Publicado en
enero 18, 2015
La fácultad de embrujar es un privilegio de lá mujer. Porque tras la brujería está siempre el amor.
Por Victoria Puig de Lange.
Esa cara oculta de la vida, esa otra dimensión donde se borran los límites entre lo posible y lo improbable, ha fascinado a la humanidad desde el principio de los tiempos, aunque en el pasado este era un culto secreto. Hoy, con el auge de los ángeles, los poderes extrasensoriales, el misterio de la visualización y la creencia en las vidas pasadas, todo esto cobra actualidad, y hasta las brujas. se han puesto de moda. Hasta hace poco, bruja era un vocablo poco amable, gracias en parte a los cuento de Calleja, Perrault y Grimm, donde las brujas eran siempre grotescas, gritonas y sospechosamente sucias. Es dificil imaginar hoy a un ser que se pasa la vida cocinando menjurjes mal olientes en enormes calderos, y nunca supo lo que era un "microondas" ni oyó hablar de alimentos congelados. Además, como nunca tuvieron acceso a las pócimas mágicas que hoy se encuentran en los departamentos de belleza de los almacenes elegantes, las primeras brujas eran terriblemente feas.
BRUJAS DE HOY
Las brujas que circulan a principios de este siglo nuevecito son muy diferentes. No hay más que echar una mirada a las hechiceras que andan por ahí –con el ombliguito al aire–, para comprender que no existe el pobre mortal que pueda sustraerse a su hechizo. Por cierto que estas son brujas con panache, que no ocultan sus maniobras, desde el maquillaje atrevido e insinuante, hasta las joyas, donde figuran los clásicos símbolos de la magia tradicional: pájaros, serpientes, y piedras, que pueden o no ser preciosas.
Todo está permitido, ¿y por qué no? Al fin y al cabo, la facultad de embrujar es parte básica del complejo fememino. Y si embargo, pregúntele a cualquier mujer si cree en brujerías, y prepárese a oír las negativas más rotundas: "¡Cómo se te ocurre que yo!". Y sin embargó entonces surgen las a anécdotas que siempre sucedieron a otra, las supersticiones y los hechizos, por lo general unidos a la necesidad de amar. Porque tras la brujería está el siempre el amor.
Muchos hechizos y encantamientos tienen su origen en Europa, donde los campesinos son gente práctica que no deja las cosas del corazón al azar. La gente del campo en Francia o Italia, y especialmente los rumanos, son famosos por las pociones y fórmulas que usan, aún hoy, las mujeres, para llevar a sus hombres al altar. Las brujas modernas continúan usando los conocimientos que heredaron, aunque en el presente tengan otros nombres, como sucedió con el moho, que por años se consideró un recurso mágico para curar infecciones, has que invadió profesionalmente el campo mágico con el nombre de penicilina.
"Ser bruja", dice una bruja diplomada, "no es tan difícil. Palabra. Es cuestión de sentido común. ¿Un ejemplo? A un hombre casado se le conquista comprándose un anillo y diciéndole que nosotras también tenemos marido".
Porque en el proceso de embrujar, la mentira es indispensable. "Quien la oye se impresiona, porque es obvio que esta bruja es mujer de éxito". Formidable, se piensa. Estos son auténticos secretos, basados en conocimientos milenarios. Ni tanto. La verdad es mucho más sencilla. La brujería en este caso no es más que la facultad de observar y sacar conclusiones. Pocas cosas, por ejemplo, revelan tanto o son tan sintomáticas de las debilidades y características humanas, como el acto de comer.
DIME QUÉ COMES...
Los hombres dominantes egoístas, tienden a rechazar cualquier problema. Bríndeles, pues, alimentos fáciles. Carnes del mejor corte, salsas con queso derretido, helados y tortas que no tengan nueces. En cambio los dóciles (que a veces tienen tendencias abstinentes) se identifican con los alimentos.
En cuanto al hombre casado, al decirle que usted también lo es, lo libera de posibles cargos de conciencia ("después de todo, ella tampoco es libre"). Esa mentira está basada en la necesidad de alimentar su ego, que la verdad destruirá. Según la filosofia de las hechiceras, mientras uno conozca la verdad, ésta puede ocultarse. Procede entonces a mentir para dar felicidad, para aliviar remordimientos. Las brujas de éxito son eminentemente mentirosas, pero mienten con cierto método, porque saben que la gente —sobre todo los hombres— necesitan que se les mienta, y esperan la mentira. Una vez embrujados, ya no importa —o sea, lo aseguran las brujas—. Yo pienso que esto carece de lógica. ¡Habrá que ver la reacción del hechizado que se considera a salvo de problemas, cuando se entere de que su amiga casada, es, después de todo, una soltera!
UNA BRUJA LEGENDARIA
Hace unos años, en Jamaica, hice una excursión al pasado, a la vida de una bruja legendaria, que hoy es la "duppy", (como llaman en Jamaica a los fantasmas) más popular de la isla. Hay que advertir que en ese país maravilloso, las brujas se aceptan, y en cuanto a los fantasmas, toda familia que se respeta tiene los suyos. El de Annie Palmer, "la bruja blanca de Rose Hall", es propiedad nacional.
