LO QUE TODA MUJER DEBE SABER ACERCA DE LA IMPOTENCIA
Publicado en
agosto 18, 2016
Es un trastorno exclusivo del hombre, pero en la mujer pueden radicar sus causas y hallarse los remedios.
Por Daniel Sugarman (doctor en filosofía, ejerce como sicoterapeuta y sicólogo consultor en el Hospital St. Joseph de Paterson (Nueva Jersey). Asimismo, Sugarman es profesor de sicología en el William Paterson College de Wayne. Él y Lucy Freeman son coautores de The Search for Serenity ("La busca de la serenidad").
• "MI ESPOSO se ha abstenido de toda relación marital conmigo durante los últimos seis meses. Me pregunto si su indiferencia tiene alguna relación con el hecho de que acepté un trabajo de tiempo completo".
• "Nuestra luna de miel se convirtió en una pesadilla. Por más que se esforzaba él, no lograba consumar el matrimonio. ¿Será posible que el instinto mate al amor?"
• "Francisco y yo esperamos ansiosos el momento de disfrutar íntimamente de la jubilación prematura de mi esposo. Pero desde que no trabaja se pasa el tiempo quejándose de lo cansado que se siente y parece haber perdido todo interés por el acto sexual".
Tres esposas, de medios sociales y edades muy diversos, me confesaron así sus problemas conyugales en el curso del año pasado. A pesar de estas diferencias, tenían en común una misma preocupación: estar casadas con hombres afectados por la impotencia.
En mi práctica profesional de sicoterapeuta me ha llamado la atención el número cada vez mayor de hombres que ven disminuida en mayor o menor grado su capacidad sexual. Cuando se enfrentan a una situación de esta índole,. muchas mujeres "se culpan" a sí mismas, o "culpan" a sus cónyuges. Lo cierto es que la esposa que conozca exactamente los antecedentes del caso es la persona más indicada para ayudar a su marido atacado de impotencia temporal. ¿Cuáles son los hechos que toda esposa sensata debe saber sobre la disminución de la potencia sexual masculina?
En primer lugar, que la impotencia puede manifestarse de muy diversas maneras. Se puede presentar como incapacidad para lograr o conservar la erección. Acaso más frecuente sea, sin embargo, la eyaculación prematura. Más raro, pero igualmente aflictivo, es el caso del hombre que conserva la erección durante un lapso prolongado pero no logra el orgasmo. También suele ocurrir que el problema de la impotencia se enmascare tras una pérdida parcial o total del interés por las relaciones sexuales.
Casi todos los sicólogos hacen una distinción entre la impotencia primaria y la secundaria. En la primera, relativamente rara, el sujeto no ha logrado nunca ni la consumación ni la satisfacción del acto sexual. En la impotencia secundaria suele haber un largo período de funciones sexuales enteramente normales antes de presentarse los trastornos.
Aunque hay unos pocos padecimientos orgánicos* que pueden afectar la potencia sexual del hombre (por lo que toda impotencia prolongada debe consultarse con el médico), casi siempre tales dificultades tienen raíces emocionales más que físicas. En cierta ocasión acudió a mí un enfermo y me explicó que no había logrado consumar el matrimonio después de seis meses de casado. Tras varias sesiones de sicoterapia en las que me relató sus experiencias infantiles, recordó un incidente que le ocurrió cuando tenía unos seis años. Lo habían sorprendido jugando "al doctor" con una niña. El padre del chico había reaccionado exageradamente ante esta muestra de curiosidad natural para su edad, propinándole una tremenda paliza. El paciente había crecido en un ambiente familiar en el que todo lo relacionado con la sexualidad se consideraba perverso y sucio; por eso, al llegar a la edad adulta no lograba permitirse la libertad del disfrute sexual. Y hay también casos en que el hombre criado por una madre dominante o un padre estricto y poco afectuoso, no llega nunca a estar seguro de sí mismo ni de su virilidad.
Las manifestaciones de la impotencia secundaria se asocian casi siempre a estados de angustia, conflictos y problemas obsesivos y de difícil solución. Asimismo, en nuestra sociedad contemporánea, donde tanto se insiste en la adecuación y la "técnica" sexuales, muchos hombres llegan a considerar el acto carnal como una demostración de eficiencia, y no como una vivencia muy íntima que se comparte con la mujer amada. Y es precisamente la preocupación por su buen desempeño lo que afecta adversamente la potencia sexual.
