EL FILÓSOFO DE LOS MUELLES
Publicado en
agosto 20, 2015
Este filósofo del puerto de San Francisco, llamado Eric Hoffer, es hombre singular. No posee grados ni diplomas, ha trabajado toda su vida con las manos, y, sin embargo, es un intelectual en el sentido clásico de la palabrá. Hoffer ha dicho que sus ideas acerca del universo, expresadas en sus libros, "brotaron de su vida como brotan del árbol las ramas y las hojas".
Por Eric Hoffer.
ES UNA paradoja que en estos tiempos de rápida y radical mudanza, cuando ya el futuro nos ha dado alcance y está devorando a ojos vistas el presente, estemos menos seguros que en ninguna otra época de qué es lo que nos espera. Por eso somos tan devotos de predicciones y encuestas. Aun cuando los profetas se equivocan, insistimos en solicitar su opinión. Observamos cómo nuestros peritos leen sus gráficos de la misma manera que los hombres de la antigüedad observaban cómo sus augures consultaban las entrañas de las aves.
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La soledad es la que hace más ruido. Esto es tan cierto de los hombres como de los perros.
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Hay algo del chiquillo consentido en quienes deliberadamente se consideran apartados del trato social. La vida tiene que encerrar algún sentido, la historia tiene que encaminarse a una meta, y todo tiene que guardar un orden perfecto para que aquellos dejen de sentirse extraños. En realidad, no hay ningún extrañamiento que no se cure con el logro de un poco siquiera de poder.
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El salvador que quiere convertir a los hombres en ángeles, odia tanto la naturaleza humana como el déspota totalitario que pretende convertirlos en esclavos y animales. Tanto el salvador como el déspota quieren manejar a los hombres como si estos fueran cosas moldeables y de reacciones predeterminadas
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El verdadero creador crea algo que tiene vida propia, que puede existir y funcionar sin él. Esto es cierto no sólo del artista, del escritor y del científico, sino también de los creadores en otros campos. Un organizador creativo crea un organismo que puede funcionar bien sin él. Cuando un verdadero dirigente ha sabido ejecutar su trabajo, los que lo siguen dirán: "Esto lo hemos hecho nosotros", y se sentirán capaces de hacer grandes cosas sin un gran dirigente. Con el que no es creativo sucede todo lo contrario: en cualquier cosa que haga, lo dispone todo en forma tal que a él mismo resulta indispensable.
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Los que muerden la mano del que les da de comer, suelen lamer la bota de quien les da un puntapíe.
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Se nos hace difícil aplicar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos al juzgar a los demás. El que no seamos nunca de una sola pieza, que no amemos nunca sin reservas y nunca odiemos con todo nuestro ser, no nos impide tener al prójimo por enteramente bueno o enteramente malo.
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A menudo nuestro castigo consiste en que acabamos por hacernos a nosotros mismos lo que les hemos hecho a otros.
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El alma templada es la que produce música, y las almas se templan por el halar de opuestas fuerzas: inclinaciones, gustos, aspiraciones contradictorias. Donde no hay polarización, donde las energías fluyen suavemente en una sola dirección, habrá mucha actividad, pero no habrá música.
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Una nación decae cuando su pueblo se vuelve demasiado serio para interesarse apasionadamente por los juguetes.
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El lenguaje se inventó para hacer preguntas. Las respuestas se pueden dar con gruñidos o con gestos, pero las preguntas hay que hablarlas. El humanitarismo llegó a su mayoría de edad cuando el hombre hizo la primera pregunta. El estancamiento social no proviene de la falta de respuestas sino de la ausencia del impulso a hacer preguntas.
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Los que se juzgan a sí mismos superiores a los demás, no se cansan de asegurarnos que sólo cuentan los elegidos, que son pocos; que la mayoría está constituida por cerdos. Y sin embargo ocurre a veces que un cerdo casa con una marrana, y así nace un Leonardo de Vinci.
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El fin llega cuando ya no dialogamos con nosotros mismos. Es el fin del pensar genuino y el comienzo de la soledad definitiva. Lo sorprendente es que la cesación del diálogo interior señala también el fin de nuestro interés en el mundo que nos rodea. Es como si notáramos el mundo y pensáramos acerca de él sólo cuando tenemos que rendir informe a nosotros mismos.
Condensado del suplemento dominical del "Times", de Nueva York (Abril 25, '71), © 1971 por The New York Times Co., 229 W. 43 St., Nueva York, N.Y. 10036