Publicado en
noviembre 18, 2015
Ilustración: Thomas Payne.
LA COMPAÑÍA donde trabajo estaba en proceso de reducción de personal, por lo que muchos empleados íbamos a tener que asumir más responsabilidades. Para ayudarnos a hacer frente a la situación, se estableció una biblioteca circulante con libros dedicados al fortalecimiento de la motivación. Me percaté de lo seria que era la intención de hacernos trabajar con mayor rapidez cuando tomé en préstamo un volumen titulado El éxito én 30 días. Iba acompañado de una nota que rezaba: "Favor de devolverlo el próximo lunes".
—S.K.M.
COMO CAJERA de un banco, se me exigía pedir una identificación a todos los clientes que efectuaban retiros, aunque yo los conociera bien. La tercera vez en la semana que la señora Brady se presentó ante mi ventanilla, protestó cuando le solicité su identificación.
—No puedo creer que no me reconozca después de tantos años, señorita —se quejó.
Unos minutos después relevé a la cajera de la ventanilla de atención a los automovilistas, y me asombró ver a la señora Brady en el vehículo de turno.
—¿Qué tal, señora Brady? —la saludé, riendo—: ¿De vuelta tan pronto?
—Me alegra que usted sí me recuerde —resopló—, porque la joven que está allá dentro nunca me reconoce.
—L.K.
CUANDO trabajaba en la remodelación de un almacén, mi hermano oyó que un soldador le preguntaba a un electricista si podía instalarle una toma de corriente temporal.
—Lo siento, estoy muy ocupado —repuso el electricista—. Pero puedo indicarle cómo se hace.
El soldador aceptó.
—¿De qué color es el cable de tierra? —preguntó.
—Blanco —contestó el atareado electricista.
Se produjo una pausa mientras el soldador conectaba el cable al receptáculo. Entonces se oyó una fuerte explosión.
—A menos que haya un cable verde... —concluyó el electricista.
—J.H.
SOY UNA MADRE que trabaja, y mi oficina está en mi casa. Una de las cosas que más me interesan es cuidar mi imagen profesional. Parte importante de esa imagen es el saludo grabado en mi contestadora telefónica, que a menudo constituye el primer contacto que los clientes tienen conmigo. Me esforcé por que sonara alegre y entusiasta, y pensé que lo había conseguido hasta que una amiga me dejó este mensaje: "Judy, habla Pam. Me encanta tu saludo, pero ¿te has percatado de que en el fondo se oye a tu hijito que dice: `Marni, quiero hacer pipí'?"
—J.G.
CON FRECUENCIA me resultaba difícil hacer callar a mi grupo de primer año de educación primaria. Un día se me ocurrió un novedoso método para lograrlo, y pensé que también sería educativo. Le pregunté a uno de mis alumnos, un niño del Medio Oriente, cómo se dice en árabe "guarden silencio". El niño se quedó pensativo unos segundos; luego se llevó el dedo a los labios y dijo:
—Shh.
—L.A.W.
UNA NOCHE, mientras conducía mi auto patrulla, advertí que un viejo coche avanzaba muy despacio por un tramo desierto del camino. De pronto relampagueó una intensa luz dentro del vehículo. Un momento después se produjo otro relampagueo. El asunto me pareció sospechoso al cabo de cuatro o cinco chispazos, por lo que me apresuré a detener el vehículo.
—¿Qué ocurre aquí? —les pregunté a los dos adolescentes que lo ocupaban.
El conductor esbozó una tímida sonrisa, al tiempo que me mostraba una cámara con flash y señalaba el odómetro.
—Mi auto está por llegar a los 150,000 kilómetros y quería tomar una fotografía de ese acontecimiento.
—R.K.
UN HOMBRE que trabajaba conmigo como programador de computadoras en una compañía consultora, había creado un programa para una de nuestras cuentas más grandes. Solicitó mi asistencia para ponerlo en funcionamiento. Al principio, él se ocupaba de la mayor parte del trabajo, y yo hacía correcciones e incorporaba algunos datos. Más adelante, empero, me pidió que lo ayudara con la capacitación, que era la última fase.
Así pues, me senté junto a una mujer y le dije que le iba a enseñar a hacer cambios en los archivos. Ella suspiró con alivio.
—¡Qué bueno que es usted quien me va a enseñar, y no él!
Sorprendida, repuse que mi colega tenía más experiencia que yo.
—Sí —me contestó—, pero me siento más a gusto con usted. Las personas inteligentes me ponen muy nerviosa.
—R.B.