Publicado en
septiembre 29, 2015
Muchísimos casos de divorcio de matrimonios jóvenes, se atribuyen a una mala relación entre los suegros y la pareja. Esto puede ser cierto en algunos casos, pero en otros no; sin embargo, las responsabilidades, culpabilidades y consecuencias no se dejan esperar... Esto es lo que a toda costa, los padres deben evitar.
Por Marta R. Espinel de Massú.
Si bien la relación entre los suegros y el yerno o la nuera siempre debe reunir la mayor sutileza, discreción y tacto, a fin de mantener la armonía y el equilibrio con la persona más allegada a nuestros hijos —sus cónyuges—, con mayor razón, dicha relación debe cuidarse con más esmero si por desgracia existen desavenencias conyugales en el hogar de un hijo o de una hija.
EL DIVORCIO DE UN HIJO
Los padres políticos, y en especial la figura de la "suegra" ha sido motivo de mucha palabrería y hasta bromas y chistes, a través de todos los tiempos. Cuando una pareja contrae matrimonio, existe el "fantasma" de esta suegra, que ante la nueva esposa se perfila como una "inspectora" de su hogar, que seguramente estará atenta a cualquier defecto o falla en la atención a su "hijito" que antes en su propio hogar era objeto de esmeradas dedicaciones. La esposa estará siempre a la defensiva a posibles críticas, y dependiendo del carácter de cada una, tratará de imponer criterios que no siempre estarán de acuerdo con los de su suegra.
La relación suegra-nuera puede llegar a ser maravillosa o tremendamente conflictiva, con las consecuencias nefastas lógicas. Esto en un matrimonio normal; ahora bien, si se producen problemas en él y peor aún si se llegara a un divorcio, más que nunca debe procurarse de que el trato suegros-nuera (parentesco que no se pierde ni con el divorcio) no sólo no se deteriore, sino que se mantenga, especialmente si existen nietos de por medio, que usualmente continuarán viviendo con su madre.
Ahora bien, surge la pregunta: ¿Un hijo debe volverse a vivir con sus padres luego de un divorcio? La respuesta depende de muchos factores, entre otros el económico. No olvidemos que el marido debe mantener la casa que deja... Si puede sobrellevar los gastos de vivir solo, pues lo ideal sería hacerlo. Quien una vez saliera de su casa paterna para contraer nupcias, ha girado la independencia de su vida, ha adquirido responsabilidades diferentes, y debe mantenerlas, puesto que volver a dicho hogar paterno lo convertirá nuevamente en "hijo de familia", con las limitaciones propias de ello, más no con la edad, ni características del caso, ya que a su vez, ya fue jefe de familia y si tiene hijos, pues —aunque no viva con ellos— ya tiene su propia familia.
Además la nuera siempre verá a sus suegros como quienes protegen bajo su ala, bajo sus faldas al hijo que habiendo ya "crecido", vuelve a ser el "niño de mamá"... Las relaciones podrían ser más dificiles en estos casos, e incluso una posibilidad de reconciliación de la pareja, será más lejana, ya que no existe la independencia necesarísima para que esto pudiera suceder.
EL DIVORCIO DE UNA HIJA
Cuando una hija se divorcia, por el hecho de ser la esposa y la madre de los hijos habidos en el matrimonio, es probable que ella se quede en la casa que fuera el hogar conyugal.
Normalmente es el marido quien se va. Pues bien, los padres de la esposa no deben pugnar porque ella regrese a la casa paterna, sino que mantenga con sus hijos el espacio fisico denominado "hogar" con las responsabilidades inherentes a él. Es indudable, que al retornar a la casa paterna, gozará de ciertas facilidades, incluso propias de una vida de mujer soltera, pero que lejos de proporcionarle beneficios impedirán el prolongado camino de todo ser humano hacia la obtención de una verdadera madurez y dominio de los más elaborados pasos hacia el éxito en la vida.
De igual forma, la posible reconciliación sería más dificil en casa de los padres, y por qué no decirlo, el hecho, la posibilidad de rehacer la vida al lado de otra persona también se torna más complicado.
