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octubre 25, 2016
Tanques de incubación para el cultivo del abulón.
En Baja California los biólogos marinos "siembran" abulón y enseñan a incrementar su producción sin agotar un valioso recurso natural.
Por Dolph Sharp.
UN DÍA. de enero de 1971 se presentó un joven bien vestido, de 27 años de edad, en la oficina de Héctor Medina Neri, subsecretario de Pesca, con una petición urgente. La cabellera larga, la piel bronceada y la esbeltez del visitante le daban más la apariencia de un esquiador acuático que de un investigador de biología marina.
De hecho, Ignacio Félix Cota había sido campeón de deslizador acuático, pero ese día de invierno lo que le preocupaba era el abulón.* El joven bajacaliforniano pertenece a la nueva generación de biólogos marinos que consideran el océano un medio cultivable, y le alarmaba el agotamiento de los criaderos de aquel gasterópodo.
Sustento principal de unos 12.000 criadores, pescadores, buzos, preparadores y empacadores de Baja California, las exportaciones de abulón habían llegado a valer 67 millones de pesos mexicanos anuales (5.360.000 dólares), pero la captura vino disminuyendo año tras año, y los especialistas temían que siguiera la trágica suerte de la sardina de California, casi extinguida por exceso de pesca.
"Nos preguntábamos qué se podría hacer ante la amenaza de agotamiento", recuerda Medina Neri "cuando apareció Félix Cota. Sabe casi todo lo que hay que saber de los abulones. Y me dijo:
"—Tengo que ir a Japón a estudiar cómo los reproducen científicamente".
La propuesta era sensata: Japón iba muy por delante del resto del mundo en lo que respecta a repoblar artificialmente los criaderos de moluscos. Pero hasta entonces los laborarios de piscicultura de los japoneses habían estado cerrados a los extranjeros. Medina Neri prometió investigar cómo podría lograr que los abrieran al joven científico. Al fin y al cabo, Japón estaba convirtiéndose en un importante comprador de abulón mexicano, y cualquier aumento sería para beneficio mutuo.
Nacido cerca del océano, en Ensenada, Félix Cota se crió, por decirlo así, con abulón. Su emprendedor abuelo exportaba toneladas de conchas al Japón, donde transforrmaban sus matices de azul, verde, cobre y rosado, en llamativas joyas y cajas de taracea. Cuando llegó el momento en que Félix debía iniciar sus estudios superiores, decidió graduarse en biología marina en la Escuela Superior de Ciencias Marinas la Universidad de Baja California. De ahí pasó al Instituto de oceanografía Scripps, en los Estados Unidos, donde se especializó en desarrollo de los embriones del abulón. Sólo le quedaba, por tanto, un lugar adonde ir: Japón.
Una de las principales empacadoras de abulón en México, la Pesquera de Bahía Tortugas, puso en marcha un experimento consistente en "sembrar" abulones híbridos, muy resistentes, del norte de California. El señor Esteban Skutsch, subdirector general de Productos Pesqueros Mexicanos (división noroeste), pidió a Ignacio que se hiciera cargo del proyecto.
El 13 de septiembre de 1970 la pesquera mandó al joven en avión a un pequeño aeropuerto próximo a San Francisco, donde habría de recoger un tanque de unos 75 litros con más de 10.000 abulones de seis meses de nacidos. El mayor no era más grande que la uña de un niño de pecho. No había tiempo que perder. Arrancados de su medio original, los diminutos abulones no podrían sobrevivir mucho tiempo.
El tanque, dotado de un inyector de burbujas de aire, fue cargado apresuradamente en el avión. Unas cuatro horas más tarde aterrizaba el aparato en Bahía Tortugas, famosa como fértil criadero de abulones. Una vez allí, los moluscos tiernos, distribuidos en cinco recipientes de plástico en los cuales se habían hecho agujeros, fueron colocados en una lancha de buceo, y dos buzos, acompañados por Félix Cota y dos hombres más de tripulación, se hicieron a la mar.
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Ignacio Félix Cota
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En un lugar señalado por Félix descendió un buzo a unas seis brazas para colocar uno de los recipientes en un lecho de roca cerca de una exuberante selva de algas. Rechazando un cardumen de peces cabezones, siempre ávidos de abulón tierno, envolvió el recipiente con una fina red de nailon, mantenida en su sitio por cadenas sujetas a un bloque de cemento. Los otros cuatro se depositaron de la misma manera en distintos niveles.
"Los recipientes sirven para impedir el paso a los cabezones, las estrellas de mar y los pulpos", explicó Félix. "Así se brinda a los abulones la oportunidad de salir e internarse entre las algas o refugiarse en alguna grieta donde queden protegidos y encuentren alimento. Lo demás", y agitó un brazo al decir esto, "corre por su cuenta".
