GEMAS DE LAS COLINAS ITALIANAS
Publicado en
noviembre 10, 2014
Basílica de Asís
Ciudades que durante miles de años han sobrevivido a las mejores y a las peores acciones de los hombres, y aún dejan ver gran parte de sus sinsabores y de su esplendor.
Por Virginia Kelly.
UNA DE ellas, Perusa, era ciudad grande y poderosa cuando Roma aún no pasaba de ser una aldehuela. Otra, San Gimignano, es como el sueño de una leyenda caballeresca. Siena es un tesoro de arte y escenario de una de las más furibundas carreras de caballos: el Palio. La población de Asís es una joya clara y luminosa.
Estas son algunas de las ciudades italianas erigidas en las colinas, todas ellas diferentes, pero con una historia empapada en sangre, labrada en mármol y retocada de oro. En lo alto de sus solitarias cumbres, pasaron el tiempo peleando alternativamente las unas contra las otras, contra los romanos, las hordas bárbaras y el Estado papal. En torno a ellas, y por ellas, hubo guerras emprendidas por Aníbal, Carlomagno, Napoleón y el quinto ejército de los Estados Unidos, a las órdenes del general Mark Clark. Y sin embargo dieron origen a pintores como Rafael y Leonardo, a santos como San Francisco y San Benito, a poetas como Petrarca y Jacopone. Por sus callejas retorcidas anduvieron Dante, Savonarola y Maquiavelo.
En los cerros de Italia hay casi tantas ciudades y pueblos como colinas hay. Muchos siglos antes de Jesucristo el hombre comprendió que era más fácil defenderse en una fortaleza elevada que en la llanura. De ahí que construyera una ciudadela en la cumbre de la más alta colina que podía reclamar para sí y la cercara de murallas. Posteriormente se añadió al conjunto una catedral y un palacio o dos (que andando el tiempo habrían de servir como oficinas municipales). En las laderas de la colina levantaba casas y tiendas. Al pie de los muros plantaba viñedos y olivares. Más abajo era lugar destinado a las ovejas y, en la llanura, a los cultivos.
En la actualidad se ven aún casas de piedra acurrucadas tras las vetustas murallas, desconchados escudos de armas adornan puertas de palacios, borrosas madonnas miran al transeúnte desde ruinosos frescos de iglesias, campanas cascadas anuncian desde una torre las horas que pasan, calles de gastados adoquines se pierden en los recodos de la historia.
Algunas ciudades elevadas, como Spoleto, están sumamente restauradas, mientras que otras, como Spello, no han cambiado en varios siglos. En Todi, donde los hombres se establecieron por primera vez hace 3000 años, sus descendientes directos toman café espresso en la plaza al ponerse el Sol, y chismorrean ante los puestos de hortalizas en día de mercado. Las únicas cosas que denuncian el paso del tiempo son los autos estacionados en la plaza principal y las estruendosas motocicletas que se precipitan cuesta abajo, dejando atrás murallas construidas originalmente por los etruscos.
Los etruscos fueron uno de los primeros pueblos civilizados que levantaron sus ciudades en lo alto de montañas o colinas. Constituían una nación independiente y culta, después absorbida totalmente por los romanos. Entre los más preciados tesoros de Italia figuran siete placas de bronce, las tablas eugubinas, que se refieren a los misteriosos ritos religiosos de aquel pueblo. Fueron descubiertas cerca de Gubbio, ciudad de los Apeninos y una de las encrucijadas de la historia.
Gubbio tomó el partido de César contra Pompeyo y mucho después dio un millar de sus mejores hombres a la primera cruzada. Allí, en junio de 1944, los nazis ejecutaron a 40 ciudadanos por actividades guerrilleras. Las calles de Gubbio, insólitamente anchas para una ciudad antigua, serpentean colina arriba, pasan ante el magnífico palacio de los cónsules, del siglo XIV, y van a parar a la catedral y el palacio ducal. Abajo se alzan centenarias casas de piedra de color gris pálido, con tejados de terracota; las golondrinas revolotean en el aire a la sombra de los campanarios y unos campos cubiertos de retama de escobas se extienden por la llanura hacia el sur.
Una joya entre estas ciudades es la de Asís, lugar místico y hermoso que parece irradiar bienaventuranza. Quizá más antigua que Roma, aún posee frescura y pureza irresistibles. Sus casas, ligeras y airosas, construidas con piedra del lugar, son de un suave color entre el rosa y el amarillo. Por ventura, Asís fue declarada ciudad abierta durante la segunda guerra mundial y, por tanto, se libró de la parcial destrucción que sufrieron otras ciudades italianas menos afortunadas.
A los pies de la colina de Asís se encuentra la basílica de Santa Maria degli Angeli, con el interior oscurecido por cuatro siglos de rezos a la luz de las velas. La basílica contiene una capillita del siglo IV, semejante a un juguete, que San Francisco restauró y alquiló por un cesto de pescado al año. En lo alto, montada en la ladera del monte Subasio, se encuentra la triple basílica donde San Francisco yace enterrado. En la iglesia inferior se custodian su sayo andrajoso, sus sandalias, una bendición manuscrita y el famoso retrato que de él pintó Cimabue.
