JAPÓN NO ES EL MODELO PERFECTO
Publicado en
octubre 31, 2015
Algunas lecciones que conviene tener presente.
Por Karl Zinsmeister (Investigador adjunto del Instituto Empresarial Estadounidense, de Washington, D. C.).
EN 1953, una pequeña compañía nipona de reciente creación pidió permiso al Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MCII), de Japón, para comprar a la empresa estadounidense Western Electric los derechos de fabricación de transistores. El MCII no tenía una opinión muy favorable ni de la nueva tecnología ni de la joven firma japonesa, y no deseaba malgastar en ellas sus escasas divisas extranjeras. Así pues, negó el permiso. El proyecto se salvó gracias a la persistencia de Akio Morita y Masaru Ibuka, fundadores de la empresa, quienes lograron convencer a los burócratas de que les dieran luz verde. ¿El nombre de la firma? Sony.
Por aquella misma época, los planificadores del MCII intentaron obligar a la industria automovilística japonesa a formar una sola compañía, pues estaban seguros de que, habiendo muchos competidores, todos se debilitarían. El MCII debe agradecer a su buena estrella el haber fracasado en su empeño. Hoy, Japón cuenta con nueve fabricantes de autos, y los expertos coinciden en que la excelencia de la industria se debe a la feroz competencia que existe entre ellos.
Se ha dicho insistentemente que el MCII es la gran inteligencia que hay detrás del admirable auge económico alcanzado por Japón después de la Segunda Guerra Mundial. En todo el mundo, los partidarios de una mayor orquestación política de los negocios tienen al MCII como modelo. "Es innegable que la política industrial de Japón funciona", escribió Alan Blinder, del Consejo de Asesores Económicos del presidente estadounidense Bill Clinton. Y un simpatizante más visible, el activista políticó Ross Perot, ha sostenido: "Debemos concentrarnos en las industrias del futuro... Si estudiamos el caso del ministerio de comercio de Japón, veremos que ha sido eficaz".
Los defensores del MCII parecen creer que la intervención benévola del gobierno funciona. Se equivocan. "El MCII no ha sido el gran benefactor de la industria electrónica japonesa, como parecen creer algunos críticos", escribió en 1986 el mencionado señor Morita, fundador de la Sony.
"Los burócratas japoneses trataron de obstaculizar el camino de la Honda una y otra vez", dijo el fundador de esa compañía, el finado Soichiro Honda. "Habríamos tenido más éxito de no haber existido el MCII".
Los intentos de este organismo por controlar las industrias japonesas ocasionaron serios descalabros desde el principio. En varias ocasiones se trató, inútilmente y con gran dispendio, de fortalecer las industrias del acero, el aluminio y otros metales. Los enormes esfuerzos por desarrollar las industrias de la aviación y la aeroespacial sólo generaron productos de inferior calidad a precios absurdos, y poca o ninguna demanda mundial. Asimismo, desde hace varias décadas han sido desalentadoras las tentativas de impulsar una industria de la biotecnología.
El MCII también hizo de la industria petrolera japonesa un desastre total. Fijó precios y cuotas de producción, y desalentó a la competencia extranjera. Los resultados fueron un enorme costo financiero y, para ciertos tipos de gasolina, precios al menudeo equivalentes a tres veces los de Estados Unidos.
Otro de sus fracasos es el que se ha visto en la industria de las computadoras. A pesar de que hace casi tres décadas se decidió impulsar este sector, muchos productos japoneses de computación están aún rezagados con respecto a la competencia.
"A mediados de la década de los ochenta, muchas personas, entre ellas yo, temíamos que las compañías japonesas se adueñaran en poco tiempo del mercado estadounidense de las computadoras personales. Hoy, tengo la impresión de que dichas empresas constituyen una fuerza sorprendentemente ineficaz", dice Andrew Grove, director general de Intel Corporation, compañía que fabrica computadoras.
Otros ministerios de Japón también han maquinado costosos fiascos. El Ministerio del Transporte emprendió una gran operación de construcción de barcos en los años cincuenta, y estableció cuotas de producción con miras a dejar fuera a sus competidores. Pero como los astilleros japoneses reaccionaron a los incentivos del gobierno e hicieron caso omiso de las señales del mercado, se vieron muy afectados. Cuando la economía mundial atravesó por una recesión, a finales de los años setenta, las pérdidas fueron cuantiosas. El gobierno se vio obligado a intervenir nuevamente, esta vez para brindar "ayuda de ajuste".
Los ferrocarriles nacionales de Japón, conocidos por sus "trenes bala", representan otro esfuerzo inútil del Ministerio del Transporte. "Todo el mundo cree que los ferrocarriles nacionales japoneses son un éxito, pero en realidad son el peor fracaso imaginable", dijo el consultor administrativo Peter Drucker poco antes de que la empresa se privatizara, en 1987. La operación de esos trenes generó una deuda pública de 154,000 millones de dólares; carga que los contribuyentes japoneses deberán soportar durante varias décadas.
La lista de los errores de la política industrial japonesa no termina allí. Las empresas farmacéuticas de Japón son de segunda clase, debido en buena medida al proteccionismo y a la intervención del gobierno. También han sido rotundos fracasos los intentos de ayudar y proteger a la industria minera japonesa.
Otro revés mayúsculo fue la multimillonaria inversión japonesa para desarrollar un sistema estatal de televisión de alta definición (TVAD). El proyecto se fue a pique porque los burócratas encargados de la política industrial del país escogieron una tecnología que hoy es obsoleta. Entretanto, las compañías estadounidenses, guiadas por las señales del mercado y la competencia abierta, crearon una TVAD digital más avanzada, que seguramente dominará el mercado en las décadas venideras.
Si la política industrial japonesa ha incurrido en tantas equivocaciones, ¿cómo se explica el éxito de la economía de este país, tan notable en nuestro tiempo? En realidad, hay dos economías japonesas: una pujante y competitiva, que se ha desarrollado sin ayuda gubernamental, y otra inflada, mantenida a flote por mandato burocrático.
Los logros económicos de este país también son atribuibles a su excelente sistema de educación primaria, sus altas tasas de ahorro, sus políticas de baja inflación y bajos impuestos, y a la cohesión familiar japonesa, que permite educar ciudadanos productivos.
En la actualidad, los japoneses están descartando la "política industrial" (hecho del que casi no se tiene noticia en Occidente). Están privatizando la aerolínea nacional y el monopolio de teléfonos. También se están simplificando los reglamentos de la industria petrolera, y de los servicios bancarios y financieros. Se está moderando el estricto control del sector de menudeo y distribución, y se están reduciendo o eliminando muchos aranceles. Los japoneses se han decidido a huir de la intervención del gobierno en los negocios.
La lección económica más importante que le ha dado al mundo la última generación es que la administración centralizada trae menos prosperidad que la competencia de mercado. Sería trágico pasar por alto esta realidad.
CONDENSADO DE "POLICY REVIEW" (PRIMAVERA / VERANO DE 1993). © 1993 POR THE HERITAGE FOUNDATION, DE WASHINGTON, D.C.