AÑO NUEVO, VIDA NUEVA. ¡AUNQUE HAYA VIVIDO UN SIGLO!
Publicado en
enero 05, 2015
Los años de la cumbre deberían ser años productivos, años en que el ser humano puede hacer mucho bien compartiendo sus experiencias -buenas y malas- y su sabiduría.
Por Victoria Puig de Lange.
Aquí estamos de nuevo, con otro año a cuestas y otro que empieza. Por costumbre, alzamos la copa de champagne y brindamos: ¡Feliz Año Nuevo!
"¿Y esto es motivo de celebración?" me pregunta una amiga octogenaria a quien he convidado a esperar el año. "¿Qué, no ves que es un año menos que se vive? ¡Doce meses que se fueron para siempre!".
El comentario desata una discusión sobre el optimismo versus el pesimismo. "Eso", dice alguien, es como el vaso con agua hasta la mitad. ¿Está medio lleno, o medio vacío? Una mujer que acabo de conocer me pregunta lo que yo pienso. "¿Yo? Yo no mido las cosas buenas por el tiempo que duran, sino por la intensidad del placer que producen".
"¿Y qué quiere decir eso?" insiste "¿Qué pasaría, por ejemplo, si el siguiente año fuera el último de su vida?".
Miro con curiosidad a la mórbida desconocida "Bueno, eso depende. Si el nuevo año resultara un año glorioso, lleno de sorpresas, agrados y realizaciones, entonces, aunque fuera el último sería uno divino. Mejor que cinco más, llenos de preocupaciones y miserias".
Mi amiga no se convence. Para ella, el problema es uno de inevitabilidad. "No quiero" me dice "reconocer que estoy vieja. Que la vida se me va". Mi solución: "No pienses en eso. Escucha más bien lo que te dice tu espíritu". George Abbott, que tiene 107 años, lo expresa en un pensamiento formidable: "'Envejecer' dice 'es inevitable'. Pero no hay razón para ser viejo".
¿Qué tal? La razón es que George Abbott se preparó para esta etapa. El sabe que todo el mundo tiene la vejez que uno mismo se fabricó. Que desde el momento en que empezamos a vivir concientemente, tenemos la opción de planear nuestro invierno, y que éste no tiene por fuerza que ser plagado de dolores reumáticos y sensaciones de inutilidad. Al contrario. Los años de la cumbre deberían ser años productivos, años en que el ser humano puede hacer mucho bien compartiendo sus experiencias -buenas y malas- y su sabiduría, patrimonios que domina...
¡Porque he vivido tanto!
Por ejemplo... ¿Alguna vez se le ha ocurrido pensar que en sus manos está el tipo de vejez que algún día tendrá?
Pues hoy, esa es una opción válida. Ahora, en la primavera de su vida, pregúntese: ¿Qué tipo de vejez quiero tener? No importa que la ancianidad se le antoje algo muy lejano. Trate por lo menos de aceptar que algún día ese momento llegará, aunque hoy por hoy eso de ser viejo sea inimaginable.
El ideal, por supuesto, sería que el ser humano, desde el momento en que adquiere la facultad de razonar, empezara a planear su época final.
¿Qué tipo de vejez quiere tener? Quiere morir, como quien dice "con las botas puestas", haciendo un deporte y tomando parte en las alternativas de la vida? o ¿quiere esperar la muerte de espaldas, con la TV. puesta como único medio de conección vital y una bolsa de agua caliente sobre las piernas inmóviles?
Porque hoy las opciones abundan. Ya no es inevitable perder la agilidad, el pelo y las ilusiones. Hoy existen muchas avenidas abiertas, muchos recursos a nuestro alcance. Y muchos ejemplos a seguir.
Desde luego, se puede empezar temprano a rechazar concientemente la vejez. Hay gente que nace con ese instinto. Son los que nunca fumaron el primer cigarrillo. Los que siempre sospecharon que el licor era un enemigo. Los que comprendieron que los músculos se atrofian y hay que mantenerlos en movimiento. Y por último los que decidieron que amar era más saludable que odiar.
Esas cuatro cosas constituyen una base poderosa para demorar el proceso degenerativo, si sólo se pudiera lograr que los jóvenes asimilaran esos conceptos.
Y esa es la angustia más grande, la gran impotencia de la persona que llega "joven" más allá de los setenta, la que sabe cómo y por qué se ha operado en él ese milagro, y ve perderse ese caudal de conocimientos sin poder traspasarlo. La brecha generacional se abre implacable. Los jóvenes no tienen interés en aprovechar su sabiduría. Es algo positivamente angustioso, porque es un obstáculo insalvable. Nadie lo escucha. Nadie le cree.
