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Cuando la Domitila se fue para España, la casa de mi Tía Eulogia parecía salón de funeraria..."No se si voy a regresar, señora Eulogia" , escribió la Domi."Aquí las mujeres mandan, hacen lo que les da la gana... En todos lados ha habido una rebelión femenina, ¡un destape!"
Mi querida señora Eulogia:
Muchas gracias por su última carta de noviembre. He estado bastante ocupada con mi torero (Manolete Cachoquebrado), así que no he tenido tiempo de responderle antes. Contestando derechamente a su pregunta, debo decirle que no sé si vaya a regresar alguna vez. Lo que pasa es que aquí en España las cosas han cambiado mucho. Usted no me va a creer, pero fíjese que las mujeres son las que mandan por estos lados, yo no digo en el gobierno, porque eso sería ya mucho pedir y a ellas tampoco les interesa, pero en la casa, la oficina, el cine y todos los lugares, donde hay un hombre al lado o encima, la que manda es ella. Ya no son propiedad de los maridos, ni de los curas, ni de los soldados de la patria, sino de ellas mismas. ¡Qué me dice usted! Si hay que verlo para creerlo. Hacen lo que se les da la gana. Si el hombre no les gusta más, lo ponen de patitas en la calle. Siempre y cuando haya terminado de pagar la hipoteca de la casa... Eso sí. ¿Pagó? Buenó, ahora se va. Si no ha terminado de pagar la hipoteca, lo soportan otro par de años y luego vuelven a conversar las cosas.
Estas tías se las traen, señora Eulogia. Vaya una a saber dónde terminará este asunto, pero con la mano en el corazón le digo que todo cuanto viene a continuación es la pura y santa verdad. ¿Me va a creer que ya ni se casan? Y como no se casan, no hay flacas de la esquina, y como no hay flacas de la esquina, no se divorcian, y como no se divorcian, no sufren, y como no sufren, se ven 30 años más jóvenes que nosotras. Las españolas de hoy son regias, flacas, elegantes, llevan la falda encima de la rodilla y andan por la calle como si Dios les hubiera regalado la vereda.
Desde que se murió un tal Francisco Franco, que en paz descanse, se produjo lo que llaman un destape. El destape no consiste en que se saquen la ropa ni mucho menos, simplemente quiere decir que las mujeres se aburrieron de estar como la escopeta, cargada, y en el rincón de la cocina, y salieron de la casa a conquistar el mundo y una vez afuera se enamoraron de cuanto torero existe (tal como yo con Manolete Cachoquebrado), pero pusieron sus condiciones: contigo hasta la muerte, sin firmar papeles y sin entrar a ninguna iglesia del brazo de mi padre. Nunca. Y los varones tuvieron que ponerle buena cara al mal tiempo, porque qué iban a hacer, no se iban a quedar de brazos cruzados observando el fin de la reproducción humana, ¿no es cierto? La gente tenía que seguir naciendo y si la mujer decía, OK, yo tengo hijos, pero en libertad, ¡bienvenida! Siempre que no se botara en huelga para siempre. ¡Qué me dice usted!
Mi amiga Sonsoles me ha explicado que a partir del año 1975, cuando ese señor Franco se las emplumó porque la flebitis no lo dejaba gobernar en paz y, además, llevaba gobernando desde los tiempos de Caín, vino la"rebelión femenina" y lo más hermoso de todo es que no la hicieron las mujeres solas, sino con ellos. Con los hombres. Ellos también se subieron al carro de la libertad, porque qué se iban a quedar haciendo solos, sin su vieja que los alimentara, sin su señora que los acariciara, sin su nueva española que les enseñara a comportarse como Dios nunca mandó. Así me ha dicho Sonsoles. La cosa es que se vive muy a gusto aquí, señora Eulogia, ¿por qué no se viene para acá? Mire, para que usted vea cómo se dan las cosas por estos lares, le voy a contar que he adoptado las mismas costumbres de mis amigas españolas. Manu militari con los varones. ¿Te ofrecen matrimonio? ¡No! ¿Te ofrecen plata? Tampoco. ¿Te ofrecen amor eterno sin complicaciones? ¡Eso sí lo aceptas!
El otro día Manolete me dijo:"Oye, Domi, maja, ya está bueno que nos casemos" , yo me quedé mirándolo como quien mira a una cuncuna, y hablando como lo hace la Sonsoles, le espeté:"¿Casarme yo? Pero de qué estás hablando, majete. Ya nadie se casa en estos tiempos. ¡Qué cosa más anticuada, hijo, a mí me place vivir como vivo y no quisiera cambiar para nada!" ."Se ve que te has españolizado" , me dice entonces Manolete, besándome en la boca, más cariñoso y caliente que nunca, porque he de agregarle, señora Eulogia, que a los hombres de acá les encanta que una les diga que no; se enamoran más. Manolete me ha dicho que es capaz de degollar a varios toros por mí, que mis negativas le dan coraje y fuerza. Cuando vamos a las corridas, me dice:"¡Cásate conmigo, Domi!" . Y yo le digo:"¡No, Manolete, no, nunca, antes me muero!" . Y a él le entra un furor, y se lanza al ruedo y mata a cualquier toro que se le ponga por delante y me lo ofrece:"Toma, mi reina, mi Sofía —no sé para qué me dice así, cuando yo me llamo Domitila— toma el corazón de este animal" , y me entrega el rabo, la cola, las orejas, lo que sea. Hasta una pata de toro me regaló el otro domingo. ¡Una maravilla! Y usted quiere que yo me vuelva a ese país tan raro, donde hay que andar rogándoles a los hombres para que se casen con una y le compren una casa, y la pongan a nombre de una, porque hasta la más pajarona sabe que más temprano que tarde aparecerá, como salida de la nada, una flaca de la esquina que se quedará con el marido, la casa, el auto y el frasco de aspirinas que había en el botiquín... Aquí no, señora Eulogia. Aquí una es la reina y ellos los mandados. Es que antes de que España entrara al Mercado Común, las españolas estaban sometidas, pero ahora hay una sola moneda, un solo mercado, un solo tipo de marido y una sola mujer libre de trabas y trastornos matrimoniales. Las españolas se han asuecado, y las suecas se han españolizado, y justo en el medio estoy yo. ¿Por qué no se decide y abandona a ese lagartijo que le tocó de marido y se viene a gozar a Madrid?
Con todo respeto, se despide,
La Domitila.
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