NUEVA ESPERANZA PARA EL FUMADOR INMODERADO
Publicado en
enero 18, 2015
Sensacionales investigaciones revelan ahora que quienes dejan el cigarrillo a tiempo pueden salvarse de una muerte dolorosa.
Por el Dr. Oscar Auerbach y Steven Spencer.
LOS FUMADORES de cigarrillos están de 5 a 17 veces (según la cantidad que fumen) más propensos a morir de cáncer pulmonar que la gente que no fuma, y la mayoría de ellos lo saben perfectamente. Aun convencido de que los cigarrillos producen cáncer, el fumador no deja el tabaco, con la excusa de que el daño, si es que existe, ya está hecho. "Si estoy condenado a tener cáncer pulmonar", suele decir, "ya es demasiado tarde para remediarlo. ¿Para qué dejar de fumar?"
¿Y para qué, realmente? Durante años no se tuvo respuesta a este argumento tan lógico. El cáncer pulmonar es un invasor solapado que va creciendo hasta alcanzar dimensiones mortales sin haber dado muestras de su presencia. Así, a pesar del más experto tratamiento, el porcentaje de las personas que se salvan es desalentadoramente bajo: del total de los casos diagnosticados, sólo se cura el cinco por ciento. Entonces, ¿para qué dejar de fumar?
Tan cómodo, evasivo y "confortante" argumento ya no tiene en qué apoyarse. Hoy existen razones de peso para pensar que, en la fase inicial del desarrollo del cáncer pulmonar, las células precancerosas necesitan, para medrar y reproducirse, suficiente sustancia cancerígena irritante, en este caso el humo del tabaco. Si tal suministro se suspende de cuajo durante cinco años o más, las células potencialmente mortales se irán reduciendo hasta desaparecer.
Fue al cabo de 13 años de investigación en mi laboratorio del Veterans Administration Hospital de East Orange (Nueva Jersey), cuando se llegó a este descubrimiento fundamental y, en cierta forma, sorprendente. Al iniciar los estudios, y sabiendo que el cáncer comienza en el epitelio bronquial y en la mucosa que tapiza los bronquiolos, buscábamos en estos tejidos cualquier cambio precoz que pudiera interpretarse como indicio del comienzo de la enfermedad. No podíamos, por supuesto, observar tales cambios en personas vivas, puesto que se producen en la parte más inaccesible de los pulmones. Por ello tuvimos que recurrir a preparaciones histológicas de tejido pulmonar, de las que llegamos a observar un total de 100.000. Los delgadísimos cortes se tomaron al hacer la autopsia de 12.000 personas entre los 22 y los 84 años, muertas de enfermedades cardiacas, tumores cerebrales, pulmonía, accidentes diversos y otras causas, entre las cuales, por supuesto, se hallaba el cáncer pulmonar. Algunas de estas personas habían fumado mucho, otras poco, otras nada, y otras habían dejado de fumar.
Durante uno de estos estudios, al examinar los cortes de tejido pulmonar de los fumadores, llegamos a la conclusión de que muchos de los cambios morfológicos apreciables en las células de la mucosa bronquial habían sido paulatinos. De hecho, lo que estábamos observando paso por paso era la transformación de células normales en células cancerosas, y la frecuencia de células anormales estuvo en relación directa con el número de cigarrillos que había fumado el sujeto. Pero en muchos de estos cortes de tejido pulmonar vimos que la membrana que separa esas células del tejido conjuntivo subyacente estaba todavía intacta. Dicha membrana actuaba a manera de barrera, impidiendo la entrada de las células malignas en los vasos capilares, que son los que llevan el cáncer a otras regiones del organismo. A esta fase del desarrollo la llamamos "cáncer in situ" (en el mismo sitio donde se formó), y nos sirvió para designar el enjambre de células cancerosas que todavía residen en la membrana bronquial donde aparecieron.
Mientras las células permanecen in situ no hacen daño, aunque contengan el potencial maligno. El siguiente paso en su evolución es atravesar la membrana basal, y una vez que esto ocurre, el tumor ha llegado a la fase en que no hay posibilidad de volver atrás: la invasión del cáncer ha comenzado.
Con objeto de averiguar lo que ocurre realmente en el interior del pulmón de un fumador una vez que deja de saturarlo con humo de tabaco, hicimos un estudio comparativo, utilizando tres grupos de 72 hombres. Los del primer grupo habían fumado la mayor parte de su vida hasta el momento de morir. El segundo grupo lo constituían individuos que nunca habían fumado; y el tercero, hombres que habían fumado durante 10 años o más, pero que llevaban por lo menos cinco años sin fumar. Ninguno había muerto por cáncer pulmonar.
Las preparaciones de pulmón llegaron al laboratorio con sólo un número de serie para poder identificarlas. Así, no sabiendo los antecedentes de los enfermos en lo referente al tabaco, tratábamos de lograr objetividad total al observar al microscopio las preparaciones. Terminados unos 10.000 exámenes de laboratorio, los relacionamos con las historias clínicas. Nos dimos cuenta en seguida de que el dejar el tabaco se refleja de manera evidente en el estado de la mucosa bronquial. El cáncer in situ, esa fase previa al cáncer invasor, es 40 veces más frecuente en los fumadores empedernidos que en los que han dejado el hábito. (No se encontró cáncer in situ en ninguno de los que no eran fumadores.) En muchos casos, la mucosa bronquial de los ex fumadores tenía un aspecto tan saludable como la de un niño. Y, sin embargo, es muy probable que en esas membranas hubiera habido en otra época muchas lesiones precancerosas, que desaparecieron sin dejar huella cuando el individuo abandonó el hábito de fumar. Bueno... en realidad sí se encontraron algunas huellas. Al observar al microscopio los miles de preparaciones, me llamaron la atención algunas células de aspecto extraño, desconocidas para mí, de núcleo muy pequeño, en forma de media luna, o simplemente arrugado, y a veces sólo un halo, claro indicio de retracción. Al principio me limité a anotar: "Epitelio con células extrañas", y comuniqué a mis colegas lo que había visto. Comprobaron el origen de todas las preparaciones en las que aparecía la formación extraña, y sin darme esta información, me pidieron que volviera a examinar las primeras mil laminillas.
Encontré núcleos en plena desintegración en 518 preparaciones, todas procedentes de pulmones de ex fumadores. No encontramos núcleos en estado de desintegración en los tejidos de fumadores empedernidos ni de personas que nunca habían fumado.
La deducción lógica era que estábamos presenciando la muerte y la desintegración de las células precancerosas, y estadísticamente quedaba demostrado que el proceso era resultado directo de la eliminación de la sustancia irritante que había provocado el desarrollo anormal, o sea, el humo de tabaco.
Aunque no hay forma de saber con certeza cuánto tiempo transcurre desde que se deja de fumar hasta que comienza el proceso de reparación del tejido, nuestros estudios nos hicieron llegar a la conclusión de que se producirá en un alto porcentaje de los fumadores después de haber dejado el hábito durante cinco años, o más.
Las estadísticas parecen indicar también que cuanto más tiempo se lleve sin fumar, tanto más cerca se estará de los niveles que alcanzan las personas que nunca han fumado, tanto en lo referente a la longevidad como a la salud en general. De hecho, después de diez años de no fumar, la mortalidad es virtualmente la misma en los fumadores que en las personas que nunca han fumado.
¿Por qué dejar de fumar ahora? La respuesta es clarísima.