LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
noviembre 24, 2014
CIERTO tipo que necesitaba una dentadura postiza buscaba alguien que se la diera más barata. Fue de un dentista a otro hasta que por fin halló uno que se la haría por un precio conveniente. Sin embargo, pidió al odontólogo los nombres de algunos de sus pacientes que pudieran recomendarlo.
—Sí, claro —asintió el Dr. Tirafuerte—. Vaya usted a ver a Juan Lechuga, de la calle Central.
Nuestro hombre buscó a Lechuga y le preguntó:
—¿Está usted contento con la dentadura postiza que el dentista le hizo hace seis meses por muy poco dinero?
—Pues le diré —repuso Juan—: mi afición consiste en bucear sin escafandra, y la semana pasada fui al mar a practicar el deporte. Me había sumergido unos 12 metros cuando se me vino encima un tiburón. Traté de alejarme nadando, pero en el fondo del océano había un rollo de alambre de púas y un pulpo enorme había hecho allí su nido. Al pasar yo a su lado, perseguido por el tiburón, el pulpo me agarró con uno de sus tentáculos y comenzó a meterme por entre el alambre de púas. Pues bien, señor mío, esa fue la primera vez en seis meses que me olvidé de mi dentadura barata.
—T.C.B.
LA PRENSA, la radio y la televisión informaron de la sensacional fuga de un recluso a plena luz del día y de su voluntario regreso esa misma tarde. Al preguntarle los periodistas por qué había vuelto, el fugitivo respondió:
—Cuando por fin logré meterme en casa sin ser visto, lo primero que mi mujer me dijo fue: "¿Dónde has estado? ¡Hace ya ocho horas que escapaste!"
—D.K.
DURANTE el almuerzo dos amigos se estaban contando los sueños extraordinarios que habían tenido la noche anterior. Uno decía:
—Soñé que tenía 12 años y me habían llevado al circo. Gocé de lo lindo viendo elefantes, acróbatas, funámbulos, comiendo cacahuates, caramelos y algodón de azúcar. ¡Nunca me había divertido tanto!
—¿Y eso te parece extraordinario? —preguntó el otro— Pues yo soñé que llamaban a la puerta y, al abrir, vi a Raquel Welch vestida de bikini que me preguntaba si podía pasar. No tardó en sentarse junto a mí y empezó a ponderar lo buen mozo que yo le parecía. Tocaron nuevamente a la puerta y apareció Brigitte Bardot sin más atuendo que una bata transparente. También ella entró y se sentó a mi lado.
—¡Caramba! —exclamó el primero— ¿Me vas a decir que estuviste con Raquel Welch y Brigitte Bardot y no se te ocurrió llamarme por teléfono?
—¡Por supuesto que te llamé! —respondió su amigo— Pero me informaron que te habías ido al circo.
—E.R.F.
UN PACIENTE se presenta ante el siquiatra.
—¿En qué trabaja usted? —pregunta el médico.
—Soy mecánico de automóviles.
—Muy bien. Pues tenga la bondad de meterse debajo del diván.
—H.Y.
CUENTAN de un camarero que volvió del otro mundo reencarnado como reloj, y como en otro tiempo todavía se quejaba: "Por favor... ¡Solamente tengo dos manos!"
—M.G.
UN SUJETO decía: "Le compré a mi mujer un libro de cocina extranjera, y resulta que no encuentra los ingredientes para los platos".
—M.F.
¿HA OBSERVADO usted que los salteadores son cada día más jóvenes ?
Uno de ellos le dijo a un amigo mío que le entregara todo su dinero, o si no iba a hacer un gran berrinche.
—B.G.
UN INDIVIDUO de aspecto miserable se había instalado a la puerta de un gran edificio del centro de la ciudad, ofreciendo en venta cordones para el calzado. Cierto hombre de negocios que tenía su despacho en aquel edificio, adquirió la costumbre de dar todos los días al desdichado una moneda de cinco pesos, aunque jamás tomaba la mercancía.
Pero un buen día, tras recibir del inquilino del despacho la moneda acostumbrada, el desharrapado vendedor dio alcance a su protector, lo tocó en el hombro y le dijo: "No es que me queje, señor, pero mi mercancía cuesta ahora diez pesos".
—J.A., en The American Legion Magazine
CARTA procedente de un campamento de verano:. "Queridos padres: ¿Qué es una epidemia? Abrazos, Juan".
—T.M.E.
"ESTOY pensando en vender el coche", dijo en cierta ocasión la actriz Sophie Desmarest. "El tráfico en París se ha puesto imposible... ¡Los peatones son tan inexpertos!"