Como el caracol de tierra, el abulón es univalvo —o sea, molusco de una sola concha— y sin embargo, cuando un ejemplar adulto se aferra con su musculoso seudópodo a una roca, se necesita un cuchillo-cincel para arrancarlo. Se cuentan historias horripilantes de buzos que, atrapados por los dedos entre el abulón y la roca, perecieron ahogados. En otros relatos se refiere la valentía de algunos japoneses que escaparon amputándose la mano. Pero, realidad o mito, los buenos buzos saben que el secreto para atraparlos sin dificultad consiste en lanzar un ataque relámpago antes de que la presa se ponga en tensión.
El abulón vivo es un ser poco atractivo, con una concha parda, perforada por una hilera de agujeros (que le sirven para respirar y reproducirse), y ojos miopes colocados a manera de periscopios en la extremidad de dos cortos pedúnculos. Cuando se desprende de la roca y avanza sobre su ancho pie carnoso, lo hace con un pesado movimiento de arrastre mientras raspa y recoge algas (de las cuales se alimenta) por medio de una rádula o lengua semejante a una lima.
En la mesa se convierte en un manjar muy especial. Debidamente preparado, el bistec de abulón es un trozo de carne tierna semejante a la de ternera, que no tiene el menor sabor a pescado. Marinado en jugo de limón y especias, el abulón crudo constituye un sabroso plato. (Sin embargo, si antes de cocinarlo no se le golpea vigorosamente con un mazo de madera, la consistencia natural de la carne, parecida a la del cuero, es tal que puede doblar un cuchillo.) Lo curioso es que, si bien los orientales, los indios de la costa del Pacífico y los bajacalifornianos han paladeado el abulón desde hace siglos, este llamado "solomillo del mar" sigue siendo desconocido para muchos aficionados a los mariscos. Lejos de su lugar de origen, el molusco es caro. Por ejemplo, en los Estados Unidos, adonde van a parar virtualmente todos los filetes congelados, el precio del abulón pasa de seis dólares el kilo al por menor.
Siete meses después de que Félix había vigilado la siembra inicial de Bahía Tortugas con 10.000 o más abulones de California, recibió aviso del subsecretario Medina Neri de que el viaje al Japón estaba resuelto. Tenía que salir el 30 de mayo de 1971.
Félix pasó ocho meses estudiando en Oriente, bajo la dirección del Dr. Juniro Sagara, una de las máximas autoridades mundiales en la cría del gasterópodo. Pudo observar las técnicas de los 15 criaderos especializados donde se producen, por lo menos, 100.000 abulones tiernos al año. (Aunque en números absolutos la cosecha japonesa de abulón es superior, el tonelaje obtenido es inferior al de México. Las variedades del Japón son pequeñas, mientras que el abulón rojo de México, o Haliotis rufescens, llamado así por su concha de color pardo rojizo, llega a medir 15 centímetros de longitud.)
De regreso en México, Félix fue nombrado director del Centro de Promoción Pesquera, construido en un promontorio que avanza sobre el mar en Sauzal (Baja California). Su misión: poner en marcha un programa intensivo de cría del molusco.
La estación de investigaciones cobró pronto el ritmo de una empresa en vías de rápido crecimiento. Se construyeron una docena de tanques de incubación. Durante cuatro meses, a medianoche, en la bajamar, se tendieron tubos de 15 centímetros en una trinchera abierta en el lecho marino, frente a la costa. Los tubos se cubrían de hormigón para protegerlos y luego se llevaban declive arriba a una distancia de más de 150 metros hasta los nuevos tanques. Se instalaron bombas especiales de diez caballos para mantener en circulación continua 240 metros cúbicos de agua de mar, requisito indispensable para la supervivencia del abulón. Durante enero de 1973, mientras el nuevo sistema se probaba, se modificaba y se volvía a probar, un grupo de ocho personas estudiaba las más avanzadas técnicas de la piscicultura, incluso los procedimientos de urgencia.
"Cree usted tener un sistema impecable, que trabaja a la perfección", declara Félix, "y de pronto llega una marea roja: el mar enrojece por exceso de cierto flagelado del plancton", el joven se pasa la mano por la garganta y continúa: "Si no se trabaja con rapidez, todas las larvas se pierden. O bien un buque derrama algo de petróleo, lo succionan las bombas y se arruina un año entero de producción. Por eso tiene uno que vigilar la calidad del agua con la misma diligencia con que una gaviota busca peces".
