NUEVA VOZ EN LA DIPLOMACIA NORTEAMERICANA
Publicado en
octubre 05, 2014
William Rogers
Como secretario de Estado, William Rogers enfoca los problemas internacionales con un optimismo sereno y razonado, a la vez que con una tenaz conciencia de la realidad.
La política del nuevo secretario de Estado norteamericano.
Por Blake Clark.
EL PRESIDENTE Richard Nixon, en el discurso que pronunció al tomar posesión de su cargo, declaró:
"No podremos aprender los unos de los otros hasta que no dejemos de gritarnos los unos a los otros; hasta que empecemos a hablar con la calma necesaria para que se puedan oír nuestras palabras, además de nuestras voces".
A fin de llevar a efecto esta política de planteamientos serenos y razonables en el campo de las relaciones exteriores, Nixon escogió a William Rogers para que sirviera como secretario de Estado. Rogers habla con voz tranquila. En Washington se le conoce como hombre de carácter sereno y firme. "Bill jamás se deja arrebatar por el pánico en momentos de crisis", dice un gran amigo de Rogers. "Como un motor potente, funciona mejor a altas velocidades". Además de esta calma y de una extraordinaria capacidad para poner en obra lo necesario, Rogers posee otra característica de inestimable valor en la diplomacia: es hombre afable que no sólo hace amigos con facilidad, sino que sabe conservarlos.
Nixon y Rogers se conocieron cuando se adiestraban en la Armada, durante los primeros meses de la segunda guerra mundial. Estrecharon su amistad en Washington, por los últimos años del quinto decenio de nuestro siglo. Entonces, Nixon, joven diputado, investigaba el curioso caso de Alger Hiss, acusado por el ex comunista Whittaker Chambers de entregar a los rusos documentos secretos de la Secretaría de Estado. El futuro Presidente le pidió a Rogers que leyera, como abogado y principal consejero de una comisión senatorial investigadora, el testimonio de Chambers. Rogers declaró el testimonio "verosímil" y alentó a Nixon para que continuara sus indagaciones. Nixon así lo hizo, y al final, Hiss fue sentenciado a prisión por perjurio.
De allí en adelante se pidió consejo a Rogers en no pocas conyunturas críticas. Cuando el presidente Eisenhower sufrió su primer ataque cardiaco en 1955, recayó sobre Nixon, en su calidad de vicepresidente, la labor de mantener el normal funcionamiento del gobierno, pero a la vez evitar cuanto pudiera interpretarse como que estaba usurpando los poderes presidenciales. Ante semejante problema Nixon se dirigió a Bethesda (Maryland), lugar de residencia de Rogers, entonces sub-procurador de justicia de la nación, y allí se aisló durante toda la noche para reflexionar.
En su libro, titulado Six Crises (Seis crisis), Nixon refiere que de manera instintiva "solicitaba el parecer de Bill Rogers. Bill había demostrado ser un hombre sereno en las circunstancias apuradas, poseía un excelente discernimiento, y era alguien a quien podía yo hablar con entera libertad".
LUCHA CONTRA EL DELITO
El actual secretario de Estado nació el 23 de junio de 1913 en Norfolk (Nueva York), donde su padre era cajero de una fábrica de papel. Su madre murió cuando Bill tenía 13 años, y al contraer su padre segundas nupcias, dos años más tarde, Bill se fue a vivir con sus abuelos, en el cercano pueblo de Canton. En 1930 se graduó con el primer lugar entre los de su grupo de la escuela de segunda enseñanza; después, trabajando en los veranos como fotógrafo, ingresó en la Universidad Colgate con una beca de 400 dólares anuales. Más tarde pasó a la facultad de derecho de la Universidad de Cornell, donde conoció a Adele Langston, estudiante como él, con quien casó. (Tienen cuatro hijos, una mujer y tres varones, el menor de los cuales estudia derecho en Yale.)