Annie era hija de madre inglesa y padre irlandés, y llegó a Haití a los 18 años. La leyenda la pinta bellísima, con ojos y pelo negros, "una piel de perdición", las facciones de un ángel, y el temperamento de un demonio.
Era suave, sonriente, a veces infantil, pero también cruel, dominante y sensual. En Haití aprendió magia negra, y su mente trabajaba a base de brujerías. Mujer de apetitos insaciables, se casó con John Palmer, dueño de Rose Hall, la residencia privada más opulenta de Jamaica, con escaleras de caoba talladas y fastuosamente amoblada.
Allí inició un régimen de terror que la hizo pasar a la historia. Maridos y amantes que dejaban de agradarle, encontraban la muerte. John Palmer, según Annie, murió borracho. Su segundo marido se volvió loco, y el tercero desapareció misteriosamente. Pero subterráneamente se hablaba de veneno y asesinatos a cuchillo. Los esclavos —muchos de los cuales fueron sus amantes— sucumbían al hechizo de la bruja, sólo para morir poco después.
Así aseguraba Annie su silencio, hasta el día en que ella misma fue asesinada en su dormitorio. Annie vivió practicando la brujería en orgías que convencieron a muchos de que tenía los poderes de un dios. Y aún hoy, hay quien atribuye su mala suerte, a un encuentro fortuito con el "duppy" de la Bruja Blanca.
Un análisis más sensato revela que era una mujer inteligente y bella, con muy pocos escrúpulos. Artista consumada, podía a voluntad parecer dulce e inofensiva. Los dibujos de la época coinciden pintándola con una sonrisa angelical que usaba para subyugar. Famosas son las historias de amor.
Annie, pese a la fama que ya tenía, embrujaba a hombres que no creían que esta dulcísima mujer fuera capaz de una mala acción. Cuando se antojaba de un esclavo, hacía subir al infeliz a sus habitaciones, y cuando decidía deshacerse de él, le comunicaba que lo había embrujado y que moriría poco después. Y tan intensa era la fuerza de su mirada, que los pobres negros huían despavoridos, tan seguros de que su fin estaba próximo, que morían a los pocos días, pese a los esfuerzos de los médicos que trataban de salvarlos.
¿Brujería? No, pero sí el poder de una mente muy fuerte. Annie creía en los espíritus y tenía la habilidad de proyectar el miedo a la muerte en sus víctimas. Era de los pocos dueños de hacienda que no temía a la magia de Obeah. Su obsesión eran los hombres, y aunque sus amantes llegaron la cifra de cuatro números, siempre estaba lista a una novedad.
Entre sus distracciones estaba la de vestirse de hombre y salir a galopar por sus propiedades usando un larguísimo látigo para flagelar las espaldas de quienes encontrara en su camino. Le encantaba dar muestras de su poder.
DE AMOR Y CRUELDAD
Una vez sorprendió a una esclava tratando de envenenarla, y la hizo ejecutar, ordenando que su cabeza fuera colocada en una caja hasta que sólo los huesos fueron visibles (Muchos dicen que no hubo tal intento de envenenamiento, sino que Annie quería poseer al marido de su esclava).
Hoy Rose Hall es una fiesta turística. John W. Rollins, un ex Gobernador de Delaware, se enamoró de Jamaica y de las ruinas de Rose Hall, que compró y restauró a un costo de varios millones de dólares. Rose Hall se levanta hoy igual a como era cuando Annie Palmer vivía su vida de mujer sedienta de amor y sangre. Todas las habitaciones, incluyendo el dormitorio de Annie, se han reconstruido siguiendo al pie de la letra las descripciones que dejaron los cronistas de la época.
Si se logra hablar con un nativo, este dirá que los secretos mágicos de Annie todavía persisten, y que en noches de viento, la brisa trae ecos de su voz melodiosa. Lo dice con miedo, pero si se le apremia, precisa con aspavientos: "Cuando Annie quería a un hombre, tomaba tierra sobre la cual éste había pisado, la ponía en una maceta, y plantaba en ella un girasol. Cuando el girasol florecía, florecía también el amor". ¿Practican hoy en Jamaica este truco las mujeres enamoradas? Dificil. Jamaica es hoy un país avanzado y pavimentado, y no debe ser fácil encontrar al hombre que se desea, parado pacientemente sobre un poco de tierra mojada. Otra brujería divertida es la que da instrucciones para lograr que el hombre que le interesa vuelva a llamarla. Justo antes de dormirse, debe repetir su nombre al revés muchas veces, imaginándolo de cuerpo entero.
Desgraciadamente mi mente es traviesa, y conjura la imagen de Jackie, cuando se le ocurrió la fabulosa aunque antiestética idea de embrujar a Ari. Por eso la percibo en noches de luna, repitiendo su nombre mientras ve caer imaginarios chorritos de monedas de oro, Aristóteles Onassis. Al revés, esto se transforma en Seletotsira Sissano, Seletotsira Sissano, Seletotsira Sissano. ¡Qué aburrido! Casi tanto como tratar de conseguir la tierra para sembrar el girasol, si su hombre trabaja en pleno centro, y vive en un condominio!
Fuente:
Revista HOGAR, Enero 2002