En un estudio reciente de 49 casos de impotencia, el Dr. A. J. Cooper, del Departamento de Siquiatría de la Universidad de Edimburgo (Escocia), comprobó que el mayor temor de los sujetos estudiados era no cumplir debidamente la función sexual. Recordemos que la actividad sexual, como el sueño, no depende de la voluntad. Así como necesita cierto grado de relajamiento para conciliar el sueño, el hombre tiene que aceptar el hecho de que su potencia viril no se manifiesta todo el tiempo ni en todas las circunstancias. Es sorprendente comprobar cómo recobra la potencia el hombre que acepta esta verdad.
Muchos hombres que han pasado de los 50 o los 60 años de edad sufren una mengua de su potencia viril porque consideran que son "demasiado viejos" para seguir disfrutando de una actividad sexual plena. Sin embargo, ciertos estudios del comportamiento sexual han comprobado que más del 70 por ciento de los hombres de 70 años de edad conservan su potencia viril, y que la actividad sexual puede ejercerse hasta casi la más extremada senectud.
Mi experiencia en el tratamiento de hombres con este tipo de trastornos sexuales me ha llevado a la conclusión de que en casi todos los casos la esposa puede ayudar a resolver, o a empeorar, las fallas del vigor sexual, según sepa o no sepa comprender su naturaleza. En tales situaciones lo que una esposa diga o haga puede ser decisivo. Por ello expondré algunas normas que orienten a las mujeres, para que sepan lo que ninguna esposa comprensiva debería hacer.
1. No confíe ciegamente en lo que dicen los modernos manuales de sexología. Aunque es verdad que, para lograr una adaptación sexual con madurez y satisfacción, es esencial el conocimiento de la anatomía y la fisiología del aparato reproductor, no lo es menos que muchos manuales recientes de sexología —tan vendidos hoy— son deficientes en cuanto a información, y a veces incluso difunden notorios errores. Me preocupa el creciente número de hombres y mujeres cuyas relaciones sexuales han perdido su espontaneidad al enterarse por sus lecturas de cierta norma, puramente fantástica, o de promedios estadísticos. La vida sexual satisfactoria en el matrimonio es, en última instancia, asunto estrictamente privado e individual. Es absurdo tratar de ajustar las relaciones sexuales a una supuesta "norma".
2. No reproche al marido que no gane lo suficiente. El sentimiento de potencia viril se vincula a menudo a la conciencia de superioridad económica y a la autoestimación que de ella deriva. Un paciente al que traté tenía que hacer viajes frecuentes; si volvía de su gira de trabajo con muy buenos pedidos, el hombre no sentía ninguna mengua en su virilidad, pero si su viaje resultaba poco lucrativo, al volver al hogar se creía impotente, pues subconscientemente se negaba a sí mismo la gratificación sexual. La esposa sensata hará todo lo posible para aliviar a su marido de apremios económicos, haciéndole sentir que, aunque no sea el hombre más próspero de la comunidad, posee en cambio otras cualidades de las que ella está muy orgullosa.
3. No sea indiferente a los cambios del estado de ánimo del marido. La mayoría de los que sufren una mengua de su potencia sexual está integrada fundamentalmente por hombres que se sienten desdichados. Los sicólogos y los siquiatras consideran en la actualidad que la depresión síquica es una de las enfermedades más expuestas a errores de diagnóstico. Un enfermo consulta al médico para exponerle que se siente fatigado, que sufre dolores, ha perdido el apetito, no duerme bien y no tiene deseo sexual, es decir, se queja de todo, menos de depresión, pues tal estado es "impropio de un hombre".
Un paciente mío, a quien llamaré Heriberto, fue víctima de una profunda depresión síquica porque tuvo que mudarse de una casa a un apartamento donde ya no podía distraer sus ocios arreglando el jardín. Al acentuarse su depresión, se sintió atemorizado por la idea de envejecer y volverse impotente.
La esposa puede a veces advertir la depresión que aqueja a su marido antes que éste.