En 1937 un fogoso paladín de la lucha contra el delito, de nombre Thomas Dewey, fue elegido fiscal del distrito de Nueva York. Al emprender una guerra sin cuartel contra los contrabandistas y maleantes, Dewey lanzó un llamamiento pidiendo 50 abogados. Ocho mil de ellos respondieron, entre los cuales probablemente el más joven era Bill Rogers. Dewey le dijo sin ambages que necesitaba abogados con experiencia. "Trabajaré gratis", repuso Bill. "Pediré dinero prestado para mantener a mi familia. Quiero adquirir experiencia trabajando con usted". Dewey sonrió y le dio el empleo... con sueldo. A poco, ya Rogers tenía a su cargo importantes casos.
EN LA ESCENA NACIONAL
Después de Pearl Harbor,Rogers se alistó en la Armada y participó en acciones de guerra en el Pacífico, a bordo del Intrepid. Volvió después a su trabajo en el despacho del fiscal de Nueva York, pero en 1947 solicitó y obtuvo el nombramiento de asesor de la Comisión Senatorial Investigadora de Asuntos Bélicos. Siendo ya investigador de experiencia, Rogers, con sus colaboradores, sacó a la luz casos de fraude, corrupción, colusión y negligencia criminal, acaecidos durante la guerra, que sacudieron al país.
En 1953 Rogers ocupó el cargo de subprocurador general, y en 1957 ascendió a procurador general de la nación.
Rogers, en sus funciones de procurador general, no sólo participaba en las reuniones del presidente Eisenhower, sino también en las sesiones semanarias del Consejo de Seguridad Nacional. Gracias a esto, ensanchó sus conocimientos de los matices propios de las cuestiones internacionales y los fundamentos de la seguridad nacional.
UNA RELACION EFICAZ
Ahora secretario de Estado, Rogers, tranquilo y alegre, para aclarar las ideas empieza su jornada con un chapuzón en la piscina antes del desayuno. Las deliberaciones se inician con una reunión matutina con sus cinco principales ayudantes, con quienes discute la esencia de las cuestiones del día: ¿Convendría que los Estados Unidos intentaran cierto acercamiento con la China roja? ¿Debería Washington suministrar a Jordania equipo militar para ayudarla a someter a los guerrilleros fedayeen, mas no del tipo que pudiera utilizar en un ataque contra Israel? ¿ Cómo se podría ayudar a la India y a Pakistán sin incurrir en las iras de ninguno de estos dos países? Una vez que el Secretario toma sus decisiones, las envía en forma de recomendaciones al Presidente, de quien, por supuesto, depende la resolución definitiva.
La Secretaría de Estado recibe diariamente alrededor de 1300 cablegramas de las 257 misiones diplomáticas y consulares de los Estados Unidos destacadas en todo el mundo. Parte de la jornada del Secretario se dedica a la lectura de los más importantes. Rogers estudia también los documentos que requieren alguna resolución inmediata (que son unos 30 al día) y tratan gran diversidad de temas. Asimismo, durante todo el año está en contacto con cada uno de los 116 jefes de misión acreditados en Washington.
Para Rogers, las relaciones de los Estados Unidos con la Unión Soviética son la clave de muchos de los problemas norteamericanos más importantes. Ha establecido una relación cordial y eficaz con el embajador ruso Anatoly Dobrynin. Los Dobrynin, que forman una simpática pareja, y los Rogers, parecen tenerse una auténtica simpatía mutua y han cenado juntos sin otros comensales.
El secretario de Estado, que posee una tenaz conciencia de la realidad, advierte que "los soviéticos nunca han renunciado a su intención expresa de comunizar al mundo entero". Y sin embargo, a su modo de ver, los rusos se enfrentan a cuatro arduos problemas que quizá tiendan a dictarles unas relaciones más positivas con los Estados Unidos, a saber:
Primero. La amenaza que para Rusia constituye la China roja. Mientras las relaciones de los soviéticos con China sigan siendo hostiles y exista la posibilidad de un conflicto armado a lo largo de la frontera chino-soviética el buen sentido aconseja a Rusia mantener una actitud serena y razonable con los Estados Unidos.
Segundo. Cada vez es más difícil para los rusos dominar a sus satélites. Actualmente tienen graves razones para dudar de que, en el caso de un conflicto con el Occidente, los países del Pacto de Varsovia constituirían una fuerza sólida y digna de confianza.
