Publicado en
septiembre 01, 2015
Las charlas interiores pueden ser las más fecundas conversaciones en la vida de una persona.
Por William Ellis (Condensado de "EMPIRE").
PARA llegar a mi antiguo apartamento, en los altos, tenía que pasar por la sala de mi casera, Nell Daley. Algunas noches, cuando regresaba del trabajo, sentía que había alguien en esa habitación en tinieblas, pero no quería detenerme a fisgonear.
Una noche se encendieron las luces al pasar yo. La señora Daley acababa de levantarse de una silla.
—¿Qué hace usted sentada ahí todas las noches, a oscuras? —pregunté sin poderlo evitar.
Ella sonrió y me contestó:
—Una vez al día, antes de que todos lleguen, sostengo una charla de diez minutos conmigo misma.
En aquel entonces en el hogar de Nell Daley vivían un hijastro, veterano de guerra, con esposa y un problema de readaptación, un hermano mayor, viudo y retirado tratando de aprender una nueva vocación, y dos guapas adolescentes, hijas de Nell, que sufrían por lo menos una crisis social semanal cada una. En el centro de aquel escenario, la señora Daley presidía con serena gracia.
Le pedí que me hablara más de sus "charlas de diez minutos".
—La mayor parte están relacionadas con la pregunta "¿qué tal si?" —respondió—. Ya sabe a qué me refiero. "¿Qué tal si arreglara el sótano para Ed y Mae, para que tengan más intimidad hasta que él consiga trabajo y un lugar donde vivir independientes? ¿Qué tal si pagara las colegiaturas del primer año de bachillerato de Pat, y luego ella trabajara durante las vacaciones para su segundo año, mientras yo pago el primer año de Betty?" En fin, me hago preguntas por el estilo, y algunas veces encuentro las respuestas.
Y encontró, en efecto, suficientes respuestas para bien de todos sus familiares: por ejemplo, títulos de bachilleres para ambas muchachas. Ella llamaba a su casa "un hogar afortunado", pero yo puedo rastrear el origen de esa buena suerte en las tranquilas charlas que la señora Daley sostenía consigo misma en la oscuridad.
Para muchos de nosotros es un problema encontrar el lugar y el tiempo de recogernos. El hecho es que los momentos de intimidad no vienen solos; hay que prepararlos, proyectarlos y defenderlos. No obstante, encontrar un lugar para hablar consigo mismo no es tan difícil como saber de qué nos vamos a hablar.
Como dentro de nosotros, aunque no nos demos cuenta, se desarrolla un diálogo interior constante, será un desperdicio terrible dejar que ese diálogo degenere en una charla trivial, o en una diatriba contra el que nos hizo pasar un mal día en la oficina. Con solo dirigir un poco la conversación, el diálogo interior puede servir para alcanzar grandes cosas. En algunas personas ha cuajado la clara idea de sí mismas y su programa de vida gracias a que los definieron y depuraron incesantemente en su interior. Como dijo Ralph Waldo Emerson hace más de siglo y medio: "El hombre se trasfigura en lo que piensa durante todo el día".
Tomemos el caso de Jerry LeVias, jugador profesional de fútbol americano. Con 1,78 m. de estatura y 77 kilos, es actualmente uno de los hombres más pequeños en una profesión de gigantes. Por su estatura y porque había tenido poliomielitis, la familia se oponía a que jugara fútbol en la escuela de segunda enseñanza. Después, se opuso a que jugara en la universidad. Sin embargo, Jerry LeVias habló consigo mismo, y habló de sus grandes aspiraciones.
LeVias dijo a LeVias: "Para que no te aplasten, debes estar siempre en movimiento, pero nunca darás dos pasos en la misma dirección. Tu mejor oportunidad de vencer a un defensa más corpulento será recoger un tiro muy alto y largo. El defensa calculará que no puedes atrapar la pelota, y se descuidará. Entonces saltarás mucho más para atraparla".
Una y otra vez imaginó la situación: saltaría para interceptar un pase largo que daría la victoria a su equipo en los últimos segundos. La escena llegó a ser tan real para él, que cuando se presentó esa situación en su primer juego universitario importante, LeVias sabía qué debía hacer. Cuando faltaban sólo nueve segundos y su equipo iba a perder, LeVias pidió al quarterback un pase largo y alto. Tal como lo había previsto, el pase pareció demasiado largo, pero LeVias saltó sobre la defensa, tomó la pelota con una mano y tocó en la meta, marcando el gol de la victoria. Durante su carrera universitaria realizó siete veces más este milagro en los segundos finales de otros tantos encuentros, aparentemente perdidos, dando a su equipo. su primer campeonato en 18 años.
Todos aconsejaban a LeVias que se olvidara del fútbol profesional, pero él se dijo a sí mismo: "Puedes saltar un poco más alto y correr un poco más rápido". Y aquel hombre pequeño se convenció, y logró convertirse en estrella de un juego para los más corpulentos.
Hablar consigo mismo produce frutos inmediatos en casi todos los procesos de creación. Cualquiera puede aprender a desarrollar mentalmente una idea, redondeándola y perfeccionándola hasta que haya tomado la forma debida, bien sea una nueva manera de desempeñar el trabajo, de educar a los hijos, de hacer económicamente alguna obra en la casa o de encontrar un método mejor para vender los productos de la compañía.
