Publicado en
noviembre 17, 2015
Soltera, viuda, divorciada o abandonada, la mujer sin pareja tiene forzosamente que enfrentar su situación y encontrar la manera de vivir su vida inteligentemente, ajustándose a las circunstancias.
Por Victoria Puig de Lange.
Con el derrumbe de los viejos tabúes, el mundo ha tendido un puente entre la intransigencia de años atrás y la nueva sociedad que "vive y deja vivir".
Nadie espera ya, que para que una mujer sea respetable tiene que tener un hombre al lado. Sea que se quedó soltera, que perdió a su esposo o que nunca lo tuvo aunque es madre, la mujer sola ya no es candidata a archivarse, renunciando a la vida, ni tiene que disimular, menos avergonzarse de su condición. Hoy, la tendencia es hacer frente a la realidad, y buscar nuevos horizontes, sabiendo que existen medios de conquistarlos.
Cada día aumenta el número de mujeres que deben afrontar el futuro sin el apoyo y la compañía de un hombre, y cada vez lo hacen mejor. Siempre existe aquella que se desanima y opta por declararse víctima... una manera fácil de evitar la confrontación. Afortunadamente, para cada una de esas hay diez que rehúsan dejarse anular, y luchan por firmar su derecho a ser personas, miembros normales de la sociedad humana.
Sobre las primeras persiste la sensación de que socialmente son parias, seres innecesarios que no le hacen falta a nadie. A pesar de que dentro de los cánones convencionales no hacen nada reprochable, en fiestas y reuniones, se encuentran siempre un poco al margen, sobre todo si son solteras o divorciadas atractivas, porque para sus amigas casadas o aquellas con novio, la presencia de una mujer sola, con el atractivo de "un pasado", resulta peligrosa... "Este tipo de mujer", nos dijo alguien a quien solicitamos su opinión, "despierta toda clase de reacciones en los hombres". Le tienen lástima ("¡Tan bonita y solita!"), reaccionan con curiosidad ante "su dilema", y la abordan para formarse una opinión propia. En resumen, que la niña resulta un problema.
Nadie piensa que se trata solo del instinto de caballero andante que vive en todo hombre romántico, ese que quiere deshacer entuertos, en este caso consolar un poco a esa hermosa y triste doncella. (Los hombres son niños que todavía añoran los cuentos de Calleja). Lo cierto es que si usted es la divorciada atractiva, cuando la inviten a una fiesta, vaya acompañada, aunque tenga que arrendar un acompañante, o rogar a un primo que le sirva de escudo.
Es en este punto cuando la mujer sola, que empieza ya a pensar en sí como "la mujer de nadie", frecuentemente inicia la retirada. Le da miedo ir sola donde otras mujeres tienen "firma responsable". Y si se descuida, terminará dependiendo de sus familiares, volviendo a la condición de "menor de edad"; un estado que puede terminar siendo permanente.
De ahí la fama de chismosas y amargadas de las "solteronas", que no teniendo vida propia viven la de los demás. Felizmente, la "solterona" es una especie que se extinguió. ¿Amor? Ante la imposibilidad de tenerlo, buscaban cariño en los sobrinos, en la excesiva devoción religiosa y el cuidado de los niños y ancianos de la familia.
A falta de eso, recurrirán a los gatos, a los loros, a cualquier ser que "la necesitara". Nunca pensaron que el mundo es extenso, que si el círculo inmediato al que ha estado acostumbrada se le ha cerrado, un poquito más allá hay cientos de miles de personas que estarían encantadas de disfrutar de su compañía. Más importante aún, son seres cuya compañía será para ella valiosa. Es cuestión de encontrarlas, y el mundo en que vivimos está hecho a la medida para lograrlo.
En ese predicamento, lo aconsejable es unirse a algún grupo de los tantos que ahora abundan, donde va gente en busca de distracción, a perfeccionar una afición, a aprender un "hobby", sea el de arreglos florales... cocina gourmet, o cosas más prácticas como un curso de bienes raíces o administración de hoteles.
Desde luego están las universidades, donde ahora hay cursos hasta para limpiarse los dientes. En cada uno de esos grupos tendrá oportunidad de hacer amistad con gente similar a usted, de forjarse otra vida, lejos de aquella donde le niegan espacio.
