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marzo 03, 2015
LA ESPOSA de Vidal Sassoon, magnate de los peinados, achaca a su marido una costumbre muy fastidiosa. "A veces estoy hablando como una chicharra", cuenta, "y él me contempla con mirada vacía. Cuando le reclamo que no ha escuchado una sola palabra, se limita a sonreír. Naturalmente, siempre correspondo a su sonrisa. Y es que él pasó tantos años trabajando en salones de belleza y escuchando la cháchara incesante de las mujeres, que adquirió la habilidad de cerrar los oídos a cualquier conversación cuando así lo desea".
—M.C.
FUE DURANTE el matrimonio de Lynda Johnson cuando los empleados de la Casa Blanca pudieron observar el dominio que la entonces primera dama ejercía sobre su marido. Mientras los novios y sus parientes se disponían para que les tomaran una foto en el Salón Oval Amarillo, entró correteando Yuki, el perrito de la familia, vestido con su mejor abrigo de terciopelo rojo.
El Presidente alzó a su eterno y simpático acompañante, e hizo el siguiente comentario:
—Yuki debe salir también. No es concebible un retrato familiar sin él.
Lady Bird se irguió cuan alta era, y dio unos pasos atrás hasta poder mirar a su esposo a los ojos.
—Ese perro no saldrá en la fotografía de la boda.
Ya comenzaba el gobernante a discutir cuando su mujer ordenó al electricista, con autoridad muy propia de Lyndon:
—Señor Bryant, ¡saque usted de aquí a ese perro inmediatamente! ¡No aparecerá con nosotros por ningún motivo!
Nadie, ni aun el propio presidente de los Estados Unidos, osó protestar ante aquel tono de voz. Y Lynda, la desposada, exhaló un gran suspiro de alivio.
—J.B.W.
HACE ALGUNOS años fue entrevistada Rachel Carson, bióloga marina norteamericana y autora de Silent Spring, uno de los primeros libros en advertir que la existencia y el bienestar del hombre están ligados a los de la fauna silvestre.
En algún momento de la entrevista, confesó con timidez que solía sacar a diario pequeñas cantidades de agua de los charcos que dejan las mareas, para examinar bajo el microscopio la conducta de los seres diminutos que había capturado. Pero luego, agregó como disculpándose, volvía a echar al mar las muestras. El entrevistador no pudo menos de comentar que el quitarle al océano una cucharadita de agua en nada afectaría el equilibrio de la naturaleza.
La ecóloga se mostró turbada. "Si eso le sorprende", dijo, "quizá no deba contarle otra cosa. Para que esos seres sobrevivan, debo devolverlos al mismo nivel en que estaba la marea cuando los saqué, lo que muchas veces significa poner el despertador, echarme encima una bata, calzarme las pantuflas, y llevar mis ejemplares al mar a la luz de una lámpara. No siempre es agradable la caminata, especialmente en una noche lluviosa".
—The Atlantic Monthly
ARTUR RODZINSKI, entonces director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, escuchaba un concierto por radio mientras estaba de vacaciones en el campo. La función, que debía celebrarse al aire libre bajo la dirección de Fabien Sevitzky, incluía la Quinta sinfonía de Shostakovich, cuya ejecución era una especialidad de Rodzinski. La esposa de este, Halina, escribe:
A medida que progresaba la obra, mi marido iba haciendo comentarios tales como: "¡Qué bien mantiene la línea melódica!" u "¡Observa la simetria de su ejecución" o "Seguramente estudió mi grabación; sus compases son casi iguales a los míos". Luego, muy desconcertado, añadió: "Nunca pensé que tuviese ningún talento, pero debo reconocerlo: Sevitzky es realmente un gran director".
Cuando la excelente interpretación terminó, esperábamos oír una estruendosa ovación. Pero en lugar de aplausos siguió un momento de silencio absoluto, y en seguida el locutor anunció que el concierto se había suspendido a causa de la lluvia. En lugar de la ejecución, de Fabien Sevitzky, la radiodifusora había transmitido una grabación dirigida por Artur Rodzínski.
—O.T.I.
UNO DE los grandes golpes cómicos de Charles Chaplin jamás se filmó, según refiere Robert Florey en La Lanterne Magique. Chaplin había pedido a Douglas Fairbanks que le prestara para su próxima película el castillo que este había usado en Robin Hood. "¿Qué pretendes hacer?" preguntó Fairbanks.
Chaplin le demostró: descendió el gran puente levadizo, y del interior del castillo salió el propio cómico, estirándose y bostezando. Recogió un periódico; una botella de leche y algunos panes que habían escondido allí previamente. Luego, mientras leía el periódico y mordisqueaba un pan, volvió a entrar con toda calma y el puente levadizo se cerró tras él.
—Cinémathéque Suisse