Cuando Heriberto concertó una cita con su médico porque "no se sentía bien" su esposa telefoneó al facultativo, sin que Heriberto lo supiera, para informarle de la depresión de su marido. Esto fue un gran auxiliar para establecer el diagnóstico. Además, la mujer hizo que el marido se sintiera seguro de contar con el amor de ella, y lo alentó explicándole que sus trastornos se debían exclusivamente a su abatimiento.
Si identifica el estado depresivo sin desorientarse por los síntomas, el médico puede señalar sin tardanza un tratamiento eficaz, como en el caso de Heriberto, y acabar con la impotencia al cabo de pocos días o en unas cuantas semanas.
4. No asuma siempre una actitud pasiva en las relaciones sexuales. Muchas mujeres, educadas en la idea de que la hembra nunca debe ser sexualmente agresiva, se abstienen de iniciar o provocar las relaciones íntimas. Aunque toda mujer ha de aprender a situarse en el delicado equilibrio entre "tomar la iniciativa" y abandonarse a la pasividad total, los sicólogos reconocen ahora que las relaciones sexuales más satisfactorias son las que se basan en la actividad conjunta de ambos cónyuges.
Hace unos meses me consultó un recién casado, y me explicó que, al parecer, su esposa había perdido todo interés sexual por él. Como reacción a tal actitud, el marido presentaba signos de impotencia. Mi entrevista con la mujer me reveló que no era falta de interés lo que había en ella, sino la convicción muy arraigada de que la mujer "decente" no debe exteriorizar su satisfacción sexual de manera demasiado efusiva. Cuando comenzó a comportarse en otra forma, no sólo recuperó el marido la potencia menguada, sino que sintió ella una nueva y placentera sensación de espontaneidad.
5. No insista en que su marido sea muy mundano. Para muchas mujeres hastiadas de la rutina de las labores domésticas, el retorno del cónyuge al hogar marca el comienzo de la parte más interesante del día. Pero, para él, regresar a casa significa poder disfrutar tranquilamente del descanso tras un día atareado. Las fiestas, los banquetes de beneficencia y otras actividades sociales acaso añadan interés a la vida de la mujer, pero la interminable cadena de compromisos sociales puede llevar al marido al agotamiento y a la impotencia. Hombre y mujer deben llegar a un entendimiento que les permita adaptarse uno al otro.
6. No finja la satisfacción. En las relaciones maritales, la mujer tiene sobre el hombre la ventaja de poder entregarse al acto sexual aunque inicialmente no sienta apetencia. Y en efecto, son muchas las que "fingen" un placer que están muy lejos de sentir. Sé de un caso en que él se quedó estupefacto cuando su mujer le dijo que había tenido relaciones extraconyugales y deseaba divorciarse.
—¡Pero siempre te mostraste muy satisfecha! —protestó él.
—Eso te hice creer —respondió la mujer—. Quería ser amable contigo, o quizá no me atrevía a lastimar tu preciosa vanidad masculina.
Para que la esposa haga a su marido sentirse seguro de sí mismo y confiado, deberá decirle con toda franqueza lo que la satisface y lo que la incomoda. Cualquier intento de comunicación implica cierto riesgo, pero la supresión de toda comunicación puede resultar catastrófica en las relaciones conyugales.
7. No sea demasiado exigente. Muchas personas han llegado a pensar que la sexualidad es una experiencia que siempre debe darnos un gran placer; que siempre debe "funcionar a la perfección". Pero esperar tal perfección de las relaciones sexuales es una ilusión capaz sólo de causarnos amargas decepciones.
CUANTO mayor es mi experiencia en el tratamiento de hombres con dificultades en sus relaciones sexuales, tanto más me convenzo de que una esposa tierna y solícita es la mejor garantía para que el esposo conserve o recupere su capacidad sexual.
Cuando la ansiedad y las preocupaciones hacen dudar a un hombre de su masculinidad, la fe y la solicitud de la esposa pueden convertir una inminente pesadilla en una fase de la vida en común llena de vigor renovado y de mutua comprensión.
*Entre ellos pueden mencionarse: algunas formas de fractura de un disco intervertebral en la región lumbar, diabetes, epilepsia, exposición a ciertos plaguicidas.