MILAGRO EN LA JUVENTUD NORTEAMERICANA
Publicado en
agosto 21, 2015
Con pasmosa rapidez, gran número de jóvenes norteamericanos han abrazado un nuevo modo de vida: el de Jesucristo. ¿Qué implica este movimiento realmente? ¿Perdurará?
Condensado del "TIME"
Advertencia: ¡Él está todavía en libertad!"
Lo está verdaderamente. Como las palabras de este cartel de un periódico cristiano clandestino lo muestran, Jesús está vivo y bien y viviente en el radical fervor espiritual de un creciente número de jóvenes norteamericanos que han proclamado una extraordinaria revolución religiosa en el nombre de Él. El mensaje de esta revolución es: la Biblia es verdadera, ocurren milagros, Dios realmente amó tanto al mundo, que le dio a Su único hijo, engendrado.
Es asombroso este movimiento en una generación que ha sido acusada constantemente de entregarse por completo al sexo, las drogas y la violencia. Ahora, abrazando al más persistente símbolo de pureza, desinterés y amor fraternal en toda la historia de Occidente, estos jóvenes arden con una pasión de Pentecostés para hacer partícipes a otros de su nueva visión. Muchachas de rostro fresco y mirada ingenua y muchachos serios molestan a comerciantes y compradores en transitadas calles "dando testimonio" de Jesucristo con fervientes exhortaciones. En muchas ciudades se han abierto cafés cristianos. Las "casas cristianas" comunales se multiplican como los panes y los peces. Abundan las biblias, que son muy leídas, y se aprenden de memoria textos de ella. "Es como un glaciar", dice Larry Norman, cantante de Jesus-Rock (música rock con tema religioso), de 24 años de edad; "está creciendo y no hay nada que lo detenga".
El mensaje de la revolución es difundido por una prensa perteneciente a este movimiento, que comprende ahora unos 50 periódicos en todo el país. Hay mucho que contar de todas partes de los Estados Unidos. He aquí algo de ello:
► En la Primera Iglesia Bautista de Houston (Tejas), el pastor John Bisagno, de 37 años, pero con mentalidad juvenil, llamó al evangelista Richard Hogue, de 24 años de edad, para que reclutara a los jóvenes en un despertar religioso de dos semanas. Hogue viajó de escuela en escuela con .su llamamiento, y unos 11.000 jóvenes fueron a pie a la iglesia de Bisagno para proclamarse seguidores de Jesús.
► En el quiosco, con techo en forma de concha, de la banda de música del Parque Grant de Chicago, el evangelista "callejero" Arthur Blessitt entusiasmó con una fuerte aclamación a Jesús a una muchedumbre de casi 1000 jóvenes y, luego, se puso al frente de ellos y desfilaron todos por el Loop (la parte comercial de la ciudad), logrando que otros se les unieran a su paso. "¡Policía de Chicago: te amamos!" les gritaban a los agentes que encontraban a lo largo de la ruta. "Jesús os ama también!" Blessitt hizo algo más: pasó una caja entre la muchedumbre, pidiendo una contribución especial: drogas. La caja, llena de mariguana, píldoras y LSD, fue entregada a los policías, que se quedaron estupefactos.
► En una playa en Corona del Mar (California), el reverendo Chuck Smith celebró recientemente otro de los bautismos en masa que han hecho famosa su Capilla del Calvario, en Santa Ana. A la luz de una puesta de Sol, varios cientos de neófitos se metieron en las frías aguas del Pacífico y esperaron pacientemente su turno para el rito. Sin meterse en el mar, otros centenares observaban. La mayoría de los bautizados eran jóvenes. Una niña de diez años que se había tirado al agua hacía poco abrazó a una mujer y gritó: "¡Te amo!" Cuando terminaron los bautismos, la muchedumbre subió lentamente por estrechos escalones hasta los riscos, cantando en el crepúsculo un conmovedor Padre Nuestro.
Lo que sorprende al observador ajeno a este movimiento es el extraordinario sentimiento de júbilo que los participantes en esta "Revolución de Jesús" son capaces de comunicar. Si hay alguna señal que identifique a la mayoría de ellos, es su total creencia en un Cristo sobrenatural y que infunde temor reverencial, no meramente un hombre maravilloso que vivió hace 2000 años, sino un Dios vivo, que es, a la vez, Salvador y Juez, el gobernador de sus destinos. Sus vidas giran en torno a la necesidad de una intensa relación personal con este Jesús y la creencia de que esa relación debe moldear toda vida. Actúan como si la intervención divina guiara cada uno de sus movimientos y pudieran contar con ella para resolver todos los problemas. Muchos llegaron a Cristo desde las fraudulentas promesas de las drogas. Ahora suscriben estrictamente las enseñanzas de Él. ¿Por qué?
