¿REALMENTE QUIÉN DESCUBRIÓ A AMÉRICA?
Publicado en
julio 23, 2015
Varios descubrimientos sorprendentes indican que el continente americano atrajo muchos visitantes antiguos, a algunos de ellos más de 2000 años antes de Colón.
Por Thomas Fleming.
ERA EL año 531 a. de J.C. El lugar, la costa del Brasil, unos 240 kilómetros al norte de la actual ciudad de Río Janeiro. Un esbelto velero, de unos 25 metros de eslora, se acercaba con precauciones a la desembocadura del río Paraíba do Sul. En la popa se erguía un hombre barbado, desnudo hasta la cintura a causa del calor tropical, y con el resto del cuerpo cubierto por un faldón de tela multicolor. Ante él, en la cubierta, 11 hombres y tres mujeres le imploraban que se volviera y regresara al punto de partida. Severamente, el jefe ordenó al escriba del barco que grabara en una piedra y colocara en la ribera del río el siguiente mensaje:
Somos canaanitas de Sidón, de la ciudad del rey mercader, solitarios en esta remota isla, tierra de montañas. Sacrificamos a un joven en honor de los dioses y las diosas celestiales, en el decimonoveno año del reinado de nuestro poderoso rey Hiram, y nos embarcamos en Eziongeber, en el mar Rojo. Viajamos en diez barcos y estuvimos juntos en el mar durante dos años alrededor de África. Luego nos apartó la mano de Baal y quedamos separados de nuestros compañeros. Entonces vinimos aquí, 12 hombres y tres mujeres, a la Isla del Hierro. ¿Soy yo, el almirante, hombre capaz de huir? ¡No! ¡Que los dioses y las diosas celestiales nos protejan!
Esta historia acerca del desembarco en Sudamérica de unos navegantes procedentes de la ciudad mediterránea de Sidón, 2023 años antes que Colón, no es ficción científica; es un escueto hecho histórico. No sabemos lo que sucedió al almirante y a su tripulación, pero hace cien años un grupo de trabajadores encontró la piedra con la inscripción, cuya copia se envió para traducirla al Instituto de Historia del Brasil. El Instituto hizo llegar partes del mensaje a la más grande autoridad de entonces en semitismo, un francés llamado Ernest Renan, que la calificó de superchería, porque —ahora se sabe— interpretó mal el texto.
Nada más se supo acerca del mensaje hasta que, en 1967, despertó la atención de Cyrus Gordon, jefe del Departamento de Estudio s Mediterráneos de la Universidad Brandeis. En su libro Antes de Colón, Gordon cuenta que ciertos descubrimientos recientes de antiguas expresiones semíticas le permitieron descifrar el mensaje tanto tiempo perdido y establecer su autenticidad. Por ejemplo, la expresión "mano de Baal", que significa "el destino" o "la voluntad divina", fue hallada recientemente en una inscripción fenicia de Chipre, y reconocida como frase semítica. (Gordon pone de relieve que la referencia del almirante al Brasil como "Isla del Hierro" indica un conocimiento previo de uno de los más grandes bienes naturales del país: los ricos yacimientos de hierro en la actual provincia brasileña de Minas Gerais, accesibles por el río Paraíba do Sul.)
Aunque esta piedra es la más antigua prueba de travesías trasatlánticas antes del nacimiento de Jesucristo, los arqueólogos y los cartógrafos han recopilado en años recientes abundantes pruebas que demuestran la existencia de muy transitadas vías marítimas entre el Viejo y el Nuevo Mundo en los albores de la historia. De Guatemala procede un incensario con una cabeza esculpida de un hombre cuya nariz aguileña, barba clásicamente cincelada y expresión perpleja y extrañamente serena lo identifican claramente como semita. Y, no obstante, la cabeza la hicieron indios mayas durante el último período preclásico (300 a. de J.C. a 600 de nuestra era). Entre otros hallazgos realizados en Centroamérica hay cabezas esculpidas de negros, evidencia visible del tráfico entre África y el Nuevo Mundo centenares de años antes del histórico viaje de Colón.
