LA ÚNICA MANERA DE CONSERVARSE ESBELTO
Publicado en
noviembre 16, 2015
Hay buenas noticias, y no tienen nada que ver con dietas.
Por Terence Monmaney.
A LOS 25 AÑOS, Orson Welles era na estrella de cine de cintura esbelta, hombros anchos y mandíbula angulosa. Quién hubiera dicho que con el tiempo aumentaría de peso al grado de que, para disimular su distendida humanidad, debía usar unas camisas como tiendas de campaña. Cuando viajaba en avión, ocupaba dos asientos de primera clase.
Pocas personas delgadas alcanzan proporciones wellesianas con la edad, pero, ¿por qué a tantas, al llegar a la madurez, ya no les vienen los pantalones o las faldas que usaban de jóvenes? ¿Por qué nos quedamos con los cinco o diez kilos de más que empiezan a alojarse en nuestro cuerpo a partir de que cumplimos 30 años? Aunque eso le pase a casi todo el mundo, no es, como las canas, parte inevitable del proceso de envejecimiento. Lo que ocurre es que tendemos a hacer menos ejercicio al paso de los años, nuestro metabolismo se vuelve más lento y almacenamos cada vez más energía en forma de grasa corporal. Lo anterior no es un proceso fisiológico predeterminado, imposible de cambiar. El año pasado, los investigadores Teresa Sharp y James Hill, en colaboración con otros científicos, demostraron que el ritmo metabólico depende principalmente de la proporción de grasa y tejido muscular del organismo, la cual sí es modificable.
De esta compleja investigación se pueden sacar dos conclusiones: primero, lo deseable es un metabolismo que implique gasto de energía, y para lograrlo hay que ponerse en movimiento; segundo, hay que permanecer en movimiento.
La actividad física acelera el metabolismo al favorecer la formación de masa muscular y la pérdida de grasa. Esto pudiera parecer una redundancia: perder grasa para estimular el metabolismo y así perder grasa. Pero es tan válido como el principio de que para ganar dinero hay que gastarlo. Las células musculares gastan mucha más energía que las células de grasa. Así pues, cuanto mayor sea el volumen muscular en relación con el de grasa, más energía se gastará y menos grasa se acumulará. Si existe un secreto para adelgazar, sin duda es este.
Los investigadores descubrieron también que, después del gran gasto de energía que se produce durante el ejercicio, el ritmo metabólico vuelve a su nivel de reposo en un lapso de 24 horas. Por consiguiente, el ejercicio no es un remedio ni un recurso preventivo de la gordura que surta efectos inmediatos. "Sólo da resultado a largo plazo", afirma Hill.
En la mayoría de los casos, el aumento gradual de peso en la madurez no es producto de la herencia, sino del grado de actividad o, más propiamente, de inactividad, del individuo mismo. La principal causa de dicho aumento es una vida cada vez más sedentaria. Considérense estas inquietantes cifras: si reducimos nuestro gasto diario de calorías en sólo 20 (el equivalente aproximado de una caminata de cinco minutos), mientras que nuestra alimentación y otros factores permanecen sin cambio, aumentaremos de peso a un ritmo de 900 gramos al año. Al cabo de diez años, por cuidadosos que seamos con nuestra dieta, habremos engordado nueve kilos. Estaremos perplejos y le echaremos la culpa a las hormonas o a algo parecido. Sin embargo, seguimos tomando el ascensor para subir dos pisos y pagando para que poden el jardín. Renunciamos así a la oportunidad de quemar calorías, y vamos perdiendo masa muscular. En consecuencia, nuestro ritmo metabólico desciende un poco, y gastamos aún menos energía.
El doctor George Blackburn, director de un centro de nutrición, dio a conocer su secreto para el control permanente del peso: hay que ser más activo. Blackburn, de 57 años, anda siempre en busca de incomodidades. Prefiere que las juntas se realicen en las oficinas de sus colegas para poder caminar hasta allí. Cuando habla por teléfono o trabaja en su escritorio, lo hace de pie porque así se gastan más calorías que estando sentado.
"Se puede vencer la tendencia del cuerpo a transformar los músculos en grasa", comenta, "pero eso supone un esfuerzo permanente".
A largo plazo, es probable que la dieta desempeñe un papel menos importante que el ejercicio en la lucha contra la grasa corporal. No obstante, comer todos los días un panecillo que contenga seis gramos de grasa puede representar un gran problema, si esa cantidad resulta excedente una vez que se compensa la ingestión diaria de grasa. En ese caso se aumentará de peso a un ritmo de dos y medio kilos al año, es decir, 25 en un periodo de diez años. De manera similar, comerse una barra de chocolate una tarde no es problema, a menos que se convierta en un placer habitual, pues entonces ello se reflejará en la cintura. El enemigo número uno en esta lucha es el alcohol. Un whisky en las rocas aporta 95 calorías; una copa de vino tinto, 75, y un vaso de ginebra con agua tónica, 170.
Es un hecho que los pequeños excesos conducen a la larga a desagradables cambios de figura, pero de ello se desprende algo no menos cierto: gastar diariamente un poco más de energía de la que se ingiere puede reportar grandes beneficios con el tiempo.
CONDENSADO DE "FORBES FYI" (27-IX-1993), © 1993 POR FORBES, INC., DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.