Bueno, ¿por qué no? Esta es la generación de norteamericanos que ha quemado por completo muchas de sus luces antes de tener edad suficiente para votar. Maureen Orth escribe en un "Último Suplemento" al Whole Earth Catalog: "LSD siendo estudiante del séptimo grado, sexo siéndolo del octavo, la guerra de Vietnam como serie diaria de televisión durante el noveno, padres y escuela peor que ajenos: carentes de sentido. No es extraño que sea tan grande la vuelta a Jesús". O como escribe Thomas Farber en Tales for the Son of My Unborn Child: "La exención del trabajo, de todo freno, de toda responsabilidad, maravillosa al principio, acaba por hacerse trivial y espuria. Sin reglas no hay modo de decir no y, lo que es peor, no hay forma de decir sí".
En modo alguno la mayoría de los jóvenes son soldados de esta revolución. Algunos dicen de este movimiento que es una moda o solamente otro descarrío o mala aventura producido por las drogas. Hay señales evidentes de una moda: camisas distintivas (JESÚS ES MI SEÑOR), profusión de rótulos (SONRÍE DIOS TE AMA), carteles e insignias.
Pero cruza casi todas las divisiones sociales, desde el pelo corto hasta el cabello largo, de derecha a izquierda, de ricos a pobres. Y muestra considerable capacidad de persistencia: muchos de los que participaron en su débil comienzo hace algunos años, todavía lo están dirigiendo. Su llamamiento es ecuménico: atrae a católicos romanos y a judíos, a protestantes de todos los credos y a muchos que no tienen ninguna religión. Se alimenta, de hecho, de tres vigorosas corrientes espirituales que, pese a sus diferencias en atuendo, maneras y teología, se refuerzan mutuamente de modo efectivo.
La gente de Jesús. Constituyen el grupo más visible del movimiento. Algunos, pero de ningún modo todos, imitan el estilo hippie; otros han renunciado solemnemente a él, como parte de su nueva vida. Aunque es difícil contarlos, los miembros de esta gente de Jesús suman, sin duda, muchos miles. Con frecuencia se agrupan en comunas, o, como ellos prefieren llamarlas, "casas cristianas"; el reverendo Edward Plowman, historiador del moviiento, estima que hay 600 de estas casas esparcidas por los Estados Unidos.
La gente recta. Constituyendo el grupo que tiene muchos más miembros que todos los demás —ciertamente se cuentan por cientos de miles—, los "rectos" actúan principalmente en el movimiento juvenil de las iglesias conocidas, movimiento muy organizado y sin un credo propio. La mayoría de ellos son de la clase media, universitarios bien peinados. Aunque se han ido extendiendo desde hace muchos años, apoyados por las congregaciones locales y por contribuciones de particulares, están consiguiendo un nuevo y enorme aumento en la "revolución de Jesús".
Los pentecostesistas católicos. Austeros en público, pero con una mística devoción privada al Espíritu Santo, permanecen leales a su iglesia, pero inquietan a algunos miembros de la jerarquía. El número de pentecostesistas católicos, que, con frecuencia, se reúnen privadamente en sus casas, quizá no pase de 10.000, pero algunos observadores creen que muy bien podrían ser el triple.
Para muchos individuos ajenos a la "revolución de Jesús" la convicción absoluta de los seguidores de esta (tenemos la respuesta; el resto del mundo está equivocado) es irritante, cualquiera que sea la rama del movimiento que irradie esta seguridad. Dan Herr, editor de la revista bimensual católica progresista The Critic, llama al pentecostesismo católico "elegancia espiritual". Jean Houston, que dirige la Foundation for Mind Research (Fundación para la Investigación de la Mente), de la Ciudad de Nueva York, encuentra que, si bien este movimiento "les da a los participantes en él ricas expectativas y valores más firmes, también les hace sufrir un estrechamiento de su visión conceptual. Llegan a estar obsesionados".
Pero muchos líderes de las iglesias norteamericanas sienten que, cualquiera que sean los excesos o defectos de la "revolución de Jesús", la religión organizada no puede permitirse perder a tantos jóvenes ni su entusiasmo. "Aunque todo esto sea una moda", dice el evangelista Billy Graham, "bienvenido sea". Y John Bisagno, de Houston, dice: "Todo lo que sé es que los chicos están volviendo a Jesús. Mi preocupación es que las iglesias tradicionales y serias rechacen a estos jóvenes y frustren el más auténtico despertar religioso ocurrido en todo el curso de nuestra vida".
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