El sistema está diseñado para avisar de esos peligros. Si una turbulencia repentina levanta una cantidad excesiva de arena o si algo contamina el mar, un mecanismo automático cierra de golpe la válvula de entrada del agua y hace sonar una alarma, de manera que se pongan a funcionar las compresoras de urgencia para bombear oxígeno en el agua estancada. Si la dificultad se debe a las algas o a alguna criatura marina que ha obturado el tubo, hay que inyectar a gran presión agua limpia hacia atrás.
El abulón madura lentamente y sus hábitos sexuales están muy lejos de ser exactos, o siquiera íntimos. Durante todo el verano, la hembra núbil, sin intervención del macho, arroja de tres a cinco millones de huevos a través de su fila de aberturas en la concha. Mientras tanto, en su roca de soltero, el abulón macho descarga un volumen todavía mayor de esperma. Y en una noche de encanto, aunque los padres no lleguen a conocerse nunca, el esperma y los huevos se funden en una explosión de fertilizaciones. A las dos semanas, las larvas, que han nadado libres, empiezan a formar su concha y se hunden hasta el fondo, donde se arrastran hacia alguna grieta y se alimentan de algas. Al finalizar el primer año tienen de dos a tres centímetros de largo; para alcanzar su máximo tamaño de 10 a 15 requieren entre cuatro y cinco años.
Pero no puede asegurarse que alcancen su madurez cuando hay cardúmenes de peces hambrientos de abulón tierno. En condiciones reguladas sólo sobreviven unos tres décimos del uno por ciento; en el implacable mar, quizá llegue a la edad adulta uno en un millón. Pero incluso entonces, la robusta concha del abulón no logra defenderlo de la nutria de mar. Esta sibarita criatura, después de romper la concha del molusco con una piedra, come parte de la carne y deja el resto. El erizo de mar constituye una amenaza todavía más grave, porque también se alimenta de algas y ha estado registrando un aumento de número tan extraordinario que los erizos de mar tapizan enormes extensiones de lecho oceánico. Los biólogos marinos, tanto en México como en los Estados Unidos, están estudiando métodos para enfrentarse a esta plaga, y recientemente sembraron con buen éxito nuevos criaderos de algas en California.
Se calculó que para fines de 1973 la "operación abulón" de Félix Cota tendría 100.000 abulones tiernos en los tanques. (Después que se induce a machos y a hembras sacados del mar a desovar en tanques, los huevos y el esperma se juntan en recipientes especiales para fertilizar los primeros.)
Abulones rojos, con su concha y callo.
El programa de Félix es una empresa tripartita en la que participan el Instituto Nacional de Pesca, las cooperativas de pescadores y la empacadoras comerciales. Estas últimas colaboran en el trabajo de laboratorio con aportaciones anuales basadas en la captura (500.000 pesos mexicanos en 1972). A cambio de esto, las cooperativas recibirán su parte proporcional de abulones necesarios para sembrarlos en sus pesquerías. Mientras tanto, habrán limpiado de erizos de mar y otros animales de rapiña ciertas zonas selectas de la costa. Y dentro de cuatro años los abulones ya maduros estarán preparados para enviarlos al mercado. Cuando la operación piloto esté en plena marcha, se construirán dos criaderos más al sur de Ensenada y se obtendrán anualmente cuando menos 750.000 moluscos de esta especie.
A los precios actuales, la carne de abulón, extraída de la concha, vale 13.125 pesos la tonelada (se producen de 2500 a 3500 toneladas al año) para las 12 cooperativas mexicanas de pesca, que la venden a las enlatadoras. La meta es asegurarse de que en diez años habrá una cosecha de abulón suficiente para satisfacer la demanda.
Lo que se está haciendo no es más que un comienzo. Los japoneses descubrieron que los abulones crecen dos veces más aprisa en el agua procedente de alguna central eléctrica, y Félix ha tenido varias entrevistas con los dirigentes de la que surte de energía a Tijuana. Después de sembrada la primera generación de abulón de laboratorio, proyecta hacer varios experimentos en la central misma.
"Hasta hace poco", afirma el subsecretario Medina Neri, "considerábamos inagotables nuestros recursos de los litorales. Ahora sabemos que debemos ser algo más que simples cazadores. Es preciso que seamos cultivadores de nuestros valiosos recursos marinos. Jóvenes activos como Félix Cota es lo que el país necesita para desarrollar nuestra industria pesquera. Sus granjas de abulón constituyen un importante paso en ese sentido".
*En algunos países se conoce también a este molusco por los nombres de oreja marina, abalón y locos. (N. de la R.)
ILUSTRACIONES: FOTO PORRAGAS