hacer algunas averiguaciones y le pidió que volviera al día siguiente.
Cuando el deportista regresó, la mujer comenzó diciendo:
—Le tengo una noticia buena y otra mala.
—Primero deme la_ buena —le rogó el visitante.
—Hay muchos campos de golf en el cielo —declaró la adivina—: hermosísimos, verdes, bien cuidados, dotados de los mejores equipos y con clubes elegantísimos.
—¡Magnífico! —exclamó— ¿Y cuál es la mala noticia ?
—Que usted comenzará a jugar allí el próximo domingo a las 10:30 de la mañana.
—E.H.
DURANTE una disertación sobre la honradez, el célebre humorista Mark Twain relató la siguiente anécdota: "Cuando era yo niño, andaba por la calle y por casualidad vi una carreta llena de sandías. Como me encanta esa fruta, me acerqué sigilosamente, hurté una y corrí a un callejón escondido, donde le clavé los dientes. Pero en cuanto lo hice experimenté una extraña sensación. Sin vacilar un instante, tomé una decisión. Regresé al carromato, coloqué en su lugar la sandía y tomé otra más madura".
CUENTAN de cierta mujer biónica (esta historia es algo irónica) que al hacer el amor, se le fundió un transistor. Y la relación fue tan sólo platónica.
—L.W.
CIERTO viajero se detuvo ante un hotel histórico y preguntó el precio de una habitación sencilla.
—En el primer piso, 500 pesos por noche; en el segundo 400, y en el tercero 300 —respondió el empleado.
Después de considerarlo un poco, el viajero dio las gracias y se dispuso a retirarse.
—¿Es que no le gusta nuestro hotel ? —inquirió el encargado.
—Sí, es muy hermoso —contestó el turista—, pero no tiene suficientes pisos.
—N.J.
UN PILOTO aficionado recibía su primera lección de vuelo en una avioneta de dos plazas, cuya clave de identificación era CMT 60. El aparato corrió por la pista, zigzagueando de un lado a otro, y terminó describiendo un círculo completo en tierra.
—Cumbia, Mambo, Tango —radiaron desde la torre de control—: ¿Necesita ayuda, o sólo quiere música ?
—I.M.
¿HA OBSERVADO usted que algunas habitaciones de los apartamentos nuevos son tan estrechas, que al meter la llave en la cerradura se corta la ventilación?
—L.E.
—¡ENCONTRÉ un puesto fantástico! Buen sueldo, seguros de salud y contra accidentes, y vacaciones pagadas —comenta el marido a su mujer.
—¡Eso me parece maravilloso, querido!
—Estaba seguro de que te iba a gustar. Empiezas a trabajar el lunes próximo.
—M.H.W.
EN UN restaurante neoyorquino de mucha categoría trataban de limitar la clientela a los bien vestidos, pero tuvieron que ceder ante la tendencia al atuendo inceremonioso. Con un suspiro, el propietario dijo: "Bueno, pero no permitiremos más de dos parches por cada pantalón de dril, ¿eh?"
—J.O.B.
MUY ORGULLOSO, un científico revelaba a su mujer:
—Te tengo una gran sorpresa para tu cumpleaños.
—¡Qué maravilla! ¿Cuál es?
—Le he puesto tu nombre a un nuevo virus.
—L.E.H.Z.
CIRCULA en estos días en Polonia un cuento sobre un tal Kohn, comunista de vieja cepa que solicitó permiso para emigrar. En la oficina de pasaportes un funcionario se asombró tanto que lo llamó:
—Un afiliado al Partido tan leal como tú debe de tener un motivo muy especial para querer abandonar su bella patria.
—Dos motivos —corrige el otro—. Anoche, un vecino fue a visitarme y me dijo: "Kohn: cuando se desmorone este régimen, todos los comunistas van a ser ahorcados, aun los que como tú y yo nos afiliamos al Partido sólo por conveniencia". Así que no quise esperar a que eso sucediera, y preferí salir cuanto antes.
—¡Vamos, Kohn! —replica el funcionario, sonriendo— Puedo asegurarte que este gobierno no está en peligro de derrumbarse.
—Ese es el segundo motivo.
—A.L.
UN JOVEN ganadero paseaba por los campos con su novia, educada en la ciudad, cuando vieron una vaca y su ternero, que afectuosamente se frotaban los hocicos.
—¡Ah! —suspiró el galán—¡Quién pudiera hacer lo mismo!
—Bueno, y ¿por qué no has de hacerlo? —respondió ella— La vaca es tuya, ¿no?
—S.M.