MI HERMANO ES UN NIÑO ESPECIAL
Publicado en
octubre 05, 2014
Un niño especial o con alguna enfermedad crónica, centra sobre sí la atención de todo el grupo familiar, pero, ¿cómo afecta a sus otros hermanos? HOGAR le dice cómo ayudar a los otros niños a convivir con un hermanito diferente.
Por: Evelyn Brachetti de Areco. Sicóloga Clínica.
Patricio tiene 6 años. Sus padres comenzaron a preocuparse por él hace tres años porque no aprendía a hablar. Pensaban que no oía pero lo raro era que se pasaba escuchando música, se imaginaron que era retardado pero se interesaba en aprender a leer, creían que era rebelde porque se enfadaba por todo y actuaba de manera extraña. Buscaron ayuda de varios profesionales que hablaban de autismo. La angustia familiar era intensa. Los hermanos sabían que algo ocurría pero nadie les comunicaba nada.
Cecilia tiene tres años. Luego de períodos de fiebre consecutivos y aparentemente sin explicación, llegaron a través de exámenes a descubrir que padece de leucemia, diagnóstico que llevó a los padres a un vía crucis lleno de angustia y desesperación. Cecilia centra sus vidas, los demás hermanos tienen que esperar.
Paquito es un niño aparentemente sin problemas, pero como no logra aprender a la velocidad y ritmo de los demás porque tiene dislexia, requiere de la presencia de mamá para hacer los deberes toda la tarde. Los otros hermanos tienen que valerse solos.
Un niño puede convertirse en especial por diversas circunstancias. En unos casos, el problema es transitorio como es el caso de ciertas enfermedades, accidentes u operaciones que centran la atención momentáneamente sobre el niño pero luego todo vuelve a la normalidad. En otros casos, es más severo, la minusvalía acompañará al niño y a la familia por toda la vida y necesariamente deben aprender a vivir con ella y sobrellevarla de la mejor manera.
ACTITUD DE LOS PADRES
Cuando en una familia hay un niño especial, los padres somos la piedra fundamental sobre la que se estructura toda la dinámica familiar, y nuestra actitud de aceptación, rechazo o negación al problema será lo que los demás vivencien y actúen.
El primer paso será siempre el de aceptar que existe el problema y distinguir aquello que podría ser cambiado con nuestra ayuda y la de los profesionales pertinentes y aquello que posiblemente nunca cambiará.
Nadie incluye en sus planes futuros, en la visión de su familia, en sus metas de planificación, a un niño especial. Desde el instante en que se conoce la noticia, por lo general, nada seguirá igual. Nuevos pasos deben darse, nuevas actitudes deben ser adquiridas, nuevos sentimientos son vivenciados. Hay una gama intensa de sentimientos contradictorios y confusos. Se ama al niño, se lo quiere ayudar y proteger, se quiere lo mejor para él, pero, ¿dónde quedan los demás? ¿Resisten los otros niños de la familia la constante postergación a la que se ven sometidos a causa de que siempre el otro necesita todo con mayor prioridad? Cuanto más severa es la limitación, mayormente desfavorable es el efecto sobre los hermanos.
LA INFORMACION A LOS HERMANOS
La negación y otros mecanismos de defensa que usan muchos padres en relación a la limitación o situación especial del niño, los lleva a cometer errores importantes que afectan seriamente la interrelación familiar. Uno de ellos es el de no informar a los otros chicos sobre lo que sucede.
Todo niño debe recibir la necesaria información, adecuada a su capacidad de comprensión. Cuando la familia guarda el silencio, si es un "tabú" hablar sobre el problema del hermano, todas las preguntas que no se verbalicen, que no se dicen en voz alta, por lo general son respondidas de alguna manera fantaseada, imaginada por el niño. Si un niño conoce claramente lo que pasa, si se le explica y traduce, sus propios sentimientos contradictorios y confusos pueden ser elaborados. Cuando los padres no encaran la verdad, cuando es imposible dialogar con los hermanos poniendo en palabras lo que se piensa y se siente, por lo general aparecen reacciones indeseables en el comportamiento de ellos como grito desesperado de angustia de su necesidad de ser atendidos, y de recibir la dosis afectiva que también ellos requieren para crecer sanamente.
