Publicado en
julio 30, 2015
Son más molestos para los padres que para el niño y no dejan huella en el pequeño.
Por Clara Baum.
¿Se ha despertado su hijo pequeño durante la noche, lanzando unos gritos de horror que han puesto en pie a toda la familia? Los padres acuden a su cuarto y lo encuentran aferrado a los barrotes de la cama, mirando al vacío, y no se calma aunque ustedes lo tomen en brazos y le aseguren que todo está en orden. Finalmente, como al cuarto de hora, se queda nuevamente dormido y, a la mañana siguiente, ustedes están molidos, pero él no recuerda nada.
Estas sesiones se identifican como "terrores nocturnos", y la diferencia con las pesadillas es, precisamente, ésa: que el niño no recuerda lo sucedido (en cambio, cuando se trata de una pesadiIla, sí recuerda y suele poder contar lo soñado). Los terrores nocturnos son típicos entre las edades de 1 a 6 años y, a pesar de ser tan aparatosos, se consideran inofensivos para el niño. Pueden ser hereditarios. Y suelen presentarse con más frecuencia si el niño está demasiado cansado, enfermo o si se le ha pasado la hora de dormir.
La mejor manera de ayudar a su hijo es quedarse cerca y acudir al llanto del niño, porque podría bajarse de la cama, correr y lastimarse; hablarle con suavidad y darle palmaditas cariñosas en la espalda.
Además, deben cerciorarse de que el niño está durmiendo lo suficiente. Y, si es necesario, volver a instaurar el sistema de siestecitas diurnas. De todas maneras, con un poco de paciencia, el niño irá superando por sí mismo esta situación y cuando haya llegado a los 6 años, no se acordará de haber padecido estos terrores nocturnos, pues ni siquiera los recuerda de un día para el siguiente.
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, JULIO 30 DE 1998