Tercero. A menudo el pago de subsidios a naciones comunistas de nuevo cuño ha resultado una estrategia peligrosa y muy cara. Cuba, que le cuesta a la Unión Soviética un millón de dólares diarios, se ha convertido en una catástrofe caribe. Los rublos gastados en Indonesia y en África han dado resultados contraproducentes y han culminado en dispendiosos desastres.
Cuarto. Rusia, en su desesperada carrera contra los Estados Unidos en materia de tecnología militar y espacial, ha descuidado las necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda, transporte y bienes de consumo, que anhela satisfacer el pueblo ruso. Se están acumulando las tensiones, y los soviéticos necesitan de un período de buenas relaciones con otros países para poder poner orden en su propia casa.
Por tanto, Rogers cree que las circunstancias innegables que rodean a Rusia vienen conformando poco a poco un cambio en el clima diplomático. El secretario de Estado tiene la convicción de que una actitud de paciencia y calma de parte de los Estados Unidos dará al final favorables resultados. En abril de 1969, cuando los norcoreanos derribaron un avión norteamericano de reconocimiento sobre el mar del Japón, Rogers telefoneó inmediatamente a Dobrynin. En menos de dos horas había naves rusas colaborando en la busca del avión perdido. Ha habido otras muestras de una actitud más amistosa, algunas de las cuales todavía no se pueden mencionar abiertamente.
RUMORES OPTIMISTAS
Los Estados Unidos y Rusia están ya en pláticas encaminadas a propiciar la paz en el polvorín del Oriente Medio. Aunque estas negociaciones todavía no han dado fruto, Rogers considera que quizá los soviéticos deseen sinceramente que la paz vuelva a esa región.
También abriga la esperanza de que celebrando amplias conversaciones con la Unión Soviética acerca de la reducción y control de los armamentos, y sobre todo para poner fin a la proliferación de las armas nucleares, se llegará a ciertos acuerdos. Naturalmente, le preocupa el creciente poderío naval de Rusia en el Mediterráneo, así corno los ensayos efectuados hace poco en ese país con proyectiles cohete SS-9 equipados con nuevos vehículos múltiples y capaces de volver a la atmósfera terrestre. Por esa razón le complace la reciente aprobación dada por el Congreso norteamericano al proyectado sistema de proyectiles anti-cohetes. Militarmente, Rusia no ha estado nunca más fuerte que ahora, y Rogers cree que los Estados Unidos deberán sentarse a la mesa de las negociaciones en una situación de fuerza preponderante.
Durante sus viajes al Extremo Oriente a mediados del año pasado,el secretario de Estado norteamericano explicó la nueva política del presidente Nixon con las naciones asociadas de la Organización del Tratado de Asia Sudoriental. Los Estados Unidos, les dijo, mantendrán sus compromisos de acuerdo con el tratado, en el sentido de que intervendrán en el caso de una agresión exterior; pero a cualquier revuelta interna se deberá enfrentar cada gobierno por sí mismo. Según Rogers, esta política es buena para los amigos de los Estados Unidos al ayudarlos a valerse de sus propias fuerzas. Al mismo tiempo evita a los Estados Unidos el desangrarse en una serie de pequeños Vietnam en tódo el mundo.
Rogers no esquiva ni a personas ni a grupos, sean del Congreso, de la prensa o de donde sean, que pudieran ser contrarios a la política exterior de la administración. Los invita a su despacho y les dice en sustancia: "Esto es lo que hemos estado haciendo y por esta razón. ¿Qué harían ustedes que no estemos haciendo ya?" De esa forma, no sólo les hace manifestar sus puntos de vista, que él sinceramente desea conocer, sino que muestra una llaneza que le gana muchos amigos entre quienes lo tratan.
La filosofía personal del nuevo secretario de Estado, su actitud de sereno vigor, reflejan su opinión acerca de las relaciones internacionales: "Cuando un país es tan poderoso como los Estados Unidos de Norteamérica, no tiene que gritar para hacerse oír".