ASUMIR RESPONSABILIDADES
Tener un niño especial dentro de la familia puede ser una experiencia devastadora o por el contrario, una vivencia tonificadora de los lazos afectivos dentro del grupo familiar.
La actitud de los padres hacia el niño especial será la pauta. Los niños siempre se manejan por las vivencias y actitudes de los que los rodean. Si los padres sienten vergüenza y tratan de ocultar al niño, sus hermanos también tenderán a ello.
La ayuda que un niño especial requiera será siempre única. Mientras mayor sea la limitación será más indispensable encarar con prontitud una serie de cambios que ayuden a compartir responsabilidades a todos los miembros de la familia. Algunas madres cometen el inmenso error de querer asumirlo todo solas, llegando luego de un tiempo a desmoronarse física y afectivamente, tanto por el desgaste diario como por las reacciones del resto de la familia que se sienten desplazados. Es increíble lo fortaleciente que resulta a un grupo familiar si se comparte la responsabilidad de ayudar al niño especial. Desde pequeñitos pueden leer cuentos, jugar, participar en la terapia o enseñarle cosas jugando a la escuela. Lo importante es enseñarle qué debe hacer y cómo puede hacerlo.
Igualmente peligroso es cuando algunos padres obligan a los hermanos a tomar toda la responsabilidad sobre el hermano especial, debiendo renunciar a ser niño para convertirse en niñero o enfermero a tiempo completo de su hermano.
Algunos niños lo aceptan estóicamente, no se resisten ni expresan su verdadera angustia. Por esos sentimientos confusos y contradictorios se someten a lo que se les pide, como si ellos fueran en parte culpables del problema.
Compartir responsabilidades es indispensable para encarar las mil exigencias que implica la crianza de un niño especial, sobre todo en el caso de minusvalías severas.
EXPERIENCIA GRATIFICANTE
Tener un hermano especial puede ser una experiencia muy valiosa. Desde pequeño se aprende a convivir con personas con la conciencia de las necesidades especiales que ese otro pudiera tener.
Toda relación de hermanos es una experiencia vivencial tonificadora. Ellos nos enseñan a desempeñarnos socialmente, aprendemos a compartir, a ser leales o rivales, a amar y odiar, a reconciliar y expresar a otro nuestros profundos sentimientos internos. Todo lo que aprender a dar y recibir significa, lo que resolver conflictos y encararlos representa, lo vivenciamos desde la cuna con nuestros hermanos.
Si nuestro hermano tiene necesidades especiales, aprender a tolerarlas y comprenderlas puede ser una experiencia extraordinariamente fortificante.
También para el niño especial los hermanos son importantes. Con ellos debe vivenciar que existen otros a su alrededor a quienes debe respetar y cuyas necesidades deben tener igual prioridad que las suyas.
Si un hermanito tiene necesidades especiales, aprender a tolerarlas puede ser una experiencia extraordinariamente fortificante.
SINTESIS
Un niño especial puede ser la piedra de unión de todo el grupo familiar siempre que sus padres elaboren la situación y la encaren con madurez y autocontrol. Si la familia está unida, el niño sale adelante y sus hermanos aprenden y se fortalecen al compartir la experiencia. Por el contrario, si la familia es inmadura e inestable, el desmoronamiento y el desgaste familiar es inevitable. Está en nuestras manos ayudarlo a ser un niño igual que los demás, consciente de sus derechos pero a la vez de sus deberes para con los demás, muy especialmente con sus hermanos
Fuente:
Revista HOGAR, Enero 1993