Cuando hablamos con nosotros mismos de problemas como estos, en cierto modo se los estamos encargando a nuestro compañero el subconsciente. Una vez impuesto del asunto, el subconsciente sigue trabajando en él, aunque hayamos abandonado ya el tema para dedicarnos a nuestro trabajo habitual, a comer y aun a dormir. Computadora fantástica, sigue probando varios circuitos para resolver el problema, hasta que encuentra el que se adapta al caso. Cada nueva experiencia o situación a que uno se enfrenta en el correr de la vida queda registrada en el subconsciente, que la relaciona con la idea original que se le dio. (La bandeja rotativa para poner los condimentos, que hay en el mostrador del restaurante, ¿serviría para nuestro grupo de muchachas que toman los pedidos telefónicos, que tienen que usar los mismos libros y catálogos? Esas casas rodantes de segunda mano, ¿se podrían anexar a nuestro motel para resolver el problema de aglomeración de los días festivos?)
Un veterano vendedor de una mercancía muy competida me dijo en una ocasión que la mayoría de los vendedores de alto nivel hablan consigo mismos durante todo el día. "Lo hacemos para ahogar las otras voces", me explicó: "las voces de las personas que nos dicen que no necesitan nuestros productos. Toda la semana asestan golpes contra nuestra confianza, pero el verdadero vendedor refuerza su confianza hablando consigo mismo, recordándose que casi todas las ventas logradas comenzaron con un no. Recita para sí las respuestas que dará a las objeciones que le van a hacer. Y como en esta conversación consigo mismo está hablando a su oyente más suspicaz, prepara la mejor tarea de convicción".
Aunque sostener un diálogo interior puede ser una manera de ensayar para enfrentarse a determinada dificultad, algunas personas dialogan interiormente preparándose incesantemente para aprovechar todas las oportunidades imprevistas. Después del derrumbe de la bolsa de valores en 1929, Glen McIlroy, próspero agricultor, hablaba consigo mismo mientras recorría los campos de su distrito. Vio buenas tierras de labrantío que volvían a manos de los acreedores, ausentes de allí. Semana tras semana notaba que aumentaba el área invadida por la maleza y veía más maquinaria oxidada. Entonces habló consigo mismo: "Charles Neer podría volver a poner esta finca en producción. John Brown podría meter ganado otra vez en este lugar, y le iría muy bien. ¡Y cuántas cosas podría yo hacer en esta ladera! Podríamos mancomunarnos para comprar, y encargar a Bernie de las ventas para toda la zona. Hasta quizá..."
Un lluvioso lunes de 1933, uno de los directores de la compañía ferroviaria llamó a McIlroy a su oficina, para decirle: "Nos hemos quedado con las 32 fincas hipotecadas que están a lo largo de la vía del ferrocarril, pero todas pierden dinero. ¿Qué podemos hacer?"
Unos días después, McIlroy regresó con Charles Neer, John Brown y la escritura de una sociedad, la Farm Management, Inc. McIlroy explicó que, a partir del lunes, estaban dispuestos a mandar tres capataces a recorrer el campo para que esas fincas produjeran.
Los empleados de la compañía ferroviaria examinaron cuidadosamente el plan, y lo aceptaron. Con el tiempo, la Farm Management, Inc. se convirtió en una gran compañía. El director ferroviario comentó posteriormente con McIlroy:
—Nunca pude entender cómo le fue posible elaborar ese plan en cuatro días.
—No lo hice en cuatro días —respondió McIlroy—. Había estado hablando conmigo mismo de eso durante tres años.
Las personas que ensayan sus sueños en esta forma, reconocen la oportunidad, de donde quiera que venga, y siempre están preparadas. El quid no consiste en hablar, sino en escuchar. "El hombre debe aprender", dice también Emerson, "a descubrir y observar ese rayo de luz que sale de dentro y cruza su mente".
Los hombres que han triunfado comprendieron siempre la utilidad del diálogo interior, y algunos lo han perfeccionado hasta convertirlo en un arte. Simón Ramo, que ha desempeñado un papel importante en la revolución de la electrónica, había registrado 25 patentes a la edad de 30 años. Fue uno de los fundadores, y llegó a vicepresidente, de la actual sociedad TRW, Inc., cuyas operaciones suman 1600 millones de dólares. Ha escrito nueve libros (dos de ellos fueron éxitos de librería) y es profesor visitante del Instituto Tecnológico de California.
¿Cómo puede un solo hombre hacer tantas cosas ? No es posible reducir el genio a una fórmula, pero sus colegas conceden gran importancia al hecho de que Ramo, que tiene reservadas sendas oficinas en su compañía y en el Instituto Tecnológico de California, alquila también una oficina anónima y oculta en otro lugar. A pesar de tener los días tan ocupados, va allí regularmente para pasar una hora solo, pensando en el futuro. Pero no deja que su pensamiento vague sin rumbo. Lleva una agenda con anotaciones, como si fuera a conferenciar con una comisión de especialistas (cosa que en cierto sentido es). Ramo el científico conferencia con Ramo el sociólogo, el fabricante, el director de empresa.
Naturalmente, la mayoría de nosotros no podemos razonablemente alquilar una oficina para estar unos minutos con los propios pensamientos. Pero tampoco eso es necesario. Lo importante es seguir el consejo de Blas Pascal, el sabio francés: "El hombre sostiene un diálogo consigo mismo, y a él le toca regularlo cuidadosamente". El sencillo truco de regular el diálogo interior, para no dejarlo que vague libremente por caminos triviales, puede procurarnos muy buenos frutos en la vida.