Publicado en
noviembre 10, 2014
AUNQUE afirman que la imagen del piloto de pruebas como hombre viril e intrépido es pura creación de la literatura y las películas, los aviadores que se encargan de volar por primera vez los más nuevos aparatos civiles y militares gustan, no obstante, de cultivar un concepto viril de su persona. Con grandes aplausos recibieron, por ejemplo, la anécdota de un piloto de 84 años y su esposa de 78.
Cuentan que un día la señora regresó a casa muy turbada después de visitar al médico, y al momento llamó por teléfono a su marido al trabajo para decirle.
—Ahora sí que me perjudicaste: ¡Me has dejado encinta!
El octogenario piloto de pruebas, impertérrito, preguntó:
—¿Con quién tengo el gusto de hablar?
—R.B.
MI HIJA, ayudante de un veterinario, indicó a una clienta por teléfono que llevara su perro a la clínica al día siguiente alrededor de las 11 de la mañana. "Pero; debe venir estrictamente en ayunas", le advirtió.
A las 11 en punto del siguiente día se presentó la dueña con el perro y declaró: "Me alegro de haber llegado por fin aquí. ¡Me estoy muriendo de hambre!"
—E.W.B.
TOCO EL segundo violín en la orquesta del Teatro Metropolitano de la Ópera, en Nueva York. Cierta noche, durante el intermedio, un señor de edad que ocupaba una butaca de primera fila, inclinándose sobre la baranda de la orquesta, me preguntó:
—¿Qué hacen ustedes los músicos durante los intermedios?
Le contesté que jugábamos a los naipes, al ajedrez o cualquier otra cosa que nos hiciera olvidarnos de nuestros instrumentos.
—Ya veo: eso lo explica todo.
—¿Qué explica? —quise saber.
—Todas las notas equivocadas del segundo tiempo —respondió con un guiño.
—L.D.
LA VENTANA de mi oficina mira a las puertas del muelle, por donde entran camiones que llevan enormes cantidades de sal refinada para la exportación. A la entrada hay una vuelta muy cerrada, difícil de tomar, y cierta vez uno de los camiones se subió a la acera y varios sacos de sal cayeron al pavimento donde algunos se reventaron.
El camionero se apeó para probar el daño. En seguida, asegurándose de que nadie le observaba, tomó un puñado de la sal regada y se lo echó sobre el hombro izquierdo.
—W.R.M.
UN JOVEN publicó recientemente el siguiente anuncio en cierto diario neoyorquino:
"La inexperiencia es lo más valioso que una persona puede aportar a cualquier oficio nuevo. En efecto, el hombre falto de experiencia se ve obligado a recurrir a la imaginación y a la inventiva, en vez de limitarse a seguir las fórmulas y ruinas ya gastadas por el tiempo. Si su negocio es de los que sufren las consecuencias de un criterio rutinario y formulista, me gustaría trabajar para usted. La inexperiencia es mi fuerte. Tengo 25 años y poseo el don de entregarme con emoción y entusiasmo al trabajo. Mi abuelo me apuesta que perderé mi mal concepto de la experiencia después que haya trabajado diez años en un oficio difícil. ¿Necesita usted de alguien para ocupar un puesto difícil?"
El joven fue contratado en seguida por una cadena de estudios fotográficos.
—R.G.
TRAS DE cinco años de haber dejado el oficio a los 45 de edad, cierta bailarina que practica el striptease ha vuelto a la escena. Había trabajado en la biblioteca de un bufete de abogados, pero echaba de menos el teatro. "Aquí no me pagan mejor, pero es mucho más divertido", explica. "Me hacían falta los aplausos. Cuando entregaba yo el libro que me pedían, no había quien batiera palmas".
—AP
ERA LA hora del almuerzo y, al pasar por una ciudad pequeña, íbamos comiendo emparedados en el automóvil. Llegamos a un cruce de caminos donde había un agente de la policía dirigiendo la circulación. Sin pensar en el emparedado de jamón que todavía estaba yo empuñando, saqué el brazo izquierdo por la ventanilla para indicar que iba a dar vuelta en esa dirección. El policía me hizo señas de acercarme más. Al estar junto a él, me quitó de la mano el emparedado, le dio un gran mordisco y, devolviéndomelo con una sonrisa, me indicó que siguiera adelante.
—G.C.