Otra ciudad de ensueño que sobrevivió a los estragos de la guerra es San Gimignano. Con sus 15 torres, que se levantan de una colina de 324 metros de altura, y vista a lo lejos, parece el legendario palacio del rey Arturo. Calles empinadas, casas de paredes sin ventanas, plazas que desembocan en otras plazas, y torres altísimas que se deslíen al claro de luna, todo lo cual la convierte en una ciudad de fábula. En 1965 fue declarada monumento nacional, de modo que en ella nada puede alterarse. San Gimignano ha atraído siempre a los escritores. En el año de 1300 Dante estuvo allí y se ocupó en política (la sala donde dirigió la palabra al concejo del lugar todavía lleva su nombre). Otro residente igualmente famoso fue Savonarola, el fraile dominico que predicaba reformas y murió en la hoguera, en Florencia, en 1498. El primer esbozo de sus reformas lo escribió en el monasterio de San Gimignano, actualmente cárcel municipal. En 1507 el escritor y hombre de estado Nicolás Maquiavelo llegó para quedarse un año y adiestró personalmente a la milicia de la ciudad.
Panorámica de Montalcino.
En un país de ciudades antiguas, Urbino es una de las más viejas. Edificada en un marco impresionante, con los Apeninos a la espalda y el mar Adriático a lo lejos, durante el renacimiento Urbino fue un centro donde florecieron la ciencia, el arte y la filosofía. Cuando una hija del duque de Urbino se casó con un Medici, las obras de arte que trajo consigo a manera de dote pasarían más tarde a formar parte de la colección de la Galería de los Uffizi, en Florencia. Aún hoy, el palacio ducal de Urbino sigue siendo de los más espléndidos edificios civiles de Italia. Un hijo de Urbino mundialmente famoso fue el pintor Rafael, quien nació allí en 1483. Su casa sigue en pie, y en el cuarto donde vio la luz hay un fresco que se considera como su primera obra.
Una de las máximas glorias en las ciudades de las colinas es la magnífica catedral de Orvieto, a menudo llamada "el lirio de oro de las catedrales italianas", con sus fajas blancas y negras y su fachada, verdadera "página de piedra de un códice miniado". Los frescos de una de sus capillas fueron empezados por Fra Angélico en 1477. El mayor tesoro de la catedral es un relicario de oro y esmalte cuyos colores emulan los del lapislázuli, la esmeralda y el rubí. Según la tradición, los habitantes de Orvieto habían decidido que su catedral no tuviera rivales, y por tanto cegaron a su arquitecto cuando los habitantes de Todi le pidieron que les construyera una catedral.
Las zonas que se extienden entre la mayoría de las ciudades de las colinas abundan en raudos torrentes, estrechas gargantas, esqueletos de torres, castillos en ruinas y ermitas de piedra: Pero a la ciudad de Perusa se llega por una supercarretera que atraviesa los campos y pasa el lago Trasimeno, donde los romanos fueron derrotados por Aníbal. Cuando Londres y París estaban todavía llenas de casuchas de adobe, Perusa era ya una gran ciudad. Aún posee uno de los más espléndidos ayuntamientos de Europa y una de las más antiguas universidades del mundo. El más estimado monumento de la ciudad es la Fontana Maggiore, gran fuente rosada y blanca, con ilustraciones de las artes liberales, las fábulas de Esopo, los orígenes de Roma y episodios del Antiguo Testamento, y tres ninfas de bronce que dominan el conjunto.
Para muchos, la reina de las ciudades de las colinas es Siena. Su arquitectura y su escultura son famosas en el mundo, pero sus pinturas son su máxima gloria. Más de 400 pintores importantes dieron sus aportaciones a la escuela sienesa entre los siglos XIII y XV. El más célebre edificio de Siena es la catedral, descrita como "un luminoso himno poético de alabanza a Dios, expresado en mármol". Pero el corazón de la ciudad es la plaza principal, el Campo. Allí se celebra cada año el Palio, en julio y agosto. Un pintoresco desfile, con exhibiciones de malabarismos con banderas, abre la fiesta. A continuación los jinetes inscritos espolean frenéticamente a sus cabalgaduras en tres emocionantes vueltas en torno el Campo; pero el más terrible momento es aquel en que deben doblar la esquina de San Martín a galope tendido y en ángulo de 90 grados.
Otra antigua ciudad de montaña, y moderna meca de turistas, es Spoleto, cuyo "Festival de los Dos Mundos", de música, danza y teatro, organizado por Gian Carlo Menotti en 1958, es internacionalmente famoso y atrae 5000 visitantes cada verano. Extensa y desparramada, Spoleto tiene un dramático pasado. La parte inferior voló en pedazos, en los días de la segunda guerra mundial, al estallar un tren de municiones alemán. Durante la guerra Spoleto fue bombardeada más de 40 veces. Sin embargo, muchas de sus bellezas sobrevivieron. Tiene una basílica del siglo IV, un sombrío castillo, una iglesia románica que es una joya. También tiene su Torre dell'Olio, desde la cual arrojaban aceite hirviendo sobre los sitiadores, práctica muy común en estas ciudades. Otra atracción es la iglesia de San Gregorio Maggiore, del siglo XII, construida sobre un antiguo cementerio cristiano donde sepultaban a los mártires sacrificados en el anfiteatro próximo. Su convento, que data de 1254, fue uno de los primeros orfanatorios de Europa.
Spoleto, Asís, San Gimignano y las demás ciudades han conservado su respectiva identidad durante siglos, sin entregar del todo sus secretos. Imposible saber lo que aún haya por descubrir bajo sus piedras pulidas, recalentadas por el sol: cuántos mosaicos, anfiteatros, templos y palacios; pero lo que ya se conoce, lo que ha sido puesto ya al descubierto en estas venerables colinas, hace de su visita un recorrido inolvidable por tantos episodios sobresalientes de la historia.