Parece que ni siquiera el vasto Pacífico fue obstáculo para los intrépidos navegantes japoneses y chinos. Los arqueólogos han encontrado en Ecuador alfarería japonesa de 5000 años de antigüedad. Los sinólogos han traducido la narración de un monje budista llamado Hoeishin, que afirmaba haber viajado a China en el año 449 a. de J.C. desde una tierra situada 20.000 millas chinas al este. La narración de Hoei describe con precisión muchas costumbres de las civilizaciones autóctonas de México y Centroamérica, particularmente las de la tribu maya de los itzás. Los arqueólogos han observado que las pirámides de los itzás y las de los templos piramidales de Camboya tienen semejanzas inconfundibles.
Hay pruebas de que los griegos y los romanos figuraron entre los primeros que navegaron a América. En México* se descubrió en 1961 una cabeza esculpida alrededor del año 200 de la era cristiana, de origen evidentemente romano. El hierro extraído hace poco en una granja del Estado norteamericano de Virginia tiene una innegable semejanza con el antiguo hierro griego y romano, fundido junto con el combustible en un horno y martillado después para eliminar las impurezas. Hay vasos de bronce, descubiertos a más profundidad que los residuos del hierro, notablemente similares a otros que se encontraron en las ruinas de Pompeya. En el decenio de 1880 a 1889 se recogieron en un túmulo funerario cerca de Bat Creek (Tenesí) nueve esqueletos y una piedra grabada en lo que se pensó que pudiera ser escritura cheroquí. Los arqueólogos, en los últimos diez años, han identificado en la inscripción caracteres hebraicos de alrededor del año 200.
Los cartógrafos han complementado sustancialmente los descubrimientos de los arqueólogos. El mapa del almirante turco Piri Reis, hecho en 1513, estaba basado en mapas de la gran biblioteca de Alejandría, en Egipto, destruida por un incendio hacia el año 640. Se distingue por un trazado exacto de la línea costera del norte de la Antártida y la costa oriental de Sudamérica, situada a la distancia exacta de África. Tal mapa tiene que ser obra de un cartógrafo que sabía determinar la longitud, la cual no pudieron calcular Colón y su generación de navegantes, limitados a sus rudimentarios relojes.
Una razón de que nos asombren estas pruebas de antiquísimas travesías del océano es que muchos de nosotros tenemos una idea errónea de las naves antiguas. No pocas embarcaciones del período romano eran diez veces mayores que la Santa María de Colón, de 100 toneladas, y llevaban hasta 600 pasajeros. Los navíos chinos del período de Hoeishin eran de ese tamaño, y hacían travesías análogas entre Cantón y la India, con escalas en las Indias Orientales. Estas embarcaciones eran perfectamente capaces de cruzar el Atlántico o el Pacífico. Según demostró Thor Heyerdahl con su balsa Kon-tiki, los primitivos isleños de los Mares del Sur pudieron haber cruzado el Pacífico utilizando sólo la fuerza del viento y las corrientes marinas. Los viajes de Heyerdahl en las Ra también demostraron que los egipcios pudieron haber alcanzado Centro y Sudamérica.
Los estudiosos de cartas geográficas y narraciones antiguas se han combinado para indagar las aventuras trasatlánticas de otra raza navegante: los normandos. Estos intrépidos guerreros se establecieron en Islandia ya en el año 874. Desde allí, un audaz marino llamado Eirik Thorvaldsson Rauda —Eric el Rojo— navegó hacia occidente y descubrió una isla a la que dio el nombre de "Groenlandia". Persuadió a otros de que se unieran a él y fundaron una colonia en el extremo meridional de aquella tierra, donde las colinas y los valles herbosos y floridos eran ideales para establecer granjas lecheras.
En la costa sudoccidental de Groenlandia florecieron durante más de 400 años dos colonias, que llegaron a tener varios millares de almas, y generaciones de escandinavos exploraron desde estas bases el continente de Norteamérica. Sus sagas, vívidos relatos orales, que recopilaron unos 200 años después los escribas islandeses, nos cuentan que el hijo de Eric, Leif el Afortunado, navegó desde Groenlandia hacia el oeste, alrededor del año 1000, y descubrió Helluland, Markland y Vinland.