Los padres de una hija que se divorcia, igualmente no pueden alejar de sus vidas la presencia del yerno, por disgustados que estuvieran con él o por resentimientos que existieran. Jamás deberán tratar de influenciar en la hija respecto a su persona, ni interferir en lo que concierne a los aspectos económicos, a su derecho a ver a los hijos, etc.
Si la hija forzosamente debe vivir con sus padres, deben darle la independencia propia de una mujer que ya estuvo casada y dueña de casa, sin disminuirle sus responsabilidades y obligaciones, como madre y como ser humano adulto.
ACTITUD DE LOS PADRES
Corlo ya hemos dicho, el divorcio de un hijo, de una hija, por mucho que afecte a los padres, es el divorcio de ellos; dichos padres son sólo parte expectante de los sucesos, en los que jamás debe intervenir, peor interferir. Si son solicitadas sus opiniones por alguna de las dos partes (hijos o hijos políticos), deben darse pero dichas opiniones o consejos oportunos (jamás recriminaciones), deben ser siempre constructivos y positivos. Nunca, por ningún motivo puede aconsejarse a un hijo a divorciarse... Esa decisión les compete tan sólo a la pareja. Por mucho que se culpe a un yerno, a una nuera, por mucho que se compruebe que no debe continuar el matrimonio, sólo se lo podrá hacer notar con sutileza a la parte afectada, pero sin presionar, ni siquiera sugerir la destrucción del matrimonio.
Además, no debe adoptarse actitudes beligerantes con la parte contraria, es decir el yerno o nuera en discrepancia.
Debe —aunque sea muy dificil en muchos casos— mantenerse la misma relación de siempre con el hijo-a político. No debe olvidarse que la relación entre los ex cónyuges, sobre todo si hay hijos de por medio, va a existir siempre, entonces no es conveniente bajo ningún punto de vista adoptar posiciones drásticas y peor belicosas; no olvidemos que siempre será posible una reconciliación y entonces las heridas matrimoniales se restañan, pero jamás las que pudieran haber existido entre suegros e hijos políticos.
Insistimos, no debe presionarse a los hijos divorciados a volver a la casa paterna y si el caso lo amerita o es forzoso, recordar que no son más ya el "hijito" o la "nena" que vuelven a casa luego de un período de ausencia. Inclusive, si es el hijo quien se divorcia, debe respaldarse siempre el hecho de que él debe hacer frente a la manutención de su ex esposa e hijos sin evadir esto ni un ápice.
Nunca debe intervenirse en cuanto a la educación de los nietos, ni siquiera en el caso de los hijos de su hija que regresa a vivir en la casa paterna. Son sólo ella y su padre (aunque no vivan juntos) quienes educan esos niños, y aunque hayan parámetros que no nos agraden, no podrán interferirse en dichos métodos de educarlos.
Los padres serán siempre eso, padres... siempre dispuestos, siempre prontos ante los problemas de los hijos. Que ellos sientan que tienen padres con quien contar, que tienen un respaldo, una seguridad emocional en ellos y no en otra cosa, pero siempre dentro de las cánones de la lógica, de la convivencia madura, de la responsabilidad que un día voluntariamente adquirieron sin olvidar ambas partes (padres e hijos) que la vida es una cadena de días que se suceden hacia adelante y no un círculo que se cierra hacia un comienzo que ya se vivió.
SI POR CUALUIER MOTIVO UN HIJO O HIJA SE DIVORCIA, LOS PADRES DEBEN PROCURAR:
● Que la relación suegros-nuera o yerno no se deteriore, especialmente si existen nietos de por medio.
● Nunca presionar a los hijos divorciados a volver a la casa paterna.
● Si el divorciado vuelve a la casa paterna, por ningún motivo deben alejar a su nuera o yerno totalmente de sus vidas.
● Jamás tomar partido por ninguna de las dos partes.
● Sólo dar consejos oportunos y constructivos cuando sean solicitados.
● No adoptar actitudes beligerantes con el yerno o nuera en discrepancia.
● Nunca apoyar al hijo a eludir sus obligaciones con su ex cónyuge y sus hijos.
Fuente:
Revista HOGAR, Septiembre 1993