EN NAVIDAD REGALE TERNURA
Publicado en
diciembre 21, 2014
Diciembre es un mes donde se abate en nuestra alma una mezcla de felicidad y tristeza, impidiéndonos actuar en coordinada alegría. Les propongo en este artículo un método que lo convertirá en un generador de optimismo, motivación e ilusiones.
Por el Dr. Eduardo Manrique Trujillo, Médico Cardiólogo.
La bolsa... o la vida, es la frase más repetida en los dificiles momentos de inseguridad social por los que atravesamos en la actualidad.
Para evadir esa pegajosa nostalgia, se recurre a toda clase de estrategias: pastillas antidepresivas, alcohol, visitas al psicoanalista, o simplemente quejas con sabor a angustia contadas a todo el que nos pregunta, ¿cómo te va hoy en día?
CUENTE SUS BENDICIONES
Niéguese la posibilidad de quejarse. ¡Basta ya de seguir siendo una llorona de la realidad! La vida es exactamente como es, le guste o no a nuestro engreído ego hipertrofiado. No siga quejándose por ser divorciada, soltera, gorda o flaca. Quejarse no le va a resolver nada.
Contésteme más bien estas preguntas: ¿Puede ver, caminar con sus dos piernas, comió el día de hoy, duerme en un colchón, tiene un vestido que ponerse? Si es así, por favor salga a las calles de su ciudad y abra los ojos, porque aparentemente usted no ve nada. Hay gente que no tiene zapatos, que duerme sobre cartones, que no tiene trabajo, ni perro que le ladre.
Nada fastidia más mi espíritu que el escuchar a una persona quejarse amargamente mientras se encuentra elegantemente vestida, bien comida, en casa adecuada y con toda su familia sanamente conservada. En el fondo me fastidia porque yo mismo fui, durante algunos años, uno de esos quejosos crónicos, hasta que me cansé de autocompadecerme. Decidí sacudirme y lo logré con mucho esfuerzo. Aproveche este artículo y decida no volver a abrir su boquita para quejarse, sólo limítese a agradecerle a Dios lo poco o mucho que tiene. Si lo hace... observará como el mes se convierte en fuente de alegría.
REGALE TIEMPO
Realizar las compras en diciembre es una tortura china. Usted sabe que regale lo que regale, a la gente que lo recibe le va a parecer muy poco. Es la naturaleza humana.
Por lo tanto, no caiga en el círculo vicioso que se repite todos los años: usted compra con ilusión sus obsequios hasta que entrega, y observa la cara de ¿eso es todo?, lo cual le tira el mes por la borda ya que su computadora mental le recuerda que para comprarlo tuvo que dar 18 vueltas por el centro comercial hasta encontrar parqueo, recibió 2 citaciones de la, la grúa se le llevó 2 veces el carro y un transeúnte neurótico le recordó la historia materna.
Le recomiendo que compre lo que su presupuesto le permita, no se afane por gusto y no espere agradecimiento. Más bien conviértase en un vendedor de ilusiones. Regale tiempo. ¿Le parece muy poco? Se asombraría si supiera el hambre que todos tenemos de ser escuchados. Despréndase de la tendencia consumista que nos hace creer que el regalo es lo más importante. La gente que lo rodea quiere y necesita ser escuchada. Es tanto el afán de que alguien nos escuche, que aún yo no dejo de asombrarme cuando muchos "amigos invisibles" de Complicidades, van a mi consultorio a pedirme una orientación o consejo. ¿Sabe lo que sucede? Hablan sin parar una hora, yo apenas doy una o dos microopiniones al final de las cuales me dicen: "Gracias doctor por tan tinosos consejos".
Y pienso: pero si casi no hablé. Me doy cuenta que lo único que requerían es que alguien los escuche con desinteresado amor y total concentración.
Escuche sin interrumpir al mayor número de personas que pueda. Recuerde que es un mes triste para demasiadas personas. Regale tiempo. No tiene idea de cuánto puede cambiar el futuro de una persona que ha sido escuchada a tiempo, antes de que tome una decisión apresurada. Quizás no se lo agradezca nunca, pero la vida misma se encargará de recompensarla. El mundo se muere de soledad. Si no me cree, créale a Einstein, quien dijo: "Qué raro... me siento solo, a pesar de ser universalmente conocido".
PERDÓNESE Y PERDONE
Caminar con una mochila en piedras, a través de un desierto, o subir una montaña, para los pies de un anciano, es igual de cansado que recorrer la vida sin perdonar, ni perdonarnos.
Los sicólogos han determinado que si queremos salir adelante en la vida estamos obligados a perdonar, y uno de los disgustos que más comúnmente arrastramos, sin casi nunca aceptarlo, es el resentimiento con nuestros padres.
La juventud actual es la que está desarrollándose y creciendo más resentida, casi no hay hijo que no piense que uno de sus padres es bebedor, materialista, neurótico, infiel, deshonesto en los negocios, sordo al diálogo, que tiró el matrimonio por la borda.
Esto es una lacerante realidad. Lo que pasa es que su hijo no se lo va a decir, ya sea por no querer herirlo o porque no atina a reconocer ese sentimiento.
Aproveche el mes de diciembre para entregarse el mejor de todos los regalos: perdone a sus padres si actuaron mal, y hable con sus hijos sobre lo imperfecto que somos como progenitores con el fin de que ellos a su vez puedan perdonarlo a usted.
Acompañe el análisis y el diálogo con la terapia de las caricias. Es muy simple ¡Aprenda a besarlos y sobarlos varias veces al día, no importa si es hombrecito o mujercita. Derrítalos con el fuego de sus caricias, la juventud se muere por ser amada. Atosíguelos hasta que logre derretir esa coraza de indiferencia y acortará las distancias. No necesitan estar de acuerdo en algo. No pretenda convencerlo de algo. Sólo inúndelo con su ternura. Comience hoy mismo y observará cómo en muy corto tiempo, ese inmenso albergue del resentimiento se irá derritiendo con el fuego de sus caricias.
NO CAMINE UNA MILLA
Uno de los cambios dramáticos que he realizado en mi vida, es el dejar de recorrer varios kilómetros con el fin de encontrar a gente pobre para ayudarla. Mi ceguera ha sido muy grande. Tomó 46 años el darme cuenta que todo aquel que tiene menos que yo es un necesitado, recién me he puesto a imaginar qué sentirán las personas que de una u otra forma tienen contacto directo conmigo y que observan silenciosos mi estilo de vida, que sin ser grande, es mejor que el de ellos: el conserje de mi casa, mi empleada doméstica, el guardián de mi oficina, el lavacarros. ¡Estoy rodeado de ellos. Y no sé cómo ayudar a "la gente pobre"! Estoy en medio de tantos necesitados que observan mi vida.
Aprovechemos las fiestas navideñas con el fin de imponerle un nuevo rumbo a nuestra vida. Obliguémonos a compartir con ellos. Comprendo que es una labor muchas veces dificultosa, pero le garantizo que no se quedará sin recompensa, le estoy ofreciendo la mejor cirugía plástica para su cara y el más oloroso bálsamo para su alma. ¡Feliz Navidad!
Fuente:
Revista HOGAR, Diciembre 1995