Helluland (tierra llana rocosa) ha sido identificada como la isla de Baffin, inmediatamente al oeste de Groenlandia. Markland (tierra de maderas) es, en opinión de muchos historiadores, el Labrador, con sus exuberantes bosques. El más discutido de los nombres de esas tierras que bautizó Leif es Vinland, pues se ha asociado alternativamente con Terranova, la desembocadura del río San Lorenzo, Nueva Escocia, el norte de Nueva Inglaterra, el cabo Cod o Virginia. En 1965 participó en la controversia la Universidad de Yale, al publicar un mapa de la edad media cuya autenticidad precolombina había sido confirmada por los eruditos. Mostraba una tierra llamada Vinland, al oeste de Groenlandia.
Instigado por el mapa de Yale y por muchos aspectos inexplicados de la historia de los normandos en Norteamérica, James Enterline, que había sido tecnólogo de computadoras, pasó seis años buscando viejos mapas en las bibliotecas de toda Europa y en viajes, alrededor de Groenlandia, Islandia y el Paso del Noroeste. Describe sus descubrimientos en el libro Viking America. Desde la alta edad media los eruditos tradujeron Vinland por wine land (tierra del vino), pero Enterline descubrió que, en escandinavo antiguo, la palabra significaba "tierra de pastos". Mediante una ardua exploración personal de las costas de la isla de Baffin y del extremo más septentrional de Norteamérica, demostró que Vinland se encontraba en algún punto de la costa occidental de la bahía de Ungava, al norte de Quebec, lugar donde las praderas están cubiertas de liquen y hierba y donde medran a sus anchas grandes manadas de renos.
Los datos arqueológicos más recientes confirman ciertas teorías sostenidas hace mucho tiempo, en el sentido de que los normandos penetraron profundamente en el continente norteamericano. Cerca del lago Nipigon (Ontario), en los primeros años del decenio de 1930 a 1939, un buscador de oro descubrió una tumba que contenía los restos de una espada, un escudo y un hacha de guerra noruegos.
¿Significan estos descubrimientos que se deba arrojar a Cristóbal Colón al basurero de la historia? ¡De ninguna manera! Thor Heyerdahl proclama que el conocimiento de anteriores contactos del Viejo Mundo con las Américas realza, y no amengua, la importancia de la hazaña de Colón. El análisis de esta nueva perspectiva pone en claro que, en vez de navegar al azar rumbo al oeste, impulsado por una fe ciega en su destino, Colón se preparó para su épico viaje estudiando mapas históricos y consultando a navegantes en sus viajes a África e Inglaterra. El descubrimiento de Colón, declara Heyerdahl, "fue la culminación de un gran esfuerzo mental y de un cuidadoso planeamiento".
Quizá la más importante conclusión que se deba sacar de esta trama de fascinantes pruebas sea que el género humano nunca ha estado tan aislado en sus separados continentes e islas como se nos ha hecho creer. Parece que desde hace miles de años nuestro planeta es un mundo indivisible.
*El arqueólogo José García Payón, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de México, descubrió esa cabeza mientras trabajaba en la zona arqueológica de Tecaxic-Calixtlahuaca, en el valle de Toluca. Sin lugar a dudas, la figurilla de terracota no era obra de ninguna cultura conocida en el hemisferio occidental; su estilo hacía suponer que era de origen europeo. García Payón mostró la cabeza encontrada por él a un número muy limitado de personas, como una verdadera curiosidad arqueológica. Una de las personas que la vio, el Dr. Heine-Geldern, de la Universidad de Viena, pidió autorización para llevársela a Europa y mostrarla en un congreso de arqueología. A su vez, el Dr. Heine-Geldern se la mostró al profesor Boehringer, del Instituto Arqueológico Alemán, que la clasificó "de estilo romano" y la estimó procedente del año 200 de nuestra era. Parece que no es el único ejemplo de artefactos "romanos" descubiertos en el Nuevo Mundo. Se afirma que en 1888 se desenterró en la Huasteca (región montañosa del México centro-oriental) una estatua de Venus llevada después a Alemania. (N. de la R.)