Publicado en
octubre 20, 2015
DEAMBULANDO por la pequeña ciudad india de Bhadravati, lugar de peregrinaciones, mi esposa y yo nos topamos con una tienda donde se vendían estatuillas de varios dioses. Mi esposa había entrado en la tienda a echar un vistazo, cuando me llamó la atención este anuncio, colocado a la entrada del bazar: "Una vez vendidos los dioses, no se aceptan devoluciones".
—R.K.S.
ENTRE BROMA y broma, un amigo mío se fue creando fama de mezquino, a pesar de ser en realidad generoso. Cuando dejó la presidencia del club local, me tocó pronunciar unas palabras acerca de él, y decidí reivindicarlo. Señalé que los cuentos sobre su tacañería eran broma, y que yo estaba seguro de que él daría sus últimos 50 centavos a cualquiera que los necesitara. Se oyeron muchos aplausos y vítores en la sala. Después, mi amigo exclamó: "Bueno; 50, no; 20, quizá".
—L.H.
COMO TURISTAS primerizos en Maine, estábamos ansiosos de contemplar el bello paisaje costero, y al amanecer nos dirigimos al Parque Nacional Acadia.
—¿Se domina un buen panorama desde lo más alto del monte Cadillac? —preguntó mi esposa al empleado del parque.
—Sí —respondió, lacónico.
Una vez en la cima, la niebla hacía imposible ver más allá de 30 metros en cualquier dirección. Decepcionados, volvimos cuesta abajo y nos encontramos nuevamente al empleado del parque.
—Usted nos dijo que la vista allá arriba era buena —reclamé en tono acusador.
—Así es —replicó imperturbable—; excepto hoy.
—J.M.P.
LOS HERMANOS tienen una forma especial de relacionarse entre sí. Un día, mi hijo mayor tenía una cita para asistir a un baile de secundaria. Como a la hora de cierre de la florería aún estaría ocupado trabajando, decidió dejarle instrucciones precisas por escrito a su hermano menor:
"Toma este dinero y ve a la florería a las 5:15 de la tarde. Pide el ramillete a mi nombre. Este debe tener dos rosas rojas y una blanca en el centro. Las traes a casa junto con el cambio, y las guardas en seguida en el refrigerador.
"Mete la pata, y me las pagarás. ¡Que tengas un buen día!"
—D.L.W.
ME ACABABA de mudar a mi nuevo apartamento, y habían surgido problemas con el cartero, quien entregaba en mi domicilio la correspondencia del anterior inquilino. Esperando solucionar la situación, puse mi nombre en el buzón con letras más grandes, pero el hombre siguió entregándome las cartas del otro destinatario. Entonces le dejé una nota donde le explicaba que estaba repartiendo la correspondencia de manera incorrecta.
Al día siguiente, al abrir el buzón, encontré esta posdata a mi mensaje: "Estimado señor: yo reparto las cartas correctamente. Es usted quien está viviendo en la dirección equivocada".
—J.D.L.
UN AMIGO MÍO heredó 40 hectáreas de tierras labrantías, en las cuales se levantaban varias construcciones en ruinas. Al enterarse de que había gente que deseaba vivir en esa zona y que compraba casas viejas para remozarlas al estilo campestre, puso en venta una de ellas.
Pronto apareció un posible comprador, que examinó el inmueble y dijo:
—Me interesa. ¿Está usted dispuesto a negociar el precio?
—¡Ajá! —respondió mi amigo, hombre de pocas palabras—. Podría subirlo.
—R.S.R.
LOS COLICOS de mi bebé me tenían al borde de la locura. Llevaba varias semanas de llorar y más llorar. Mi esposo me sugirió que tratara de "estrechar el vínculo" con el bebé. Una mañana, luego de oírlo llorar durante horas, telefoneé a mi esposo a su trabajo. Sin siquiera darle tiempo de decir "¡hola!", dejé que nuestro hijo chillara ante el aparato. Luego colgué.
Transcurrió una hora antes de que mi esposo me llamara. Naturalmente, le reclamé que hubiera tardado tanto. Entonces me contestó que había estado en una junta toda la mañana y que, cuando regresó a su despacho, encontró sobre el escritorio una nota que decía: "Le llamó su hijo".
—J.S.
MUCHOS AUTOMOVILISTAS tocan el claxon cuando pasan por un túnel que hay en mi ciudad. Un día, al acercarme al lugar, decidí aprovechar la ocasión para probar el mío, que a veces fallaba.
Lo hice sonar, y entonces oí a mis espaldas la sirena de un coche patrulla. Me detuve y el auto de la policía hizo lo mismo. Un oficial salió y se acercó a mí.
—Disculpe, señora —dijo—. Sólo estaba probando mi sirena.
—B.J.F.