Resumiendo: cultive el arte de hacer amigos. Yo no soy especialmente adepta a hablar con extraños. Eso lo heredé de mi padre, quien después de cierta edad decidió que su cuota de amigos estaba ya colmada, rehusando hacer nuevas amistades. De hecho una de mis fobias es que en un avión me toque un vecino de asiento que insista en conversar, así, por gusto. Mi madre, en cambio, hacía amistades a destajo y en cualquier parte... en la fila del banco... en la peluquería... en el supermercado... y, desde luego, en los aviones. Y era gente con las que luego se escribía y hablaba por teléfono. Siempre pensé que ese era un acto de generosidad que no dejaba de ser admirable.
¿Y quién sabe lo que puede resultar de uno de esos encuentros? Lo que estamos tratando de decirle es que la gente que vive aislada (que no es lo mismo que estar sola por elección) es porque no se une a la corriente humana que está allí a su alcance. Lo único que hace falta es la acción de unirse a ella.
En esta época de opciones, la soledad tiene muchas soluciones. Cambiar de ambiente está a la cabeza de éstas. Y hay otras menos ortodoxas pero válidas. En ciudades grandes donde el costo de la vida es altísimo, yo conozco mujeres solas sin fortuna pero con gustos refinados, que se asocian para compartir una casa amplia donde pueden recibir como no podrían hacerlo si vivieran solas en un departamento. "Es fantástico porque así nos ayudamos unas a otras, nos presentamos amistades, exploramos nuevas corrientes ambientales, y nos acompañamos para ir a sitios donde no queremos ir solas", me cuenta una chica que comparte una casa en la playa con tres amigas.
Queda por considerarse el problema de "la mujer sola" que está en esa situación porque un sinvergüenza simplemente se fue después de veinte años de matrimonio. Y ella, que nunca soñó con una soledad "oficial", se encuentra con que "no sabe trabajar".
Para eso hay varios estados de ánimo que cortejar. En primer lugar, sepa que trabajar no es una mala palabra, y puede ser sorprendentemente divertido. Eso de contar billetes que uno ha juntado sola, con su propia habilidad, es una sensación increíblemente satisfactoria. Y por poco que usted esté preparada, hay muchas cosas que pueden darle dinero. En Estados Unidos, país de las grandes oportunidades, hay mujeres que hoy son millonarias porque idearon una galleta exquisita que "pegó" en el mercado. Esta es una industria que puede empezarse en su propia cocina. En Chile yo tengo una amiga que en los tiempos de Allende vio tambalearse su "modus vivendi". A su marido le confiscaron su poderoso negocio, y ella nunca había "trabajado". Pero era una excelente repostera.
Poco a poco, Lucy convirtió ese "hobby" en un negocio que hoy es gigantesco, la mejor pastelería de Santiago, la que ocupa la propia Moneda en sus recepciones. Un negocio espléndido que le permitió ayudar a su marido hasta que pasó el vendaval, y que hoy mantiene... porque es una mina de oro.
Mire a su alrededor. ¿Qué necesidad general podría usted satisfacer? Tal vez tiene usted dotes para la costura... o una casa amplia que pudiera convertir en casa de huéspedes... una guardería infantil... otra alternativa que además le dará oportunidad de conocer gente es la de vendedora a comisión. Tal vez tiene un amigo que le permita adiestrarse en su agencia de seguros hasta que usted pueda emplearse en este ramo. O empiece vendiendo pasajes en una agencia de turismo... lo cual tiene un "plus": la pondrá en contacto con mucha gente interesante.
Lo principal es que comprenda que tiene muchas oportunidades a las que optar... que no se sienta "dejada", que no se sienta "fracasada", que más bien vea la situación en que se encuentra como una oportunidad para ser independiente... para tener autonomía, y desarrollar su personalidad e iniciativa. Sí, es verdad que sus sueños románticos no se realizaron, pero en cambio ahora logrará el sueño de desenvolverse en el mundo por su propio valor.. y eso puede ser casi tóxico.
¿Y la felicidad? Es hora de que se dé cuenta de que el no tener un hombre al lado no la hace más infeliz. Eche una mirada a su alrededor y verá una cantidad de mujeres casadas que gustosamente se cambiarían por una mujer independiente. Y que sobrellevan silenciosamente lo que el poema llamó "la soledad de dos en compañía". Y esa es la peor, la más denigrante de las soledades.
Fuente:
Revista HOGAR, Mayo 1999