Es como ver a un ciego caminar en línea directa hacia una fosa abierta, sin poder evitar que caiga en ella. Si se arriesga a ponerlo en aviso, el ciego lo enfrentará airado: "¿Qué fosa?". Y cuando se caiga adentro, estará tan confuso que no recordará siquiera al viejo que quiso evitarle el golpe.
Contra la vejez no hay remedio pero sí contra ser viejo.
Maurice Chevalier
ES LA LEY DE LA VIDA
En Miami, hay un movimiento llamado "Lo que se siente al envejecer" que intenta hacer algo por alterar esta negatividad. En el proyecto se han aunado los esfuerzos de artistas visuales, artistas de video, el sector de "los viejos", naturalmente, a quienes los norteamericanos llaman graciosamente "senior citizens" (Alliance for Aging) la WLRN-TV y el Deco Echo Artist 's Delegation.
Se trata de un proyecto inter generacional, que involucra a adolescentes y ancianos por igual. Su meta es abrir los ojos y educar a las nuevas generaciones sobre lo que sienten las personas que llegan a cierta edad... y más allá. En el proceso, brindan a los que participan en esta estrecha colaboración, la oportunidad de expresar emociones a veces difíciles, desarrollar un sentido de identidad, y compartir una experiencia favorable a ambos campos, una experiencia informativa y mútuamente creadora.
Es interesante observar que el movimiento incluye una prueba que permite a los jóvenes vivir lo que siente la persona que, a través del proceso degenerativo, pierde sus facultades. Un grupo de niños se ofreció para experimentar lo que se siente al envejecer, sometiéndose a degeneraciones temporales que alteraban su visión, su sentido del olfato y oído, y otros aspectos del proceso degenerativo.
Fue un encuentro íntimo de los dos grupos, un esfuerzo por tender un puente para que los dos extremos se comprendan.
Este movimiento tiene un eje: Dana y Stewart Stewart, quienes hace 15 años, viviendo en New York, descubrieron que la felicidad consistía en pintar, y se convirtieron en artistas a tiempo completo. Buscando el sol y horizontes más amplios, emigraron a Miami, y aquí desarrollaron su teoría de que "todo se puede contar pintando. Que el arte es una arma de intervención que puede afectar a toda la comunidad".
Andrew les dio una gran lección. Para rehabilitar a los niños, tan agobiados por la experiencia que no lograban hablar de ella, los Stewart pusieron en sus manos pinceles y colores, para que plasmaran sus experiencias. Cuando vieron el resultado de este desahogo artístico, cuando comprobaron que pictóricamente los niños podrían expresar los temores que no podían vocalizar, decidieron hacer lo propio con los ancianos.
Durante un año, la pareja viajó por el sur de la Florida visitando asilos, hogares de convalescientes y casas de retiro, entrevistando a diferentes grupos étnicos, distintas razas y diversos niveles sociales.
Las respuestas de los entrevistados a la pregunta: ¿Qué se siente al envejecer? produjo frases de gran significado, algunas plenas de sabiduría, otras profundas. Y tal como hicieron los niños, los ancianos las expresaron gráficamente.
Así nació el mural que los Stewart bautizaron "el amor puede construir cualquier cosa" basado en la canción del mismo nombre de Lanny Smith. En él se juntan dibujos, pensamientos y poesías de niños, jóvenes y ancianos. El mural ofreció así a sus participantes, una oportunidad de expresar sus sentimientos y adquirir un sentido de identidad al compartir una experiencia creadora.
El mural está llevándose por todo el país, junto a un video que incluye a los muchachos colaborando con los ancianos en dibujos y poesías, y también en el proceso de experimentar deficiencias degenerativas.
Lo principal es que toda esta actividad, este proyecto que acercó a los dos sectores, el de los "seniors" y los jóvenes, demuestra que sí se puede salvar la brecha y crear una atmósfera donde los viejos puedan lucir sus conocimientos y ponerlos al servicio de la juventud, utilizando sus experiencias para que aquellos capten como es la vida de los que alcanzan una edad respetable, que puede ser, dependiendo de cómo nos hemos preparado para ella: triste, solitaria y estéril, o alegre, positiva, y llena de alternativas basadas en la experiencia. Una experiencia de los que inician la jornada pueden aprovechar para planear sus propios años en la cumbre.
Fuente:
Revista HOGAR, Enero 1995